28 de octubre Un sueño se vuelve realidad Charlotte Ishkanian Todo lo que deseaba era una oportunidad para estudiar; pero antes que su sueño se realizara, se desbarató su familia y sufrió una profunda tristeza. Jemila, una niña de 10 años de edad, se paró y se apoyó contra el azadón hecho en casa que usaba para limpiar el maíz de su padre. Estiró sus músculos adoloridos. Jemila era una de 12 niños de las dos esposas de su padre. Ella sabía que su futuro ya estaba planeado. Se esperaba que se casara y tuviera hijos, y que trabajara hasta cuando muriera. Dejó escapar un suspiro al pensar en los planes que su padre ya estaba haciendo para ella. Él arreglaría su matrimonio, probablemente con un hombre mayor, que le pagaría varias cabezas de ganado por ella. Las niñas valían sólo lo que podían producir con su trabajo y la ganancia que su matrimonio podría traer a su padre. El anuncio Unas pocas semanas más tarde, su padre la llamó a la casa. —Bueno, esta es ella —dijo el padre, apuntando hacia Jemila. La niña sintió que su rostro le quemaba al sentir los ojos del hombre sobre ella. —Sí —respondió el hombre—. Está bien. —Ah —suspiró el padre, con sensación de alivio en su voz—. Entonces tenemos un trato hecho. Se la puede llevar cuando regrese con la dote. Entonces, al escuchar un llanto, se dio vuelta para enfrentar a Jemila. —No tienes que irte a vivir con este hombre ahora —le explicó—. Sólo visítalo por una semana o dos y te regresas a la casa hasta cuando se celebre la boda. MISIÓN OCTUBRE-DICIEMBRE, 2006 Tan pronto como su padre y el hombre salieron del cuarto, Jemila se dio vuelta. Vio a su madre parada detrás de ella, tratando de esconder sus lágrimas. —No llores, mi niña —le dijo la madre—. No permitiré que esto te suceda. Jemila sintió una emoción fuerte ante las palabras de su madre: algo que pocas veces había sentido antes. El pleito Aquella tarde, mientras la niña trabajaba en el jardín, el padre regresó para hablar con la mamá. Pudo escuchar la voz de su madre, firme y decidida. La voz de su padre subió a nivel de pleito. Jemila escuchó que mencionaban su nombre; ella vio que su padre movía los brazos airadamente. —No la dejaré ir —declaró su madre con firmeza—. Es demasiado joven, y es una crueldad obligarla a casarse tan pronto con un extraño. —¡Pero he dado mi palabra! —alegó el padre—. Sí, ella irá. ¡La próxima semana! —No, ella no saldrá de aquí —volvió a decir su madre con determinación. Finalmente el padre se fue lleno de enojo a la casa de su otra esposa, balbuceando palabras ininteligibles. Al día siguiente el padre regresó. Trató nuevamente de convencer a la madre que también a ella le convenía enviar a Jemila a la casa de su esposo. Pero la madre se mantuvo firme. —Bueno, te he dado toda oportunidad posible para que seas razonable —le 9 dijo el padre—. ¡Me divorcio de ti en este momento! Ya no serás mi esposa. ¡Me iré a vivir con mi otra mujer, y los niños aún me pertenecen! Salió enojado de la casa, pisando fuerte, y dejando a su esposa parada sola, con la boca firmemente cerrada. Estar divorciada era una gran vergüenza en su cultura. El padre dibujó una línea gruesa alrededor de la casa y el jardín de su esposa. Esa era su propiedad. Pero se llevó todo el ganado y los bueyes que usaban para arar los campos. Jemila se quedó adentro de la casa de su madre, porque sabía que su papá todavía trataría de obligarla a casarse con el hombre que había traído a la casa. Tienes que irte Poco tiempo después del divorcio, la madre de Jemila la llamó para que entrara del campo donde trabajaba. —Tienes que salir de esta aldea —le dijo a su hija—. No es seguro que te quedes donde tu padre te pueda ver. Tengo unos amigos que trabajan en una escuela afuera de un pueblo que dista unas pocas horas de aquí. Se trata de un colegio cristiano. Estoy segura de que te podrían dejar vivir con ellos a cambio de que les limpies la casa y les cocines. Tal vez puedas asistir a la escuela también. Sé cuánto deseas estudiar. Al día siguiente Jemila, salió con su madre hacia la casa de la amiga. Mientras caminaban rumbo al Colegio Adventista de Etiopía y las escuelas primarias y secundarias que se encontraban cerca, la madre compartía los deseos que tenía para su hermosa hija. —Si te casas ahora, vas a sufrir como yo he sufrido. Pero si aprendes a leer y escribir, tal vez tengas esperanza de una vida mejor. 10 Cuando llegaron al colegio, la madre presentó a Jemila a su amiga, quien hizo arreglos para que la niña se hospedara en la casa de una familia del personal de la escuela, que vivía cerca de allí. —Tendrás que limpiar la casa y ayudar en la preparación de las comidas para pagar tus gastos —le dijo la mujer—. Pero si quieres asistir a la escuela, tendrás que trabajar dos horas extra después de clases para cubrir los costos de tus estudios. Jemila estuvo de acuerdo. No le tenía miedo al trabajo duro, y el sólo pensamiento de poder estudiar al fin, la llenó de una gran emoción. Un sueño hecho realidad Jemila trabajaba duro, pero le encantaba ir a la escuela. Extrañaba a su madre y a sus amigos de la aldea y deseaba poderlos visitar más seguido. Pero no se atrevía a regresar a la aldea cuando su padre estuviera por allí. En la escuela Jemila comenzó a aprender acerca de Jesús. Ella había escuchado ese nombre antes, pero no tenía idea de quién era. Mientras más aprendía de su vida, más lo amaba. Cuando visitó a su madre, le contó las historias que había aprendido sobre la vida de Cristo. Le contó cuánto la amaba Dios. Recientemente Jemila fue bautizada. Continúa viviendo con la familia que le brindó su amistad, y sigue estudiando. Está decidida a completar su educación para así poder servir mejor a Dios. Está agradecida con los cristianos adventistas que la protegieron y le proveyeron un hogar y quiere ser un buen ejemplo del amor de Jesús por los demás. ____________________ Charlotte Ishkanian es redactora de Misión. Jemila continúa sus estudios en la Escuela Primaria Adventista de Etiopía. MISIÓN OCTUBRE-DICIEMBRE, 2006