Bucarest, 7 de octubre de 2008 DISCURSO ANTE LA ESCUELA NACIONAL DE DEFENSA DE RUMANÍA En primer lugar, quisiera manifestar mi gratitud por la oportunidad que me han brindado de dirigirme a los estudiantes de la Escuela Nacional de Defensa de Rumanía aquí en Bucarest. Según tengo entendido, es la primera vez que un General Jefe del Eurocuerpo tiene la oportunidad de pronunciar un discurso en Bucarest. Por este motivo, me gustaría expresar mi gratitud a las Fuerzas Armadas de Rumanía por el honor del que me han hecho objeto al permitirme hablar ante todos ustedes sobre un tema de interés para cada uno de nosotros. En los próximos minutos, quisiera compartir con ustedes algunas ideas sobre un tema que reviste una gran trascendencia para los europeos: la seguridad y la defensa de Europa. Este tema está cada vez más presente en los debates internacionales, y gira en torno a dos ideas bien diferenciadas: la Europa de la Defensa y lo que hemos dado en llamar las "Fuerzas Europeas". La confusión intelectual, en el marco de los escenarios estratégicos cambiantes de hoy en día, es el reflejo de la búsqueda simultánea de una nueva identidad por parte de las dos instituciones clave responsables de la seguridad en nuestro continente: la OTAN, que actualmente se encuentra embarcada en un eterno período de transformación, y la UE, que al parecer está empeñada en alcanzar mayores niveles de cooperación interna en materia de defensa pese a las dificultades que ha supuesto el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa desde el voto irlandés. Algunos podrían decir que este Tratado está muerto. Tal vez tengan razón, o tal vez no la tengan. En cualquier caso, como suele ocurrir en temas de defensa, al final se impondrá el pragmatismo, y en estos momentos nuestros gobiernos siguen trabajando para encontrar soluciones transitorias que permitan a todos los países miembros que lo deseen desarrollar o profundizar la cooperación ad hoc en una dirección bastante próxima a las ideas expresadas formalmente en el Tratado de Lisboa. Incluso aunque esta cooperación no se desarrolle dentro de un marco PESD, se implementará sin duda a nivel multilateral. Por este motivo, desarrollaré mis ideas en torno a los conceptos que se desprenden del Tratado de Lisboa, puesto que éstos reflejan la visión dominante entre los países europeos en lo que concierne a la Defensa Europea. Está claro que muchas de las ideas expresadas en esta conferencia son mi visión personal de las cosas y, por tanto, susceptibles de ser debatidas y, por supuesto, cuestionadas. Partiendo de esta base, mi intención es simplemente ofrecerles mis pensamientos para estimular su propia reflexión al respecto. También me gustaría manifestar que los temas tratados en esta conferencia se aplican por igual a las organizaciones militares de tierra, mar y aire. El Tratado de Maastricht de febrero de 1992 dio lugar a la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), estableciendo así los cimientos para el desarrollo de la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD). No obstante, fue en la cumbre franco-británica de Saint-Malo en diciembre de 1998, en la que estos dos países acordaron cooperar estrechamente para lograr que la Unión Europea fuera "capaz de llevar a cabo algunas tareas de seguridad de manera independiente", cuando se concibió un proceso real dentro de la Unión Europea para llevar adelante la PESD. En el Consejo Europeo de Colonia en junio de 1999, los líderes de los estados miembros de la UE decidieron que "la Unión debe tener la capacidad de actuar de manera autónoma, respaldada por unas fuerzas militares creíbles y los medios de decisión para emplear dichas fuerzas..." Fue entonces cuando se inició el período de desarrollo de la PESD. En los últimos diez años, pese a los muchos obstáculos que se ha encontrado, ha logrado obtener un éxito notable en el campo de la integración y la cooperación militares en el seno de la UE, dando lugar a la situación actual, en la que la Europa de la Defensa está lista para abordar un nuevo esfuerzo de revitalización. Dicho esto, me gustaría mencionar que la Construcción de Europa en el ámbito de la seguridad y la defensa tiene unos objetivos