Jki^O'DUOD^OMO. SAADO t6 DE AGOSTO DE 18i6. NUM. 5,620. PBCCIO§ DE gCSCBIClOn. In HAMn>, por un mei II rt. BD PuOTineiii, por idem,francode porle. . . . • i •• W 8a «I ettranjeroipor trimcflre.. . » . S M K»i« periódico le pabüea U>d*< ia> tardet, etctpto o* domingo!. Toda RdaouteioD i la admioiitracioa debe Ttoit (rane* de porte , (in etifo re<¡uiiiiio no lerá admUidi. U ÑnOf P^P171láll7á •n 11A»u*, en Uu ofldnu de'.eite perlMIeo, eaDe de Valrerde, aúm. 6, Ra las PaoTinciAa, en lot pvalot que le anoncUB les tütiOMS dia* de eada nw*. BATMA, M. Le 4stbe. Bvwios, D. Jeté Beiatefui, Fosle's de rinlendeeoe. •Aai.4S( Paauf Mnrto KtptMá, OM de HadklM C' Otnnifchiniti,raeProTenee, sin. IS| PERIÓDICO MONÁRQUICO. progresista, ó se propone, mas Iñeti, crc^r uoa situación nueva^ en que otros pai tidbs tengan igual parlicípacioD, aunque QO ha^a d& llevar en ésa inateria las cosas hft^ el; punto que reclama el bien de la naciou, mas qoe fatigada ya de teorías y de ensayos estériles? Si lo primero, nada'iettdr|a 3ue replicar á \s» exigencias de aquella esaúréjitada fracdon; y ^ k} ^gundo, couveDdrá que desde luego dep(M)ga toda idea de contempoHaaeira con i i ^ advei-sarios: contemporizacioa:que le seria fénesta, y que no lo seria menos para ^1 país. En cuanto á otras ley^ menos ÍBiportañtes, que no solo fueron votadas, sino taiíibien publicadas en forma dursole el Gobierno caído, hemos indicado anterioriáeiite que ^tará en su derecho ú gabinete actual áuspeadiendo su ejebucion, sobre todo cuando lo hace sujetando su proceder M juicio de las Corles. ¿No lia obr&do api tamfcuea el partido progreéstálbi^ Ja ípi:4sidehcia del general Espartbro? Algunos periódíbds anuncian que el Gobierno se propone burnplir én lodáfe siis partes la ley municipal formada jwr la Asamblea constituyente, y que, en boÉiécuencia, se verificarán las respectivas elecciones en setiembre próximo, y ^ reunirán los nuevos ayuntamiento^ al pirinCipiar octubre, con arreglo á la real órd^ espedida por el gabinete disueltofen3 de julio anterior. Por mas fcródito que tids merezcan los diarios á que aludimos , y por más que á alguno de ellos se atribuya especial autoridad on las j)resentes circunstancias, nos asisten graVéfe razones para dudar sobre lá exactitud do iseradjante aserto. ¿Cuál es el espíritu de la legislación municipal formada por los liberales ardientes? Fijémonos ante lodo en la famosa ley volada.en 3 de febrero de í Sl'i, que es, digámoslo así, su trabajo magistral en la materia. Hay que tener muy ei^ cuenta las circttii^hcias en qtie se cdnfeccloüó. El gabinete de aquel tiempo se encontraba en situación muy ciítica. Apurado po'r las célebres notas de los gobiernos francés, austríaco, prusiano y riiso, hábia ar-rojádo el guante por su respuesta de 11 de enero, esperando, aunque sin ol menor fundamentó, que la nación se levantaría on masa contra el ejército francés» cuya venida se reclaiíiaba coU igual entusiasmo y deciáion que lo había hecho contra el de Napoleón I en 1808. Así que aquél ininislerio, en la ley referida, sé propuso resueltamente organizar hh cuerpos municipales en términos qiie , casó preciso, cada uno de éllól pudiese erigirse en gobierno, y obrar con itidepénifen* cía para resistir á los invasores, según ló habían verificado las juntas de la épócá anterior referida. Tal fue el espíritu de la ley de 3 de febrero. Agí pues ha sido censurada general—Mafa— FoUetiD. LOS LEONES DE MAR, POR J. FENIRüORE COOPER. IV. O.irdiner no se equivocaba, porque apenas había acabado de decir estas palabras, cuando Joe compareció en aquel sitio con un sheep'she.ad {t) de! tamaño que Gardiner se babia figurado, y hé ahí cono el diácono cayó en la tentación de hacer nna locura. Llamó, pues, á Joe, y después de haber estado