SANTIFICACIÓN POR JASON HENDERSON Esta y otras publicaciones están disponibles gratuitamente, previa solicitud, poniéndose en contacto con: Zoe Costa Rica Correo Electrónico: CostaRicaZoe@gmail.com O, henderjay@gmail.com Teléfono: +506-2273-3463 2 Esta publicación originalmente fue una serie de mensajes impartidos en Market Street Fellowship en marzo del 2009. Al lector se le solicita que mantenga en mente que este material conserva el formato hablado a lo largo de toda la publicación. 3 4 ÍNDICE 1. S EPARACIÓN 7 2. E L P ROCESO D E S ANTIFICACIÓN 15 3. L A D IVISIÓN 23 DE L A C RUZ 4. C RI STO , L A P UERTA 30 5. V IVIENDO 38 EN LA T IERRA 6. E L V IAJ E 44 7. L A G RAN D IVISIÓN 53 8. B USQUEN L AS C OSAS 9. C RUZANDO EL DE J ORDAN 5 A RRIBA 65 70 6 Capítulo 1 Separación Efesios 5:25-26, “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”. Juan 17:17, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Hechos 20:32, “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”. 7 Hechos 26:14-18, “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”. 1 Pedro 1:3-5, “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. 2 Tesalonicenses 2:13-14, “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante 8 nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. ¿Qué es santificación? Santificación es una palabra muy común en el cuerpo de Cristo, y a la vez, una muy malentendida. La santificación no es un proceso, mediante el cual, el cristiano llega a ser más como Cristo a través de disciplina, esfuerzo o abstinencia de las cosas llamadas no cristianas. No implica dedicarse al Señor, ni a la iglesia. De hecho, la santificación no es algo que hacemos o algo que evitamos, implica ser conformados a la imagen de Cristo. La santificación es el proceso por medio del cual somos transformados, cambiados o conformados a la imagen de la vida del Cristo que mora en nosotros. La mayoría de los libros de teología tienen esto correcto, pero es en el proceso mismo donde muchos se confunden. En la naturaleza del proceso, en la manera a través de la cual esto sucede, en la cuestión del CÓMO, es donde nos encontramos en mucha oscuridad. La santificación tiene que ver con separación. En algunas ocasiones la palabra es, sencillamente, definida como “poner aparte”. Consagración es una palabra que significa algo muy parecido, pero otra vez, ¿qué entendemos de esta separación? ¿De qué somos separados? ¿Cómo sucede esta separación? Pablo dice en Efesios 5:25 que somos santificados en el lavamiento del agua de la palabra. En otro de los versículos que leímos dice, que somos santificados por el Espíritu a través de la fe en la verdad. Se está describiendo lo mismo, pero antes de que entremos en eso, primero vamos a responder la pregunta: ¿De qué somos separados? 9 La Naturaleza De La Caída T. Austin-Sparks escribe: “La caída dio como resultado un embrollo con otra naturaleza y con otro orden. Dicho embrollo se volvió orgánico, por lo tanto, inherente”. Este es un muy breve y muy exacto resumen. No podemos entender la santificación si no entendemos de qué necesitamos ser separados. Como raza hemos caído, hemos caído de algo; caímos de la gloria de Dios, caímos del propósito. También hemos caído en algo; caímos en un embrollo con una naturaleza y un orden que mantiene profundo control sobre nuestra alma y que tiene total jurisdicción sobre nuestro ser. Es imposible describir con exactitud la naturaleza de este enredo. Oír acerca de esto no hace nada, hay que verlo. El hombre siempre ha sido un alma. Esa alma fue soplada en nuestra vasija terrenal el día que el hombre fue creado. Génesis dice que Dios “sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un alma viviente” (2:7). Esta alma, como usted sabe bien, fue creada para ser la morada de Dios, el único y perfecto entorno para que la gloria de Dios habite. El alma era como una esponja (si puede soportar la debilidad