4 La valoración de las teorías científicas Una teoría se suele considerar como un sistema de ideas útiles para formular contenidos. A menudo, los mismos contenidos se pueden formular de modos diversos; por esta razón los científicos necesitan un criterio de elección, esto es, necesitan establecer las razones y las modalidades para escoger una teoría en vez de otra. La solución más obvia a este problema es escoger aquellas teorías que explican más y rechazar las que son menos explicativas. Pero esta solución funciona sólo para los casos más simples, ya que es bastante más fácil encontrar la explicación más eficaz. En cambio, al aumentar la complejidad el criterio de evaluación no resulta tan evidente. En este capítulo vamos a preguntarnos si es posible juzgar las teorías científicas de un modo racional. En otros términos, cuando un científico se encuentra con el deber de escoger entre dos teorías que se disputan cuál es la que mejor describe la realidad, ¿existe un modo racional para escoger la que está más cerca de la verdad? o bien, ¿es mejor poner entre paréntesis nuestra racionalidad y asignar la elección a los avances sociales o a las exigencias de estrategias políticas? La pregunta se presta a dos posibles respuestas. Nos ocuparemos primero de aquellos que sostienen que no se puede escoger racionalmente entre dos teorías que explican lo mismo, esa elección supera nuestras capacidades racionales. Después veremos a aquellos que sostienen que la elección entre teorías es un proceso racional. 1. Argumentos contra la elección racional de una teoría Aquellos que sostienen que la elección de una teoría no responde a criterios de racionalidad asumen un presupuesto preciso: una investigación filosófica sobre el método científico debe incluir un estudio detallado de las situaciones históricas en las que se hace ciencia. La discusión clásica del método científico a partir de los esquemas teóricos de la inducción y de la falsación, en cambio, han limitado el debate mas a cómo deberían ser las ciencias en lugar de estudiar cómo son las ciencias. Este camino ignora lo que de hecho es el trabajo del científico. En las situaciones concretas en que se debe elegir entre dos teorías diversas tenemos un proceso que no transcurre siempre de modo lineal. Así pues es necesario preguntarse cómo los científicos, inmersos en contextos sociales concretos y complejos, han tratado de valorar entre dos o más teorías en competición. LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 96 1.1 T.S. Kuhn. Paradigmas Es fácil darse cuenta de que la misma noción de «teoría», tomada en singular, es algo pobre ya que no existe una teoría aislada, la teorías están relacionadas unas con otras de un modo muy complejo. Una búsqueda dedicada a los acontecimientos acaecidos en un periodo histórico específico, pasado o presente, no consigue por ello aislar una cierta teoría singular. Por añadidura, muchos historiadores de la ciencia no usan el término teoría, ya que prefieren hablar de estructuras de pensamiento complejas, que incluyen teorías y convenciones de base. Tales teorías definen y dominan el método de trabajo del científico durante un determinado periodo de tiempo histórico y a menudo vienen definidas como «paradigmas» (T. KUHN, La estructura de las revoluciones científicas, 1962). El término es usado no sólo para referirse a una única teoría científica y a otras teorías ligadas a ella, sino también al mismo método de selección y tratamiento de las observaciones que confirman una teoría junto a los criterios para considerar lo que es pertinente o aceptable en una explicación científica. La idea, en sustancia, es que dada una teoría, ésta se coloca dentro de un sistema con otras creencias compartidas, las cuales constituyen los fundamentos probados sobre los que la misma teoría descansa. Para ilustrar esto, acudamos al estado del saber teórico de la China antes de la llegada de la ciencia occidental, esto es, antes del siglo XVII. Muchas investigaciones históricas han demostrado cómo los astrónomos chinos se dedicaban a sus estudios presuponiendo un conjunto de convicciones totalmente diferentes a las de los astrónomos occidentales. La ciencia china, por ejemplo, al contrario de la occidental, no sostenía que las estrellas, los planetas y el Sol fuesen cuerpos celestes. Presuponer un mundo celeste era para un astrónomo occidental la prueba de la inmutabilidad de los cuerpos que lo surcaban y de los eventos que los recorrían. Liberada de este vínculo, la astronomía china registró decididamente antes que la astronomía occidental la existencia de muchas estrellas nuevas y, aún privada de un instrumento de observación como el telescopio, estudió la presencia y el decurso de las manchas solares centenares de años antes de las observaciones de Galileo. El paradigma científico permite no sólo escoger las teorías científicas en juego sino también el tipo de observaciones que podemos considerar como decisivas. Las creencias de base que definen los fundamentos de un paradigma son a menudo de naturaleza no científica y, como este ejemplo histórico muestra, normalmente se encuentran en consideraciones profundas de tipo cosmológico y metafísico de una cultura, de un pueblo o de una época histórica entera, a menudo sin que los protagonistas mismos se den Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 97 cuenta, podríamos decir que forman parte del conjunto de creencias, en el sentido orteguiano del término. 1.1.1 La ciencia «normal» Dentro de un determinado paradigma, el trabajo científico puede ser definido como «normal», porque en un estado paradigmático aquel trabajo está de acuerdo completamente con las creencias y las propensiones que lo han creado. No existe ninguna novedad conceptual radical, porque toda teoría definida dentro de un paradigma es a menudo inmune al proceso de falsación. Los científicos tienden a poner en duda el descubrimiento de un posible contraejemplo que ponga en crisis los aspectos teóricos generales, tratando de defender tales asuntos a ultranza así como de mantenerlos vigentes todo lo que se pueda. Su modo de actuar, en un determinado paradigma de trabajo, se justifica dentro de tal estabilidad paradigmática y todo científico tiene la certeza de se podrá explicar en el futuro todo lo que aparece en ese momento como problemático por medio de una redefinición de la teoría criticada. Un caso espectacular ya lo hemos considerado en el capítulo precedente: se trata de la teoría gravitacional newtoniana y la irregularidad inexplicable en la órbita de Urano. Nos referiremos más veces al caso de Newton durante el curso de este capítulo. Las tesis de Newton estaban asentadas sobre una serie de fundamentos filosóficos y en algunas creencias comunes que constituían el paradigma de las ciencias del siglo XVIII. Los científicos a menudo se refieren a este paradigma llamándolo newtoniano. Sin duda, algunos aspectos de la órbita de Urano no eran predecibles a partir de las tesis sobre la gravitación pero ello no socavó lo más mínimo la credibilidad de los seguidores de Newton y la fe en sus ideas. Estos trabajaban dentro de la «ciencia normal», en el sentido de que trabajaban dentro de un paradigma construido con sus manos. Los científicos newtonianos ensayaron la hipótesis de que la irregularidad de Urano estuviese producida por la influencia de un planeta aún no descubierto, Neptuno. Aquí hay un ejemplo típico de «ciencia normal»: se llega a nuevos descubrimientos que no cuadran de entrada con lo que se conoce pero el paradigma permanece inalterado. Por otra parte se subraya también otro aspecto. Dentro de la «ciencia normal», el deseo de conservar una teoría a través de la superación de las evidencias contrarias es considerado una virtud del científico y no su debilidad, como a veces se ha planteado por los falsacionistas ortodoxos. El estado de ciencia normal está en general bien fundado. La formación de los nuevos científicos se realiza por medio de acreditados manuales que exponen con claridad y rigor la teoría aceptada por todos. Los estudiosos Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 98 educados dentro de un estado de ciencia normal saben muy bien qué se debe considerar como un hecho decisivo y cuáles son los puntos débiles de las teorías dominantes. Las cuestiones que deben afrontar se asemejan a las de un rompecabezas. La semejanza se da por el hecho de que también el rompecabezas es un problema al que nos dedicamos con la certeza de que existe la solución y que ésta se consigue razonablemente. La misma certeza está en la base de la ciencia normal: la investigación se realiza sobre una serie de cuestiones con la convicción de que afrontarlas significa también tener a mano su solución bajo el tranquilo paraguas del paradigma dominante. 