plenamente definidos, que son los que se encuentran en los tratados que gobiernan la Unión Europea en los pasajes en que se hace referencia a una política común de defensa pensada para conducir a una defensa común. En consecuencia, el objetivo final (un ideal para algunos y algo tal vez utópico para otros) se ha identificado claramente y se ha fijado por escrito: la defensa común. En los últimos diez años hemos sido testigos del surgimiento, el desarrollo y la mejora de una serie de órganos como son el Comité Militar de la UE, el Estado Mayor Militar de la UE, la Agencia de Defensa Europea y otros, que progresivamente han ido vertebrando una estructura de defensa incipiente, pero necesariamente intricada en el seno de una organización tan extraordinariamente compleja como es la Unión Europea. Al mismo tiempo que se producía este proceso, y gracias a los acuerdos establecidos por la OTAN y la Unión Europea como, por ejemplo, el acuerdo Berlín Plus, la UE ha apoyado operaciones "de menor envergadura" en una serie de escenarios diversos: Concordia (FYROM 2003); Artemis (DR Congo 2004); Althea (BiH, 2004-...); EUFOR (DR Congo 2006); EUFOR (Chad 2008-...). 2 Este nuevo dinamismo que aportó el Tratado de Lisboa a la Europa de la Defensa tiene unas características muy interesantes. Voy a intentar destacar algunas de las más relevantes para el tema que nos ocupa en esta breve conferencia. Para empezar, me gustaría mencionar la "cláusula de solidaridad" y el tema de la "defensa mutua". La primera obliga a los estados miembros de la UE a ayudar a los países que sean víctimas de un ataque terrorista o sufran una catástofe bien sea natural o causada por el ser humano. Por tanto, la lucha contra el terrorismo se considera como una situación que hay que afrontar de manera colectiva y, además, los objetivos civiles y militares que se persiguen al realizar misiones en el marco de la PESD están vinculados a iniciativas antiterroristas, incluyendo el apoyo a terceros países que lleven a cabo actividades antiterroristas en sus territorios respectivos. Es importante destacar este enfoque novedoso, puesto que ninguno de los tratados europeos enmendados en función del Tratado de Niza menciona este objetivo de manera explícita. El segundo punto, la "defensa mutua", requiere que los países miembros ofrezcan automáticamente todo tipo de apoyo y asistencia a los países que sufran una agresión armada en su propio territorio. Lógicamente, esta obligación no afecta el "carácter específico" de la política de seguridad y defensa de algunos estados miembros ni ninguno de los acuerdos firmados con la OTAN en materia de defensa colectiva. Es decir, que la OTAN sigue siendo la piedra angular de la defensa europea. Tal vez el aspecto más importante y novedoso de la "Estrategia de Lisboa", en lo que a defensa se refiere, es una fórmula de cooperación en defensa que tiene una gran importancia tanto desde el punto de vista político como del estrictamente militar, y que se denomina la "cooperación estructurada permanente". Este tema reviste una relevancia tal que, en mi opinión, en cuanto este tratado entre en vigor, podremos hablar de un antes y un después en la construcción de Europa. El Tratado de Lisboa es sobre todo un acuerdo de principios que refleja la voluntad política común de todos los 27 estados miembros de la UE de continuar trabajando hacia la Europa de la Defensa. No obstante, tenemos que reconocer que los avances hacia una defensa común constituyen una preocupación compleja a largo plazo dado que la defensa es un tema central para la soberanía nacional. El vivo y, en ocasiones, apasionado debate sobre este tema a ambos lados del Atlántico ha abierto un amplio abanico de posibilidades. Por una parte, algunos consideran cualquier intento de transferencia de soberanía en el ámbito de la defensa como un inaceptable corrosivo de la identidad nacional. En el polo opuesto de este espectro se encuentran los que ven la defensa común como un objetivo atractivo, factible e incluso irrenunciable. Pero la Defensa Europea no es, por definición, una alternativa a la OTAN: ambas son compatibles, se refuerzan mutuamente y su coexistencia puede y debe ser posible. Es decir, que se