El incendio femenino.

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Año 4, Núm. 44, 9 de febrero de
2009
El incendio
femenino.
términos. Ser feminista es tener una postura
política que tiene consciencia de lo que
Derrida llama falogocentrismo, comunión
Dos novelas de fin
de siglo, de
Cristina Rivera
Garza y Francisco
Rebolledo
Carlos Gómez Carro 1
de
los
términos
falocentrismo
y
logocentrismo. Esto es, el predominio de
una perspectiva masculina y patriarcal, no
sólo en la convivencia cotidiana, sino a
través del lenguaje.
En principio, es necesario establecer
las diferencias entre los tres conceptos
aludidos.
En
el
término
“mujer”
se
concentraría la condición biológica, la que
determina la diferenciación básica, natural,
En “Feminist, Female, Feminine”, Toril
del ser mujer frente al ser hombre. En lo
Moi se propone dilucidar acerca de una
proyecta en el término una construcción
típica confusión entre los términos mujer,
social en donde tal concepto se circunscribe
femenino y feminista, pues, a menudo,
a ciertas connotaciones que definen una
piensa, éstos se emplean de manera
serie
indiferenciada. Su necesaria distinción parte
pertenecerían a la condición intrínseca del
del hecho de la aparición del movimiento
ser mujer: humildad, dulzura, modestia,
feminista
servilismo,
que
encuentra
su
foco
de
relacionado con el término “femenino” se
de
cualidades
etcétera.
esenciales
Una
que
construcción
efervescencia a partir de la década de los
cultural que media entre la naturaleza
sesenta del siglo pasado. En él, el concepto
biológica y la determinación falogocentrista
de feminismo (o feminista), si atendemos a
que concibe a la mujer sólo bajo los
su reflexión general, demanda el deslinde de
atributos descritos. No atenerse a ellos,
su diferencia en relación con los otros dos
implica ser ubicada como un ser anormal y
verse sometida a medidas de discriminación
Profesor Titular del Departamento de
Humanidades, de la UAM-A. Profesor del eje
curricular de habilidades comunicativas.
Pertenece al área de literatura mexicana,
conocido crítico literario e investigador. Editor
de Tema y Variaciones, revista monográfica. E
mail: gcc@correo.uam.mx
o aislamiento, de marginación. La cita de
1
Simone de Beauvoir, referida por Moi, es
aquí pertinente: no se nace mujer, se
convierte en mujer (acotación: lo mismo
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debiera señalarse para los hombres). Lo
antipatriarcal
femenino es, pues, una construcción cultural
patriarcal se funda en la inclusión, de
que tiene como finalidad supeditar a lo
entrada, de todos los hombres como lo
femenino ante lo masculino, en donde,
masculino y todas las mujeres como lo
siempre, lo femenino es menos relevante
femenino. Y si Kristeva es importante en
que lo masculino. El feminismo o el ser
esta perspectiva, también lo ha sido para
feminista es una toma de conciencia sobre
Helene
esta condición histórica de supeditación,
deconstrucción
una postura política que implica rechazar no
comienza en el signo mismo, una nueva
sólo la idea de sujeción femenina, sino
significación que impida caer en la trampa
desestabilizar las bases de patriarcado sobre
metafísica del orden patriarcal. En lo
el cual se sustenta la percepción femenina
simbólico encontramos, pues, el nudo
como algo caracterizado como lo inferior y
gordiano a partir del cual se gesta toda
negativo, frente a lo superior y bueno que
discriminación, y el orden patriarcal como
representa el imaginario masculino desde la
discurso dominante. Dentro de ese esquema
perspectiva patriarcal.
de dominio, la literatura se erige como uno
y
antisexistas,
Cixous,
del
para
pues
quien
orden
lo
la
simbólico
Esto implica la revocación de un orden
de los grandes estamentos de lo simbólico,
simbólico, la transformación y apropiación
donde se realiza el arduo combate de los
de un significado distinto de lo femenino
signos femeninos y masculinos.
que no sea la inversión de las cualidades
Podemos observar lo anterior en un par
masculinas en las femeninas y viceversa,
de ejemplos sintomáticos, en dos novelas
sino que, abordando la reflexión propuesta
mexicanas de fin de siglo que constituyen
por Julia Kristeva -quien partiera de la
nuestro presente. En principio, la novela de
propuesta dialógica de Bajtín para gestar el
Cristina Rivera Garza, Nadie me verá llorar
concepto de intertextualidad- de definir ese
(2003),
nuevo orden simbólico a partir de tres
espléndidamente bien escrita, tiene la
propuestas: 1. igualdad de mujeres y
originalidad de invertir las características
hombres en el orden simbólico; 2.
