Pequeña antología de grandes microrrelatos Por Santiago Porras Ilustración Osvaldo Baldi El minicuento, ese taimado …es una historia no una idea. Carmen Roig Las formas breves de la escritura pueden rastrearse, según Enrique Anderson–Imbert, en los inicios de la literatura (hace cuatro mil años) en textos sumerios y egipcios, como relatos intercalados. En ellos estuvieron siempre los cuentos breves y hasta brevísimos, que parecieran haber tomado forma en el último cuarto del siglo XX, hasta ser, (aunque le pese a Javier Marías y a otros) una figura boyante en el concierto literario del siglo XXI. Se acepta, en términos generales, lo establecido por Edmundo Valadés de que fue Julio Torri quien inauguró el género des–generado (término dado por Violeta Rojo) del microrrelato con el cuento “A Circe” en 1914, aunque ya se encuentran formas análogas de narraciones breves en los escritos de Rubén Darío a finales del siglo XIX; de ahí que el teórico David Lagmanovich estableciera que el microcuento (al menos en Latinoamérica) tiene sus raíces en el modernismo. El minicuento, microcuento, microrrelato o como quiera llamársele, no tiene que ser un mero divertimento, como su brevedad –a la que Augusto Monterroso cataloga como un asunto de buena educación y no de retórica –podría sugerirle a un lector desprevenido. Su carácter no tiene por qué ser necesariamente ligero, aunque muchos sean divertidos. Pero esa brevedad característica, que comparte con la sentencia, la parábola, la fábula, la digresión, el apotegma, el graffiti, etcétera, no es, desde luego, la única que lo distingue. Ya los teóricos y críticos han empezado a ocuparse de él. Precisamente sobre la brevedad el citado Lagmanovich concluye que ésta tiene que ver con: “…una tendencia general de las artes en la modernidad: una inclinación a eliminar la redundancia, rechazar la “ornamentación” innecesaria, abolir los desarrollos extensos y privilegiar, en definitiva, las líneas puras y la consiguiente brevedad:” Y Pedro de Miguel, un cultivador del minicuento que también ha teorizado sobre él, con sus conceptos ayuda a entender la naturaleza de este, mal llamado por algunos, subgénero: En la segunda mitad del siglo XX el microrrelato llega a su madurez. Ya no se trata de un ejercicio de estilo, de una pirueta de agudeza o de un retazo más o menos misterioso de prosa poética. El microrrelato se presenta como una auténtica propuesta literaria, como el género idóneo para definir, parodiar, volver al revés la rapidez de los nuevos tiempos y la estética posmoderna. (…) Abonando a su mejor comprensión, otra vez Lagmanovich postula algunos de los rasgos que identifican al microrrelato, que apropiándose de los rasgos de otros géneros ha constituido los propios: “…a) es irrelevante su relación con el mundo natural, pero obligatoria su vinculación con la naturaleza humana; b) enfoca un evento o incidente individual (o sea, no es generalización); y c) marca el paso del tiempo.” una El minicuento cuando no redondea una historia, modifica, alude o parodia un texto que, junto con el contexto, el lector debe conocer o idear para descifrarlo, aceptarlo o resignarse con un asomo de solución o bien, del todo, sin ninguna respuesta inmediata. Ese carácter lúdico y de complementariedad, que debe aportar su receptor, no solamente le da “ocupación” y disfrute, sino que al considerarse (y ser) parte del acto creativo, logra que el objetivo de comunicar o excitar se consiga, evitando que el microcuento se banalice o malinterprete. El microrrelato es un genero taimado, y aunque eso no es privativo de él puesto que Francisco Rico, refiriéndose al cuento en general escribió: “…es escurridizo y proteico por naturaleza e historia, y por ello mismo fuente continua de hallazgos deslumbrantes”, sí se presta para que esa característica se manifieste en él con plena alevosía, quizá esa sea su mayor gracia. Cardozo y Aragón no dudó en calificar a los cuentos breves de su paisano Monterroso como “un chocolate con cianuro.” Otra cualidad del microrrelato es la relectura. Esa prerrogativa propia de los clásicos, también es propia de los minicuentos. Cuando son enigmáticos, por ejemplo, esa característica unida a la brevedad, obliga o invita a releerlo de inmediato: ¿Pude existir un texto más releído (incluso repasado de memoria) que “El Dinosaurio” de Monterroso? Y tampoco hay que olvidar que, con frecuencia, el microcuento es un verdadero señuelo que obliga al lector a meditar cuando no a la consulta memorística o bibliográfica (como ocurre con los hipertextos), y entonces lo que se supone que iba a ser una lectura rápida puede convertirse en un análisis o investigación profunda del tema abordado en él. El microcuento tiende al ideal de convertirse en el instante, en la fotografía de un tajo literario, es lo que antecede a la nada, por disolución del texto narrativo ante la eliminación de lo que se considera superfluo porque está implícito o sugerido, más allá incluso del símil del iceberg de Hemigway; por eso, parodiando a Quiroga, podría decirse que un minicuento es “…un cuento sin ripio”, porque ¿qué otra cosa es el cuento “Dios” de Sergio Golwarz: cuyo texto lo constituye solo la palabra “Dios”? A primera lectura se podría tomar ese “minicuento” como una broma, pero si así fuera, sería una broma de buen gusto, porque da para elucubrar mil inferencias o especulaciones; no pareciera procedente decir lo mismo del cuento de Esteban Grinbank: “Había una vez… truz”, que sí es una broma, solo que sirve para ejemplificar un rasgo de ingenio per se, pero sin mayor trascendencia. Algunos cuentos cortísimos: — Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar. César Vallejo Regreso de Heráclito Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach. Jorge Luis Borges — Una jaula fue en busca de un pájaro. Kafka … Mi abuelo nunca dijo sputnik. Félix Guerra El hombre invisible Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello. Gabriel Jiménez Emán Amenazas Te devoraré –dijo la pantera/ – Peor para ti –dijo la espada. William Ospina Fecundidad Hoy me siento un Balzac; estoy terminando esta línea. A. Monterroso … Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta. Thomas Bailey Aldrich El náfrago A punto de morir ahogado, se imaginó una balsa y se encaramó en ella. Murió de insolación. Hernán Riviera Letelier. Cláusula III Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas intactas. Juan José Arreola …. Traedme un caballo veloz –pidió el hombre honrado – acabo de decirle la verdad al rey. Marco Denevi El globo Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño. Miguel Saiz Álvarez El pañuelo que se teje solo La mitología malaya habla de un pañuelo, “sansistah kalah” que se teje solo y cada año agrega una hilera de perlas finas, y cuando esté concluido ese pañuelo, será el fin del mundo. W. W. Skeat