regateando media hora, compró el pez en cuestión en medio dollar. Como María era una notabilidad para guisar estos peces, el diácono convidó á Gardiner á comer para que disfrutara de aquel bocado, que en realidad es esquisito. Pero no se redujo á esto todo. Antes de que el diácono hubiese cerrado su trato con Joe, se presentó en 6l muelle el Rdo. Mr. Whitle con la intención manifiesta de hallar algo que comer. Este ministro se dedicaba con especialidad á andar á caza de comidas, á cuya ocupación dedicaba la mi tad del tiempo que le quedaba libre , que en ur ministro protestante que ni confiesa, ni tiene que (1) Sheep'shead, que significa coneja de corne. ro, es un pez muy conocido en América, aunque po en Francia ni en Inglaterra. visitar á los enfermos, ni ejerce ninguna de las obras de caridad á que atienden esclusívamente los sacerdotes de la única Iglesia verdadera, que es la católica, era la mayor pirte del dia. No queremos decir con esto que aquel pobre diablo no pensase en otra cosa que en comer y en divertirse, como lo bace la mayoría inmensa de sus cofrades, pero eran tan cortos sus honorarios, y se los pagaban tan mal, que no podia proveer sa despensa ni su bodega de un modo conveniente. Mr. Pratt se vio bastante aparado al encontrarse con el Rdo. Mr. Whitle, y á buen segnro que no era lo que le apuraba el que este le pillase con el pez en la mano. Cien veces se habia encontrado con el pastor, que corría de acá para allá con aire inquieto y famélico, en ocasiones en qae el diáco' no llevaba en su carruBje con que saciar por toda una semana á toda la familia del ministro; pero el corazón de Mr. Pratt .no se babia movido nunca á compasión en semejantes circunstancias- Ahora mediaba el que no habiendo asistido al sermón el último domingo, no sabia cómo éscusarse de esta fulta, á pesar de que conocía la gran necesidad que tenia de hacerlo asi. El ministro y el diácono se saludaron maqulnalmcnte, el nao pensando en su falta de asistencia al sermón y el otro en el sheep's head. Por fortuna le ocurrió al diácono convidar á su pastor á que fuera á tomar sD parte de pez, y esta invitación que llegaba tan á tiempo preocupó de tal modo al ministro, que este no hjizo siquiera mención de una cosa tan estraordinaria como la ausencia del diácono durante el meeting de después de medio dia, del último domingo. Los que se reunieron á la mesa en casa de Mr. Pratt, empezando á contar por este, eran María, Roswell, Gardiner y el Rdo. Mr. Whitle. El á María por lo bien que lo habia aderezado; pero aquella joven parecía estar bastante triste. La pobrecilla no habia vuelto aun en si de lá dolorosa impresión que la hablan causado la muerte y el entierro de Dagget; ademas, no podia dejar de pensar en la próxima partida de Gardiner , al cual hubiera querido ver en mejor disposición respecto i sentimientos religiosos, al ir á emprender na viaje tan peligroso. Por el contrario, el pastor y el d i i cono estaban demasiado alegres p&ra ser de ordinario hombres de tanta gravedad y circnnspecion. Roswell Gardiner, cosa sumamente rara en mn iiaarino, no bebía sino agua pura, en tanto que todos los demás la bebían mezclada con ron. —Mucho he sentido, dijo el ministro después de haber dado un buen ataque al aheep'thead, que el último viaje que he hecho al Connecticut no me haya permitido ver á ese pobre hombre que se ha muerto tan de repente en casa de la viuda de White, y el cual, según me han contado , estaba desahuciado desde eiprimer dia. —Esa ha sido la opiaioa del Dr. Sage, contestó á esto el diácono; el capitán Gardiner se ha ofrecido á ir á bascar al facultativo ; pero ¿es posible curar á un marino ni á nadie que tsnga dañados los pulmones? —¡Ah!... ¿conque ese infáliz era marino? Yo ignoraba cuál