el
típicas con la que son investidos los
rechazo de las mujeres al orden actual en
personajes masculinos y femeninos. Si las
nombre de la diferencia; 3. el rechazo de la
mujeres “deben ser” frágiles, dependientes,
dicotomía masculino y femenino como una
modositas, oscuras, secretas, en la novela de
categoría metafísica. Construir una postura
Rivera Garza, eso es lo que representan los
más
allá
de
ser
una
obra
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hombres. Comenzando por el personaje
sociedad. Después su huida de esa casa, su
principal, Joaquín Buitrago. Narcómano,
huida de la vecindad y la fábrica de tabacos.
fotógrafo fracasado, iluso, melancólico, a la
Su liberación en una casa de citas en donde
deriva. La autora tiene la idea afortunada de
la “diablesa”, mote que le dan, interpretará
que vemos la novela a través de los lentes
con la segunda Diamantina que conoce, una
de las cámaras de Joaquín. Y así como la
versión libre, desprejuiciada, de la Santa de
cámara refleja la luz de los objetos
Gamboa. Matilde había sido educada, como
impresos, los hombres reflejan la luz que
toda mujer decente, para ser una linda
emana de los personajes femeninos: las dos
mujercita, aplicada en los quehaceres del
Diamantinas,
incluso
hogar y en las tareas propias de su sexo.
Alberta, a quien nunca olvidará Joaquín, su
Con eso romperá, dejará de ser mujer sujeta,
luz. Matilde, por supuesto, que también es
para ser mujer libre, una feminista, si
un personaje protagónico, es el motivo
atendemos a su conducta, y nos acercamos a
central de la lente de Joaquín, es el motor de
su práctica. Desde lo que fue de niña hasta
la historia, quien le revela quién es él,
su segundo encuentro con Joaquín, hacia
Joaquín; ella es quien le hará las preguntas
comienzos de los años 20 del siglo pasado,
fundamentales: “¿Cómo se llega a ser un
en La Castañeda, el manicomio de la capital
fotógrafo de locos?” “¿Cómo se llega a ser
de México inaugurado años antes por don
un fotógrafo de putas?”
Porfirio Díaz. Y antes de ese encuentro, en
Matilde
Burgos,
Ella le contará, a su vez, cómo se llega
la casa de citas del travesti la Porfiria,
a la locura y cómo se hace una puta. Y
cuando Matilde ejerce “el oficio más
aunque la historia nos narra la relación entre
antiguo del mundo”, cuando se convierte en
esa loca y el fotógrafo, no es esa la historia
la diablesa.
principal, sino su escenario sobre el que se
─ ¿La ha visto usted antes, Buitrago?
dispersan las otras historias. Matilde niña,
─ ¿A quién?
en Veracruz, entre las plantaciones de
─ A ella. Matilde Burgos.
vainilla,
Joaquín responde que sí. (Rivera
su
padre
dipsómano
(otro
dependiente) y su madre que morirá
Garza, 2003: 35)
asesinada. La niña Matilde, encarcelada en
Déjenlo en la diablesa ─concluyó
casa de su tío Marcos, médico, quien
Matilda. Su triunfo sobre los estudiantes
experimenta en ella sus convicciones acerca
primero y los dos agentes después, la llenó
de la influencia de la salubridad en la
de orgullo y de ahí nació su leyenda.
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Mientras tanto no dejó de abrazar el cuerpo
sin muebles (el “cuarto propio” de Virginia
desnudo, blanco, de la muchacha a quien su
Woolf). Con casi 40 años, amiga y amante
afición por el collar de falsas gemas le había
del joven líder obrero Cástulo Rodríguez, el
ganado el apodo de “La Diamantina”.
primer hombre en la vida de Matilda.
Matilda habría hecho cualquier cosa por
Amante, también, de Joaquín, quien la
volver a pronunciar su nombre otra vez. El
despedirá el último día de su vida en la
nombre. (p. 143)
estación de ferrocarriles de la Ciudad de
Matilde Burgos, la diablesa, la loca, a
México. Quería llegar a río Blanco, nunca
quien un día le pedirá Diamantina Vicario
pudo, asesinada antes de emprender el viaje.
