El Salvador. Guerra al borde del precipicio

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Realidad Nacional
El Salvador.
Guerra al borde del precipicio
Benjamín Cuellar
Director
IDHUCA
D
a tristeza y rabia que este año, cuando se cumplieron dos décadas
del fin de aquella guerra, El Salvador se encuentre metido en
otra que, aunque no sea militar, lo tiene al borde del precipicio. Podrá
sonar fatalista, pero hay que decirlo así. Sin adornos ni rodeos. Hoy
sí se llegó ya a un punto que puede ser determinante, para bien o
para mal. Lo segundo ocurrirá si se sigue permitiendo que los dos
bandos que se enfrentaron con las armas continúen manoseando el
destino nacional según sus intereses y caprichos desde el Gobierno
y desde la oposición. Pero también puede ser decisivo para bien si se
retoman, como eje central del rumbo del país, los grandes objetivos
del Acuerdo de Ginebra: democratización, respeto de los derechos
humanos y unidad de la sociedad. Usted decide qué hacer: ver esta
final desde los graderíos o meterse al campo a definirla.
Y decimos “final” a propósito, porque puede ser el principio del fin de la partidocracia con el último
poco de maquillaje que caiga del rostro del “nuevo El Salvador”; ese país que nos comenzaron a
prometer cuando callaron los fusiles, y que era la tan ansiada alternancia política, la cual terminó
en un cambio… pero de cancha. Los que estaban en una pasaron a la otra y viceversa, pero con las
mismas picardías. Nada de juego limpio. ¿Quién, que no sea su fanático seguidor, le va a creer a
Alfredo Cristiani cuando dice que la actual Sala de lo Constitucional es la primera “verdaderamente
independiente”? ¿Por qué quiso entonces atarla de manos con el nefasto decreto 743 hace un
año? Si estaba consciente de que las anteriores obedecían dictados de poderes visibles u ocultos,
¿por qué no hizo nada como presidente de la República o dirigente de Arena para cambiar la
fraudulenta forma de repartirse sus magistraturas? ¿Por qué avaló en 2006 la entonces indebida y
hoy inconstitucional elección de un tercio de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia?
¿Quién, que no sea su fanático seguidor, va a aceptar que ahora Roberto Lorenzana, vocero del
FMLN, se niegue a acatar los recientes fallos de inconstitucionalidad por los nombramientos de
magistrados en 2006 y 2012, después de haber aplaudido el del 16 de mayo de 2011 para sacar a
Julio Moreno Niños del Tribunal Supremo Electoral? Entonces afirmó que no había que regatear el
cumplimiento de esa sentencia, sin importar si se estaba de acuerdo o no. “La institucionalidad”
—declaró Lorenzana a Radio Maya Visión— “debe ser respetada y la Sala de lo Constitucional es el
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Opinión
Romero llamó a todo el país a evitar la guerra. Se refirió al sector no organizado
que se decía al margen del acontecer político de la época... A dicho sector le
demandó no seguir pasivo por temor a los sacrificios y a los riesgos personales
que implica toda acción audaz y verdaderamente eficaz”.
¿Y qué decir de Mauricio Funes y de su llamado a “jugar
limpio” hace apenas cinco semanas, cuando cumplió su
tercer año en Casa Presidencial? ¿Es jugar limpio decir
lo que dijo en reciente entrevista sobre el magistrado
Florentín Meléndez? Según el mandatario, este le pidió
trabajo siendo magistrado porque necesitaba “más
ingresos” y él se lo negó. Por ello, según Funes, es que
Meléndez afirmó hace unos días que estaba siendo mal
asesorado. Ojalá sea solo eso, mala asesoría, y no algo
más. Días atrás sostuvo que no podía intervenir ni siquiera
como mediador en el conflicto generado por el desacato
legislativo a los fallos de la Sala de lo Constitucional; pero
a renglón seguido tomó partido a favor de la Asamblea,
asegurando que debía cumplirse lo ordenado por la
Corte Centroamericana de Justicia en detrimento de la
Constitución salvadoreña.
Vivimos, pues, en un ambiente de verdades cambiantes,
de medias verdades y de mentiras completas. Entre sus
principales protagonistas están aquellos que en todas
las encuestas de opinión pública aparecen en el podio
del desprestigio entre las instituciones: la Asamblea
Legislativa y los partidos políticos. Sombría realidad la
nuestra. El colmo de la alternancia, que al fin llegó a
un país tan polarizado como el nuestro, es que a veinte
años del fin de la guerra algunos de los liderazgos en el
Gobierno y en la oposición sean bipolares.
Dos meses antes de su muerte martirial, monseñor
Romero llamó a todo el país a evitar la guerra. En
especial, se refirió al sector no organizado que se decía
al margen del acontecer político de la época, aunque
fuera víctima de sus consecuencias. A dicho sector le
demandó no seguir pasivo “por temor a los sacrificios
y a los riesgos personales que implica toda acción
audaz y verdaderamente eficaz. De lo contrario, serán
también responsables de la injusticia y sus funestas
consecuencias”.
www.uca.edu.sv/publica/cartas
máximo organismo en materia de justicia constitucional
en el país […] Esa es la posición del FMLN”. ¿Por qué
cambió esa posición oficial de su partido? ¿Por qué ahora
acude con sus aliados a la Corte Centroamericana de
Justicia para pretender hacer de esta, a diferencia de
antes y en función de sus actuales intereses, una entidad
superior a la Sala?
Esas palabras siguen vigentes. Las pronunció nuestro
profeta, cuyo nombre no pocas veces ha sido invocado
en vano. Y es oportuno recordarlas hoy, cuando la gente
empieza a conocer la mejor versión de lo que es ser
realmente un servidor público. La está descubriendo en
el desempeño de los cuatro magistrados de la Sala de lo
Constitucional que son fieles a la ley suprema; también en
la impecable renuncia de María Silvia Guillén a una Corte
Centroamericana impresentable por su casi nula actividad
y los elevadísimos salarios de sus integrantes en medio
de la pobrería regional. Ya es hora de que como país, más
allá de quienes lo están irrespetando, descubramos de
nuevo lo bien que se siente tener dignidad y ser valiente
para cambiar el rumbo.
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