QUE PODEMOS DESCUBRIR LOS MIEMBROS DE LA PUM EN LA ACTIVIDAD MISIONERA DE SAN FRANCISCO JAVIER Hna. María de las Nieves soto Aponte sdj Secretaria Nacional de la PUM Descubramos qué nos enseña Francisco Javier a nosotros, miembros de la Pontificia Unión Misional, guías del pueblo de Dios, pastores, almas consagradas, laicos comprometidos con la misión. ESCALONES DE SU CAMINAR MISIONERO: 1.- Oye la voz de Dios y dijo “SÍ”. Nos enseña a seguir escuchando la voz de Dios a través de un llamado específico, de un acontecimiento, de un dolor, de una verdadera pobreza de los hermanos, = el alejamiento y desconocimiento de Dios =, y salir de nosotros mismos y como Javier cruzar los mares de nuestro entorno y lanzarnos a la Misión, la evangelización, a testimoniar el Evangelio con nuestra vida de consagrados. No se nos pide sino: hablar de Jesús, hacerlo conocer para que lo amen al conocerlo. Cada día, cada segundo de nuestra vida es un ser misionero, Javier no descansó, nuevas ideas, metas, actividades surgían y las ponía en práctica. Sigamos su ejemplo, hay un campo abierto esperando nuestro si, nuestra generosidad, entrega y servicio. 2.- Recorría grandes distancias para hablarles de Dios. Así lo hizo al llegar a India, se va a la costa de Pesquería, los paravas, que hasta entonces no conocían siquiera el nombre de Cristo, no sabían quién era Dios, recibieron el bautismo en grandes multitudes. Inquietud misionera que nos debe interpelar, cuando hoy todavía en nuestro rededor muchos que tienen a Dios distantes de sus vidas. 3.- Oración y contemplación. Javier fue hombre también de intensa vida de oración. Antes de su consagración al apostolado, desde su infancia hasta los 19 años en que partió para París, todos los días acompañaba a su madre a rezar la salve ante la imagen de santa María de Xavierre, que presidía la Iglesia parroquial junto a su castillo natal. En India, Japón, después de una intensa actividad, se postraba ante Jesús en el Sagrario de su choza, oraba, dormía un poco y al despertar seguía en oración. Nos dice: sin oración no hay misión. En sus años de Misionero, llevaba colgado al cuello el rosario. Esta devoción mariana la propagó el santo por la India, por Oceanía y el Japón... Y con dulcísimas jaculatorias a María terminó sus días en el islote chino de Sancián. 4.- Gran amabilidad. Decía: “hágase amar y así influirá” Se le acercaban niños a quien atendía con cariño. 5.- Catequista y Evangelizador. Por donde pasó, Goa, las Molucas, Malaca, Japón, dejó establecida, como Pablo, comunidades cristianas, pequeñas iglesias, que conservaron la fe por el testimonio de Javier. Cuando se recomenzó la evangelización del Japón, a fines del siglo XIX, se presentaron a los nuevos Misioneros, millares de cristianos que habían mantenido su fe, durante dos siglos y medio de cruelísima y continua persecución, sin sacerdotes y sin templos. 6.- Amó a la Iglesia y se entregó por ella. "Por los méritos de la Santa Madre la Iglesia, en que yo mi esperanza tengo (y cuyos miembros vivos sois vosotros), confío en Cristo Nuestro Señor que me ha de oír y conceder esta gracia: que use este inútil instrumento mío, para plantar la Iglesia" 7.- Confianza en Dios. Son muy significativas sus palabras en una carta dirigida a su querido pariente el doctor Azpilcueta, antes de embarcarse para la India: "Desde que he adquirido algún conocimiento mío... procuro poner en Dios toda mi esperanza y confianza" El mismo Javier nos confiesa: "Yo sé de una persona (se refiere a sí mismo) a la cual Dios hizo mucha merced, ocupándose muchas veces así en los peligros, como fuera de ellos, en poner toda su esperanza y confianza en él, y el provecho que de ello le vino, sería muy largo de escribir" 8.- Supo adaptarse a las costumbres. Para instruir a los pequeños y a los ignorantes, el santo solía adaptar las verdades del cristianismo a la música popular, un método que tuvo tal éxito que, poco después, se cantaban las canciones que él había compuesto, lo mismo en las calles que en las casas, en los campos que en los talleres. 9.- Nos dice en sus cartas. Hace emocionantes llamamientos a los estudiantes y profesores de las universidades, a los religiosos de todos los institutos para consagrarse por entero al apostolado misionero. Un gran aliciente incluirá siempre en estas llamadas: el gozo de la evangelización, la consolación interior que supone dar a conocer y amar a Jesucristo entre los que lo ignoran, la alegría de haber encontrado el verdadero sentido a nuestra vida, participando con Cristo en el plan divino de salvación universal 10.- Amor de Dios. Ardor misionero. Un amor que como verdadero que es, no se encierra en sí mismo, sino que sale hacia los demás, a los que también quiere quemar. Miembros de la Pum, del Beato Pablo Manna, Fundador, dice el Decreto de la heroicidad de sus virtudes: “Fue un hombre cuyo temperamento de fuego quería cumplir la exclamación de San Pablo: “Que él reine”. “El Padre Manna fue con su palabra y con sus actos, uno de los grandes instigadores de la renovación misionera de los tiempos modernos”