Lo que esconden las aguas del Esla

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Lo que esconden las aguas del Esla
Escrito por Andrea Rodríguez
Jueves, 13 de Octubre de 2011 06:30 -
Los restos de los siete vagones del tren JX-3 precipitados hace casi medio siglo desde el
Martín Gil aún son visibles en época de sequía.
El accidente de tren del viaducto de Los Cabriles es uno más de los secretos que aún
envuelven en el misterio las aguas de la provincia. A las seis y cuarenta y ocho minutos de la
tarde de un lejano 19 de octubre de 1964, el tren de mercancías JX-3 procedente de Orense
experimentaba una explosión que hacía precipitarse al agua hasta siete vagones. El mozo de
tren José Vicente Redondo, un vecino de San Lázaro de 58 años, fallecía y otros cuatro
compañeros resultaban heridos. Casi medio siglo después, la sequía de un verano interminable
se cita con aquel suceso y parece querer devolver de nuevo a la superficie los amasijos de
hierros que aún se hallan sumergidos como testimonio del pasado. De hecho, pescadores y
vecinos de la zona volverán a verlos en las próximas semanas si la lluvia no interfiere en el
caudal del embalse del Esla.
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Jueves, 13 de Octubre de 2011 06:30 -
Son muchos los detalles que en su momento pasaron desapercibidos, en el corazón de una
década de los sesenta en la que los medios informativos eran otros. Aún así, la edición de «EL
CORREO DE ZAMORA» del día siguiente reflejaba en su portada aquella misteriosa explosión
que partió en dos el convoy que entraba en el imponente viaducto de Martín Gil. El diario
contaba que uno de los vagones portaba 142 kilos de material pirotécnico con destino a
Benavente. Nunca se aclararon las causas de por qué saltó por los aires y envió al agua parte
del tren sin causar el menor rasguño a las vías férreas que conectan las estaciones de
Carbajales de Alba y Andavías.
Las unidades de carga quedaban sumergidas para mucho tiempo en las aguas del Esla. Al
percibir el accidente, el maquinista frenó el convoy y dio marcha atrás para volver a conectar la
locomotora con los 14 vagones que se salvaron, paralizados en la mitad del puente de Palacios
del Pan, completamente encarrilados. El tren cubría su trayecto, mientras los heridos eran
trasladados al Sanatorio San José, donde el doctor Crespo Neches atendía a las cuatro
personas afectadas. Sin embargo, la violenta explosión de las siete de la tarde no impedía que
los servicios ferroviarios posteriores circularan con total normalidad.
Tiempo más tarde, con un importante descenso de las aguas del Esla, Renfe pudo acometer la
recuperación de los restos del tren de mercancías sumergidos. La compañía tuvo que
desplazar al viaducto Martín Gil un convoy de 400 toneladas con dos grúas capaces de
levantar 120 y 70 toneladas de peso cada una. Sin embargo, los más de sesenta metros de
altura desde la orilla sur del puente hasta la zona en la que se hallaban inertes los restos de los
vagones complicaron una ya de por sí peligrosa tarea de rescate.
Las grúas tuvieron que ser fijadas a las vías del tren para elevar sesenta metros los
amasijos de hierro Durante el proceso, las grúas cabeceaban de manera ostensible, lo que obligó a los
responsables de la operación a fijar el convoy a las vías del puente. Y como siempre, la pillería.
El diario zamorano publicaba las primeras imágenes de los restos ferroviarios y en los días
sucesivos, más de un avezado contribuía a desguazar los vagones. Ironías del destino, porque
así las grúas debieron levantar menos peso, la nada despreciable cantidad de 50 toneladas de
chatarra. Algo se dejaron aquellas grúas. Los esqueletos férreos y las ruedas todavía están ahí
abajo desde hace casi medio siglo. Las aguas han querido quedárselos para sí y ahora
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parecen querer devolverlos.
Esqueletos de vagones que no fueron retirados
Las épocas de sequía suelen devolver a la superficie los restos de los pocos vagones que
quedaron sepultados en las aguas del embalse del Esla, tal y como atestiguan los vecinos de
pueblos aledaños como Palacios o Andavías.
Catorce vagones quedaron intactos sobre el viaducto La operación de rescate de los vagones
precipitados —uno saltó por los aires y otros 14 quedaron en la vía como si nada— fue
realmente peligrosa. La doble grúa llevada a la zona cabeceaba al levantar los amasijos de
hierro de tal manera que tuvo que ser fijada a las vías del puente para poder completar las
tareas.
El diario «EL CORREO DE ZAMORA» recogía novedades hasta las tres de la mañana
Las últimas noticias que aportaba la edición del 20 de octubre de 1964 procedían del Sanatorio
San José, donde el doctor Crespo Neches atendía a los cuatro heridos por el accidente, que
causó la muerte al mozo de tren.
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Reportaje de José María Sadia.
Fotos cedidas por Grupo Tren Zamora
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