1.1.2 Revolución científica y ciencia revolucionaria ¿Qué se puede hacer ante un rompecabezas muy difícil de resolver? Un rompecabezas que no se resuelve provoca indudablemente una crisis dentro de un paradigma dado. La persistencia de una anomalía en la descripción de la naturaleza lleva al científico hasta el extremo de cuestionar las legítimas expectativas dentro de su paradigma de trabajo. Los historiadores de la ciencia han mostrado cómo tal situación genera primero de todo un empuje investigador dentro del territorio comprensivo de la anomalía para intentar salvar la teoría cuestionada a toda costa. Sólo cuando un largo esfuerzo en esta dirección falla, entonces se abre la crisis efectiva. Las dudas sobre la validez de una teoría concreta dominante hasta entonces se extiende a la validez de la totalidad del paradigma de referencia. En principio son los científicos más jóvenes los más predispuestos a perder la confianza en el modelo usual de trabajar: levantan reservas sobre los manuales de preparación y buscan nuevos estilos, nuevos métodos de hacer ciencia. Abrir una nueva pista fructífera quiere decir encontrar la solución a la anomalía moviéndose dentro de un modo ver las cosas completamente nuevo pero que también mantenga el mismo grado de coherencia. Esto irá constituyendo un nuevo paradigma a través de un proceso de abandono y sustitución de los paradigmas que ha sido llamado revolución científica. Se han realizado muchos estudios filosóficos e históricos sobre las revoluciones científicas. Es interesante evaluar en qué consiste la diferencia que aparentemente divide el viejo paradigma del nuevo, al menos según el escenario hasta el momento descrito. Para darse cuenta de las diferencias, recordamos que un paradigma contiene en sí mismo las reglas que determinan no sólo la aceptabilidad de las teorías sino también la relevancia de las observaciones decisivas para aquella aceptabilidad. En este sentido, un paradigma es un sistema cerrado por cuanto concierne al modo de la justificación y esto vale para ambos paradigmas, tanto para el antiguo paradigma como para el nuevo. Así pues, los científicos aferrados al antiguo Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 99 paradigma no pueden moverse hacia el nuevo paradigma a través de una elección racional. Las estrategias argumentativas del científico son relativas a su paradigma de formación; así pues, sólo los científicos más jóvenes tienen la posibilidad de representarse las estrategias que llevan a la ruptura. Pero si las motivaciones racionales no entran en juego, nos debemos preguntar qué es lo determinante. La única respuesta posible nos trae una imagen del cambio un poco distinta de lo normal. El cambio de paradigma se parece más a una conversión religiosa que a una elección racional. La difusión del nuevo paradigma al principio estará extendida sólo a un puñado de adeptos y a medida que la superación de la anomalía que ha provocado la crisis llega a ser evidente —como una especie de recompensa— los científicos del antiguo paradigma se convertirán. El abandono del viejo paradigma no se liga a motivos de exactitud. Los criterios efectivos de verdad y falsedad se refieren a un determinado sistema de certezas: así pues, el abandono de un paradigma esta causado más bien por la pérdida de adeptos. Cualquier científico que tozudamente se obstinara en permanecer fiel al paradigma superado, en contra de la tendencia de la mayoría de sus colegas, automáticamente perdería la calificación de científico: Al comienzo, un nuevo candidato a paradigma puede tener pocos partidarios, y a veces los motivos de esos partidarios pueden resultar sospechosos. Sin embargo, si son competentes, lo mejorarán, explorarán sus posibilidades y mostrarán lo que sería pertenecer a la comunidad guiada por él. Al continuar ese proceso, si el paradigma está destinado a ganar la batalla, el número y la fuerza de los argumentos de persuasión en su favor aumentarán. Entonces más científicos se convertirán y continuará la exploración del nuevo paradigma. Gradualmente, el número de experimentos, instrumentos, artículos y libros basados en el paradigma se multiplicará. Otros hombres más, convencidos de la utilidad de la nueva visión, adoptarán el nuevo método para practicar la ciencia normal, hasta que, finalmente, sólo existan unos cuantos que continúen oponiéndole resistencia. Y ni siquiera podemos decir que estén en un error. Aunque el historiador puede encontrar siempre a hombres que, como Priestley, se mostraron irrazonables al resistirse durante tanto tiempo como lo hicieron, no hallará un punto en el que la resistencia se haga ilógica o no científica. Como mucho, puede desear decir que el hombre que sigue oponiendo resistencia después de que se hayan convencido todos los demás miembros de su profesión, deja ipso facto de ser un científico1. Resumamos brevemente. El desarrollo científico puede ser explicado inspirándose en los acontecimientos que históricamente han sido determinantes y no por medio de una discusión teórica sobre el método científico. No se está hablando de lo que debería suceder, sino de lo que ha sucedido 1 T. KUHN, La estructura de las revoluciones científicas, 246. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 100 realmente. Aquí está el punto crucial de la nueva aproximación: la sorprendente conclusión según la cual los profundos cambios de paradigma, favorecidos por la aceptación de la comunidad científica, son fenómenos privados de una valoración racional. El cambio de un paradigma a otro está provocado por fuerzas sociales que no pueden ser reconstruidas en términos de procedimientos racionales. Lo que vale como procedimiento racional cambia de cuando en cuando en relación al cambio del paradigma de referencia. 1.2 Relativismo científico. Paul Feyerabend La perspectiva del desarrollo histórico de la ciencia mostrada hasta este punto da cuenta de muchos casos concretos. Sin embargo, es necesario estar muy atentos para no amplificar excesivamente alguna de sus tesis. Una valoración excesiva podría dar lugar a afirmaciones que son claramente contra-intuitivas. Para dar un ejemplo concreto de lo que intentamos decir, examinamos un aspecto particular que es el de considerar la así llamada brecha que aparece entre dos paradigmas contiguos. Según el análisis histórico que se ha presentado, los efectos de una revolución científica son tales que afectan a la misma noción de racionalidad. La pérdida de fe en los viejos procedimientos comporta un abandono general de las teorías fundadas en ellos. De hecho, el científico joven no sopesa racionalmente las ventajas del cambio, dado que no están en juego las motivaciones que hacen referencia a la verdad o a corrección, sino más bien a los empujes sociales, las exigencias políticas y, en general, a los mecanismos culturales. Algunos reconocidos científicos, protagonistas de círculos y de fundaciones científicas, son a menudo los verdaderos actores a la hora de determinar las estrategias a seguir para financiar los proyectos de investigación. La combinación de todos estos elementos va empujando al paradigma antiguo a salir de escena. No hay espacio de acción para las decisiones racionales como no hay espacio para los «experimentos cruciales», ya que incluso la discusión sobre la relevancia de la observación es parte del debate científico. En este sentido, la misma definición de racionalidad cambia repetidamente en el curso de la historia2. Ser verdadero para un 2 Esta versión de relativismo científico ha sido mantenida por Paul Feyerabend, en su libro Tratado contra el método. «El desarrollo del punto de vista copernicano desde Galileo al siglo XX constituye un perfecto ejemplo de la situación que queremos describir. Se parte de una fuerte creencia que va contra la razón y la experiencia contemporáneas. La creencia se extiende y encuentra apoyo en otras creencias que son igualmente irrazonables, si no es que lo son más (ley de la inercia y telescopio). La investigación se disgrega a partir de ahora en nuevas direcciones, se construyen nuevos tipos de instrumentos, se relaciona de forma Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 101 científico del siglo XVII resulta verdadero sólo para él, al igual que lo que es verdadero hoy lo es tan sólo para nuestros científicos. Los dos paradigmas no pueden ser comparados3. Este planteamiento se conoce habitualmente como «relativismo