Benjamín Rojas: El maestro equivocado Cuentos, sueños y narraciones del Profesor Benjamín Rojas Benjamín Rojas Problemas matemáticos Nunca me han gustado las matemáticas. De ahí mi decisión de estudiar comunicación y mi aversión a las calificaciones o a evaluar numéricamente en la escuela. Siempre he preferido las letras a los números: Es más estética una S o una B que un escueto 8 o un 6. Además, detesto esa infame costumbre de identificar a las estrellas deportivas con algún número. El 10 de tal o cual equipo de fútbol. El 23, estrella de aquel conjunto de básquetbol. El 12 o 33 de tal otro equipo de fútbol americano. Me parece denigrante. Recuerdo que en la escuela primaria esta clasificación numérica terminó por hacer que identificáramos a uno de nuestros compañeros por el dígito que tenía en la lista del grupo. Lo llamabamos 35. Treinta-y-cinco era un alumno de estatura irregular para los 9 años que poseíamos en esa etapa: era bastante alto, moreno, relajiento y muy burro. Siempre obtenía cincos en las evaluaciones por lo que la maestra, una monjita de la vieja guardia, acababa por recetarle una dosis de 3 reglazos por cada reprobación. En el transcurso de un día alcanzaba la suma de 21 castigos, si a las malas calificaciones le agregamos su conducta disipada. 35 aguantaba los golpes con hedonismo, emitiendo una malévola sonrisa, hasta que la Miss Jovita (mis Joditas para el desventurado trigésimo quinto) descubrió que se colocaba espinilleras en las nalgas. A partir de entonces 35 sufría los reglazos en carne viva y soltaba llantos inconsolables. El siguiente año ya no vimos a 35 en la escuela, no supimos más de él. Y tampoco supimos si, a ciencia cierta, el problema estaba en el desafortunado Treinta-y-cinco o en la maestra supersticiosa, de quién nos enteramos años después que había Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 7. (Abril 2011) ¡Sobrevivir en la escuela! Apodos, bromas, broncas... ¿Bullying? sufrido una decepción amorosa un 3 de mayo de 1935, luego de revelarse que Miss Jovita siempre había reprobado al número 35 de la lista. En la secundaria mis profesores de matemáticas fueron nefastos. El Peón, mi maestro de primer grado, se ensañaba abiertamente con los alumnos. Con su mirada aguda y la quijada chueca (de ahí el apodo: caminaba de frente pero comía de lado) se burlaba del estudiante que hacía el ridículo al no resolver una ecuación y aseveraba: —Rojas, Rojas ¡Te he estado observando y he llegado a la conclusión de que no tienes cerebro! El profesor de segundo de secundaria no fue tan diferente. El Roca , biólogo de profesión (nunca entendí por qué nos impartía la clase de matemáticas) y actualizado en las modernas estrategias pedagógicas y didácticas, durante los exámenes nos hacía pasar a cuatro alumnos al pizarrón para resolver un ejercicio. El primero en terminarlo correctamente obtenía 10, el segundo 8, el tercero 6 y el último 4. Ese año me fui a extraordinario, y como sólo estuvimos tres alumnos en ese examen logré sacar un piadoso 6. En tercer año el Foco me hizo ver mi suerte. Empeñado en que debía aprender matemáticas y física a toda costa, no cejó en hacerme marcación personal revisando cuadernos a cada momento y pasándome al pizarrón para resolver infinidad de ejercicios. Cada vez que tenía mal algún problema de trigonometría me hacía que lo repitiera cinco veces como si se tratara de una palabra mal escrita. La suerte quiso que en el examen final, seis de los ejercicios ya los había memorizado fotográficamente y, entonces los reproduje sin razonar un ápice, transcribiendo criptograma por criptograma los signos de ese idioma desconocido. Estas experiencias fueron marcando mi destino vocacional y en la preparatoria tomé conciencia plena de ello. Todo empezó con el profesor de Álgebra en cuarto de bachillerato, con el Jarocho. No era de Veracruz, era argentino, pero el mote condensaba dos atributos de su personalidad: se apellidaba Jarotokevich y era amanerado. E l Jarocho nunca se detenía en sus explicaciones y cuando algún alumno se atrevía a preguntar por el desarrollo o resultado de un ejercicio que él consideraba simple, contestaba lacónicamente, con su Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 7. (Abril 2011) ¡Sobrevivir en la escuela! Apodos, bromas, broncas... ¿Bullying? acento argentino y amanerado: —Libro de Tercero de primaria, página 32. Entonces el grupo se sumía en un halo de humillación y confusión perennes En quinto de bachillerato tuve al Guarro como profesor de Geometría Analítica. Era un individuo que parecía guarura y con modos de policía prepotente. Después de llenar todo el pizarrón con fórmulas y garabatos incomprensibles remataba con un: —Y la igualdat queda demostrada, jóvenes.