"POEMA MIO CID" CANTAR TERCERO LA AFRENTA DE CORPES 112 Suéltase el león del Cid.-Miedo de los infantes de Carrión.-El Cid amansa al león.-Vergüenza de los infantes. Suéltase el león del Cid.-Miedo de los infantes de Carrión- El Cid amansa al león. -Vergüenza de los infantes. En Valencia sedi - mio Cid con todos los sos, con ella amos sos yernos - ifantes de Carrión. Yazies en un escaño, - durmie el Campeador, mala sobrevienta, - sabed, que les cuntió: saliós de la red -e desatós el león. En grant miedo se vieron -por medio de la cort ; enbraςan los mantos - los del Campeador, e ςercan el escaño, -e fincan sobre so señor. Ferrant Gonςálvez, - ifant de Carrión, non vido allí dos alςasse, - nin cámara abierta nin torre; metiós sol esςaño, - tanto ovo el pavor. Díag GonςáIvez -por la puerta salió, diziendo de la boca: --«non veré Carrión! » Tras una viga lagar - metiós con grant pavor el manto e el brial - todo suzio lo sacó. En esto despertó - el que en buen ora naςió ; vido ςercado el escaño - de sos buenos varones: «Qués esto, mesnadas, - o qué queredes vos?» -«Ya señor ondrado - rebata nos dio el león.» Mio Çid fincó el cobdo, - en pie se levantó, el manto trae al cuello, -e adeliñó pora'león el león quando lo vío, assí envergonςo, ante mio Çid la cabeςa -premió e el rostro finco. Mio Çid don Rodrigo -al cuello lo tomó, e liévalo adestrando, -en la red le metió. A maravilla lo han - quantos que i son, e tornáronse al palacio - pora la cort. Mio Cid por sos yernos -demandó e no los falló, maguer los están llamando, - ninguno non responde. Quando los fallaron, - assí vinieron sin color ; non vidiestes tal juego - commo iva por la cort mandólo vedar - mio Cid el Campeador. Muchos tovieron por enbaídos - ifantes de Carrión, Estaba el Cid en Valencia con todos los suyos; sus yernos, los infantes de Carrión, le acompañan. El Campeador, sentado en su escaño, se habla dormido, cuando sobrevino algo inesperado: el león se escapó de la jaula y se desató. Toda la corte estaba espantada. Los del Campeador embrazan los mantos y rodean el escaño donde dormía su señor (para proteger su sueño). Uno de los infantes, Fernán González, no hallaba dónde meterse, ni encontraba la puerta abierta en torre ni en cámara; al fin, a impulsos del miedo, se agazapó -bajo el escaño. El otro, Diego González, salió de estampía gritando a voz en cuello: -¡Ay, Carrión, no volveré a vertel Y fue a esconderse tras una viga de lagar, donde puso el manto y la túnica perdidos. Despertó a esto el que en buen hora nació, y vio que le rodeaban sus buenos varones. -¿Qué ocurre, mesnadas, qué queréis aquí? -¡Ay, honrado señor, el susto que el león nos ha dado! El Cid se acoda en el escaño; se levanta, después, y con el manto prendido al cuello, como estaba, se va. derecho para el león. Cuando el león le vio venir se atemorizó de manera que bajó la cabeza e hincó el hocico. El Cid don Rodrigo lo cogió por el cuello, y, fiera, cosa les pesa - desto que les cuntió. cual si lo llevara por la rienda, lo metió en la jaula. Y todos los que tal vieron volvían a palacio maravillados. El Cid preguntó entonces por sus yernos, que nadie le daba razón, y aunque los estaban llamando no respondían. Cuando al fin dieron con ellos, estaban tan demudados que toda la corte se deshacía en risa, hasta que el Cid impuso respeto. Los infantes quedaron muy avergonzados y lamentando profundamente el suceso.