era su profesión , y siempre habia creído que fuese labrador. ¿Era natural de ÓysterPond? —No, no hay ningún Dagget que no pertenezca al yineyard. La mayor parte de los que llevan este apellido son marinos, y este hombre creo yo que también lo era, á pesar de que yo no sé de isñ boca Dada de cierto sobre el particular, salvo algunas palabras sueltas que se le han escat>ado ea la CÓB- pez «ra esceleate, y todo el tauado camptimentabs yersaci^D que pareoUta iacltoarl4< ^ ^ 9i Los liberales ardientes no cesan de in- que las Cortes de 1854 fuesen conslilu- to de tan prolijas tarcas, la rcsólucioli fuesinuar contra el ministerio formado por el yentes en toda la estension de la palabra, se negativa? ¿O tal vez al prcacribir la iñ|igeneral O'Donnell la acusación de ilegali- calidad que les han negado algunos, afir- yoría la aceptación, la suponía necesaria, dad, porque presumen que disolverá la mando que no eran mas que reformado- negando que él trono fuese Bbrepara emiAsamblea, y que no dará á luz, á lo menos ras: sena claro, no obstante, que ima vez tirla ó no? Si eso sé hubiese querido signisin profundas y esenciales modificaciones, el votadas la Constitución y las bases que ficar. Id supresión de la monarquía sería Código pdítico en ella elaborado. Pero va- acordaron darla por suplemento ó por consiguiente al acuerdo dé ^ae se trata; len tatt poco y son tan inoponunos los ar- parte integrante, han perdido aquel carác- pues Un Rey esclavo de Idi cuerpos colegumentos en que pretenden fundar esos ter preeminente, y entrado de lleno en la gisladores habia de ser, iwn supuesta ja cargos, que ño ha de ser al Gobierno di- categoría de Cortes ordinarias; en cuyo mayor exageración de las máximas parlaficil repelerlos, y conseguir sobre tales ad- caso es indudable que pueden ser disuel- mentarias, una mentira de tal tamaño qiie versarlos, en el campo de la discusión, un tas. Tal es exactamente la situación de la no podría aceptarla nadie, «quiera se bustriunfo no menos lisonjero que el que ha Asamblea desde que hace tres meses, poco case quien fuese capaz de ello entre los mas alcanzado por la fuerza de las armas con- mas ó menos, dio por terminadas sus re- adictos á semejante género de ficciones. tra la Milicia nacional y demás sostenedo- feridas tareas. Así que, en cualquiera "de las dos hipóres de la presidencia del general Espartesis últimamente espuestas, el trono que, Y no solo lo dictan así la rázon y el sentero. con mas ó menos acción, subsiste todavía tido común; sino que este juicio se halla en España, á pesar de los ataques de qué ha también confirmado por el testo espUcito Aunque no muy versados en el nuevo derecho político, entendemos, no obstan- de la misma Constitución que ha hecho la sido objeto, especialmente desde 1854 acá, te, que pasa por inconcusa entre los maes- Asamblea. Hemos citado en otra ocasión para el partido democrático, podrá rechatros de esta ciencia la doctrina de que el los artículos que así los declaran, y no ne- zar el Código formado por la Asamblea; trono puede disolver, siempre que lo juz- cesitamos reproducirlos ahora. Así que, ora porque la aceptación haya sido progue conveniente, los cuerpos deliberantes; las propias Cortes habrán decretado su di- puesta por la mayoría como un acto libre, sin que esta tesis general sufra mas es- solución, si ^l gabinete aconseja á S. M. el ora porque, en el evento contrarío, su cepciones que las admitidas por una ley uso de tal prcrogativa. No tendrán de que acuerdo seria por su propia naturaleza irconstitucional, no solo espresa y termi- quejaise, pues sufrirán la ley á que se litanle y de ningún valor. nante, sino también establecida ¿t priori han sujetado de un modo tan golemne, l^r otra parte; ¿no seria estraño hastia