dossier poncho k

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“Vengo cargado con un escuadrón de versos”. Así de rotunda es la frase que abre esta historia en forma de
disco: ‘Una Historia con las Manos’. Una historia de reinvenciones, de fuerza, de rabia y sensibilidad. La historia de un
Poncho K que regresa armado con su escuadrón de versos magistrales, su voz como munición y una única trinchera: la
libertad compositiva.
En esta quinta batalla, lidiada en paisajes tan literarios como cotidianos, el músico sevillano se ha
desprendido de escudos en forma de clichés y prejuicios, y se ha colocado en primera línea de fuego para defender
ante cualquiera su papel de infatigable narrador de historias.
Pero Poncho no ha estado solo en esta batalla en la que ha estrechado lazos con cuantos estilos se cruzasen
en su camino (incluso una Alegría), aunque siempre con el rock reforzando la retaguardia. Junto a él, colaborando en
su “trinchera de cartón”, han estado Rubén Pozo (Pereza), María Malapinta y el poeta salmantino Marcos Ana, el
preso que sufrió la más larga condena durante el franquismo.
No hay gritos en esta contienda, pero está cargada de furia; no son protagonistas los metales, ni los violines,
pero asoman tímidos en algunas embestidas; los relatos de esta Historia no contienen fracasos, pero cada éxito lleva
escondidos tropiezos y errores; no hay lugar para el silencio, pero su esencia recorre cada acorde de cada canción
(“Que me sabe a libertad callarme entre tanto ruido”, canta Poncho).
Los once temas que componen esta Historia Con Las Manos son un retrato musical de aquellos que alguna
vez han sido “huracán de pasiones, rabia incandescente, que no se conforma con mirar desde el otro lado del puente”
(‘Punki Gitano’), de quienes se atreven a dejar “abierto el escenario de los sueños” (‘Estrépito’), dispuestos a comerse
“el muro de tanto querer empujar” (‘Laureles’). Son acogidos en este escuadrón los dispuestos a estrellarse sin miedo,
porque “si un tropezón me desborda, me agazapo en los corrales del trajín de la memoria” (‘Pistolas’). Los que no
abandonan el frente, aunque les mate “el capricho de ver el último sol nacer” (‘El Último Sol’)...
Todo eso también es Poncho K, el artista que abanderó el rock de autor y que hoy, más de ocho años y un
puñado de contiendas después, se ha convertido en un veterano capaz de seguir ardiendo “como una bandera en la
oscuridad”. Porque Poncho arde en sus discos como lo volverá a hacer sobre un escenario... ¡Arde, Poncho. Arde!
África Egido, periodista musical
PONCHO K - BIO
PONCHO K nació en Sevilla en el segundo invierno de la década de los ochenta. Por las plazas y parques de distintos pueblos y
barrios aledaños de la ciudad transcurrió su infancia y adolescencia.
Fue en la primera de ellas cuando conoció a su primera guitarra y supo del poder que tenía combinar dedos y cerebro para
esculpir canciones. Se fue muy pronto de Andalucía con algo de dinero y una maqueta en la maleta grabada en su tierra con
escasos medios que, corrió como la pólvora entre los loros de la peña y, la semilla abonada en tierra andaluza de las canciones
que formarían su primer álbum.
El nuevo siglo XXI daba sus primeros pasos y Poncho K los daba en Madrid la ciudad que había elegido para desarrollar su
carrera recién cumplidos los dieciocho años. Con el bagaje que traía de Sevilla tenía claro que la senda de la individualidad era
por la cual debía transitar y su lema sería hacer lo que le saliera de los cojones. Fichó por Sony, la compañía más poderosa de
la industria discográfica quería sacar su primer disco, y para un chaval de apenas 20 años que había estudiado en la
universidad de la existencia turbulenta especializado en la asignatura de vivir en el alambre, aquella experiencia, hizo
inaugurar de la mejor manera posible su carrera de artista, montó en ese tren, y hasta hoy sigue en él, aunque haya realizado
algunos transbordos
.
El primer disco “No quiero empates” sirvió para ofrecer a público y crítica canciones que tenían algo único que las equiparaban
a las grandes canciones creadas por los elegidos del rock, la originalidad.
Esa capacidad suya innata para tocar la fibra del oyente le dotó de un público fiel desde sus inicios profesionales. La música es
crear y componer, pero también es exponer lo que has hecho, y a Poncho no le costó mucho echarse la guitarra al hombro y
salir a escenarios repletos de gente acompañado únicamente de ella, compartiendo escenario con bandas que salían a jugar
con todo el equipo.
Ese suicida instinto de atrevimiento que mostró especialmente durante la presentación en directo de sus dos primeros discos
le sirvió para forjarse en las tablas de manera dura y descarnada. Después de la publicación y gira de su segundo disco
“Destino de pluma y mano“, su vida profesional toma un cariz inesperado y sale de Sony para grabar su tercer disco en una
compañía de nueva creación.
