Escaqueo social y disolución de la responsabilidad Psicología Social y de las Organizaciones Curso 2009-2010 Imagina que tienes que realizar dos trabajos en grupo para la universidad. En uno de ellos el profesor os obliga a especificar qué parte del trabajo ha hecho cada uno. En el otro, no hace falta. ¿Qué trabajo crees que saldrá mejor? Un problema que aparece sistemáticamente en los países con régimen comunista es que las empresas colectivas producen mucho menos que las empresas privadas. Por ejemplo, en los años 70 sólo un 1% de las granjas soviéticas eran privadas. Sin embargo, suponían el 27% de la producción agrícola nacional. Escaqueo social Con frecuencia, cuando un grupo de personas trata de lograr un objetivo pero sin que se tenga en cuenta la contribución de cada uno, el esfuerzo de cada persona se reduce. Algunos llaman a este fenómeno escaqueo social (social loafing). Ingham et al. (1974) Propuso a sus participantes tomar parte en un juego de sokatira. A los participantes se les dijo que tenían que tirar en grupo de una cuerda, aunque no podrían verse unos a otros porque tenían los ojos vendados. En otras ocasiones se decía a los participantes que tenían que tirar ellos solos. En realidad, los participantes siempre estaban tirando ellos solos de la cuerda, aunque no lo supieran. Los resultados muestran que tiraron un 18% más fuerte cuando creían que tiraban solos que cuando creían que tiraban en grupo. Latané et al. (1979) Pidieron a un grupo de personas que gritara tan fuerte como le fuera posible. Cuando lo hicieron en grupos de seis personas, cada uno gritó sólo un tercio de lo que gritaron cuando lo hacían solos. En otro experimento, los participantes tenían los ojos vendados y llevaban auriculares por los que se oían gritos y aplausos, de tal forma que no podían oír ni sus propios gritos ni los de la gente que les rodeaba. De nuevo, cuando la gente creía que gritaba sola lo hacía con el triple de intensidad que cuando creía que estaba con otras cinco personas. Corredores libres (Free-riders) Casi todo el mundo piensa que los sindicatos y otras organizaciones profesionales realizan una aportación importante. Sin embargo, mucha gente prefiere no pagar cuotas ni hacer de enlace sindical. Todos los ciudadanos quieren mejores servicios sanitarios, medios de transporte públicos más eficientes, mejores centros educativos... pero a nadie le gusta pagar impuestos. En estos y otros casos, nos beneficiamos de la colaboración de los demás (de los que pagan sus impuestos, de los que pagan sus cuotas a sindicatos y colegios profesionales...), pero somos reticentes a colaborar nosotros mismos. Se trata de un tipo de escaqueo social que recibe el nombre de carrera libre (free-riding). Consiste en aportar poco al grupo (escaqueo) pero intentar beneficiarse del esfuerzo de otros. Percepción de evaluación Probablemente, la razón por la que a veces se trabaja menos en equipo que en solitario es que cuando trabajamos en solitario pensamos que los demás nos están evaluando, mientras que cuando actuamos en equipo pensamos que no nos están evaluando a nosotros personalmente. Si no tenemos la impresión de que se está evaluando y teniendo en cuenta nuestra aportación personal al grupo, nos sentimos más relajados. Por tanto, una forma de mejorar la motivación es prestar atención a lo que hace cada persona dentro del grupo (grabar a cada persona individualmente, exigir que cada persona identifique su aportación al grupo...). Para reducir el escaqueo... El escaqueo se reduce cuando la tarea es atractiva, engancha o supone un desafío. También se reduce si los compañeros no parecen capaces de hacer un gran trabajo. También es bueno que haya algún objetivo, que se den incentivos o que se haya desafiado al grupo. Finalmente, el escaqueo también es menor si el grupo está compuesto por amigos o, al menos, si hay alguna cohesión miembros. entre sus El espectador no comprometido En 1964 Kitty Genovese fue atacada por un violador armado. Sus gritos de socorro despertaron a 38 vecinos. Muchos se asomaron a la ventana para ver qué pasaba y continuaron mirando durante más de media hora. Sin embargo, ninguno de ellos hizo nada (ni siquiera llamar a la policía) hasta que el violador no se hubo ido (la mujer murió poco después). Eleanor Bradley tropezó en la calle mientras hacía las compras y se rompió una pierna. Estuvo 40 minutos tirada en la calle en estado de shock sin que nadie la ayudara. ¿Por qué los espectadores no hicieron nada por ayudar a estas personas? El espectador no comprometido Según Darley y Latané, la pasividad de los espectadores puede explicarse precisamente por el elevado número de personas presentes. Al haber muchos testigos y ver que nadie hacia nada, es posible que los transeúntes pensaran que en realidad no había ningún problema, que la señora estaba fingiendo, que estaba loca... Por tanto, la presencia de muchas personas no sólo no eleva la probabilidad de que alguien ayude, sino que de hecho reduce la probabilidad de que alguien ayude. Latané & Rodin (1969) Una investigadora pidió a un grupo de estudiantes que rellenasen un cuestionario y se retiró un momento al cuarto contiguo. Allí, fuera de la vista de los estudiantes, fingió que se había caído de una silla y que se había lesionado. Latané y Rodin estaban interesados en saber si los estudiantes irían o no al cuarto contiguo para ayudar a la investigadora. Cuando solo había un estudiante, la probabilidad de que fueran a ayudar era del 70%. Sin embargo, cuando los estudiantes estaban haciendo el cuestionario por parejas, sólo el 20% prestó ayuda. Difusión de la responsabilidad Una posible explicación de este fenómeno es que cuando vemos