que tuvo la guerra civil en las alineaciones navales euro­ peas y en sus m ovim ientos, aspecto éste hasta ahora poco menos que inédito, por lo que los datos e investigaciones del autor revisten verdadera im portancia historiográfica. La exposición de R. de Jong, „El anarquism o español y su papel en la guerra c iv il“ , si bien revela conocim iento de la m ateria, adolece, a nuestro parecer, de un excesivo en­ tusiasm o por las ideas de Bakunin, devoción que le obnu­ bila un poco y le lleva a hacer asertos poco resistentes a la crítica. Por ejemplo, en la pág. 47 leemos: „Es de gran interés el hecho de que España es el único país en el que el anarquism o fue el m ovim iento obrero. El mom ento inicial de este m ovim iento se puede señalar con toda precisión, a saber, octubre de 1868, cuando el italiano G. Fanelli, amigo de Baku­ nin, visitó España.“ exclusivam ente anarquista, como parece desprenderse de las palabras de R. de Jong, sino también, y en m edida importante, marxista. La organización sindical de inspira­ ción anarquista, la C. N.T., no se constituyó hasta entrado ya el siglo XX, llegando a convertirse luego, eso sí, en la central sindical más im portante, con mucho, del país (casi 3.000.000 de m iem bros frente al más de 1.000.000 de la U .G .T. en tiem pos de la República — cfr. misma publica­ ción, pág. 73 —). ¿Justifica todo esto la aseveración que hace el autor de que en España el anarquism o fue el m ovi­ m iento obrero? Una de dos: o R. de Jong ignora la im por­ tantísim a rama m arxista del m ovim iento obrero, político y sindical, español o, precisam ente porque esta rama se ha desarrollado siguiendo las directrice s m arxistas, la excluye del m ovim iento obrero. De las dos posibles explicaciones, la segunda me parece aún más grave que la prim era, ya que supone una actitud dogm ática tan vituperable como otra cualquiera. Circunstancias distintas Francisco Carrasquer: „La inteligencia que se aparta del pueblo está condenada a sucum bir como ta l.“ Estas frases reflejan una visión muy sim plista y unilateral de un proceso histórico — la creación de la Sección Espa­ ñola de la A. I.T. (I Internacional) y sus prim eras vicisitu ­ des — que en realidad fue muy intrincado y que, en todo caso, quedó bifurcado muy pronto entre el politicism o de Marx y el abstencionism o de Bakunin. El papel de Fanelli fue contrarrestado por Laffargue, yerno de Marx, y, a través del periódico de la Internacional, „La Em ancipa­ c ió n “ , de la „Federación de los Nueve“ , en la que ya figuraba Pablo Iglesias, el futuro fundador del Partido Socialista, de la ruptura con los aliancistas (bakuninistas) y de la creación de la „A sociación del Arte de Im prim ir“ , en 1871, prim era organización sindical española en el sentido m oderno de la expresión, lo que acabó por im po­ nerse en el incipiente m ovim iento obrero m arxista fue la influencia de Guesde, que postulaba la participación en la política para preparar el asalto final del Estado burgués, actitud bien opuesta a la propugnada por Bakunin y sus seguidores. Todo ello cristalizó en la form ación del núcleo inicial del P .S .O .E . (1879), en el „Inform e a la Comisión de Reformas S ociales", de Jaim e Vera (1884), docum ento al que se ha llam ado el „M anifiesto C om unista“ español, en la aparición de „El S o cia lista “ (1886) y por últim o en la celebración de los congresos constitucionales del P.S.O.E. y de la U .G .T., Barcelona 1888. Todo lo cual dem uestra que el m ovim iento obrero español organizado no fue en su prim era etapa - hasta finales del siglo XIX - de signo 48 La term inología que en ocasiones emplea el autor viene a confirm ar su parcialidad en el tratam iento del tema. Así, m eter en el saco de la social-dem ocracia (pág. 49), con todas las connotaciones peyorativas que el térm ino im plica a los ojos de quienes aspiran a un cam bio radical de las estructuras económ ico-sociales existentes, al socialism o m arxista español en su doble vertiente política y sindical (P .S .O .E . y U .G .T.) es, como mínímo, una ligereza, y, si el autor conoce bien los p rincipios que aún hoy sustentan estas dos organizaciones obreras, su trayectoria revolu­ cionaria y las especiales circunstancias históricas con que han tenido que debatirse y siguen debatiéndose - muy distintas de las del resto de Europa, por lo que el socia­ lismo español, proscrito, clandestino, fundado en la lucha de clases y forzosam ente radicalizado ante unas superes­ tructuras arcaicas hasta extrem os grotescos, difiere to ta l­ mente del europeo —, si todo eso se conoce y se valora en su justa medida, la afirm ación de que este socialism o está asim ilado a la socialdem ocracia adquiere p ro po rcio ­ nes de insulto. Me perm ito recordarle a R. de Jong que el P .S .O .E . y la U .G .T . se adhirieron en su mom ento a la II Internacional y M edia y que, si luego, al fracasar el in­ tento, se reintegraron a la II a secas, fue porque entre ésta y la III la elección, como com prenderá m ejor que nadie el propio R. de Jong, no era dudosa. ¿Olvido u omisión? Por últim o, hay un aspecto muy im portante del anarquism o español que el autor de este artículo pasa por alto com ­ pletam ente y cuyo conocim iento es indispensable para form arse una idea recta y equilibrada del mismo. Me re­ fiero al p rincip io táctico, que el m ovim iento sostuvo y aplicó, de la „acción d ire c ta “ (Cfr. en la misma publ. el art. de A. Porta, pág. 99 y ss. y el de F. Carrasquer, mitad inferior de la pág. 73). Me abstengo en estos mom ento de em itir un ju ic io de valor acerca de todo ello, pero se trata de datos objetivos que explican muchas cosas y que, si se escamotean, el lector corre el riesgo de form arse una imagen deform ada de los fenómenos contem plados o de quedar sum ido en un mar de confusiones. Así cuando el autor, al final ya de su escrito, nos dice, a modo de con­ clusión, que „para el anarquism o sigue siendo actual el problem a siguiente, que tanto se destacó durante la guerra civil: cuando se ha de convivir con los demás siendo una m inoría y no se quiere im poner una dictadura de EXPRÉS ESPAÑOL / Junio 1974