cuando han consignado que cualesquiera lo sumo, y ao repugnaría al sentido común, con todas las solemnidades del caso. Ahora bien; al reunirse la Asamblea Cortes constituyentes, una vez concluida que los miembros de la Asamblea y los creada en virtud del alzamiento de 1834, su tarea constitucional, habrán de seguir, adictos á la Situación anterior exigiesep ¿oxislia en España una ley de semejante si siguen funcionando, en el concepto de al gobierno actual la publicación de esa índole, que impusiese á la Corona restric- ordinarias. ley, que ellos, en el apogeo de su poder y ciones en el particular? Al contrario: así ¿Qué podrán, por tanto, contestar, asi animados como estaban hacía tal obra del la Constitución de 1837, como la refor- los diputados constituyentes como los pe- afecto de padres, no se habían atrevido, mada de l.S'io, declaraban, en términos riódicos de ideas avanzadas, si el actual sin embargo, á sacar á luz, acaso convenabsolutos y sin cortapisa alguna, el dere- gabinete disuelve la Asamblea, alegando cidos de sus imperfecciones y de su ineficho del Rey para disolver las Cámaras razones parecidas á las que se acaban de cacia para producir el bien delpais? ¿Cóclcclivaa. indicar, y poniendo por último conside- mo, después de hifc^er ellos mismos doimir Jírfjo la inílnencia de esta legislación, rando, para remover hasta la mas ligera por tantos meses en los archivos de las que ciertos lioaibres suponen derogada duda de su derecho, los mencionados ar- Cortes esa obra legislativa .tendrían vaioipor el citado proiiunciaaiicnto, pero que tículos de la (jon.ílitucion que aquellos para reclamar del trooí) y del gabinete renadie ha podido probar que en realidad mismos votaron? Nada, en verdad, que cien creado, el planteamiento de sus arlo hubiese sido, ni manifestar satisfacto- merezca ser tomado en consideración, tículos ? riaiuentecómo y cuándo se verificó tal su- ni ser oido siquiera. l^a mayoría de la As.im.Wea y los adicceso; bajo la inilaencia de esta legislación, No habi'á, pues, bajo ningún aspecto la tos al du^ue general" no pudieron ó no decimos, comenzaron su carrera las Cor» menor ilegalidad en el acto de disolver las quisieron elevar su amado Código á la cato^ hoy suspendidas. Es, pues, clara con- Cortes hoy suspendidas. Y ¿la habrá aca- tegoría de ley. ¿Qué habrá, pues, ,que ossaísuencia que no las ampara la garantía so en no publicar la Constitución por ellas tráñai-, si hombres menos interesados y do indisolubilidad que muchos diputados y confeccionada? No es menos claro que lasn- parciales le dejan en el estado de proyeclos periódicos progresistas suponen; y que poco. to, para examinarle nuevamente, en espela mayoría déla Asamblea, al deliberar en Para que hubiese ilegalidad en este pro- cial cuando los ruidosos acontecimientos sentido contrario, nada ha hecho, porque ceder, seria forzoso que la Constitución qua han sobrevenido después de su conseria absurdo aceptarla como jiies y parle existiese ya con todos los requisitos nece- fección hacen dudar, por lo menos, sobre en tal negocio, contra la notoria regla del sarios á fin de Inducir por deber su obser- la conveniencia de que se ejecuten alguna^ derecho que tal prohibe; infringiendo ade- vancia. Demos que la ley conslilucioaal no de sus partes? ¿Acaso los hoinbres de lá mas la otra que exige se formen las leyes exija la sanción, como la exigen las demás Situación caída pretenderán imponer á sui para los casos futuros, no para la decisión leyes, aun en sentir de los constituyentes, sucesores, no solamente las leyes bajo sii de los á ellas anteriores. Ademas; el voto que sin causa plausible han establecido una influencia espedidas, sino hasta los prode la mayoría que nos ocupa no ha mere- escepcion de esa regla