LA DIALÉCTICA AMO ESCLAVO DE HEGEL APLICADA AL BDSM El próximo jueves día 13 de mayo, a las 23 H. (hora peninsular española), Julian44 Andrew explicará las relaciones BDSM partiendo del planteamiento filosófico de Hegel. La ponencia versará principalmente sobre la estructura de las relaciones Amo/a y sumiso/a sumiso/a y sus implicaciones en torno a los límites y desarrollo en este tipo de relaciones afectivas. Buenas noches a todas y a todos y agradezco de buen grado su presencia de nuevo a otra de mis charlas. Hablar en público es complicado, porque el ponente no sabe realmente quién hay al otro lado y siempre puede haber alguien con más conocimientos que el que expone sus ideas, con lo cual hay un riesgo intrínseco en el hecho de atreverse a salir a escena. Ha pasado ya mucho tiempo desde que impartí mi primera conferencia en Second Life. Fue en noviembre de 2007, en el sim “La Otra Barcelona”, cuando aún la comunidad BDSM en español estaba en pañales. En aquella época era bastante difícil incluso encontrar pelos con texturas realistas y prims de movimiento y eran además carísimos. Con la perspectiva del tiempo y viendo la evolución que hemos tenido, he considerado retomar aquella primera charla, hacer una revisión, matizaciones y una actualización. Queda muy poca gente de aquella época, imagino que habrán abandonado este mundo virtual, y como hay mucha gente nueva creo que no está mal retomar determinados planteamientos sobre el BDSM. No obstante, también tengo la sospecha de que habrá una parte que serán las mismas personas con distinto avatar, cosa que no deja de ser inquietante, porque son personas que tienen información de ti, pero tu no de ellos, lo cual me parece un poco injusto. Pero bueno, hay que contar con ello en este mundo virtual. Cuando planteé mi deseo de participar en estas charlas con el tema elegido, algunas personas que me conocen se sorprendieron mucho. Percibí en ellas una extraña mezcla entre lo abstruso y lo inaudito. Sin embargo considero que puede ser muy interesante para todas aquellas personas que deseen conocer algo más del mundo del BDSM, sobre todo, algo que vaya más allá de unas simples prácticas sexuales o relaciones personales no habituales, no comunes o no reconocidas como tales por la mayoría de la sociedad. No voy a hablar de sexo ni de juegos concretos, sino de lógicas internas dentro de las relaciones personales elegidas voluntariamente entre personas adultas. Voy a hablar de estructuras de relaciones. Mi ponencia tendrá 2 partes. La primera la exposición breve y resumida de un texto fundamental en la obra del filósofo alemán Jorge Guillermo Federico Hegel. El texto es la dialéctica del amo y el esclavo, apenas 7 páginas dentro de su monumental obra La fenomenología del espíritu, pero que ha tenido y sigue teniendo una influencia fundamental en la historia de Europa, aunque no sólo de Europa. La segunda parte, partiendo de ese concepto, versará sobre la relación Amo/esclavo en el mundo del BDSM. Pretendo demostrar que el concepto de Hegel está íntimamente relacionado con la esencia del BDSM, si es que se puede hablar de esencias, que yo particularmente lo dudo. Obviamente hay diferencias respecto a lo que expuso Hegel, ya que su filosofía tiene unas implicaciones en la política y el derecho de vital importancia. Pero también hay semejanzas muy importantes que nos ayudan a entender este tipo de relaciones. Veremos que lo que ocurre en el BDSM no es muy distinto de lo que ocurre en el resto de las relaciones, lo cual también sirve para desmitificar el BDSM y, sobre todo, quitar de algunas cabezas esas ideas de distinción o especialidad, algo así como si las personas que practican o les gusta el BDSM son personas distintas o superiores por tener gustos diferentes a los hegemónicos. El BDSM no da para tanto. Después me someteré a sus comentarios, preguntas, puntualizaciones o críticas. Antes de empezar quiero decir algo que siempre digo: nuestro idioma castellano, a diferencia del inglés, no tiene el género neutro, con lo cual, por regla general usamos el masculino para referirnos a los dos. Se que las feministas protestan ante esto, pero nuestro idioma es así. Por lo tanto cuando hable de amo y esclavo (o sumiso, da igual) que sepáis que me refiero a ambos sexos, amo y sumisa y ama y sumiso. Que quede claro que es una simple cuestión de economía de medios, no de discriminación. ¿Qué dice Hegel? Hegel es un ladrillazo para el lector; hay párrafos y párrafos ininteligibles e irrita mucho leer algo con esfuerzo sin llegar a entender lo escrito. Por lo tanto trataré de no usar su terminología porque entonces no me entendería nadie, salvo las personas introducidas en la filosofía. La cuestión inicial es el movimiento dialéctico del entendimiento, es decir, la oposición de los contrarios: no podemos saber que existe el día si no se le opone la noche. De la misma manera que si todo está oscuro es imposible