POR FONTANARROSA Lo que me contó el “Colo” sucedió así: Después de la severa gastroenteritis que le hizo perder unos 5 Kg de masa corporal, el médico clínico lo derivó a un nutricionista. El especialista, le preparó una dieta especifica, en afán de recuperar peso, y el equilibrio metabólico perdido en transito no tan lento. Pero se paso de un extremo al otro. Lo tedioso de esta nueva situación, eran esas largas esperas, antes de evacuar sus necesidades intestinas. Para matizar esas agonías repetidas, entraba al recinto muñido de diarios, revistas y libros. Había forzado un hábito en horario de menor afluencia y demanda del servicio. La vez del suceso entró con un Inodoro bajo el brazo. No, con la tasa no. Con Inodoro Pereyra, la historieta del Negro Fontanarrosa. La lectura le resultó tan amena y divertida que no se dio cuenta que se le habían adormecido las extremidades. La banda elástica del calzoncillo bóxer ajustada a las piernas accionó como un leve torniquete que dificulto el flujo normal de sangre, provocando esa sensación de adormecimiento. El Colo distraído por la lectura no se dio cuenta, hasta el mismo momento que se quiso incorporar para higienizarse. Los pies no le respondían! ¡Tampoco los sentía! ¡Una parálisis! –pensó- y sintió pánico. Estuvo a punto de gritar para pedir auxilio, pero lo frenó la vergüenza. Estaba semidesnudo, la parálisis o el adormecimiento impedían mover los pies para llegar al bidet. En esas circunstancias la vergüenza pudo más que el drama. Antes de pedir socorro, debía intentar higienizarse y tapar su desnudez. Tenía la íntima esperanza de llegar al bidet, aun cuando debiera extremar esfuerzo. Con ese propósito apoyó firmemente la mano en el asiento del inodoro para girar el torso con toda la fuerza que le fuera posible, pero resbaló. La mano erró la tasa… pero su boca no. Los dientes estrellaron en el borde del bidet con tanta violencia que un diente quedo nadando en la tasa, y el otro cayo al piso con un leve titilar. Las lágrimas del Colo diluyeron la sangre que brotaba a borbotones. La furia le dio fuerza suficiente para elevarse y dejarse caer con todo el peso de la gravedad de su sobrepeso. La masa y volumen de su gordura se incrustó en la tasa, allí quedó atorado por la redondez de su cadera adiposa. Hizo varios intentos por zafar. Primero se enjabonó un poco para facilitar el deslizamiento, pero cuando secó el jabón provocó un efecto abrasivo contrario a sus propósitos. Como último intento pensó en abrir el grifo para ayudarse con el agua, pero el intento a ciegas, accionó el grifo del agua caliente. Cuando el chorro de agua hervida impacto directo en del tercer ojo; tuvo la desgarradora sensación que alguien le estaba soldando la intima ranura a fuego intenso, con llama de azul acetileno. En efecto, el vapor de agua hervida que salió como escapada de un soplete le hizo un brushig a los bellos púbicos, dejándolos peinados hacia su propio interior en un coqueto y moderno estilo carré. Pero ese artero impacto hirviente fue la palanca que necesitaba para zafar. Eyectado hacia delante cayó al suelo con el cañadón chamuscado. De allí braseando presuroso estilo mariposa sobre la cerámica resbaladiza, se dirigió la ducha, en desesperada búsqueda de un chorro de agua fría. El agua helada, calmo la lava volcánica que le carcomía el ápside. Allí quedo tendido jadeando un sollozo boca abajo y culpa arriba. No se si fue la gimnasia obligada, o el agua fría que activó la circulación, pero recién ahí se dio cuenta que sus piernas habían recuperado la movilidad perdida. Envuelto en un toallon, salió del baño caminando con dificultad. Sentía una rara mezcla de ardor e intenso dolor. En ese momento íntimamente imploraba por un enema de pancutan. - ¿Que te pasó? -le preguntó el dentista al ver los labios hinchados, amoratados…y el vacío de los dientes perdidos. No, nada – susurró el colo- …fue pod cudpa de Fontanadoza. - fin -