Corría el año 2004 cuando firmó por el Diablo y publicó en marzo de 2005 el tercer álbum que se tituló “Cuantovaquere”, el
nombre era premonitorio y sustanciaba muy bien en qué se había convertido su vida personal. A finales de 2005, tras
completar el peor año de su carrera con un incesante vaivén de músicos pasando por la banda, toma la decisión de cambiar de
managers y mudar de residencia. Se va a vivir a un pueblo y se quita de la circulación para desengancharse del trepidante
ritmo que le llevaba desenfrenado por una cuesta abajo.
En 2006 con nueva oficina de management y por primera vez sin compañía discográfica se lanza a la carretera para expurgarse
todos los males y hacer la mejor gira en años con una banda en la que permanece su fiel guitarrista Ernesto. Ese puñetazo en
la mesa de la escena le valió la llamada de Sony y tras una reunión en el otoño de ese año volvió a la compañía que confió en
su talento.
El 13 de marzo de 2007 sale el cuarto trabajo, “Cantes Valientes”, producido por Fernando Montesinos. Poncho, en su afán de
conocer y aprender, sigue cambiando de productor por cada disco que hace. La vuelta del artista a Sony llenó de nuevos bríos
a su entorno más cercano y firma un trabajo excepcional combinando lo mejor de sus trabajos anteriores con su inagotable
capacidad compositiva. La gira de presentación del cuarto disco le coloca en una posición privilegiada dentro del panorama y
sus conciertos cada vez son más numerosos hasta lograr llenos absolutos en todas las fechas del final de esa gira por las
ciudades más importantes del país.
Al llegar 2009 y sin haber descansado nunca de girar desde que empezó, opta por tomarse un año de barbecho en el que se
dedica a componer su quinto trabajo y dar acústicos por garitos para matar el mono y no olvidar el afecto que le ofrece la
gente.
“Una historia con las manos” es el título del quinto disco, el mejor disco de rock de la nueva década que acaba de inaugurar
este 2010. Poncho K tiene 29 años, pero sigue conservando la capacidad de componer extraordinarias canciones que
resumen a la perfección un mundo distinto, es capaz de hacernos ver por medio de sus letras cada vez más certeras, otra
visión de la realidad nada complaciente con cualquier tipo de autoridad o convencionalismo, rebelde, distinto e
independiente. No hay un narrador de historias que sepa resumir sentimientos de forma tan visual sin repetirse, ahondando
en sus venas para mostrarnos su locura interior de forma humana y natural. Poncho sigue pegado a la flor de su culo que se
llevó del barrio, a la estrella de su sombra que le regaló su gente, y a la fe que tienen los que llevan la suerte del alma escrita
en la primera letra de cada canción.
PONCHO K PUBLICA SU QUINTO ALBUM, UNA HISTORIA CON LAS MANOS,
EL 13 DE ABRIL DE 2010
Rock enérgico con aliento sureño, directo, poesía popular de las calles del siglo XXI. Así es
el nuevo trabajo de Poncho K en el que han participado el poeta Marcos Ana, Rubén Pozo
de Pereza y María Malapinta, entre otras colaboraciones.
El 13 de abril de 2010, Poncho K publica su nuevo álbum Una historia con las manos. Producido por Fernando Montesinos, este
disco es por derecho la obra cumbre de la carrera de este compositor y cantante sevillano de nacimiento que publicó su primer
álbum, No quiero empates, en 2001, al que siguieron Destino de pluma y mano, Cuantovaqueré y el disco Cantes valientes. Ahora
llega Una historia con las manos, su quinto álbum en el que eleva al grado máximo su esencia de “rock con pinceladas flamencas,
poesía callejera”, como él suele decir, la lleva más allá y se confirma como uno de los autores excepcionales de la escena
española.
A punto de cumplirse diez años de la aparición de su primer trabajo, Una historia con las manos es el álbum más consistente y
brillante de Poncho K, tanto desde el punto de vista musical como del literario (dos elementos unidos de manera inseparable) y
en el que han colaborado personajes de la talla del poeta Marcos Ana, el músico Rubén Pozo (de Pereza) y la cantante María
Malapinta, entre otras colaboraciones entrañables.
Con una actitud de rock callejero, duro, independiente, y una altura en los textos muy poco habitual en la música española,
Poncho K se ha asentado en un estilo del que se ha convertido en referencia, apoyado por un trabajo inagotable de conciertos y
giras a pie de carretera.
Poncho K es un creador elegido que derrocha inspiración en cada estrofa que pare sin conceder tregua a la mediocridad y eso es
prestigio ganado canción a canción, noche a noche, verso a verso.
Una historia con las manos comienza con la canción Amor a cuentagotas (“Que no, que ya no quiero un amor con cuentagotas.