general, puntual- yectos que habían trazado? Esto equivalcido la sanción ni aceptación de la Corona; mente en la materia en que parece aquella dría á estender al porvenir el incalificable seria, pues, por esta sola causa, y presmonopolio que en sus dias han hecho de lo cindiendo de toda otra reflexión, comple- mas precisa: en lodo caso, la mayoría do presente, en su propio favor y en el de sus tamente ineficaz para garantir la indisolu- los mismos constituyentes ha dicho que el correligionarios políticos. bilidad del cuerpo deliberante respectivo. nuevo Código no habia de plantearse ni do safir á luz sin la previa aceptación dé S. M. Los prohombres del progreso nos han Más aunque ninguna de estas observa- Ahora bieii; ¿qué responderán, así esa ma- dicho mas de una vez que la ConstitucioU ciones fuera concluyente ni valedera, to- yoría como los periódicos que eran eco su- últimamente elaborada era una fiel espredavía el derecho del gabinete á decretar yo y de la revolución de 18Si, si al pre- sion de sus principios. Ahora bien; el gasu disolución en nombre de la Corona, se- sentar mailana el gabinete O'Doniiell á la binete O'Donnell ¿quiere únicamente conria evidente ó indisputable. Supongamos aceptación del tqono el cuaderno legal, fru- tinuar la situación anterior, esencialmente DE MIWailCIOH. I • m iii I iriii I III III ' mente por sus tendencias escentralistadoras, y por su índole democrática. Publiíiáda en aquellos mommtos de a i ^ í a para el partido liberal, au extótenciano pudo dejar de ser dfímera; y no volvió ¿pon«f se en planta, h a ^ q i í e en prÍQcipios ¿le ^S37 el Grobierno instalado «a virtud de la inairreccion de te Grái^ la restableció por ana r«fil orden. No obstante, los indivicmos de las Cortes á la MZon reunidas fara refcrjnar d Cóái^áé CMz, manifestaaron naaif oüta vekqm no,podía seguir ^ o b servancia-sn introducirse en ^lit mtK^as y esenciales modifici^i^ieii, de las iguales trataron las Cortes sueesivás en 1838 y 1839. Y ni forjnatse en 4840 la nueva ley qiffi dio ocask» al glwmo pronuncianñento dd imsrao año, las frat^icmes naoderada y pro«re»ieta réconocieroa U inoportumdád é inconvenioites de aoaiHar lo» prinoiiMce sobre qué dÉBcacfealto 4a r e ferida <te 4823, limitaiwlo los últimos, ipaiMite iteoirae, su opotición al artíbulo qué réser-vaba el nombramiento de los alcaldes á la Corona ó á loa jefes políticos, según ^ mayor ó menor importancia de 1(M respectivos pueblos. Sin emtergo, la ley do 1823 rigió en el tríoriio entonces inaugurado, y la anarquía de los ayuntamientos fue, como era de esperar, la consecuencia de su dominación. El partido moderado la rechazó en su dia , y publicó otra de tewleneias opuestas, que no es ahora la ocasión de calificar. Mas el alzamiento de 185i trajo en pos de sí la restauración de aquella, y al fin, las bases y la consiguiente ley que se formaron bajo los auspicios del Sr. Escosura, y que durante su ausencia en Valladolitl circuló sancionada por el trono, el Sr. Luxán, que ejercía las funciones del anterior en el ministerio de la Gobernación. Y preguntamos atiora: estas bases y la ley sobre ellaá trazada, obra las unas y 1» otra de la Asamblea consliluyén*.e, cuya disolución, en nuestro juicio, se hace esperar ya deüíasíado, ¿son acaso menos escéniralizadoras en la esencia, y de carácter menos denioCrátlco que la ley <ie 4813? La Comparación entre ellas dirime la cuestión fácilmente. Es verdad que ahora se han corregido algunos defectos de la última; iiias sin embargo, considerada en su conjunto la primera, claro se ve que no ofrece menores inconvenientes ni garaüliza mejor el orden y buena administración municipal, que la ley anterior enunciada. No hay que perder do vista los hábitos contraídos por la viciosa legislación