—agregando con ironía sobre aquellos alumnos que no habían puesto atención— Andensen con cuidado que si no me los echo al plato, jóvenes. No se si mi capacidad matemática, a esas alturas, ya no daba para más o que las explicaciones del Guarro, además de bizarras, se realizaban con un lenguaje críptico. Mi siete en el examen final se lo debo a mi agudeza visual y al brillante y bondadoso Ramírez, que se encontraba delante de mí ese día, al habernos acomodado por estricto número de lista. Para el sexto de bachillerato tenía claro que las matemáticas no eran para mí. Así que decidí elegir el área que desterraba los números y las operaciones. Elegí el área 4, Derecho y Humanidades (qué ironía, hasta las áreas estaban numeradas). Nada de Cálculo, Física, Química o cualquier disciplina que tuviera que ver con fórmulas, cifras y ecuaciones. No sabía bien lo que quería, pero sí sabía lo que no deseaba. El colmo de mi repulsión a los guarismos matemáticos sucedió durante la clase de Filosofía, en el último año de la preparatoria, cuando nos estaban explicando la doctrina pitagórica. El profesor nos explicaba la vida y la obra de Pitágoras. Decía que eran muy escasos los datos acerca de este filósofo, se suponía que había sido discípulo de Fenécides y Anaximandro y que, en Crotona, había fundado una sociedad esotérica en la que los discípulos recibían una iniciación secreta y donde se les enseñaba que los números eran la base y la esencia de todas las cosas. Estas descripciones comenzaron a ponerme los pelos de punta. Otra vez los números hacían su aparición como huella maldita. A un lado de mi banca, el gordito Forte no parecía estar interesado en el tema. Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 7. (Abril 2011) ¡Sobrevivir en la escuela! Apodos, bromas, broncas... ¿Bullying? de mi banca, el gordito Forte no parecía estar interesado en el tema. En quinta posición dormitaba alegremente. Un estruendo que provenía de las espaldas del inconsciente Forte interrumpió momentáneamente la clase. El profesor Vargas hizo una pausa, dirigió una mirada incierta hacia el grupo y continuó explicando. Dijo que los pitagóricos daban una explicación matemática del mundo y que el número UNO representaba el origen de los principios contradictorios; que el DOS significaba la diferencia; el TRES derivaba la relación y la superficie; el CUATRO representaba la pluralidad. Y que el 10 remitía a la armonía porque era el resultado de la suma entre el 1, 2, 3 y 4. Yo estaba alterado con tales razonamientos pero el profesor, emocionado, señaló la importancia del 6 para los pitagóricos. Expresó que se consideraba un número mágico, ya que al sumar, restar o multiplicar sus divisores (1,2 y 3) siempre daba 6. Y que lo digan, pensé, el 6 para mí tenía un significado más que mágico y para cualquier estudiante que sabe lo que representa reprobar. En esas disquisiciones estaba el profesor cuando por segunda vez prorrumpió un estallido que silenció el aula unos instantes y provocó después las risas y el desorden de todo el grupo Esa segunda interrupción marcó la diferencia (¡los pitagóricos tenían razón!). El profesor Vargas ofendido y sin la certeza clara de sus percepciones, me señaló con el dedo y profirió: —¡Usted, sí, usted, váyase a hacer del dos y tiene cinco en la materia! ¡Déme su número de lista! Desde entonces me declaré hereje de las doctrinas pitagóricas y mi repulsión por las matemáticas se ha vuelto un estigma que cargo con religiosa incomprensión. Benjamín Rojas Profesor de preparatoria y de universidad visite http://palido.deluz.mx Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 7. (Abril 2011) ¡Sobrevivir en la escuela! 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