Cuando la violencia es invisible El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Se instituyó en Colombia en 1981 y lo declaró en 1999 la ONU. Pero, ¿por qué se necesita un día especial para esto? La respuesta es dura: se necesita focalizar el tema para poder visibilizar y denunciar las múltiples formas de violencia ejercidas contra la mujer en todo el mundo. Si no se señalan, no se ven. Y solo viéndolas es que se puede luchar contra ellas. El asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana, las maestras asesinadas en Afganistán, la masacre de feministas en Montreal, la ablación del clítoris en las jóvenes beduinas, la prohibición de conducir para las mujeres árabes, el caso de Amira Osman Hamed –para quien piden una sentencia de 40 latigazos por negarse a cubrir su cabello–, la explotación para ejercer la pornografía hacia niñas filipinas o las violaciones como arma de guerra en Libia, son algunos casos de violencia de género. En nuestro país también los hay: las muertas de Juárez, la tortura sexual en Atenco, el tráfico de niñas y adolescentes en Cancún, los feminicidios en Guanajuato y en Guadalajara recientemente. Pero la violencia no está únicamente asociada a golpes, armas, sangre, muerte. Violencia es toda clase de imposición, de hecho o amenaza, en el contexto de una relación desigual de poder entre géneros: la servidumbre doméstica involuntaria, el machismo, la violencia en el noviazgo, el acoso colectivo e individual, el maltrato familiar y la humillación, también son violencia. Existe violencia física y psicológica, violencia social y doméstica, violencia sexual y verbal, laboral, colectiva, política. Violencia explícita y violencia sutil. Algunos tipos de violencia son claramente identificados y cualquiera de nosotros los reprobaríamos abiertamente. Pero otros son más sutiles, tanto que ni siquiera son detectados. En la violencia contra la mujer se trata de actos caracterizados por la misoginia, esto es, desprecio por lo que las mujeres son, sienten y piensan, en tanto objetos pasivos de la mirada y la posesión masculina. La violencia de género implica variables combinadas y procesos multifactoriales, muchos de ellos sumamente difíciles de percibir, de nombrar y, desde luego, de contrarrestar. Mucho más difícil cuando ocurren en contextos en donde se da por hecho que no existen. Como en el ITESO. La violencia de género puede ocurrir en cualquier lugar. Comienza invisible y se nutre poco a poco: bromas, proposiciones, indirectas, lenguaje sexista, comentarios “inocentes” disfrazados de “halagos”, alusiones sexuales, comentarios fuera de lugar, desacreditación por razones de género, imposiciones, control. La violencia invisible en el medio profesional también es esa actitud de descartar a priori, ese tono de acusación permanente, proveniente de actitudes esencialistas y generalizadoras, de categorías rígidas y excluyentes, sin matices, de quienes, amparados en una teoría o modelo, lo ponen previamente como condición de comprensión. También es violencia invisible la de aquellos que simplemente ven pasar la escena, sonriendo, como si fuera una película. También la de quienes la celebran, la justifican, la minimizan: hombres y mujeres. Los teóricos le llaman violencia simbólica, la cual también golpea –a veces tanto como la violencia física, con el agravante de que no se puede denunciar. Pero el efecto físico de la violencia simbólica puede ser devastador. El costo de visibilizarla también puede ser muy alto. Creo que vale la pena hablar del asunto. Visualizar la violencia no solo “allá afuera”, discutir qué es lo que queremos y cuál es la posición de los itesianos, alumnos y profesores, en cuestiones de la relación entre géneros. Vale la pena reconocer y aceptar nuestra implicación para poder construir modos de convivencia equitativa basándonos en la responsabilidad común. ¿Qué podemos hacer hoy, aquí y ahora para impulsar la paz y la equidad de género? Solo desde el cuestionamiento y el diálogo, sabremos que el ITESO sigue siendo el espacio para la construcción del mundo que queremos, mucho más allá del discurso. Texto escrito por Mónica Márquez, con la colaboración de Héctor Robledo, José Miguel Tomasena y Alejandra de la Torre, profesores del Centro de Formación Humana del ITESO (CFH).