científico». El relativismo científico deja perplejas sobre todo nuestras convicciones comunes sobre el progreso científico. Un relativista científico no considera nuestro estado de ciencia más cerca de la verdad que considerando el mundo físico. Nuestras teorías científicas más importantes no son más que imágenes del mundo cambiable. Tales imágenes, esto es, están una junto a la otra sin ningún orden secuencial. Llegados a este punto nos podremos preguntar legítimamente qué hacer de la querida idea según la cual la ciencia trata efectivamente del mundo real. En efecto, si el curso de la historia ha visto surgir y desaparecer diversas e inconciliables imágenes del mundo, ¿cómo sostener que el mundo real es aún el objeto de la ciencia? La respuesta a esta pregunta viene avalada por muchos históricos de la ciencia autores del relativismo rehaciéndose por una analogía con la psicología de la Gestalt. Es conocido, dicen los relativistas, que ciertas figuras pueden ser percibidas de tanto en tanto de modo diverso. nueva la evidencia con las teorías, hasta que surge una ideología que es bastante rica para proporcionar argumentos independientes para cualquier zona particular de ella y bastante ágil para encontrar tales argumentos siempre que parezcan necesarios. Hoy podemos decir que Galileo siguió el camino correcto, porque su persistente empeño en lo que en un tiempo parecía ser una cosmología estúpida, consiguió crear el material necesario para defenderla contra todos aquellos que sólo están dispuestos a aceptar un punto de vista en caso de que contenga ciertas frases mágicas, llamadas ‘informes observacionales’. Y esto no es una excepción sino el caso normal; las teorías devienen claras y ‘razonables’ sólo después de que las partes incoherentes de ellas han sido utilizadas durante largo tiempo. Así pues, este prólogo irrazonable, a-metódico y sin sentido resulta ser un prerrequisito inevitable de claridad y éxito empírico», P. FEYERABEND, Tratado contra el método, 10-11. 3 «Además, Feyerabend ha defendido la no comparabilidad (y por lo tanto, la no aplicabilidad de la teoría de la verosimilitud de Popper) entre teorías o enfoques cosmológicos muy generales, de modo que, por ejemplo, la mecánica de Newton y la teoría de la relatividad de Einstein no podrían compararse entre sí, ya que en la mecánica newtoniana las formas, las masas, los volúmenes y los intervalos de tiempo serían propiedades fundamentales de los objetos físicos, mientras que para la teoría de la relatividad “formas, masas, volúmenes e intervalos de tiempo son relaciones entre objetos físicos y sistemas de coordenadas que pueden cambiar, sin ninguna interferencia física, cuando substituimos un sistema de coordenadas por otro”. A este propósito, Popper ha hecho notar que, si bien es imposible comparar entre sí dos visiones religiosas o filosóficas del mundo, en cambio dos teorías que traten de resolver la misma familia de problemas sí pueden compararse, como sucede en el caso de las teorías de Newton y de Einstein», G. REALE- D. ANTISERI, Historia del pensamiento filosófico y científico, III, 917-918. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 102 El ejemplo adoptado por Ludwig Wittgenstein, y después varias veces tomado por la literatura sobre el argumento, muestra cómo una figura bifacial pato-conejo puede ser vista unas veces como un pato y otra como un conejo (Investigaciones Filosóficas, parte II, xi). Nuestra percepción de la figura cambia de tanto en tanto: lo que ahora percibimos como las largas orejas de un conejo se convierte de manera imprevista en el pico de un pato y el resto de la imagen se acomoda para formar la imagen de un conejo o de un pato. Este fenómeno de shift puede explicar lo que sucede cuando los científicos abandonan un paradigma y aceptan otro nuevo. La figura sería el mundo independiente del sujeto que percibe y la percepción de la figura sería el paradigma científico junto a su bagaje teórico. Entonces, al igual que sucede en la figura en que vemos a veces de un modo y otras veces de otro, así los científicos, durante las diversas fases históricas, han visto el mundo como una totalidad coherente unas veces desde un punto de vista y otras veces desde otro punto de vista completamente diverso. Por otra parte, como la imagen del conejo no tiene nada que ver con la del pato —en el sentido de que no es el conejo el que nos lleva a ver el pato— así ocurre en la ciencia: la visión compartida del mundo dentro de un paradigma no tiene nada que ver con una diversa visión del mundo dentro de otro paradigma. Un nuevo paradigma no es el resultado de una elección racional completa desde el paradigma precedente. En este sentido, dos paradigmas contiguos, distintos por diversos conceptos, son llamados inconmensurables, es decir, no pueden ser puestos uno frente a otro y comparados. La diversidad de criterios para establecer qué es un procedimiento racional y qué puede formar parte de cada uno de los dos paradigmas comporta que no nos sirva para establecer cuánto ha cambiado el significado de los términos clave al pasar de un paradigma a otro. Por ejemplo, hoy usamos el término masa siguiendo las teorías físicas que son consideradas válidas, como las dos teorías de la relatividad, la general y la restringida. El término se usa según nuestro paradigma. Entonces, si aceptamos lo que se ha dicho hasta ahora respecto a la radicalidad del cambio que se producen en una revolución científica, debemos también admitir que nuestro uso del término masa muy probablemente es totalmente diferente de lo que Isaac Newton tenía en mente cuando hablaba de la masa. Para entender plenamente el significado newtoniano del término maTercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 103 sa no debemos sólo obtener el significado a partir del contexto en el que es usado sino también considerando los presupuestos metafísicos que le sirven de fundamento. Y para comprender tales presupuestos, es necesario tener en cuenta el ambiente cultural y social en el que eran utilizados y al que se referían. En pocas palabras, para saber lo que significaba el término masa para Newton se necesita considerar todo su paradigma. Nuestra clausura en el paradigma actual nos impide liberarnos de nuestros criterios de racionalidad para acoger los que compartían Newton y sus contemporáneos. En conclusión, no resulta posible comparar el modo de entender newtoniano a través del nuestro, ya que los dos modos de ver el mundo son inconmensurables. 1.3 El pesimismo causado por los errores de la ciencia Con todo lo dicho anteriormente podemos entender por qué la descripción de la ciencia basada en ejemplos históricos sobre los que hemos discutido hasta el momento puede conducir al relativismo científico. Nuestras teorías científicas son consideradas imágenes temporales del mundo. Si estas teorías no estuviesen en fila una junto a la otra sino que fuesen dispuestas sin un criterio, ¿cómo podíamos aún sostener con convicción que la ciencia es un descubrimiento progresivo de la estructura de un mundo independiente de aquellos que lo conocen? Muchos argumentos concretos introducidos hasta ahora alimentan este modo de pensar. Esta posición crítica en la confrontación del progreso se conoce como «inducción pesimista». Este razonamiento inductivo es un planteamiento con tintes escépticos y es la opinión compartida que se basa en la discusión de algunas entidades, llamadas «entidades teóricas». Las entidades teóricas son objetos de los que las teorías científicas presuponen la existencia pero que son inobservables. Un buen ejemplo de entidad teórica es el electrón. Todas las teorías sobre la electricidad más consolidadas dependen de la existencia de los electrones. Estas teorías mantienen, por otra parte, que el electrón es una partícula tan ínfima que sólo es posible conocerla indirectamente. Es decir, los electrones no pueden ser vistos nunca, ni tampoco a través de un microscopio potentísimo. Simplemente, el vasto resultado de las teorías que estudian la electricidad apremia para admitir la existencia de los electrones. La historia de la ciencia es rica de objetos teóricos que en un primer momento han sido considerados inobservados y que después en cambio han llegado a ser observados. Tomemos como ejemplo los genes en la biología. El término gen fue propuesto por Gregor Mendel (1822-1884) para indicar un cierto factor que se transmite con características específicas durante la reproducción. Mendel, sustancialmente, necesitaba un término que indicase Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 104 la unidad de la herencia