ver, si todo está iluminado se produce la ceguera. Para Hegel tener conciencia es saber lo que algo es. La conciencia sólo es conciencia de algo, una relación entre el ser y el saber. Para la autoconciencia hay otra autoconciencia; ésta se presenta fuera de sí, se ve a sí misma en lo otro. Es decir: un individuo surge y se reconoce como individuo sólo frente a otro individuo. Se reconocen reconociéndose mutuamente. Si se fijan bien, sólo sabemos lo que somos a través de lo que no somos. Soy blanco no sólo porque mi piel sea blanca, sino porque hay otras personas con otro color de piel. A la vez, en toda afirmación de algo hay una negación de ese algo. Si digo “esta mesa es de color marrón” estoy diciendo a la vez, pero sin pronunciarlo, que no es blanca, no es negra, no es roja o no es una silla, etcétera. En términos de Hegel: “la autoconciencia es en y para sí en cuanto que y porque es en sí y para sí para otra autoconciencia; es decir, sólo es en cuanto se la reconoce”. Yo soy algo, blanco o europeo, por ejemplo, no sólo porque yo me vea y me reconozca como blanco, sino porque hay otros que también me ven y me reconocen como blanco. En la dialéctica del amo y el esclavo el reconocimiento del otro es lo verdaderamente fundamental. Según Hegel, el individuo, la autoconciencia, debe tender a superar la otra esencia independiente para, de este modo, devenir certeza de sí como esencia y con ello alcanzar su libertad. Es decir, conseguir de los demás que le consideren, que le reconozcan como lo que uno es. Y esto implica una lucha. Pongo un ejemplo muy cotidiano para que se me entienda mejor: yo contrato a un albañil para que reforme mi casa. El albañil se reconoce a sí mismo como un buen profesional; él dice de sí mismo que hace muy buenos trabajos. Hace la obra en casa y no me convence, he descubierto que no es un profesional, sino un chapuzas. En ese momento aparece la lucha. El albañil argumenta: “mi trabajo está bien hecho, has de reconocérmelo”. Yo le respondo: “de eso nada, vaya mierda que has hecho, has de volverlo a hacer”. Yo no le reconozco como profesional, sino como un chapuzas y él quiere ser reconocido como profesional. Ni qué decir tiene que una conversación de este tipo no se desarrolla en términos tan “civilizados” como los que he expuesto. Ambos momentos son esenciales: saber lo que uno es, por sí mismo, la autoconciencia en sí y para sí, y, a la vez, porque los demás le reconozcan como tal; saber lo que uno es a través de lo que uno no es, es decir, de otra autoconciencia. Pero como al comienzo de este reconocimiento son desiguales y opuestos y su reflexión en la unidad no se ha logrado aún, tenemos que estos dos momentos son dos figuras contrapuestas de la conciencia: una es la conciencia independiente que tiene por esencia el ser para sí; otra la conciencia dependiente, cuya esencia es la vida o el ser para otro. Uno arriesga su vida para ser reconocido; el otro, por temor a perder la vida cede en su deseo de ser reconocido. La primera es el señor, la segunda el siervo. El deseo entonces de ser reconocido implica el riesgo de la vida o del prestigio, lo cual conlleva una lucha en la que uno pretende someter al otro y hacerse reconocer por él. El señor es la conciencia que es para sí, pero ya no simplemente el concepto de ella, sino una conciencia que es para sí, que es mediación consigo a través de otra conciencia, a saber: sólo soy y puedo ser señor si un esclavo me reconoce como tal señor. Por otro lado, el señor se relaciona con el mundo a través del esclavo, que trabaja para él. Y en esto se descubre la debilidad del señor, ya que es totalmente dependiente de esta conciencia supuestamente inferior y servil. En este sentido el señor se convierte en esclavo de su esclavo, porque depende de él para mantener su libertad y su bienestar. Fíjense que sin la obediencia y apoyo de las personas de bajo status, las personas de alto status no pueden obtener posiciones de poder y liderazgo. Pongo otro ejemplo muy cotidiano para que se me entienda bien: la decadencia del Real Madrid de la época de Zidane y los galácticos comenzó cuando el centro campista defensivo Makelele abandonó el Real Madrid. Los galácticos brillaban porque había un obrero del balón que era Makelele. Hasta aquí mi exposición de Hegel. Sé que he sintetizado excesivamente y pido disculpas a los que conozcan a Hegel, porque expone mucho más de lo que he dicho, pero no quiero aburrir. Pasemos a la dialéctica amo/esclavo en las relaciones BDSM. No voy a entrar en el debate esencialista de si un amo o esclavo no se hace, sino que nace. Algo así como si cada uno tuviera dentro de sí, sin mediación del exterior, un alma o carácter dominante o un alma o carácter sumiso. Tampoco voy a entrar en la diferencia entre esclavo y sumiso. En el BDSM la hay, aunque realmente es tan sutil que ni me preocupa su diferencia; no afecta para nada a lo que estoy exponiendo. No