de esta analogía), que tenía la capacidad de absorber, cargar, sostener y llevar en sí misma agua pura y limpia, y cuando la esponja cayó de la gloria, no solamente cayó de un balde de agua, sino que cayó en un tanque de aguas residuales y de enfermedad que saturó cada grieta y cada poro de ella. Esto es algo de la naturaleza de la caída del hombre. Es un cuadro del enredo del hombre con todo lo que es contrario a Dios. 10 Jesús dijo en una ocasión: “Ustedes son los que se justifican a sí mismos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones, porque lo que entre los hombres es de alta estima, abominable es delante de Dios” (Lucas 16:15). La palabra “abominable” siempre me ha asustado. Es una palabra muy fuerte, pero no demasiado fuerte cuando la Luz de la vida de Cristo nos muestra lo que somos. A pesar de que objetamos lo contrario y de nuestra total ceguera a la realidad, nuestra alma nace torcida y enredada en una naturaleza y orden que ahora constriñe todo lo que pensamos, queremos y hacemos. Es una naturaleza y un orden que existe sin Dios, y por lo tanto, sin gloria. Es la relación poderosa y abrumadora que Pablo llama “esclavitud al pecado”. Toda ella es resultado de la mentira que creímos en el jardín. La santificación tiene que ver con la solución, con revertir esta situación. Primero que nada, tiene que ver con el hecho objetivo de lo que fue consumado en la cruz. En la cruz de Jesucristo lo primero fue separado de lo segundo, la muerte fue separada de la vida, Adán fue separado de Cristo. Jesús fue levantado de la tierra después de haber entrado en la enfermedad y oscuridad de la humanidad caída, nacido en su culpa y vergüenza delante de Dios y quitado todo eso de la vista de Dios, del campamento de Dios, tal como el macho cabrío del Antiguo Pacto. Es como si hubiera sido lanzado de la tierra, vomitado del vientre de la tierra porque era demasiado justo para ser retenido, demasiado perfecto para permanecer allí. Él tenía que morir en la tierra, pero no podía quedarse allí. La tierra no pudo retenerlo. Después de quitar el pecado de la vista de Dios, Cristo no tenía nada más con ese ámbito, orden ni género. 11 Entonces se fue. Se separó de ese ámbito, naturaleza y orden. Esta es la gloria de la ascensión. Él ascendió para poder llenar todas las cosas. Él ascendió llevando muchos hijos a la gloria. Él ascendió para estar separado para siempre del primer hombre y de la primera creación, y para que nosotros pudiéramos estar separados en Él. Esto es lo que estaba en la mente del Señor Jesús la noche anterior a la cruz. Esto es lo que le dijo a Su Padre en presencia de Sus discípulos: “Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde Yo estoy”. Y luego dijo: “Por ellos Yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad”. “Por esta razón me separo de la muerte, para que ellos puedan ser separados en mí. Por esta razón me he levantado de entre los muertos, para ser la resurrección y la vida para ellos. Por esta razón he quitado lo primero, para aparecerles en lo segundo, sin relación con el pecado para salvación”. ¿Ve la naturaleza de la santificación aquí? En un momento voy a hablar del proceso de santificación, pero el proceso de santificación es sólo la posesión y apropiación del alma de esta realidad objetiva. La naturaleza de la santificación tiene que ver con separación. Tiene que ver con algo que es dejado tan atrás, que es olvidado y deja de tener importancia. De hecho, las cosas pasadas ya ni siquiera vienen a la mente, están tan separadas como lo está el oriente del occidente. Antes de que Cristo se convirtiera en hombre, estaba separado de la naturaleza caída y del orden del hombre, pero vino para crear una puerta. Él hizo una puerta a través de Su muerte. Su muerte es ofrecida a nosotros como nuestra puerta, y dicha muerte se constituye en nuestra muerte también. Si nosotros caminamos en esa muerte