biológica. En los estudios iniciales de la genética, parecía que ninguno había contemplado la posibilidad de que se pudieran observar directamente los genes, como en cambio nuestros biólogos pueden hacer hoy. Los genes para Mendel eran más bien entidades teóricas cuya existencia estaba justificada por el éxito de la teoría que los presuponía. Como es sabido, la investigación biológica ha dado pasos de gigante, así que ahora sabemos que las entidades teóricas de Mendel de hecho tienen una estructura química que puede ser representada en un mapa genético por las modernas técnicas de biología molecular. Aquello que se consideraba inobservable, y por tanto aquello que existía hipotéticamente, se ha revelado en cambio realmente observable. Claramente esta experiencia está a favor de los científicos que afirman la existencia real de las entidades teóricas con la que todavía tienen que tratar. Pero la historia de la ciencia no es sólo una colección de éxitos. Es más, el camino de la ciencia está salpicado de errores que constituyen el mayor punto de fuerza para los autores de la inducción pesimista. Pongamos otro ejemplo. Antes del siglo dieciocho, la combustión se explicaba por la presencia de un elemento llamado flogisto. La palabra indicaba una sustancia que salía del objeto que ardía durante la combustión. Se sostenía que una cierta cantidad de flogisto estaba contenida en todos los objetos inflamables y salía con mayor o menor facilidad durante el proceso de combustión. Así pues la teoría del flogisto comprendía una entidad teorética, esto es, el flogisto, que era inobservable directamente. La teoría del siglo XVII sobre el flogisto, anduvo en competición con una tesis propuesta mucho tiempo después. La investigación de Lavoisier, casi un siglo más tarde, fue la primera en revelar en los objetos combustibles pequeños cambios de peso que el químico francés consideró muy significativos. Lavoisier se dio cuenta de que la combustión es un proceso que produce un aumento de peso del combustible en vez de un aligeramiento, como se suponía en la tesis del flogisto. A partir de esto, Lavoisier concluyó que la combustión es el proceso de combinación de un objeto con un constituyente del aire que llamó oxígeno. La tesis del químico francés perdura todavía y su mecanismo de funcionamiento se diferencia netamente de la tesis del flogisto. Allí donde un químico moderno ve un absorber oxígeno, un químico del diecisiete veía un proceso contrario: la pérdida de flogisto. En suma, la vieja entidad teórica no era ni una aproximación de cualquier adecuación de las tesis químicas modernas. La tesis del flogisto ha sido sin duda un error: todo químico antes de Lavoisier creía que se refería a algo mientras que en realidad no se estaban refiriendo a nada. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 105 Es opinión compartida que este no es el único gran error sobre las entidades teóricas. De hecho el estudio de los errores de este tipo ha llegado a ser una rama floreciente de la historia de la ciencia4, lo que nos lleva a una ulterior consideración. Si los científicos han trabajado en el pasado con entidades teóricas equivocadas, nada impide pensar que también lo puedan estar haciendo todavía hoy los científicos modernos. Esta consideración simple se basa en el principio de inducción: la presencia de muchos errores en el pasado hace posible que muchos errores se estén dando también hoy. El panorama un tanto siniestro que esta línea de razonamiento presenta explica la definición de «inducción pesimista». Este planteamiento tiene un corolario importante. Una descripción sobre la base histórica de la ciencia lleva a pensar que no todos los términos científicos describen la realidad. Ciertos términos parecen ser sólo puntos de apoyo que ayudan a nuestra capacidad de llegar a una cierta coherencia5. Aceptar esta línea de razonamiento significa poner en cuestión las mayores ambiciones de las ciencias naturales. Esa misma aparece muy diferente del modo en el que a menudo viene representada: no es un discurso universal aplicable en todo momento y en todo lugar. La ciencia llega a ser una actividad intelectual bajo el dominio completo de los «paradigmas». Entonces, se trataría de un discurso que no nos ayuda a descubrir entidades, que hasta el momento de su explicitación estaban escondidas, sino que los científicos vendrían a ser los forjadores de términos que en ocasiones muestran cosas que en realidad no existen. Queda sólo a salvo el principio de observación de los objetos de estudio: la ciencia natural se refiere a fenómenos físicos a los que trata de dar una organización coherente. El desarrollo de este capítulo, sobre el análisis de algunos eventos históricos, nos empuja a redimensionar las expectativas de la ciencia natural. Nos empuja de hecho a mantener que esta no tenga otra función que la organización de los fenómenos observados. Tal convicción no es sin duda una visión que ha sido adquirida sólo recientemente. Desde el pensamiento griego, muchos filósofos han mantenido que la ciencia natural no se deba ocupar de explicar la estructura profunda del mundo sino que más bien de- 4 Cf. Larry LAUDAN, «A Confutation of Convergent Realism». Igualmente aunque un término teórico no tenga una «referencia», puede seguir teniendo un «significado», es decir un significado derivado del papel que posee en esa teoría y en otros discursos realizados a partir de la teoría a la que está ligado. Por eso, el pesimista inductivo mantiene que el término electrón tenga un significado claro tanto en la teoría científica como en la vida cotidiana. No obstante todo lo anterior, sigue considerando que sea cierto, o simplemente sólo más razonable, sostener que el término electrón no tenga referencia. 5 Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 106 ba «salvar las apariencias». Si nos detenemos sobre esta tesis, podremos comprender mejor el razonamiento seguido hasta aquí en este capítulo. 1.4 ¿La ciencia sólo salva las apariencias? Sostener que hacer ciencia quiere decir «salvar las apariencias» significa que la ciencia natural sea un método para valorar y calcular anticipadamente los varios aspectos del mundo, como, por ejemplo, el movimiento de los objetos como las estrellas, los planetas o los proyectiles. Hacer ciencia no es un método para descubrir la estructura fundamental que explique las causas del cambio de ciertos aspectos del mundo y el modo en que acaecen. El caso Galileo puede que sea el ejemplo histórico más claro para mostrar las dos concepciones de la ciencia que se limitan en torno al concepto de «salvar las apariencias». Ya los astrónomos de la antigüedad habían visto que el movimiento de los planetas6 en el cielos era parcialmente retrógrado. Estos cuerpos celestes se mueven a lo largo de una 6 Del griego πλανήτης (‘planētēs’) que significa «vagabundo, errante», alrededor de la tierra el sol y las estrellas trazaban círculos, en cambio estaban las cinco errantes que aparentemente no trazaban esos círculos. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 107 línea, después vuelven parcialmente hacia atrás y después readquieren su movimiento hacia adelante. El movimiento descrito, tomando como punto de referencia las estrellas fijas, es una órbita que forma varias capas. Algunos astrónomos famosos consiguieron métodos ingeniosos para determinar la trayectoria de un plantea a través de las capas que se puede observar, el método más célebre fue el de Ptolomeo (c.100 – c. 178 d. C.). El astrónomo egipcio, en su libro titulado Almagesto, utilizó un instrumento de cálculo hecho con dos modelos matemáticos distintos cuya composición podía determinar la posición de cualquier planeta en todo instante determinado. Los modelos matemáticos se basaban en el concepto de deferente y epiciclo. Por una parte, todo planeta era considerado como un punto que describe una pequeña órbita retrograda cuyo centro se mueve en torno a la Tierra describiendo así, de hecho, una órbita más grande. Por otra parte, todo planeta era considerado un punto que describiría una órbita grande cuyo centro no coincidía exactamente con la Tierra sino que la rotaba alrededor. Ambos métodos de cálculo proporcionaban buenas previsiones sobre el movimiento de los astros y un astrónomo podía usar uno u otro según su parecer. Sin adentrarnos en ulteriores detalles técnicos, está claro que en la base de las observaciones tolemaicas estaba la convicción que el modelo matemático usado no era una imagen de la realidad, sino que era una mera maquinaria para «salvar la apariencias», podemos decir un instrumento de previsión más