NOTICIAS DE CAPELLANÍA N.º 34 / Junio 2016 Haz click aquí para acabar con el aburrimiento Hace unos días un amigo comentaba que la conversación más habitual entre las mesas del restaurante donde trabaja, gira en torno a un tema de actualidad. Todo el mundo entiende lo que es la actualidad, y mucho más, lo que es estar actualizado. Actualizamos entradas en Blogs, estados en Facebook, fotos en Instagram. Y estamos actualizando cuando retwitteamos o cuando nos damos por enterados del último trendingtopic. Pero también cuando llevamos toda esta información recogida en los medios de comunicación a nuestra comida de amigos o familia. Todos nos enteramos de Charlie Hebdo el mismo día en que sucedió. Todos hablamos sobre ello con un compañero de trabajo, un familiar, un amigo. La información es mucha, es rápida y alcanza a todos los bolsillos con un smartphone dentro. Existe desde hace ya unos años un término para describir el miedo a estar desactualizado: FOMO (fear of missingout). En realidad se trata de un tipo de ansiedad. La ansiedad es siempre ansiedad de algo, en concreto de una posibilidad, en este caso la posibilidad de quedar excluido del presente. En la película Birdman, la hija del protagonista le lanza a la cara a su padre una verdad actual: no estar activo en Youtube, Facebook o Twitter, es no ser, ser nada. Es la exclusión máxima, y con ello volvemos a conectar con FOMO. Pero no es del miedo a perderse algo de lo que quería hablar, sino de una trampa que nos puede jugar el querer estar siempre presentes. No veo que sea un problema estar enterados de lo actual, aunque sí veo un problema en hacer que nuestra vida gire en torno a ello. Voy a intentar explicar en qué consiste la trampa trayendo aquí al joven Kierkegaard. El filósofo danés se planteó esta cuestión en un breve escrito titulado “La rotación de los cultivos”. Dado que lo escribió cuando no existían internet ni las redes sociales, me libro con ello de cualquier acusación de demonizar al botón de actualizar del Google Chrome. Kierkegaard se pone aquí en la piel de un esteta y plantea un método para esquivar el aburrimiento, un método que le permita alcanzar un equilibrado entretenimiento sin fin. Según el esteta, el tedio es la raíz de todo mal: “Los dioses se aburrían y por ello crearon a los hombres. Adán se aburría porque estaba solo y por ello fue creada Eva. En ese instante entró el tedio en el mundo y en él fue creciendo exactamente en la medida en que crecía la población. Adán se aburría solo, luego se aburrían Adán y Eva en conjunto, luego se aburrían Adán, Eva, Caín y Abel en familia, luego aumentó la población en el mundo y las gentes se aburrieron en masse”. Dejemos por un momento a Kierkegaard y quedémonos un momento con el enemigo que nos ha señalado. ¿Cómo lidiamos con él? ¿Podemos acaso ahogar el tedio con esta huidiza información que llamamos actualidad, siempre renovada, siempre corriendo delante de nosotros? Pareciera que sí. Lo actual es lo novedoso, y no hay novedad que resista mucho tiempo… si perdura, se condena: desemboca en el temible tedio. Por eso es tan importante estar actualizado, siempre extrayendo nuevas fuerzas, ya sean chismes o se trate de información muy seria y respetable, un like, un chiste, una opinión dada, un comentario o un tuit. Siempre que se trate de algo nuevo a lo que yo me pueda subir, estamos protegidos contra el tedio. Bien, ¿cuál es entonces la trampa? La trampa consiste en que creyéndonos presentes estamos en realidad ausentes. No existimos, no vivimos, sino que nos viven. Nos vive la información que nos entretiene pero que somos incapaces de tomar en serio. No digo que no podamos tomarnos muy en serio a Charlie Hebdo… por un rato. Es verdad que puedo opinar vehementemente sobre algo, o puedo llorar conmovido viendo la última película sobre un enfermo de cáncer. Divertirse no significa vivir haciendo bromas, uno puede divertirse con mucha seriedad. Pero estar viviendo el presente, viviéndome en el presente, eso no lo hago. Porque en este afán de actualidades y actualizaciones puedo estar, como creo que la mayor parte de las veces estamos, en la butaca del espectador, del opinador. Estoy mirando y emitiendo opiniones de lo que veo, pero puedo estar olvidándome de que el tiempo es como un teatro en el que yo soy actor: mi lugar es el escenario, no un asiento en el público. Por eso el tedio, en realidad, no es para Kierkegaard un enemigo, sino que incluso puede ser un amigo o un aliado, o al menos una alarma que se dispara y nos advierte de que nos estamos perdiendo de lo fundamental. Santiago Huvelle En www.elsentidobuscaalhombre.com