y 12 abrazamos todo lo que esa muerte significa, encontraremos la escalera de Jacob al otro lado. Una escalera que llega hasta los cielos, que nos lleva en Él adonde Él está. “Yo estoy en el Padre, ustedes están en mí y yo en ustedes”. El Desenredo Del Alma El Señor Jesucristo cortó entre estos dos ámbitos y estas dos realidades con una espada afilada, y esa división nunca va a sanar, es permanente e inamovible. Todo lo que Dios tiene, todo lo que Dios quiere y todo aquello con lo que Dios tiene relación ahora, está del lado que es representado por Cristo. Me doy cuenta de que Dios tiene relación con creyentes que todavía tienen cuerpos terrenales, pero esos cuerpos no definen la ubicación, la habitación ni la herencia del alma. Usted y yo, nosotros, ahora mismo, hemos sido levantados y estamos sentados con Cristo en los cielos. El lugar donde estén nuestros cuerpos no hace ninguna diferencia. Es el hogar del alma lo que está en perspectiva. Hemos sido santificados como un hecho, como un hecho en la perspectiva de Dios. Sin embargo, nos falta desenredarnos internamente del orden y de la naturaleza de la que Dios se ha desasociado. Estamos en Cristo, no hay duda de eso, pero estamos en Cristo como aquellos que por naturaleza son parte de lo que Dios ha abandonado. Estamos en Cristo, estamos en el cielo, pero estamos allí como los que empiezan el viaje, exclusivamente conscientes del ámbito equivocado. Está el hecho de que hemos sido trasladados del reino de las tinieblas al reino del amado Hijo, y luego, está la separación interna o desenredo del alma de lo que Dios ha 13 abandonado. Está el hecho de que hemos salido de Egipto, y luego, está la experiencia de la salida de Egipto de nuestros corazones. Está el hecho de que Ismael fue sacado de la vista de Abraham, y luego, está la experiencia de conocer a Isaac como el único Hijo. Lo que Dios ha hecho está finalizado y no se puede discutir. Dios ha tomado la esponja empapada de barro y la ha depositado, permanentemente, en un océano de agua viva y pura. Está allí para siempre y nunca estará en otro lugar. No obstante, todavía queda el barro y la cochinada que han saturado cada poro. Los malos hábitos, las malas palabras o el mal comportamiento no son el barro, el barro es lo que usted ha llamado su vida. Es todo lo que usted siempre ha sido, conocido, pensado y querido. Es tanto lo que usted desea como la razón por la que lo desea. Es usted, lo que su alma ha llamado el “yo”. El barro es el residuo de la naturaleza y del orden que se asocia con usted mismo. Es necesario que haya una purga completa, borrar y darle muerte a todo lo que no es agua, en este océano de agua viva. Esto nos lleva al asunto de cómo funciona esto. 14 Capítulo 2 El Proceso De Santificación ¿En qué consiste el proceso de santificación? ¿Cuál es el método? ¿Qué tipo de jabón podría realmente purificar la consciencia humana? Así es como Hebreos llama este proceso, “purificación de la consciencia”. No sólo resuelve el problema de una consciencia culpable, sino que cambia, permanentemente, aquello de lo que usted está consciente. Quita de usted su consciencia de lo que quedó antes de la cruz. Purifica su consciencia para que corresponda a lo que Dios conoce y ve. Entonces, ¿qué tiene el poder de borrar de nuestro corazón una vida y una realidad totalmente falsas? Sólo una cosa, la Palabra viva de Dios. La Verdad. Es la Verdad la que nos lava de todo lo que es la mentira. Es la Verdad la que quita de nosotros lo que no tiene lugar en Dios. El Espíritu De Verdad Pero, ¿qué es la Verdad? Poncio Pilatos hizo esta pregunta hace 2000 años. Jesús no le contestó, porque la 15 respuesta no se encuentra en las palabras. Jesús no le contestó, porque Pilatos estaba mirando la Verdad y aún así no podía verla, y las palabras no resolverían ese problema. La Verdad puede ser descrita por palabras. La Verdad puede ser descrita por las páginas