bien digno de consideración. En el siglo diecisiete, Galileo Galilei se dio cuenta del fundamento teórico en el que se basaba la astronomía tolemaica. En el Diálogo sobre los dos Sistemas del Mundo (aparecido en 1632) discute las dos condiciones del sistema solar contrapuestas, la geocéntrica y la heliocéntrica. Tanto el sistema tolemaico como el copernicano eran presentados como meros instrumentos matemáticos que podían ser acogidos o rechazados en base a su capacidad de simplificar las previsiones astronómicas. En realidad Galileo llegó más lejos. Al Diálogo confió también una serie de observaciones y demostraciones para mostrar al lector agudo que la superioridad del sistema copernicano sobre el tolemaico estaba fundada sobre una mayor simplicidad de predicción. Para Galileo el sistema copernicano consistía en una imagen verdadera de cómo son las cosas. Como es sabido, esta fue la razón por la que la Iglesia abrió una investigación por su cuenta. La tesis Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 108 según la cual el Sol está firme y la Tierra se mueve contradecía algunos pasajes de la Biblia que indican claramente lo opuesto7. La defensa de Galileo, durante el primer procedimiento, fue inteligentemente llevada a sostener que la Biblia no contiene errores sino, más bien, caen en un error aquellos que la interpretan incorrectamente. La Biblia y la Naturaleza, insistió Galileo, son obra de Dios y por esto no pueden nunca entrar en contradicción la una con la otra. La eficacia en la argumentación teológica de Galileo, no correspondía a la eficacia de la argumentación científica, que se presentaba más débil. El centro de la cuestión consistía en considerar el sistema copernicano no sólo como un buen modelo matemático, útil para simplificar las previsiones, sino también como una real descripción de la Naturaleza. El nudo, tenía dos ramificaciones distintas: (a) Galileo afirmaba que el sistema copernicano era más eficaz que los otros sistemas presentes en la época; (b) Galileo afirmaba que el sistema copernicano es una imagen verdadera del mundo. La línea de justificación del primer punto era sinceramente muy convincente. El sistema tolemaico se presentaba como un modelo de previsión que presentaba límites evidentes, dado que no podía dar cuenta de algunas significativas observaciones realizadas con un nuevo instrumento llamado telescopio. El sistema tolemaico, por ejemplo, no podía dar cuenta del hecho que sólo Mercurio y Venus, entre los planetas celestes, mostrasen tener fases similares a las lunares, mientras que el sistema copernicano lo podía hacer. Esto significaba que el sistema tolemaico no podía salvar todas las apariencias, contrariamente al sistema copernicano. La fuerza de la argumentación fue reconocida también por los opositores del científico pisano que se convencieron de que el sistema copernicano era un sistema de previsión netamente mejor. La segunda línea de defensa era mucho más incierta. Galileo necesitaba un razonamiento que probase una tesis mucho más fuerte que la precedente: el sistema copernicano no sólo era el mejor sistema descriptivo, entre los posibles, sino que también era el único sistema absoluto. Debemos recordar cuál era el asunto fundamental galileano. La ciencia natural según Galileo tenía como objetivo el descubrimiento de la estructura profunda de las cosas y no sólo la producción de eficaces mecanismos matemáticos de previsión. Si no hubiese habido otros sistemas astronómicos en concurrencia con el copernicano para explicar las fases de Mercurio y Venus, el astrónomo italiano no hubiera probablemente encontrado resistencias. Desafortunadamente, había otra hipótesis concurrente. Los adversarios de 7 Por ejemplo Josué 10, 12b-13a. El primer ataque contra Galileo fue llevado a cabo por Fray Tommaso Caccini. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 109 Galileo se referían al sistema de Tycho Brahe, otro célebre astrónomo del tiempo, que había propuesto un modelo en el que el Sol tenía un doble papel: era un cuerpo que rotaba en torno a la Tierra, la cual permanecía firme, pero era también el centro de la órbita de los otros planetas del sistema solar, que rotaban en torno a la Tierra en cuanto que rotaban alrededor del Sol. El modelo de Brahe salvaba todas las apariencias: daba cuenta ya de los movimientos retrógrados explicados por Ptolomeo y también de las fases de Mercurio y de Venus explicadas por Copérnico. Pero además mantenía la creencia común según la cual la Tierra permanecía pacíficamente firme sin rotar en el espacio a gran velocidad —idea que estaba en el corazón de la sensibilidad de la opinión pública del siglo XVII mucho más que ahora—. Así, por lo que se refiere a «guardar las apariencias», Galileo debía enfrentarse con el conocido problema de los sistemas equivalentes8. Las dos partes de la controversia eran conscientes que un método seguro de distinción de los dos sistemas consistía en la observación de paralaje estelar, del que hemos tratado en el segundo capítulo. Pero este efecto era tan pequeño que sólo podría ser apreciado dos siglos más tarde con la construcción de telescopios suficientemente potentes para poder descubrirlos9. Galileo fue privado de su prueba más potente. Algunos hombres de la Iglesia, incluso el cardenal Roberto Belarmino, aconsejaron al astrónomo pisano que se moviera con cautela al menos hasta que no estuviese en posesión de pruebas más sólidas. Pero lo que más irritó a Galileo fue que también ellos se adhirieran a la tesis por la que la ciencia debe ocuparse de las apariencias y no de la verdadera naturaleza de las cosas. Estando así las cosas, el enfrentamiento con sus acusadores era inevitable. La figura siguiente es un compendio de astronomía del siglo XVII donde se encuentran seis sistemas. El primero representa el sistema ptolemaico llamado también «sistema antiquísimo». El segundo es el sistema platónico, que es muy similar al anterior pero con el sol mucho más cerca, entre la Luna y Mercurio. La tercera figura es el llamado «sistema egipcio». En este, la tierra se encuentra en el centro del sistema planetario, pero también lo está el sol en un cierto sentido en cuanto a su alrededor giran Mercurio y Venus. La cuarta figura se llama «sistema de Filolao y Copérnico», con el sol en el centro y la 8 El sistema de Brahe no era exactamente equivalente al copernicano, dado que el primero podía prever los cambios de fase de todos los planetas del sistema solar mientras que el copernicano sólo podía explicar las fases de Mercurio y de Venus. La cosa no era decisiva en tiempo de Galileo, también porque se mantenía que los cambios en las fases de un planeta, más allá de verificarse por Mercurio y por Venus, se podría haber observado con instrumentos más potentes que con el telescopio de Galileo. 9 Ya hemos dicho que la primera observación del fenómeno de paralaje fue efectuada por el astrónomo F. W. Bessel, en 1838. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 110 Luna alrededor de la tierra. La quinta figura describe el sistema ticónico, es decir, el sistema ideado por Tycho Brahe con el objeto de preservar la tierra en el centro mientras que los otros cinco planetas tienen como centro de su movimiento al Sol. La sexta y última figura se llama «sistema semiticónico de La Vallltai/one dellejesuita, Teorie Scientifiche 69 Riccioli». Giovanni Battista Riccioli, publicó su libro Almagestum Novum en 1651 y actualizó el sistema ticónico con la introducción de los satélites de Júpiter y Saturno. o o Sistemi del mondo da Edward Sherbume .. Of the cosmical system .. , Londra 1675. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 111 Este episodio en la historia de la ciencia muestra bien cómo aquello que definimos como «ciencia natural» deviene decisivo en ciertas ocasiones. Paradójicamente, la concepción que emerge en este capítulo parece estar en línea con el cardenal Belarmino. En otros términos, si consideramos las teorías científicas que se han sucedido en la historia como meras imágenes del mundo puestas en secuencia sin ningún orden, nos alineamos con la idea según la cual hacer ciencia es salvar las apariencias. De este modo nos alejaremos completamente de Galileo. Una valoración de los eventos históricos que caracterizan la ciencia lleva a concluir que no existe ningún método racional para determinar la preferencia por una teoría cuando existan otras en competición. Para caracterizar todavía más nuestras conclusiones, es necesario recordar que el debate entre las dos concepciones sobre la naturaleza de la ciencia —la de Galileo y la de Belarmino— no se refiere sólo a aquellos sectores de la investigación científica en la que, como la astronomía, la experimentación ocupa un lugar limitado. Se refiere a todas las ciencias, porque en todo ámbito de investigación tenemos a disposición un número infinito de observaciones. Admitamos que los científicos quieran determinar la relación entre dos parámetros cualquiera, R y S. El método de investigación propone obtener un cierto número de observaciones en que R cambie al cambiar S. Después, los científicos se preguntan qué tipo de ecuación matemática pueda poner en relación los dos parámetros. Cuando se encuentre una ecuación que nos proporcione el valor de uno al conocer el valor del otro, entonces el experimento se considera terminado. Si seguimos una postura realista, al igual que Galileo, podremos decir que los científicos han descubierto la relación real entre R y S. Obviamente no todos estarían de acuerdo. Otra serie de observaciones sobre el comportamiento de los mismos parámetros podría demostrar que la relación encontrada no se ha considerado correctamente. Incuso algunos científicos podrían asumir una posición más radical y sostener que cualquier ecuación que encontremos para relacionar dos parámetros nunca puede ser considerada como justificada ya que siempre se refiere a un número finito de observaciones. En definitiva, que debemos resignarnos a razonar sólo en términos de probabilidad. Así, todas las leyes de la naturaleza elaboradas por la ciencia nunca están determinadas en absoluto sino siempre infra-determinadas. Esta incertidumbre parece minar el edificio metodológico entero de la investigación y lleva a muchos protagonistas del debate sobre la ciencia a asumir las tesis de Belarmino y a considerar la ciencia como un mero instrumento de previsión y no un modo de determinar la naturaleza profunda de las cosas. Claramente Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 112 la cuestión de la infra-determinación afecta a todas las áreas de la búsqueda científica. 1.5 Valorar Vamos a resumir la tesis expuesta. Una reconstrucción del trabajo científico desde la base histórica nos ha llevado a suscribir que las ciencias sean instrumentos de previsión. Según esta línea de pensamiento, los diferentes paradigmas que han expresado las diversas concepciones del mundo son inconmensurables, en particular por lo que se refiere a los objetos teóricos y a las consideraciones sobre la naturaleza profunda de las cosas. ¿Es plausible esta tesis? Nos parece que no, porque el sentido común nos lleva a creer lo contrario y el sentido común siempre es portador de un punto de verdad. Sostener que las concepciones científicas no nos han enseñado nada sobre la naturaleza de las cosas contradice la simple intuición que nos muestra que un cierto progreso ha habido y continúa habiendo bajo los ojos de todos. Las calculadoras funcionan, los aeroplanos vuelan y muchas enfermedades son curables; en algún caso han sido también destrozos. Si la imagen científica del mundo no fuese mejorada —no sólo en lo que se refiere a la capacidad de prever sino también en referencia a los mecanismos profundos de la naturaleza que no emergen en una primera observación— ¿cómo explicar el éxito siempre mayor de nuestras teorías? Aquellos que defienden una visión histórica de la ciencia de manera radical como la hemos expuesto, y que no admiten ninguna elección racional entre las diversas teorías en competición, se encuentran con la gran dificultad de encontrar respuestas a este tipo de preguntas. Llegados a este momento de nuestra reflexión parece que hay dos hechos indudables que se contraponen. Por un lado tenemos el hecho innegable del progreso científico, con algunas limitaciones en algunos sectores; por otro lado tenemos el desarrollo histórico de las ciencias que nos obliga a no poderlas concebir como procedimientos abstractos atemporales. En definitiva, si se quiere comprender cómo funciona una ciencia es necesario acercarse a la historia de esa disciplina. El segundo hecho a considerar tiene un peso relevante. Los verdaderos estudiosos de la historia de la ciencia nos invitan a tener en cuenta que el modo en el que la historia se escribe que no es ni neutral ni objetivo. Escribir la historia, en general, es una tarea que presupone elecciones precisas, que determinan el énfasis que se da al trabajo así como al tipo de coherencia con el que se construye la narración. Sería ingenuo pensar que el historiador es un repetidor de todos los eventos ocurridos en un cierto periodo, ya que el número de eventos es potencialmente infinito y convierte en vana todo intento de dar cuenta en una lista exhaustiva. Sabiendo esto, el Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 113 historiador serio expone claramente los presupuestos desde los que parte y las hipótesis de trabajo que le han llevado a enfatizar un periodo concreto en lugar de otro, sin ocultar voluntariamente aquellos eventos que no estarían a favor de su hipótesis de partida. La historia de la ciencia tampoco se sustrae a estos pareceres. La exposición del desarrollo de algunas ciencias que se ha expuesto anteriormente está basado en la búsqueda de los principales errores cometidos en el curso de la investigación científica. A partir de la revelación de tales errores, se ha concluido que una teoría obtiene una formulación en un cierto paradigma y que los paradigmas que se siguen en el tiempo son tan distintos el uno del otro que impedirían cualquier intento de comparación. ¿Pero el uso del material histórico para la reconstrucción narrada ha sido hecho dentro de unos límites racionales? Si bien no es correcto presentar el desarrollo de una ciencia como una secuencia histórica de éxitos, tampoco es adecuado reconstruir la ciencia como una sucesión de errores. La idea de un desarrollo no lineal de las ciencias, es decir, la idea de una secuencia de paradigmas incomparables entre sí, distinguidos por fronteras impenetrables de las revoluciones de los modos de pensar, parece ser excesivamente radical. Los eventos, es decir los errores históricos, que marcan este camino han sido seleccionados ad hoc para subrayar la discontinuidad del proceso mientras que no se hace ninguna mención de aquellos eventos significativos que apoyan el sentido opuesto. La nueva frontera de debate, entonces, consiste en dar la justa importancia al material histórico teniendo en cuenta todas las manifestaciones históricas de una ciencia, tanto las que tienen el sabor del éxito como aquellas que tienen el sabor de la derrota. La esperanza es que una visión más equilibrada pueda recuperar un elemento de continuidad en la historia de la ciencia y pueda individuar también el papel jugado por la razón en el delicado proceso de sustitución de una teoría por otra. 2. Las argumentaciones a favor de la elección racional de una teoría Muchos aspectos de la discusión precedente son apreciables y deben ser innegablemente conservados, y entre ellos, hay ciertamente dos que se deben tener en cuenta. En primer lugar acoger la intuición de que ninguna teoría puede ser tomada en consideración aisladamente. Ninguna teoría puede ser separada de las otras teorías científicas y de las creencias fundamentales en las que está insertada y que determinan tanto el significado de los términos usados como la justificación de las tesis derivadas del bloque teórico principal. Como se mostró en el capítulo anterior, el análisis de la lógica del descubrimiento científico mueve los primeros pasos en las proposiciones generales simples del tipo «todos los cuervos son negros». Pero Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 114 para evaluar desde el interior lo que ocurre en el curso del proceso científico, no es suficiente pararse en las proposiciones generales simples. No es suficiente asumir las teorías singulares como objeto de estudio. La indicación que traemos de la discusión precedente es la de elegir como objeto estudio unidades más amplias como los «paradigmas». Desgraciadamente el significado del término paradigma es muy vago: es difícil establecer cuáles son los límites de un paradigma dado que sus condiciones de identidad no están disponibles. El intento descrito hasta el momento de trazar una imagen de la ciencia desde la historia abre un movimiento que nos permite completar un recorrido de un extremo a otro: los capítulos precedentes restringían excesivamente nuestro análisis al concentrarlo exclusivamente sobre las reglas lógicas que gobiernan las proposiciones generales simples y sus respectivas falsaciones, mientras que la dimensión histórica, trabajando con la noción de