Mi paciencia no está rota, es que me cansé de dar abrazos a desconocidos”), es la canción perfecta, la que te ayuda a levantarte
todas las mañanas (“El cambio a una nueva etapa me renueva y me da otra expectativa más optimista ante la vida”, dice Poncho
K de la canción). Después llega Un golpe por seguir vivo (“Destrocé la lección del abuelo buscando mi propia historia, aprendí a
desmembrar entresijos leyendo un poco de historia”) y el rock vibrante (“Para coger un nuevo camino tienes ke empezar por
matar el pasado y buscar tu propio motivo”. Poncho K) y con Una historia entre las manos (“Déjame que te cuente una historia
con las manos que te sepa a caramelo, que me estrelle con tu boca, que eyacule en tu barriga, que me siembre en tu agujero, que
te grite como un cerdo”) llega algo de tranquilidad rítmica en otra magnífica canción que mantiene el disco en los terrenos del
rock (“A un amor ke deja huella siempre se le escribe una canción”. Poncho K).
Manolito Caramierda (“Prepara el cazo y amarillea la habitación, otro lonchazo le pone la pila y lleva en la mente la cara de 20
que en la clase es un pringao y está harto de escuchar: Manolito er Caramierda…”) rasca en las aulas con dureza y una música de
ingenuidad aparente (“Una historia aparentemente cachonda pero ácida en el fondo, porque no está tan lejos como pensamos,
aunque espero que lo llegue nunca”, dice Poncho K del tema), mientras Pistolas (“Corro sin tregua y no escucho revueltas, si no
paro es por los palos que me han vuelto majareta. Sé bastón en mi camino y faro que nunca encuentro”) vuelve la caña
contundente en un tema que refleja la riqueza que recorre los textos del álbum (”La búsqueda de mi yo después de una
decepción. Poncho K).
Con Laureles (“Me gusta que que no duermas sola y a media noche desvelarme, pegarme un roce de espalda y acurrucarme,
sabiendo que por la mañana me va a mirar con cara larga”) aparece el flamenco por derecho en unas alegrías cabales con
guitarras españolas, cajón, contrabajo y palmas, sin otros elementos eléctricos. El último sol (“A la vuelta de la esquina estaba
ayer corriendo como un descosido, pensando que se iba la vida, si ya no hay templos que me aguarden ni jaleo en este antro para
tomarme otra copa”) vuelve a cambiar de tercio y suenan guitarras acústicas, mandolinas y voces a cargo de Rubén Pozo de
Pereza en un rock en medio tiempo (“Una noche de parranda en la que se me vienen ráfagas de responsabilidad por la moral
impuesta desde el principio de mis días”. Poncho K). Punki gitano (“Soy huracán de pasiones, rabia incandescente que no se
conforma con mirar desde el otro lado del puente”) es una canción de ambiente más fronterizo, con metales y Poncho K con
dejes flamencos (“Pasión desbokada por reivindicar una forma de kerer desde las mismas raíces”. Poncho K).
En ¿El tren de la rendición? (“Mientras se derrumba el mundo me lavo los dientes. No quiero oir más rumores que apaguen los
soles de mi porvenir”) Poncho K vuelve a sorprender con una canción que mantiene la tensión rock y estructura diferente con la
aparición de María Malapinta (“Soy siempre yo el que marco mi vida sin patrones, sea komo sea”. Poncho K). El disco emboca la
recta final con Estrépito (“Buscando un pedazo de tierra que le de rienda suelta a mi rabieta, como un gallo peleón”) que
aumenta la tensión en un tema trepidante, con otro estribillo de libro (“La reflexión de una tarde cualkiera desde mis ojos
diminutos mirando al mundo”. Poncho K), y termina con El ojo en el ladrillo, una canción emocionante, un homenaje a Marcos
Ana, poeta salmantino de 90 años y uno de los símbolos de la lucha antifascista, que al final del tema recita un fragmento de su
poema Micorazón es patio: “Soñé que el mundo era un redondo espectáculo envuelto por el cielo, con ciudades y campos en
paz, con trigo y besos, con ríos, montes y anchos mares donde navegan corazones y barcos. Pero el mundo es un patio donde
giran los hombres sin espacio”.
Son las canciones de Una historia con las manos, un álbum que marcará la nueva década del rock de este pais. Directo, natural,
duro, rebelde, independiente, fraternal, humano, emociante y sobre todo, sincero. Un disco que recoje con valentía la herencia
de (como se lee en la web de Poncho K) Kiko Veneno, de Pata Negra, de Triana, de Extremoduro o de Albert Pla y la lleva por
caminos nuevos, aceptando el compromiso y superando el reto. Poncho K ha creado estilo. El 13 de abril se publica su nuevo
álbum y cuatro días después comienza la gira 2010 en Murcia. Como siempre, te esperamos en la calle.
Para completar esta información, puedes dirigirte a:
www.ponchok.es
www.myspace.com/ponchok
www.youtube.com/ponchokvideo
Contratación:
www.romperecords.com
Sello discográfico:
www.octubremusic.com
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