de su Biblia, pero las palabras no pueden contener la Verdad. Aplicar las palabras a su vida es inútil y sin sentido. Las palabras verdaderas nunca santificarán su alma. La Verdad es la comprensión del alma, de Cristo nuestra vida. La Verdad es la persona, el lugar, la vida y la realidad de Cristo dada a conocer por el Espíritu. La Verdad tiene que ver con poseer interiormente, por revelación, la obra consumada de Cristo. La Verdad implica la realidad de dónde vive Cristo, de qué es Cristo, de cómo ve Cristo, y si le permitiéramos al Espíritu de Dios que nos muestre esta verdad, habitaríamos y permaneceríamos en Cristo. Seríamos apartados, separados, santificados en la Verdad. Padre, “...santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad... Y por ellos Yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad”. La santificación es cuando el Espíritu de Verdad nos guía a toda verdad y nos separa de todo lo demás. ¿Sabía usted que para los que han nacido de nuevo todo lo que no sea la Verdad es la mentira? ¿Ha enfrentado eso? ¿Ha enfrentado usted el hecho de que una vez que ha nacido de la Verdad, la ignorancia de la Verdad es aceptación y acuerdo con la mentira? Algunas personas me han dicho: “¿Cuál es el gran problema de que un cristiano no conozca la Verdad? ¡De todos modos, todos vamos a ir al cielo y estoy seguro de que ahí lo resolveremos!” Dejando de lado los problemas teológicos de esta afirmación, la pregunta pasa por alto algo muy serio. Rechazar la Verdad es preferir 16 la mentira. La ignorancia no es dicha, la ignorancia es muerte. La ignorancia es contradecir a la Persona y el propósito de Dios. La ignorancia en un cristiano es una aventura amorosa con la mentira. Si nosotros no crecemos en la Verdad, la ignorancia es sólo otra cara de la rebelión. “No, gracias, Dios, nosotros tomaremos nuestra herencia en este lado del Jordán”. Y Dios responde: “No hay herencia ahí, salvo en su imaginación que está establecida en oposición a Mí”. Esta es la razón por la que debemos seguir plenamente al Señor, como Josué y Caleb. Debemos seguir al Señor con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, y permitirle que nos muestre lo que es real y que nos muestre la Tierra. Usted no puede detenerse en el camino. Es decir, por supuesto que puede, pero detenerse en el camino es aferrarse a algo que ni siquiera es real. Es preferir la ignorancia antes que la Verdad. Es rechazar la realidad en pro de una fantasía muerta. Al igual que Abraham hace miles de años, el Espíritu de Verdad nos conduce a una tierra que debe ser revelada. Abraham, “Vete de tu tierra, de entre tus parientes, y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré”. La santificación es cuando el Espíritu de Verdad nos escolta a esa tierra celestial, y todo lo que hemos llamado tierra, parientes y casa del padre es olvidado y abandonado. Todo lo que era parte de lo que éramos, de donde estábamos y a lo que pertenecíamos tiene algo que ver con la herencia de Abraham. Ya nada de eso era verdad para él, y todo tuvo que ser lavado de su alma para que pudiera ver y recibir la herencia. 17 Abraham no poseyó nada a través de una herencia natural. No poseyó nada mediante esfuerzo natural, visión natural o asociación natural. Él trató de llevar a su padre, trató de llevar a su pariente Lot, trató de crear la simiente de la promesa a través de Ismael, pero Dios no le permitió a Abraham heredar algo de la tierra. Dios lo había separado para una herencia celestial. Cuando Abraham llegó a la tierra no había nada. Hubo discusiones con los lugareños y un hambre que lo hizo huir a Egipto. No había nada en la tierra para él de acuerdo a la vista. Según sus ojos naturales no había nada ahí para que él poseyera. Oímos el llamado del Señor a Abraham una y otra vez: “Alza tus ojos, Abraham, y mira. Alza tus ojos. No verás, y no podrás ver, Mi herencia si tus ojos están viendo para abajo. Es una tierra celestial, es una herencia celestial. No podrás heredar Mi promesa a menos que seas separado de todo lo que estaba antes. No experimentarás Mi herencia hasta que seas separado para ella, hasta que seas santificado por fe”. Podemos ver esta realidad en la siguiente historia: Génesis 13:5-15, “También Lot, que andaba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. Y la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar. Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra. Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. 18 ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda. Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a Sodoma y a Gomorra. Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán; y se fue Lot hacia el oriente, y se apartaron el uno del otro. Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera. Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”. Aquí está Abraham siendo santificado por fe en tipo y sombra. Fue puesto aparte, fue separado de lo que había llevado con él para que pudiera ver lo que había delante de él, para que olvidara lo que quedaba atrás y poseyera lo que la fe podía ver. Traigamos esto ahora a su contraparte en el Nuevo Testamento. Recordemos las palabras de Cristo a Pablo en el camino a Damasco, y vea si puede oír esta misma realidad, esta misma historia en las palabras de Jesús a Pablo: 19 Hechos 26:15-18, “Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquéllas en que Me apareceré a ti. Te rescataré del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales Yo te envío, para que les abras sus ojos a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en Mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados”. (NBLH) Y recordemos las palabras de Pablo a los efesios cuando iba a dejarlos: Hechos 20:32, “Ahora los encomiendo a Dios y a la palabra de Su gracia, que es poderosa para edificarlos y darles la herencia entre todos los santificados”. (NBLH) Esto es lo primero que le dijo Jesús a Pablo: “Pablo, hay una herencia, es la verdadera posesión de la tierra celestial. Tiene que ver con venir a vivir adonde estoy, con ver como Yo veo, con experimentar todo lo que soy y tengo. Pero al igual que tu antepasado Abraham, esta herencia no se posee por vista. Te estoy enviando para que ayudes al pueblo a levantar los ojos. Te estoy enviando para que proclames esta herencia a los que serán santificados por la fe en Mí. Pablo, cualquier cosa que sea ganancia para ti, la contarás como pérdida. Pero por la fe poseerás una mejor 20 tierra, por fe poseerás una tierra celestial y te hallarás siendo ciudadano del cielo”. ¿Puede ver esta realidad de ser santificado por fe, de ser santificado en la Verdad? ¿Puede ver que es la Verdad la que lo pone a usted aparte en su tierra celestial? Es la Verdad la que quita la tierra de su corazón y lo hace un ser celestial; la Verdad de Cristo revelada por el Espíritu mismo. Fue así como los apóstoles vivieron en los cielos, aún cuando sus vasijas estaban ligadas a la tierra. Fue así como Cristo pudo permanecer en Su Padre, aún cuando caminaba por las ciudades de Israel. Fue así como Pablo se contentó en cualquier circunstancia natural que estuviera; estaba contento de vivir en su cuerpo, o contento si su vasija terrenal era tomada de él. “Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.” ¿Entiende usted que se posee la herencia en la medida que comprendemos la verdad en el alma? Todo lo que es Cristo es suyo para heredar, y sin embargo, a nada de lo que es Cristo tiene acceso o puede poseerlo o heredarlo sin fe. Usted es apartado para el universo de Cristo cuando la Verdad lava un hombre y revela Otro. No sé si estoy comunicando bien cuán grande es esto. ¡Es grande! ¡Es todo! Jesús le dijo al Padre: “Padre, todo lo que tengo es de ellos. Todo lo que soy es de ellos. Mi gloria es de ellos. Mi amor es de ellos. Mi