paradigma, pierde el aspecto esencial de la precisión debido a la extrema vaguedad con la que se presenta el término mismo de paradigma. Un instrumento conceptual que actuara entre los dos extremos permitiría que la discusión filosófica fuera más equilibrada. La tesis por la que una teoría científica no puede ser concebida aisladamente podría resultar nuestro «caballo de Troya» para encontrar un mayor equilibrio. Hemos visto que ninguna teoría es una isla, en el sentido en que cualquier teoría necesita de otras teorías a ella conectadas que formen los significados de muchos términos aceptados por la comunidad científica. Hay también otro aspecto a mantener. Una teoría se convierte en discutible cuando aparecen hechos que contradicen aparentemente sus previsiones. En esos casos se deben introducir modificaciones en la teoría que permitan eliminar la diferencia entre la teoría de partida y las pruebas que en un primer momento la falsan. Esto se hace con el fin de salvar la teoría primera. El ejemplo de la teoría newtoniana es de nuevo útil. Cuando la teoría gravitacional de Newton fue aparentemente puesta en crisis por las anomalías observadas en la órbita de Urano, se introdujo una nueva hipótesis auxiliar para salvar la tesis de Newton. La hipótesis era que las anomalías fueran provocadas por la atracción gravitacional de un planeta del sistema solar aún no observado. La hipótesis auxiliar se mostró correcta cuando se descubrió el planeta y la perseverancia de los newtonianos fue merecidamente recompensada. 2.1 Falsación metodológica sofisticada e hipótesis auxiliares Al presentar el proceso lógico de falsación se había mostrado lo que algunos llaman la falsación metodológica ingenua es decir un hecho previsto por una teoría que no se verifica invalidaría la teoría: [(t → p) ∧ ¬ p] → ¬ t Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 115 Pero esta forma de oponer un hecho a una teoría rara vez sucede, normalmente se hace uso de hipótesis auxiliares que nos permiten extraer consecuencias controlables de la teoría, pero entonces lógicamente no es tan sencillo: {[(t ∧ h) → p)] ∧ ¬ p} → ¬ (t ∧ h), es decir: ¬t ∨ ¬h Es decir, si no se verifica la consecuencia p, prevista por la teoría más la hipótesis auxiliar, ¿quién falla? ¿la teoría o la hipótesis? Cuando Lavoisier estudiaba los procesos de combustión quería someter a prueba la teoría del flogisto, por eso si “quemo” hierro y se cumple la teoría del flogisto y la ley de conservación de la masa, el hierro quemado deberá pesar menos (ya que se perdería el flogisto): {[(F ∧ M) → H)] ∧ ¬ H} → ¬ (F ∧ M), es decir: ¬F ∨ ¬M En este caso la ley de conservación de la masa estaba más comprobada que la del flogisto y además intuitivamente era más consistente, por lo que se rechazó la teoría del flogisto. El punto que queremos subrayar es que una teoría no sólo es favorecida por otras teorías precedentemente aceptadas que dan significado a sus términos, sino también por una serie de hipótesis auxiliares que la protegen en primera instancia de las anomalías10. Entonces, si queremos comprender el mecanismo de funcionamiento de las ciencias, y si queremos trabajar con los instrumentos teóricos menos restrictivos que la noción de «teoría» y menos vagos que la noción de «paradigma», debemos introducir un término que indique el conjunto compuesto por la teoría más las teorías fundamentales a ella asociadas y las hipótesis auxiliares que desarrollan un trabajo protector. 2.2 Programas científicos de investigación. Imre Lakatos El término muy a menudo usado para indicar tal conjunto es programa científico de investigación11. Un programa científico de investigación a 10 Conviene no confundir las hipótesis auxiliares con las hipótesis ad hoc (“para el caso”). La hipótesis ad hoc se formula para salvar una refutación de una teoría, pretende servir para ese caso concreto y sería difícilmente falsable, imaginemos que hacemos una predicción del valor de la aceleración de la gravedad en un punto concreto, por ejemplo de 9,83 m/s2 y al medir experimentalmente obtenemos 9,82 m/s2 fuera de los márgenes de error y para salvar la situación decimos que hay una fuerza contraria indetectable que frena la caída, esto sería una hipótesis ad hoc. La hipótesis auxiliar es una hipótesis necesaria para probar la teoría, si se pretende probar que «las muertes se producen por contaminación de materia cadavérica» podría introducir como hipótesis auxiliar que «la materia cadavérica se elimina con agua clorada», esta hipótesis auxiliar puede ser falsada. No obstante no siempre es fácil distinguir el carácter ad hoc de una hipótesis. 11 I. LAKATOS, La metodología de los programas de investigación científica. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 116 grandes rasgos se refiere a una serie de teorías ligadas entre ellas que revelan una cierta continuidad de unas con otras. Más concretamente podemos decir que un programa científico investigación consiste en dos partes: un nudo de teorías que son consideradas indiscutibles por los investigadores que trabajan dentro del programa y una cintura protectora de hipótesis auxiliares que explican la razón por la que aquel nudo teórico no puede ser criticado incluso con contra-pruebas evidentes. En el ejemplo histórico precedente, dentro de los confines del programa de investigación llamado newtoniano, el nudo está constituido por la teoría Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 117 de la gravitación y la cintura protectora está constituida por algunas hipótesis, como por ejemplo la del planeta inobservado que es causa de las anomalías en la órbita de Urano. Cualquier otra anomalía hubiera puesto en duda el nudo de la teoría gravitacional y hubiera llevado a un científico newtoniano a buscar nuevas hipótesis auxiliares para dar razón de la discrepancia. Claramente las hipótesis auxiliares que forman parte de la cintura protectora deben ser formuladas del modo más simple para poder ser verificadas. El trabajo del científico, dentro de un programa de investigación, es entonces el siguiente: 1) formular las hipótesis auxiliares más simples y más útiles para proteger el núcleo teórico; 2) verificar tales hipótesis mediante experimentos; 3) cuando se compruebe que las hipótesis auxiliares ya no son válidas, adaptarlas o sustituirlas por otras de modo que se mantenga intacta la credibilidad del núcleo teórico. 2.2.1 Programas progresivos y regresivos Ahora bien, un programa de investigación puede prever una pequeña cintura protectora o una grande. En otros términos, el conjunto de teorías que constituye el núcleo teórico del programa de investigación puede ser fuerte —en el sentido de ser autosuficiente y dar cuenta de todas las observaciones disponibles— o bien puede ser débil —en el sentido de requerir una serie considerable de hipótesis auxiliares más bien ingeniosas para mantener una integridad frente a las contra-evidencias—. El modo en que un programa de investigación se combina con las nuevas observaciones es un buen indicador de su aceptabilidad. Esto comporta que los programas de investigación pueden ser «progresivos» o «regresivos». Cuando las hipótesis auxiliares de aseguración son pocas y fáciles de formular y, más aún, cuando el núcleo es generador de nuevas observaciones empíricas verificables, entonces el programa de investigación es «progresivo». Esto significa que el programa de investigación tiene un amplio consenso en la comunidad científica y es considerado fiable para la inversión en nuevas investigaciones. Si, por el contrario, las hipótesis auxiliares son numerosas y se van complicando cada vez más; si el núcleo teórico produce un número restringido de nuevas previsiones empíricas, el programa de investigación se dice que es «regresivo». Esto significa que pierde lentamente la credibilidad de las comunidades científicas y al final será abandonado en cuanto aparezca un nuevo programa de investigación. ¿Cuáles son las ventajas de una reconstrucción de la ciencia en términos de «programas de investigación científica»? Los componentes más relevantes que estamos tratando de mostrar son dos: 1) el papel específico de la elección responsable desde una base racional en la sustitución de una teoría Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 118 científica por otra; 2) un aceptable grado de continuidad entre las diversas teorías en la descripción secuencial de la historia de la ciencia. El tipo de reconstrucción que estamos elaborando nos parece que incorpora mejor ambos aspectos. Consideremos el primero. 