La educación suiza, un éxito de exportación

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Der Beobachter 3/15, pp. 44-48
Traducción Katinka Rosés
La educación suiza, un éxito de exportación
La Escuela Suiza de Barcelona es todo un éxito. “Estamos hasta los topes”, dice el Director.
Casi 8000 niños estudian en las 17 Escuelas Suizas que se encuentran fuera de sus fronteras. Y no
sólo se trata de descendientes de suizos que se encuentran en el extranjero. De visita escolar en
España.
El tráfico matutino inunda las calles de Barcelona. Pasan pocos minutos de las ocho, el autobús ha
encontrado un hueco por el que circular y ha despejado el paisaje urbano, en una fachada un cartel:
“Carrer Guillem Tell”. ¿Una calle Guillermo Tell aquí? A 800 kilómetros de la Hohlen Gasse i
¿Es casualidad o será una señal?
Pues al final de la calle Guillem Tell, tras pasar por delante de una pequeña bodega, y haciendo un giro a
la derecha se llega a una calle peatonal que es como un puesto de la Confederación Suiza. Pero sin
banderas y cencerros. Muchos niños y jóvenes se adentran en un edificio alargado mientras conversan en
español y catalán –antes de que, como si se les activara un interruptor de forma automática, cambien al
alemán para saludar al señor que está a punto de salir por la puerta: «Guten Morgen, Herr Affolter.»
La Escuela Suiza de Barcelona existe desde 1919
Pascal Affolter, con paso decidido y el pelo peinado hacia atrás, Director de esta Escuela Suiza fundada
en 1919, nos invita a un café en el «Club Suizo», un local abierto al público en la misma planta baja de la
Escuela. Sobre la entrada un cartel, una vaca blanca sobre fondo rojo, debajo una discreta cruz suiza.
Este hombre de 45 años que trabaja en Barcelona desde el pasado verano, tras dirigir durante muchísimos
años la Escuela Suiza de la capital de Colombia, Bogotá, nos abre la puerta mientras comenta: «En
Bogotá lo teníamos todo lleno de banderas y símbolos suizos. Aquí haría falta un poco más de
decoración».
Los alumnos aprenden muchos más idiomas
Quizás. Pero los padres de los 640 niños y jóvenes que envían a sus hijos a esta “Escuela Suiza de
Barcelona” privada, no lo hacen por sus símbolos helvéticos. Pagan entre 500 y 700 euros al mes de cuota
escolar, y lo que piden a cambio es educación de nivel suizo. Esto significa: Una formación basada en el
sistema pedagógico suizo, con medios educativos suizos e impartida en su mayor parte por personal
nativo suizo.
Y esto tiene dos ventajas fundamentales que la diferencian de las escuelas españolas. Por un lado los
alumnos de Gymnasium pueden hacer en la «Escuela Suiza» la Matura y acceder con ella, además de a
las universidades españolas, a las suizas. Y por otro lado aprenden más idiomas que en ningún otro lugar.
La lengua vehicular es el alemán que aprenden ya desde Parvulario. En Secundaria las asignaturas de
ciencias se imparten en español para que los alumnos después –en el caso de que hagan una carrera
universitaria en España– se puedan desenvolver con soltura en el sistema educativo del país.
Mientras que en Suiza la mayoría de los alumnos empiezan a aprender una primera lengua extranjera en
la 3ª clase, los alumnos de la Escuela Suiza de Barcelona a esa edad ya tienen bastante bien asentado el
alemán, junto al español y catalán – las lenguas con las que crecen–. En Secundaria incorporan a su
lenguaje el inglés y después el francés. Los alumnos que hacen toda su escolarización en la “Escuela
Suiza” deberían ser capaces de comunicarse en cinco idiomas.
Escuelas Suizas en los tres continentes
En 17 Escuelas Suizas en el extranjero, aprenden 7.700 alumnos, de ellos 1.800 son suizos.
Ciudad (número de alumnos). Año de la fundación
Un recorrido por el edificio lo demuestra: Las clases en alemán hacen su efecto. Es posible conversar con
niños y jóvenes catalanes en este idioma y sin problemas. Para ellos ya no es una lengua extranjera,
explica una alumna de la 6ª clase: «La aprendimos tan pronto y de manera tan lúdica que ni nos dimos
cuenta.» Los alumnos de Bachillerato, que en clase de Geografía con el profesor Beat Brügger, están
hablando sobre los gasoductos de Siria, utilizan palabras tan técnicas como «Erdgasverflüssigungsanlage» (“planta de licuefacción de gas natural”). Y en Parvulario los niños de 4 y 5 años juguetean y
parlotean en su lengua materna, pero contestan a las preguntas de la profesora Murielle Bollier en alemán.
Cuando el pequeño Andrea tiene que ayudar a un compañero a recoger las perlas de plástico que se han
desparramado por el suelo, le dice en un tono de reproche: «Warum musst du das immer so
herumschmeissen?» (¿Por qué siempre tienes que tirarlo por el suelo?)
Educación política neutral y laica
Las once, pausa. El profesor de alemán, Hans Zurbriggen, sale a la calle a fumar un cigarrillo rápido antes
de desaparecer en el «Club Suizo» para tomar un café. Hace 27 años que este profesor del cantón del
Valais imparte clases. Sacude su melena blanca: «No, a casa no me apetece volver.» Le gusta demasiado
el clima de aquí, tanto el meteorológico como el de clase. Los niños españoles son muy vivarachos, es
divertido, aunque a veces cueste un poco domesticarlos. Pues: «Lo que se vive a menudo en Suiza como
profesor, aquí no es común: una clase en la que todos te observan y nadie abre la boca.»