complementan la una a la otra. Conceptualmente, los objetivos consistirían en lograr una auténtica cooperación política al máximo nivel entre los países participantes. Esto incluiría, por ejemplo, la convergencia en los presupuestos de defensa, armonización o mutualización del material, etc. En cuanto al aspecto instrumental, los objetivos serían desarrollar unos recursos militares comunes, dando credibilidad y visibilidad a dicha cooperación política. Dicho de otro modo, establecer una base sólida a partir de la cual se pueda avanzar para mejorar las estructuras militares multinacionales europeas con la firme intención de construir una fuerza común. En Europa existe una amplísima gama de organizaciones militares, que no constituyen una estructura capaz de establecer, a nivel práctico, una fuerza europea que merezca tal nombre. El aspecto positivo de dicha proliferación de organizaciones es que demuestra que los países son conscientes de la importancia del concepto multinacional en la Europa de hoy. También significa que la fuerza de una unidad militar multinacional reside no sólo en sus capacidades operativas, sino también en el número de naciones que la refrendan de manera permanente. Esto, posiblemente, es la noción que subyace a la idea expresada por el Sr. Solana cuando sugirió que las grandes crisis solo podrían resolverse mediante coaliciones permanentes. Nosotros los europeos somos cada vez más conscientes del hecho de que tenemos que enfrentarnos a nuevos peligros y amenazas cuyo origen se encuentra mucho más allá de nuestras fronteras. Aquí se incluyen el terrorismo internacional, la proliferación de armas de destrucción masiva y sus tecnologías asociadas, el crimen organizado, la piratería del tipo que amenaza actualmente las costas de Somalia, los movimientos migratorios grandes y descontrolados o la inestabilidad provocada por conflictos regionales y estados fallidos. Éstos son peligros comunes que requieren respuestas comunes y la agrupación de recursos y esfuerzos. Si a ello le sumamos la revolución geopolítica que se ha producido durante los últimos veinte años, es evidente que Europa tiene la urgente necesidad de realizar un avance cualitativo hacia la seguridad común. La cuestión central aquí es si estamos dispuestos a identificar a Europa como nuestro futuro común. Si queremos abandonar la actitud del dios romano Jano de las dos caras, y dejar de contemplar el pasado para dirigir nuestra mirada hacia el futuro. Yo, personalmente, no tengo ninguna duda: Europa es nuestro futuro común. Por tanto, convendría detenerse a pensar si ha llegado el momento de que Europa realice en su seno el esfuerzo de simplificar y reordenar sus unidades militares multinacionales o, dicho de otro modo, racionalice las estructuras militares europeas manteniendo una relación armónica con la OTAN y los Estados Unidos. Como en cualquier proceso político, no se trata de un juego de "todo o nada", sino que se trata de avanzar de manera constante y flexible. Sería como solucionar una ecuación cuyos tres términos principales son: la continuidad de algunas de las estructuras militares de la OTAN, que posiblemente tendrían que ser reducidas; la racionalización y estructuración de las fuerzas multinacionales europeas existentes, y el mantenimiento de los niveles actuales de seguridad continental durante dicho proceso de transformación. En mi opinión, este proceso de racionalización y convergencia de las estructuras europeas es absolutamente necesario si queremos avanzar de manera efectiva hacia una Europa de la Defensa. Sin embargo, no va a ser un camino fácil. Está plagado de obstáculos que nos obligarán a negociar. Paso a analizar tan sólo algunos de ellos. El aspecto económico podría considerarse a simple vista como un obstáculo de dimensiones gigantescas. Más allá de las declaraciones políticas y de los mejores deseos expresados por todos los implicados, el desarrollo de estructuras militares que sean "más europeas" generan unos costes adicionales considerables, incluso si se añaden a los costes existentes únicamente los costes de mejorar los bajísimos niveles actuales de interoperabilidad entre las fuerzas de los países europeos. Pero no hay muchas naciones