2.2.2 Elección de una teoría desde una base racional Una reconstrucción en términos de programas de investigación científica admite la posibilidad de tener componentes sociales o culturales que determinen el destino de un particular tipo de trabajo científico. Esto es porque un programa de investigación es la unión de las teorías científicas más importantes junto con las hipótesis auxiliares que la protegen. El número de científicos que se dedican a la constitución del cinturón de seguridad depende de factores sociales, ligados en buena medida a las ayudas financieras y a otras formas de presión política. En este sentido, una reconstrucción histórica en términos de programas de investigación no se diferencia demasiado de una construcción histórica en términos de paradigma. No obstante, en el primer tipo de reconstrucción la elección responsable desarrolla un papel muy preciso. Para decidir si un programa de investigación es progresivo o regresivo, no basta sólo con atender a la decisión de las fuerzas sociales. La propia racionalidad, la componente de actor histórico, no se omite. La decisión depende del número de hipótesis auxiliares y de su simple formulación; además, está ligada también a la capacidad de producir observaciones nuevas y verificables. La componente de racionalidad aporte un factor esencial en el progreso o el regreso de un programa. Esta componente racional existe como hecho objetivo, en el sentido de que, incluso en el caso altamente improbable de que todos los científicos se convenzan —supongamos que a través de los medios de información— de que un cierto programa de investigación debe ser abandonado, el programa puede continuar mereciendo el apelativo de progresivo a pesar del parecer unánime en contra. Las exigencias de financiación, los movimientos sociales y las construcciones políticas indudablemente juegan un papel decisivo para mantener vivo un cierto programa de investigación pero no pueden nada respecto a su progresión o regresión. En este sentido, la sustitución de un cierto modo de trabajo por otro diferente no es algo completamente arbitrario, no es una mera “conversión”. Una reconstrucción de la ciencia desde el prisma de los programas de investigación, provee de un importante papel a la elección responsable sobre base racional en el pasaje de una teoría científica a otra. Este elemento deviene así esencial para abastecer una reconstrucción plausible de lo que pueda ser una ciencia. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 119 2.2.3 Continuidad en la sucesión de programas de investigación El segundo aspecto de la precedente discusión que merece ser tenido en cuenta se refiere a la importancia de una cierta continuidad en la lectura de la historia de la ciencia. Este aspecto no se deja de lado en la explicación en términos de programas de investigación científica. Recordemos que la comprensión de los mecanismos científicos mediante el uso de la noción de «paradigma» conduce a un relativismo histórico al considerar la inconmensurabilidad de los paradigmas contiguos. La inconmensurabilidad se excluye en los programas de investigación científica. La secuencia histórica se reconstruye como una progresiva sucesión de programas de investigación, donde aquellos que son progresivos sobreviven y los que son regresivos son condenados a desaparecer. Es importante destacar que la historia no se concibe como una línea compuesta de partes que se van sucediendo con unas discontinuidades nítidas. Nos encontramos ante una concepción mucho más refinada del desarrollo cronológico orgánico que tiene en cuenta la complejidad de cualquier desarrollo histórico. Entender las ciencias como programas de investigación permite concebir la historia misma en términos de una superposición continua de programas de investigación que determinan una absoluta continuidad en toda disciplina a pesar del sucederse de algunos programas que se van agotando y de otros programas en fase de nacimiento. La semejanza que se usa a menudo parangona la continuidad histórica a la continuidad de una cuerda, cuya unidad se da por sus fibras que se superponen, aunque sólo un pequeñísimo número de ellas recorra la cuerda desde el inicio hasta el final12. Para caracterizar la ciencia conviene evitar dos extremos. El primer extremo sería el de una visión ingenua de la misma que la concibe como una acumulación progresiva de depósitos de verdades referentes la mundo. El segundo extremo la presentaría como una sucesión de paradigmas inconmensurables entre los distintos períodos históricos que se suceden. Una reconstrucción de la ciencia en términos de programas de investigación se sitúa así entre los dos extremos e impide que exista tanto un entusiasmo exagerado como un descrédito sobre todos los resultados científicos. El trabajo de muchos grupos de investigación se desarrolla mezclando diferentes técnicas heurísticas, de naturaleza inductiva, verificacionista o falsacionista, con el fin de explicar la relación causal que subsiste entre los datos que percibimos y que se refieren a nuestras peculiares capacidades naturales. Poco a poco, a través de elecciones racionales, la imagen del mundo forjada por las ciencias es edificada de este modo adquiriendo cada 12 La imagen aquí usada no es exactamente igual a la usada por Wittgenstein en su libro Investigaciones Filosóficas, parte I, §67. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 120 vez un grado de fiabilidad. No debemos admitir como correctas todas las tesis científicas pero ciertamente debemos creer firmemente en la corrección de algunas. Entre ellas, existen conclusiones obtenidas de teorías que tienen a su vez la función de salvaguardar otras teorías. Muchas conclusiones, en cambio, son sólo previsiones futuras, cuyo grado de aceptabilidad varía en relación a la caducidad del programa de investigación que las ha generado. 3. Conclusiones El tema de estudio de este capítulo era cómo valorar las distintas teorías científicas y queríamos comprender el criterio por el que algunas teorías son aceptadas y otras son rechazadas. La elección de una teoría pude entenderse básicamente de dos formas: como fruto de una elección racional por parte del científico o como resultado de una elección dejando aparte criterios racionales. La primera parte del capítulo ha desarrollado la concepción de la ciencia que surge siguiendo la segunda forma de valoración de las teorías. Esta forma de abordar el trabajo científico se basa en una reconstrucción de la ciencia basada en lo que de hecho ha ocurrido a lo largo de los eventos históricos y no en lo que debería de ocurrir siguiendo algunos presupuestos lógicos procedimentales. Este modo de reconstruir la ciencia llevaba, de modo desconcertante, a una profunda mutación del paradigma científico ya que el motor de los cambios se pone solamente en procesos sociales que no se pueden expresar en términos de procedimientos racionales (se utilizaba la comparación con una “conversión”). Los diversos paradigmas que servían para formular las diversas imágenes del mundo eran inconmensurables, en concreto lo que se refería a los objetos teóricos y a la naturaleza profunda de las cosas. Hemos viso que esta no es una reconstrucción plausible del funcionamiento de las ciencias, porque las previsiones exactas de una ciencia —es decir, sus éxitos— pueden ser explicadas sólo admitiendo que la mayoría de las afirmaciones referentes a las entidades teóricas sean verdaderas. El modo de entender valorar las diversas teorías teniendo en cuanta criterios racionales ha supuesto la revisión de la lectura relativista de la ciencia que surgía del segundo modo de entender la ciencia, teniendo en cuenta que para valorar una teoría se requiera insertarla en una unidad que incluya otros elementos, así se ha propuesto la unidad que suponen los programas científicos de investigación como mejores que la mera consideración de paradigmas que quedaba muy vago. De este modo se entiende mejor el desarrollo de la ciencia incluyendo una continuidad que no permitían los paradigmas. Tercer borrador, 2016 LA VALORACIÓN DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 121 En un primer momento, hemos llegado a una buena comprensión de cuáles son los procedimientos que se desarrollan en lo que definimos como ciencia natural. Después, la discusión nos ha permitido señalar los puntos débiles y los límites del método científico, de este modo el método de investigación empírica de los datos puede ser utilizado de un modo más eficaz. Conviene ahora interrogarse sobre la calidad de la imagen del mundo que se deriva. ¿Qué dice la ciencia natural sobre la naturaleza de las cosas? Tercer borrador, 2016