(la primera Diamantina, la verdadera) que
“Quieres casarte conmigo, Matilda ─le
sea su esposa. Matilde quien es capaz de
preguntó Diamantina entre risas mientras
desbordar las diferencias genéricas, ser
inspecciona el piano sin polvo (…) Matilda,
mujer, ser hombre, amar a hombres y
quien
mujeres con la misma fiebre, con la misma
posibilidad, se sonroja sin pensarlo.” (p.
intensidad. Ella que decidirá no ser sino ella
127). Diamantina le enseñará a ser libre.
misma, la loca del pabellón de “las
Diamantina, su amor, su maestra.
tranquilas”
en
La
Castañeda,
nunca
había
pensado
en
la
donde
A las dos, a Matilda y a Diamantina,
terminará sus días. Si la mujer no nace, se
no les importa los roles, masculino,
hace; ella decidió contrariar su condición de
femenino, eso le enseñará Diamantina a su
mujer moldeada por su tío. La mujercita
alumna de piano, clases que el tío Marcos
educada para llevar en orden la casa. Será lo
paga. Diamantina es colaboradora de El
que ella quiera, siempre.
Hijo del Ahuizote, el legendario periódico
Diamantina Vicario. Cuántos cruces
antiporfirista. Comparte páginas con el
en su vida. El encuentro con Joaquín,
grabador Posadas. Diamantina también le
cuando él le pregunta, “¿cuánto tiempo has
enseñará que todo es mentira, que para
estado aquí? ─la voz de la mujer no lo
encontrar la verdad hay que mentir, con una
decepcionó.
sonrisa. En sus fotos frente al piano.
─Toda la vida.” (p. 36)
¿Cómo llega a enloquecer Matilda?
En la calle de Mesones 35 la conocerá
Después de amar a dos personas. A
también Matilde. Diamantina Vicario, en su
Diamantina Vicario que se duplicó en una
vida de anarquista y profesora de piano.
segunda Diamantina, la prostituta con quien
Revolucionaria, independiente, con su casa
representaba Santa en el lupanar de la
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Porfiria. Y después del suicidio de Pablo,
un presente (el Siglo de las luces) y el
Paul Kamảck. Su hombre del desierto, de
futuro (el siglo XX). Rasero (1993) de
Real de Catorce. Como personaje de Borges
Francisco
(“yo le dije que a un gentleman sólo pueden
femenino principal se llama Mariana, la que
interesarle causas perdidas”),2 su afición
será la mujer de su vida para Fausto Rasero,
“son las causas perdidas” (p. 155). De él se
el personaje que da título al libro. Ella será
enamora Matilda, a él lo pierde, como
su epifanía. También en la obra de
perdió a las dos Diamantinas. A Joaquín, lo
Rebolledo, las mujeres son la luz y los
dejó. Ya le había contado su historia, ya
hombres la oscuridad. Una mujer que le
había dejado que su lente la tomara. Ya
encanta hablar en verso, como a Sor Juana,
había compartido con él el luto de
al fin novohispana, situada en el París de
Diamantina Vicario. Sólo le quedaba habitar
Voltaire. Una mujer “para hablar y callar”
un cuarto sin muebles, como el de Vicario,
como describe Tolstoi a su Ana Karenina.
una mente sin recuerdos porque los había
Rebolledo.
Su
personaje
Pero no es una novela feminista,
dejado ir con la explosión que terminó con
quizás
la vida de Pablo en su desierto de Real de
femeninos son la luz que iluminan a los
catorce. Ese cuarto donde se encerraría para
hombres. Pero a pesar de su encanto, se
que nadie la viera llorar.
trata
femenina, pues sus personajes
de
mujeres
gentil,
dócilmente
Qué puede decirse de Diamantina
sometidas al yugo patriarcal, aunque sus
Vicario, sino que su ausencia presente
personajes masculinos no sean dibujados
ilumina toda la novela. Hace que la novela
como autoritarios o que desdeñen las
tenga
femenino
cualidades femeninas, si queremos leerla
encantador. Podría decirse que Cristina
con los ojos de Toril Moi. Es un yugo
Rivera Garza ve a través del lente de
amable, si el yugo puede ser amable.
Joaquín, pero a quien ve es a sí misma en la
Madame Pompadour regentea el palacio de
imagen de Diamantina Vicario, sepultada en
Versalles y domina la política exterior de
una fosa común en el diciembre de 1907.
Francia, más astuta que el mismo rey sol,
un
aire
feminista
y
Como contraste, podemos ubicar una
pero está sometida a ese rey (no es la Isabel
novela que se instala, simultáneamente, en
la Católica dominante de El arpa y la
2
J.L. Borges. “La forma de la espada”.