que hay otras personas presenciando un accidente podemos pensar que no tenemos tanta responsabilidad de hacer algo. Habiendo tantas personas delante, se da por sentado que alguien habrá hecho algo (que alguien habrá llamado a la policía, que alguien irá a ayudar...). Por tanto, la responsabilidad se difumina entre todos los testigos. Darley & Latané (1968) Varios participantes de un experimento estaban en cuartos separados haciendo lo que el experimentador les había asignado. Cada participante estaba en contacto con los demás y con el investigador por medio de un micrófono. En medio del experimento, el investigador finge que le ha dado un ataque epiléptico. En una condición del experimento, se hizo creer a los participantes que su micrófono era el único que estaba conectado con el del investigador (de modo que sólo él podía oír el ataque epiléptico). En la otra condición, los participantes pensaban que todos los micrófonos estaban conectados y que los demás también podían oír el ataque epiléptico. Los resultados muestran que los participantes que pensaban que eran los únicos que podían oír al experimentador tenían muchas más probabilidades de ayudar que los que pensaban que había otras personas escuchando. Requisitos para que se ayude Para que las personas se decidan a ayudar hace falta que se den varias condiciones: que se perciba el problema que se interprete como una emergencia que se asuma la responsabilidad La presencia de otras personas puede dificultar cada uno de estos pasos. Percepción del problema La presencia de otras personas puede dificultar que nos demos cuenta de que pasa algo. En el caso de Eleanor Bradley, por ejemplo, es posible que muchas personas no se dieran cuenta de que había un problema porque estaban distraídas en sus asuntos y no vieron a Eleanor entre toda la gente. Latané & Darley (1968): pidieron a unos voluntarios que rellenaran un cuestionario en una sala, bien solos o bien en compañía de otras dos personas. Mientras lo rellenaban empezó a salir humo por un respiradero. Los que estaban solos advirtieron el humo casi de inmediato. Pero los que tenían compañía tardaron más tiempo en darse cuenta porque mantenían la vista en el trabajo. Interpretarlo como emergencia Blickman (1971) realizó el siguiente experimento para demostrar la importancia de interpretar claramente la situación como una emergencia. Unas estudiantes estaban sentadas participando en un estudio y, de repente, oyeron un golpe y un grito de dolor por un intercomunicador. Cuando justo en ese momento aparecía un testigo que interpretaba el accidente como una emergencia, era probable que las estudiantes ayudaran. Pero si el comentario del testigo era más incierto, era menos probable que las estudiantes prestaran ayuda. Por tanto, incluso cuando ya hemos percibido un problema, la presencia de otras personas puede impedir que la interpretemos como una emergencia. Para reconocer las emergencias nos fijamos en el comportamiento de los demás. Si los demás no se comportan como si hubiera una emergencia, no la percibimos como tal. Asumir la responsabilidad El experimento anterior de Darley y Latané muestran que si un testigo de un accidente piensa que hay otras personas que lo han oído, es menos probable que se incline a prestar ayuda, ya que no se siente tan responsable. En otros experimentos, las personas ayudan aunque haya más testigos si son conscientes de que el resto de los testigos no puede ayudar (por ejemplo, porque están en otro edificio). Por lo tanto, las personas prestan ayuda cuando saben que sólo ellos pueden ayudar, ya sea porque no hay más testigos o porque los que hay no pueden ayudar. Costes y beneficios de la ayuda Otros dos factores que también influyen en la probabilidad de que se preste ayuda son: El coste de prestar ayuda: Si tenemos que sacrificar algo para ayudar a otra persona es menos probable que ayudemos. El beneficio potencia de prestar ayudar: Si pensamos que nuestra ayuda no va a tener grandes beneficios para la víctima, es menos probable que ayudemos. Costes de la ayuda Manteniendo todos los demás factores iguales, la probabilidad de que alguien ayude es inversamente proporcional al coste de prestar ayuda. Piliavin & Piliavin (1972): un actor finge desmayarse en un vagón de metro. En algunos casos, la víctima tomaba una cápsula de tinta roja para que pareciera que sangraba. Los resultados muestran que si parecía que sangraba, se le prestaba menos ayuda, ya sea porque los testigos se asustaban más o porque la situación les parecía más desagradable. Darley & Batson (1973): los participantes tenían que asistir a una cita y de camino a ella se encontraban con una persona que necesitaba ayuda. Si se hacía pensar a los participantes que llegaban tarde a la cita, la probabilidad de que ayudaran caía al 10% (frente al 50% de los que no tenían prisa). Beneficios de la ayuda Baron (1970) demostró que la probabilidad de prestar ayuda depende de si las personas creen que su ayuda va a tener algún efecto. A una mitad de sus participantes se les hizo pensar que tenían el poder para aliviar el dolor que sentía otra persona. En estos participantes, la respuesta de ayuda era más rápida cuanto más pareciera sufrir la víctima. A la otra mitad de los participantes se les hizo pensar que su ayuda no reduciría el dolor. En este caso, los participantes ayudaban antes si parecía que la víctima no sufría mucho que si parecía que sufría más. Por tanto, cuando creemos que podemos ayudar a alguien, somos más proclives a ayudar cuanto más parece que sufre otra persona. Pero cuando creemos que no podemos ayudar, tendemos a alejarnos psicológicamente de la situación, sobre todo si la víctima sufre mucho.