herencia es de ellos para compartir. Es más, ellos son co-herederos conmigo. Padre, no oro que ellos sean sacados del mundo, no es eso lo que necesitan. Sólo oro que ellos sean santificados en la verdad”. Es triste que muchos en la iglesia estén esperando ser sacados del mundo para experimentar la herencia. Muchos 21 han proyectado al futuro estas realidades presentes que son poseídas por fe. Debido a que no tenemos acceso a ellas por vista ahora, asumimos que tendremos acceso a ellas por vista después, pero es mentira. Nunca tendremos acceso a Cristo por vista. Tenemos acceso a Él por fe ahora y siempre. Tenemos acceso y experiencia de la gloria de Jesucristo por fe. Terminemos leyendo los últimos versículos de la lista al inicio. 2 Tesalonicenses 2:13-14, “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. 22 Capítulo 3 La División De La Cruz Cada vez que usted hable de la obra de la cruz, tiene que tener en cuenta dos realidades. Primero que nada, está la que a menudo llamamos la obra objetiva de la cruz; la perspectiva de Dios, Su entendimiento de lo que ha logrado una vez y para siempre, a través de la muerte, sepultura y resurrección de Su Hijo. Y luego, NO además de ésta, sino como resultado de ella, está la experiencia personal y subjetiva de lo que Dios ha logrado mediante la cruz. Esa experiencia personal y subjetiva opera en usted, únicamente y siempre según la medida de luz que brilla en su alma. En otras palabras, Dios ha logrado algo, ha terminado algo que es una realidad fija, inflexible e inmutable. Sin embargo, sólo en la medida que ese logro sea revelado en usted, sólo en la medida que Su gran ejecución (Cristo crucificado, sepultado y resucitado) sea revelada en usted por el Espíritu de Verdad, usted y yo tendremos una experiencia interna o comprensión de ella. El hecho 23 objetivo está establecido ante los ojos de Dios. La experiencia subjetiva opera en nosotros en la medida en que veamos con los ojos de Dios, conozcamos con Su mente y caminemos en Su luz. En pocas palabras, al igual que la tierra prometida en lo antiguo, lo que Dios ha dado tiene que ser poseído por fe. Con esto en mente podemos entender algo de la santificación. Como ya hemos dicho, la santificación tiene que ver con una separación permanente, tiene que ver con una gran división, y esta división es, primero, un logro, una realidad inflexible en la mente de Dios. Luego, esa división, esa separación llega a ser una realidad imparable en nuestras almas, según crecemos y experimentamos Su mente. Pero, de nuevo, primero es algo que Dios ha logrado. Vea lo que dice T. Austin-Sparks acerca de esta gran división: “Dios dice: ‘En el momento que volví mi rostro de Mi Hijo en la cruz, le cerré la puerta para siempre a la raza de Adán. Abandoné la raza de Adán para que no tuviera ninguna oportunidad de ser aceptado por Mí o de entrar en Mi propósito’. [Ahora] todo lo que Dios tiene que decirle a la raza de Adán es: ‘Hay que nacer de nuevo’”. Este juicio, este gran abandono fue consumado por la cruz de Jesucristo. Cuando Cristo dijo: “¡Consumado es!”, Dios trazó una línea y dijo: “Me he separado, me he apartado de ese ámbito, de esa realidad y de ese hombre para siempre”. Eso no quiere decir que Dios nunca afecte o intervenga en la creación natural. No quiero decir que Dios nunca vaya a dar dirección en una decisión o sanar un cuerpo enfermo, pero Él ha terminado Su relación con ese ámbito y con ese hombre. Dios lo ha juzgado y sacado de Su campamento, ha levantado una frontera que divide para 24 siempre entre lo primero y lo Segundo, lo viejo y lo Nuevo, lo Vivo y lo muerto, la Luz y las tinieblas, Adán y Cristo. Nosotros somos por naturaleza parte de lo que Dios ha abandonado. Nosotros somos por naturaleza partícipes de lo que Dios ha condenado. Por eso Cristo dice: “El que cree en Él, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado…” (Juan 3:18). Juan