ADIÓS A UN VERDADERO AMIGO Por Raúl Espinoza Aguilera Blog: www.raulespinozamx.blogspot.com El dos de mayo pasado me enteré que un gran amigo mío había fallecido de un paro respiratorio. La noticia me tomó por sorpresa; sabía que estaba delicado de salud, pero no pensaba que falleciera tan pronto. Me refiero al Arquitecto José Tena García, nacido el 25 de mayo de 1933 en Saltillo, Coahuila. Veinte años después, en 1953, pidió su admisión con una entrega completa a Dios en el Opus Dei. Ejerció su actividad profesional con bastante prestigio tanto en el Distrito Federal, como en Culiacán y Guadalajara. Tenía una enorme finura de alma para encarnar el espíritu laical y secular de esta Obra de Dios, fundada por San Josemaría Escrivá de Balaguer el 2 de octubre de 1928 en Madrid, por un querer del Señor, que desde sus inicios tuvo un enfoque de expansión universal. Aunque me llevaba por 18 años, me pedía que le hablara de “tú” y que le tuviera mucha confianza porque era uno de mis Directores en la Obra. Recuerdo sus continuos detalles de cariño y aprecio no sólo para conmigo sino para con todos, sin excepción alguna. Su mirada era afable y afectuosa. Siempre tenía “a flor de piel” su sonrisa cordial y abierta. Habitualmente se adelantaba a preguntarte: “-¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras? ¿Y aquel asunto por el que me pediste que rezara ya se resolvió?” Pepe –podríamos afirmar- era amigo de todas las personas sin importar su condición social, su situación económica o si su trabajo era modesto y sencillo. Sabía interesarse auténticamente por los demás, consolaba al triste, orientaba con una enorme delicadeza, escuchaba con paciencia y, luego, daba atinados consejos. Trataba amablemente desde encumbrados empresarios o brillantes profesionistas hasta el jardinero, los que cuidaban los coches en la acera, su peluquero, su médico, su enfermero, y en primer lugar, a toda la numerosa familia Tena, así como a San Josemaría, su sucesor, el Venerable Álvaro del Portillo y el actual Prelado y a todos los miembros de la Obra, que éramos y seguimos siendo su Familia sobrenatural y a la que quería con toda el alma. Jamás lo oí quejarse de sus enfermedades y achaques. No les daba ninguna importancia porque tenía un celo ardiente por ayudar espiritualmente a todos. Me consta que muchas veces, salió con fiebre o enfermo del estómago para dar una plática de tipo doctrinal, para visitar a un amigo enfermo o cumplir con un deber profesional. Tenía, sin duda, un gran temple y fortaleza como persona. Su empuje era increíble. Hasta sus 80 años continuó trabajando intensamente, no obstante que yo –y muchos de sus amigos- le sugeríamos que disminuyera sus actividades de acuerdo a su edad. Pero, él me decía siempre sonriente: “Sí, estoy cansado, pero no te preocupes. En la Vida Eterna, ya descansaré lo suficiente”. Me pareció muy meritorio que cuando el Papa Juan Pablo II celebró la Santa Misa en Chalco, Estado de México, en mayo de 1990, pidió a los mexicanos una mayor sensibilidad, específicamente por esa zona del Área Metropolitana de la Ciudad de México, que en algunas colonias viven en extrema pobreza. Casi inmediatamente, el Venerable Álvaro del Portillo, quien será beatificado en Madrid, el próximo 27 de septiembre, recomendó vivamente a los Directores de la Obra en México que se iniciaran pronto un par de colegios, como un modo concreto de obedecer al Santo Padre. Pepe Tena fue el encargado de organizar al Patronato fundador y, a los dos años, ese sueño comenzaba a ser realidad. Actualmente hay alrededor de 1,600 estudiantes entre los dos centros educativos, llamado “Educar, A. C.”. Por 12 años trabajé, codo con codo, para colaborar en la formación de padres de familia, profesores y alumnos tanto en su formación académica como en cursos de orientación familiar y para que conocieran, más a fondo, la doctrina de Jesucristo. Pocos años después, cuando se terminaron las obras de reconstrucción de una Residencia de Convivencias en Mimiahuapam, Tlaxcala, invitó a otros amigos suyos a formar un nuevo Patronato para lanzar el “Centro Educativo Mimiahuapam” que abarca la Telesecundaria y el Bachillerato y, de igual forma, ha brindado una gran ayuda a toda esa zona del Valle de Ápan. Solía comentarme los avances y logros de ambas instituciones formativas con un verdadero gozo, entusiasmo y alegría. Poseía un don especial para hacerse amigo de padres de familia, profesores, alumnos. Era muy apreciado por todos. A sus funerales, como es lógico, acudieron muchas personas de estos centros educativos y recuerdo que un sobrino suyo, después de la Santa Misa de funeral, que concelebró el Vicario del Opus Dei para la república mexicana, Mons. Francisco Ugarte, junto con otros sacerdotes, comentó ante sus restos mortales: “Siempre vi a mi tío Pepe como a un verdadero amigo. Si le preguntaba sobre su enfermedad, me pedía que mejor le platicara de mi actividad profesional, de mi familia, de mis preocupaciones e ilusiones. ¡Vivía “volcado” hacia los demás!” Otra sobrina, relató que Pepe era una admirable persona con apertura de mente, flexibilidad y capacidad de dialogar; que siempre respetó sus puntos de vista, aunque sabía que no coincidía con ellos. “Y nuestro trato fue siempre muy cordial”-concluyó. Podría continuar relatando más anécdotas, pero pienso que su vida se podría resumir en que fue un hombre profundamente enamorado de Dios y la Santísima Virgen; por vivir heroicamente su vocación y sacar adelante el Opus Dei y sus apostolados desde sus inicios en México; con una enorme preocupación por ayudar a los más necesitados –como ahora nos pide el Papa Francisco- y una extraordinaria capacidad de hacer nuevos amigos y de cultivar el trato con sus antiguas amistades. Éstos, a su vez, le continúan teniendo una enorme estima y aprecio y me dicen esperanzados: “Ya tenemos a un intercesor en el Cielo y a un gran amigo. Si antes nos escuchaba y ayudaba tanto, ¿qué será ahora que se encuentra ante la Presencia del Señor?”