Ficciones. (1974) Obras completas (19231972). Buenos Aires: Emecé, p. 492 sombra de Carpentier), aunque no deja de
ser una dama de amplia inteligencia y
astucia, además de bella. Y aunque en todas
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las mujeres de Rasero encontramos rasgos
aunque es una mujer que desempeña una
gratos (la nana, la amante esposa de Fausto,
actividad intelectual, sigue a su marido en
la mujer de Voltaire), nos las muestra a la
su aventura española (la herencia que ha
altura intelectual de los grandes pensadores
recibido y que lo permite enlazar con su yo
de aquel siglo, lo cual, de cualquier modo,
del pasado, el presente de la novela, la
dadas las circunstancias históricas, así era.
mayor parte del texto), el hombre mexicano
En Mariana, por ejemplo, encontramos
del siglo XX sigue teniendo un implícito
sueños de libertad, pero tímidos, no es su
comportamiento patriarcal y la mujer lo
anhelo principal, como sí lo es para
acepta
Diamantina o Matilde, los personajes de
factores no evitan que la obra de Rebolledo
Cristina Rivera Garza en Nadie me verá
esté poblada de grandes pasajes literarios y
llorar. Es notorio que en Rasero no existe
que sea una novela ejemplar en su factura,
un conflicto especial de género. El tema no
en su concepción general, como lo es, sin
es relevante, y es muy probable que su
duda también, la novela de Cristina Rivera
autor, Rebolledo, sienta que las mujeres de
Garza.
sin
mayores
problemas.
Tales
su historia las presenta con igual dignidad
Y si bien Rasero es una percepción
que a los personajes masculinos. Aunque,
apocalíptica (El Apocalipsis de San Juan es
insisto, después de leerse a Moi y a Cixous,
la lectura más socorrida por Rasero) acerca
por ejemplo, en la obra de Rebolledo sí
del destino humano, el mismo texto nos deja
podemos registrar un ligero hálito patriarcal,
ver, al situar su escenario principal en el
que se muestra como neutral. Al ser una
Siglo de las luces, en donde la luz de la
novela histórica (aunque no corresponda por
razón se alternaba en la sociedad parisina
completo al esquema propuesto por Menton
con una libertad sexual y sin culpas, como
acerca de la NNH), creo que hubiera sido
no se había dado en ningún otro momento
falso presentar personajes femeninos con
de la historia, y que, por ello, sin esta
una toma de conciencia feminista como
libertad del cuerpo y los sentidos es
quiere Moi, en el siglo XVIII, menos una
imposible aspirar a los más altos valores de
novohispana. Quizás, si hubiera que hacerle
la inteligencia, y que aun más allá del goce
un reproche en ese sentido a Rebolledo,
erótico, en el que se solaza mucho de la
sería el que su Mariana del futuro (que es
obra, se encuentra, como señala Paz en La
nuestro presente, finales del siglo XX), no
llama doble, una llama más intensa, la del
muestre mayores ánimos de independencia,
amor, es en este último aspecto que se abre
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la novela como el único resquicio, la única
Bibliografía
esperanza ante la inmensa capacidad del ser
humano para generar intrigas y la guerra
como política cotidiana. A pesar de ser una
percepción del amor gestada desde una
perspectiva patriarcal (¿el feminismo será
capaz de enseñarnos una visión más alta del
amor?)
Rasero es una novela desarrollada
con
gran
inteligencia,
una
erudición
desbordante, charlas animadas, seductoras y
1. Cixous, Helene. (1976), “The Laugh of
the Medusa”. En H. Adams y L. Searle,
2. Critical Theory Since 1966. Tallahassee:
Florida State University. 308-320.
3. Moi, Toril.(1993), “Feminist, Female,
Feminine”. En C. Belsey y J. Moore, ed.
The Feminist Reader. Essays in Gender
and and the Politics of Literary
Criticism.
4. Rebolledo, Francisco (2004), Rasero. El
sueño de la razón. México: Joaquín
Mortiz.
5. Rivera Garza, Cristina. (2003) Nadie me
verá llorar. México: Tusquets.
verosímiles, entre esos grandes personajes
que aparecen a lo largo del texto. En donde,
más que Rasero, el personaje femenino,
Mariana, representa esa salida al laberinto
apocalíptico que nos propone el texto, en
quien se enlazan y encarnan los valores
supremos de la inteligencia, la belleza, la
sensualidad y el amor. Todo, en un
personaje
emblemático
dentro
de
la
literatura mexicana. Pues es en ese nombre
en el que, en una sociedad católica como la
mexicana, confluyen la pureza virginal de la
madre de Dios con la sensualidad más
acuciosa. Personaje de Juan García Ponce
en su, tal vez, mejor novela, Crónica de la
intervención (donde su Mariana también
tiene un doble) y de un memorable cuento
de Inés Arredondo (“Mariana”), escritora a
quien alguna vez le preguntaban: “¿qué es
la pureza?”, y contestaba: “Algo que sólo
puede incendiarse”.
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