hasta hoy en observancia. Porque ¿qué han sido ios ayuntanaienlos, así de 1840 á 1843, como de 1854 hasta los últimos sucesos? ttán sido eñ realidad unas repúblicas federativas ; cuerpos cujeas deliberaciones, lejos de limitarse á los negocios del ínteres esclusivo de sus administrados, se estendían á los de interés general, versa- -f--' á tieinpo de visitarle alguna vez, al menos en sus últimos momentos; pero no habiendo yo llegado aquí hasta el sábado tuve que prepararme para el sermón del domingo, que es, según parece, el día eii que ha fallecido. —Todos nosotros estamos en manos de la Providencia, (jijo el diácono, y nuestro deber es someternos á lo que ella disponga. A mi modo de Ver, Oyster-Pond es corho u a especie de asilo para los pobres y demás menesterosos que desembarcan aquí los bUíJUes al ir de Este á Oeste, y esto no deja de sernos gtavoso. Estas palabras se decian en un sitio tan favorecido por la Providencia, como cualquier otro punto de aquella fecunda América. Sitio ademas, en donde eri medio siglo apenas se hablan ofrecido ocho ó diez casos de esta natirtaleza, siendo esta vez da seguro la primera que el Sláféono habia gastado un céntimo en socorrer á su prójimo. Pero aquel hombre avaro estaba tan poco acostumbrado á dar, que se asustaba de una eventualidad de esta naturaleza, poco menos que si se hubiera tratado dé su completa ruina. —Hé ahí á Bintlng Jae que liega del puerto preguntando por señor, dijo entrando en la pieza el negro canoso que habia sido esclavo, y qoe ahora era jornalero de la casa. —iBinting Joe!... me parece esciamó Roswell Gardiner riendo á carcajadas, que M vendrá á reclamar su sheep'snead\ si asi fuese, hábria llegado ya ni» pocO larde. —Yo le he dado su medio dollar á Joe, contestó á esto el diácono asustado; ¿me habéis visto pagarle, capiUn Gardiner? —Yo no creo que sea eso, señor; con Joe vienia un estraño que acaba de desembarcar en el mucaquí e, pe."0 ya están aquí los dos. El diácono creía poder faltar asi á la verdad sin inconveniente, creyendo qué nadie habla asistido á sns conferencias secretas con Dagget. Esto era comprender mal el carácter de la viuda de White, creyendo que fuese posible tener nna conversación bajo el tejado de su casa con otra persona, sin que ella supiese con mas ó menos certeza de lo que se trataba. Asi es que la tal viuda no Solamente habia «abido buscar un irinconeito desde donde oir todo lo qae hablaban el diácono y Étt huésped, sino que también habia líecbo un agojerito en la pared, desde el cual ol>servaba todos los gestos y acciones de estos. Si su inteligencia hubiese igualado á su curiosidad, ó (i no hubiese estado convencida de que el diácono pensarla en ella, todo el condado hubiese sab'do el cuento en veinte y cuatro lioras con todos sus pelos y seBales. No tafi solo hubiera contado la buena viuda á todo el que hubiese querido oirio lo de la isla frecuentada por los bueyes marinos, sino que hubiera oido hablar de otras veinte islas favorecidas, y de playas sinnúmero en donde habia enterrados tesoros inmensos. Una sola cosa impidió que la viuda 'hablase en los mismos términos poco ma$ ó menos que acabamos de referir, y esta cosa fue que Dagget no se esplicó con claridad sino una vez, refiriéndose las demás que ella le habia estado escuchando á lo que llevaba dicho anteriormente. Por de^gract» esta vez se encontraba la viuda de While eii oasa de su amiga la de Stonl. Todo cuáútó sabta era, por consiguiente, oscuro, sin ilación, y á veces hasta contra^ctorio; sin embargo tenia lo snácleüte con ello para_estar cavilando y "haciendo comentarlos siete siglos. —És una desgracia para toda criatura humana, dijo el Rdó. WhIte, el nítorlr asi lejos de su easa y de los suyos. Mucho sUat^ no haber yo vn^to