que en estos momentos estén dispuestas a gastar más en defensa. Por tanto, el primer problema que hay que tratar es cómo optimizar nuestros gastos en defensa racionalizándolos y armonizándolos a nivel europeo. Este primer paso no costaría tanto y multiplicaría ya la eficiencia de las fuerzas de defensa europeas. Otro tema que tiene que ver con el anterior es la denominada "duplicación". Algunos argumentan que como ya tenemos la OTAN, no hay motivo alguno para crear otras organizaciones militares dentro de la Unión Europea, ya que no supondrían más que un gasto innecesario. Esta idea resulta muy atractiva y bastante racional. Sin embargo, el problema es que al aplicar esta premisa de manera estricta e indefinida, estaríamos bloqueando la posibilidad de establecer una política autónoma de defensa común así como un sistema de defensa de la Unión Europea, lo cual a su vez, a nivel estructural, implicaría cortarle las alas ya de entrada a la construcción del proceso europeo. Yo considero que éste es un debate falso (y, en ocasiones, interesado). Al colocar sobre la mesa de debate la palabra "duplicación", no estamos pensando en términos de unidades, sino en casos de planificación estratégica, como por ejemplo SHAPE o, de un modo más amplio, la Estructura de Mando de la OTAN. Obviamente, si la UE decidiera desarrollar una estructura parecida a la OTAN, con sus centros de control de operaciones aéreas, sus estados mayores militares, su flota AWACS, etc., por ejemplo, entonces sí que estaríamos hablando de una costosa duplicación que, sin duda, no contaría con la aprobación de ninguno de los estados miembros de la UE. Además, todos nuestros líderes políticos están buscando la manera de optimizar los gastos de defensa a nivel europeo. En este sentido, el problema principal no es la cantidad de dinero que nuestros países se gastan cada año en su defensa, sino la manera de gastar ese dinero. Con ello quiero decir que todos tenemos que asegurarnos, en general, de evitar redundancias costosas al mismo tiempo que cubrimos los vacíos que a día de hoy no permiten que la Unión Europea desarrolle sus funciones hombro a hombro con la OTAN. Así que cuando oímos hablar de esa duplicación no deseada, con frecuencia escuchamos un debate lleno de prejuicios en el que los contrarios a cualquier expansión de la Europa de la Defensa se empecinan en sus posiciones y abortan esta iniciativa aduciendo argumentos financieros que, en principio, son globalmente aceptables. Yo, sin embargo, defiendo la posición opuesta, y creo que un Estado Mayor Europeo de Planificación, por ejemplo, dedicado a las operaciones en las que no quiere participar la OTAN no constituiría una duplicación. En algún momento habrá que aclarar esta cuestión si queremos avanzar como es debido hacia una Europa de la Defensa. No podemos pasar por alto el hecho de que el proceso de construcción de Europa, que es el marco en el que se encuadra el proceso de la Europa de la Defensa, es un proyecto a un nivel superior que incluye áreas de suma importancia para los ciudadanos de la UE, como es la defensa. Otro factor contrario al desarrollo de una auténtica estructura de defensa europea es el "status quo nacional" de los países o, si lo prefieren, la inercia y su reticencia política a simplificar las estructuras militares. A esto podría sumarse el hecho de que algunos consideran las formaciones multinacionales como unidades extranjeras que compiten por el empleo de medios y recursos nacionales, sobre todo en lo que se refiere a personal y financiación. Por tanto, se les ve como a un "enemigo al que hay que derrotar". En consecuencia, estas unidades suelen tener una prioridad inferior a la de las puramente nacionales en cuanto a la asignación de recursos para operaciones, adiestramiento, etc. Yo creo que las organizaciones militares multinacionales, teniendo en cuenta las circunstancias geopolíticas cambiantes de hoy en día, son las mejor preparadas para ser empleadas fuera de las propias fronteras nacionales, puesto que su capacidad operativa aumenta (tanto en el panorama internacional como entre la opinión pública nacional) por la legitimidad que les brinda el hecho de agrupar de manera permanente diversas banderas bajo una misma organización militar. El gran peligro que hay que evitar es la tentación latente de renacionalizar la defensa, que ha tenido consecuencias nefastas en la historia europea. 