En la Escuela Suiza de Barcelona la mitad de los 60 profesores son suizos. Esto es crucial, pues el
Consejo Federal sólo reconoce una Escuela Suiza cuando –según la nueva ley para Escuelas Suizas que
entró en vigor a inicios de 2015- «las asignaturas relevantes para los planes de estudio suizos sean
impartidas por profesores con formación suiza».
Y este es uno de los criterios de reconocimiento. Las Escuelas Suizas han de tener una utilidad pública.
Deben garantizar una formación política neutral y laica, además de que las clases deben impartirse en una
«medida razonable» en un idioma de Suiza. Y también deben tener un cantón como patrono que se haga
cargo de la supervisión pedagógica, sólo entonces las Escuelas recibirán el mismo reconocimiento que en
su país natal y en consecuencia una subvención: 20 millones de francos suizos transfiere anualmente la
Confederación a Educationsuisse, la asociación de Escuelas Suizas para «promover la cultura y la
educación suiza en el extranjero».
Aprender como en Berna o Ginebra: En la Escuela Suiza de Barcelona los alumnos aprenden con métodos suizos.
Como un curso sobre democracia
Esta condición tiene una buena reputación a nivel mundial: El Director de la Escuela, Pascal Affolter, la
define como un “verdadero éxito de exportación”. Actualmente hay 17 Escuelas Suizas en Europa, Asia y
Latinoamérica (véase gráfico: «Escuelas Suizas en tres continentes»). Unos 7700 niños y jóvenes desde
Bangkok hasta São Paulo aprenden según planes de estudio suizos –son 1000 más que hace 10 años.
«Es probable que la demanda aumente, pronostica Affolter, «somos un país pequeño y pobre en
recursos», dice, «pero aún y así una nación próspera y esto mucha gente lo interpreta como una señal de
que nos tomamos en serio la educación. De que formamos a nuestros profesores con seriedad y que
transmitimos conocimientos con métodos acertados. Además influye sobre estas escuelas extranjeras la
tradición democrática de Suiza. Sobre todo en Latinoamérica hay una clase alta que además de desear
una buena educación para sus hijos quiere que estos adquieran los valores que asocian a Suiza: sentido
común, compromiso y resolución pacífica de conflictos.»
No estaba previsto que las Escuelas en el extranjero se convirtieran en un producto de exportación. La
primera se fundó en 1839 en Nápoles, por iniciativa de la comunidad protestante local. Sus miembros eran
principalmente comerciantes suizos y alemanes que no querían que sus hijos se educaran en las escuelas
católicas locales.
Por las fechas y ubicaciones de otras Escuelas se puede vislumbrar cómo se desarrolló el comercio de la
Confederación. Hasta 1900 muchos mercantes suizos fundaron Escuelas en las principales ciudades
comerciales italianas. Después de la Primera Guerra Mundial lo hicieron en España y en Egipto, donde las
cerraron posteriormente en los 70. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, también en Latinoamérica y en
los años sesenta en Bangkok y Singapur. El Gobierno Federal empezó ya muy pronto a apoyar a estas
Escuelas privadas, la mayoría aceptó desde el principio a alumnos de otras nacionalidades, pero
principalmente iban destinadas a hijos de suizos en el extranjero.
Más verde y más espacio sería lo deseable: Pausa en la Escuela Suiza de Barcelona.
Actualmente ya no hay el mismo volumen de estudiantes. Los alumnos suizos han disminuido, pero se
defienden bien: En las aulas de la Escuela Suiza de Barcelona se sientan, junto a los alumnos de clase
media catalanes, unos 150 niños y jóvenes de padres suizos que trabajan para las empresas Roche o
Zurich o que provienen de familias suizas que hace décadas que viven en Cataluña. Increíble: La
demanda persiste, todo y la gran competencia existente con otras escuelas privadas internacionales que
nacieron con la globalización y que albergan a los hijos de trabajadores nómadas.
La Escuela estuvo cerrada durante la Guerra Civil
Visita a la 8ª clase con la profesora Elena Brendolise. Aula D15, mobiliario sobrio, armarios azules.
Tema: la Escuela deseada. Fuera vuelan pelotas de vóley, en el patio ha empezado la hora de deporte,
David dice: «Estaría bien que la hora de recreo fuera más larga. O mejor aún: que sólo hubiera recreo.»
La clase se ríe, el alumno murmura algo en español. A Julia le gustaría que la Escuela tuviera un patio
más grande, y como para confirmarlo, una pelota rebota contra la ventana. A Gloria le gustaría tener un
comedor más grande, a Vicky «más naturaleza». Hacen referencia a uno de los problemas fundamentales
de la Escuela Suiza de Barcelona: la estrechez. «Estamos a punto de explotar», confirma el Director
Pascal Affolter. Pero no es posible ampliar el edificio, pues no hay espacio en el barrio. Hace unos años
propusieron construir una Escuela en las afueras de la ciudad, pero tan solo la idea ya no gustó a los
padres: «La mayoría de nuestros alumnos viven por esta zona.»
Y de esta manera la Escuela sigue estando en el mismo lugar que en 1924 –sólo interrumpida de 1936 a
1939 por la Guerra Civil Española, cuando Barcelona sufría los bombardeos de las tropas fascistas
respaldadas por la Alemania nazi. «Estamos anclados en el barrio, pertenecemos a él, también por la
cafetería de la planta baja que es un punto de encuentro», dice Affolter.
«Un poco« -dice sonriendo- «Concibo la Escuela como una embajada suiza: Tenemos café y jóvenes que
reciben una buena formación. No hay mejor manera de representar a nuestro país.»
Quizás sí que lo único que falta son un par de banderas más.
i
Nota de la traductora: El lugar en el que se dice que Guillermo Tell mató al gobernador Gessler.
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