obstante es obvio que en este tipo de relaciones uno se reconoce como dominante y otro como dominado, y a partir de ese reconocimiento mutuo es cuando comienza la relación. En el fondo, el BDSM es un proceso de conocimiento de uno mismo a través de otra persona, a la cual nos hemos unido por diferentes razones: afinidad, morbo, afectividad, deseo compartido, investigar y/o desarrollar el lado oscuro... lo que sea. Pero la cuestión está en que es un proceso de conocimiento, no sólo unas prácticas sexuales o juegos morbosos. Se supone que uno manda y otro obedece, es decir, el esclavo entrega su voluntad o una parte de su voluntad al amo, y el amo administra esa voluntad. Esta voluntad no es otra cosa que la administración del deseo sexual. ¡Nada menos! El esclavo obtiene placer en esa entrega. El placer del esclavo es complacer a su amo, aunque ello le de más de un sacrificio. A su vez el amo encuentra placer en esa entrega. Pero esto supone una enorme carga de responsabilidad, ya que no sólo el placer sino la salud del esclavo puede depender de lo que haga el amo. Ahora bien, están los límites. Y aquí llega el punto crítico de la relación. Los límites siempre los pone el esclavo y si se traspasan se corre el riesgo no sólo de lesionar psicológica o físicamente al esclavo, sino también de terminar la relación. En una relación asentada, con plena confianza mutua, entrega y conocimiento, la tendencia es a traspasar los límites e ir incrementando la entrega y la unidad mutua. Pero eso es un proceso que requiere tiempo. Si se traspasan los límites la relación se quiebra o comienza su ruptura. Pero lo importante en esta relación dialéctica no es si los límites se traspasan o no, o si son necesarios por aquello del “sano, seguro, consensuado”. La cuestión está en que si el esclavo es el que tiene realmente el poder de marcar los límites, y si se traspasan esos límites sin el consentimiento del esclavo entonces la relación se rompe, la consecuencia lógica de estas dos condiciones es que, en el fondo, sólo se hace lo que admite el esclavo. Desde ese punto de vista ¿quién domina a quien? Fíjense que la idea del reconocimiento, de la otra autoconciencia de la que hablaba Hegel, está permanentemente presente en este tipo de relaciones: si el sumiso no reconoce al amo como SU amo, el amo es NADA. Hasta que no se produzca este reconocimiento, ese supuesto amo no es más que una persona con tendencias o gustos dominantes, pero nunca jamás un amo. No es de extrañar entonces los comentarios críticos o jocosos de muchas sumisas aquí en Domus cuando se burlan de los “amitos”, por usar su misma palabra. ¿Pero qué clase de arrogancia es la que tienen algunos supuestos “amos” que por el hecho de que una mujer se reconozca como sumisa, o le atraiga la sumisión en el BDSM, ya le dice que se arrodille o se desnude? ¿Pero quién eres tú, cretino integral, para dar una orden de ese tipo? Primero respeta a la sumisa, antes como persona, y luego como sumisa, y después ya se verá si consigues su entrega. Por último, y con esto ya acabo, quiero resaltar la importancia del intelecto en este tipo de relaciones. No quiero decir que en el resto de las relaciones afectivas no haya la participación del intelecto, sería absurdo. Los seres humanos tenemos a la vez sentimiento y razón y ninguna está por encima de la otra, por más que les pese a los postmodernos o a los que tanto hablan de “inteligencia emocional”. Nefasto término acuñado por Daniel Goleman, que a través de la socaliña de la integración de las emociones en el trabajo, se pretende alcanzar mayores cotas de eficiencia y rendimiento en las empresas... a cambio del mismo salario, todo hay que decirlo. Desde mi punto de vista la llamada “inteligencia emocional” no es más que una manipulación de las emociones para poder someter más a los trabajadores y evitar críticas a la organización y a los jefes. Pero esto es harina de otro costal. Personalmente no soporto ese exceso de sentimentalismo ñoño y adolescente que vivimos en los últimos tiempos. No hay más que leer algunos perfiles. Aludo con este apunte también a la peligrosa manipulación de las emociones que se puede producir en este tipo de relaciones. Pero a lo que voy: quien piense que el BDSM está centrado en el dolor, juegos extraños, y una estética basada en el cuero, el látex o el fetichismo de los tacones, se equivoca radicalmente. Como dice el refrán, “el hábito no hace al monje”. Al igual que la dialéctica hegeliana, y antes que Hegel, Platón, el BDSM no es sólo una manera de entender la sexualidad o las relaciones afectivas, sino un proceso de conocimiento y, a la vez, una forma de liberación para muchas personas. Este proceso de conocimiento es dialéctico, es de reconocimiento mutuo y sin ese reconocimiento la relación, simplemente, no existe. Y ahora me someto a sus comentarios, puntualizaciones, preguntas o críticas. Muchas gracias por su atención.