6 En resumen, realmente creo que el camino hacia la Europa de la Defensa, aunque sea largo y tortuoso, es la vía que hay que tomar. Me gustaría hacer hincapié en esta idea citando la pregunta que planteó el presidente Sarkozy el 13 de noviembre de 2007 ante el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo: “que signifie notre engagement européen si chacun de nous n’est pas capable de faire un effort pour la défense de tous?” (“¿Qué sentido tiene nuestro compromiso con Europa si cada uno de nosotros no es capaz de hacer un esfuerzo por la defensa de todos?”). Por último, y dado que soy el General Jefe del Eurocuerpo, me gustaría hablar un poco sobre esta unidad. Como sabrán, fue una iniciativa franco-alemana (el presidente francés Mitterrand y el canciller alemán Kohl, La Rochelle, mayo de 1992) que constituyó un ejemplo concreto de la voluntad europea de asumir responsabilidades en el ámbito de la defensa. Debido a sus objetivos y su composición, y además por el hecho de situar su cuartel general en Estrasburgo, sede del Consejo de Europa, del Parlamento Europeo (en combinación con Bruselas) y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el Eurocuerpo se percibe como uno de los símbolos más concretos y visibles de la paz y la reconciliación en Europa. Tras haber sido certificado por la OTAN como Fuerza de Reacción Rápida y como Fuerza de Reacción de la OTAN, el cuartel general del Eurocuerpo se encuentra en la vanguardia de las capacidades militares europeas. Ha sido puesto a disposición de la UE y de la OTAN, y se adiestra a diario para mantener su capacidad de dirigir operaciones que van desde la simple ayuda humanitaria hasta el combate de alta intensidad. Su rasgo más distintivo, que lo hace de hecho único en su clase, es su nivel de multinacionalidad. En estos momentos, cuenta con cinco naciones marco: Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo y España. Éstos son los países que conforman el núcleo de la organización y que comparten el mando y las responsabilidades. Oficiales de Polonia, Austria, Grecia y Turquía se han incorporado al Estado Mayor del Eurocuerpo y están presentes de manera permanente. En los últimos nueve meses, varios países de la UE y de la OTAN han solicitado su incorporación al Estado Mayor del Eurocuerpo: Italia, Estados Unidos y, por supuesto, Rumanía. Además, Polonia incrementará de manera sustancial su participación en un futuro próximo, ya que este país ha solicitado formalmente su incorporación como sexta nación marco del Eurocuerpo. Por cierto, puedo asegurarles que estoy muy contento de ver la vertiente mediterránea de la cultura del Eurocuerpo reforzada por la llegada del personal de Rumanía a mi Estado Mayor. Personalmente, estoy convencido de que la fuerza del Eurocuerpo reside en esta diversidad. El cuartel general del Eurocuerpo se encuentra en Estrasburgo, y en él trabajan unas 1.000 personas, entre militares y civiles. Aparte de una representación permanente y considerable de las Fuerzas Aéreas, los países preasignan unidades de entidad brigada o división al Eurocuerpo, y también aportan elementos de tropa y servicios. En mi opinión, si existiera la voluntad política de hacerlo, el cuartel general del Eurocuerpo podría transformarse muy rápidamente y sin un aumento considerable de recursos en una organización de planificación, mando y control de un alcance mucho mayor. Realmente estoy plenamente convencido de que, en vista de los complejos retos de un mundo cada vez más globalizado, el Eurocuerpo podría ser un instrumento militar eficiente que ayudara a la Unión Europea a lograr su objetivo de consolidar su función como potencia global. ¿Y cómo podría el Eurocuerpo lograr este objetivo? Aportando sus capacidades dentro del marco de la Carta de Naciones Unidas al esfuerzo común europeo de fomentar la libertad, los derechos humanos, el estado de derecho, la seguridad, la estabilidad y la paz en general. Muchas gracias por su atención. Teniente General Pedro PITARCH General Jefe Eurocuerpo 8