el Bautista hace eco de esta misma verdad diciendo: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:36). Pablo dice que nosotros somos por naturaleza hijos de ira. (Efesios 2:3) Confío en que hayamos visto estas cosas antes, pero dudo que nosotros nos quedemos quietos y miremos este límite, esa línea de demarcación lo suficiente, para que la magnitud de ella nos golpee con toda la fuerza. En otras palabras, no creo que soportemos ver mucho tiempo cuán severo es esto. Normalmente, no queremos ver toda la extensión de lo que Dios ha dejado atrás, porque verlo demandaría una respuesta que no estamos listos a dar. Arriba Y Abajo Cuando hablamos de santificación, hablamos, en primer lugar, de la magnitud de lo que Dios ha separado de Sí mismo. Ahí es donde nuestro entendimiento de la santificación inicia, y continúa con nuestra experiencia de dicha separación. Empieza con un reconocimiento dado por el Espíritu de cómo ha divido Dios un universo de otro, el universo de Adán del universo de Cristo. Hay un término 25 bíblico para cada uno de estos universos: Uno se llama “arriba” y el otro se llama “abajo”. Como usted sabe, la Biblia utiliza estas dos palabras con poca frecuencia. Jesús dijo cosas como: “Ustedes son de abajo, Yo soy de arriba; ustedes son de este mundo, Yo no soy de este mundo” (Juan 8:23). Juan el Bautista dijo: “El que procede de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, procede de la tierra y de la tierra habla. El que procede del cielo está sobre todos” (Juan 3:31). Pablo dijo que “...la Jerusalén de arriba es libre; ésta es nuestra madre” (Gálatas 4:26). También dijo: “Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba” (Colosenses 3:1). Santiago dijo: “Esta sabiduría no es la que viene de arriba, sino que es terrenal, natural, diabólica” (Santiago 3:15). Desafortunadamente, nuestras mentes son, por lo general, rápidas para “carnalizar” estos términos. Oímos las palabras arriba y abajo, y de inmediato pensamos en dos ubicaciones físicas, geográficas. Los términos arriba y abajo no se refieren a lugares físicos, sino a dos naturalezas, vidas, ámbitos u órdenes opuestos y contrarios. Rabon Byrd dice: “Arriba no es sólo donde está Cristo o hacia donde nos lleva, sino QUIEN es. Si arriba denota la naturaleza misma de Cristo, entonces la palabra abajo habla de la naturaleza del hombre. Quiero que veamos que arriba es Cristo, nada más, Cristo todo y en todos, y que abajo es el hombre, nada más”. Estos son términos que se relacionan con una naturaleza y un orden de realidad. Abajo, la naturaleza es adámica y el orden es el sistema de realidad natural. El hombre adámico es gobernado en todas las cosas por la ley del pecado y muerte. Esta es la naturaleza del hombre 26 caído. El orden de abajo es gobernado por leyes, sistemas y estructuras creadas para el hombre natural. Abajo no es un lugar, es un estado de ser, un tipo de ser, un tipo de realidad que se resume en la palabra “Adán”. En cambio arriba, es la naturaleza y el orden de Dios en Cristo. Tal vez ustedes no estén acostumbrados a pensar en Cristo de esta manera, pero Jesucristo es más que un ser individual. Por supuesto, Cristo es el único e individual Hijo de Dios, y por supuesto, es la Persona que vino como hombre y fue crucificado, sepultado y levantado. Pero también es la vida, ámbito y naturaleza a donde nosotros llegamos a vivir. Como tal, Él es un universo de verdad, pensamiento, realidad, orden y amor que cumple todos los tipos y sombras, y se convierte en la sustancia de todas las promesas y bendiciones que tienen que ver con nuestra herencia. Cristo es la tierra a donde llegamos a vivir, la tierra que es arriba, la ciudad que es arriba, la habitación celestial. En la encarnación Jesús descendió, es decir, vino al mundo de abajo, pero eso no implica que viajara alguna distancia. No significa que viajó de un lugar a otro. ¡No! Él descendió cuando tomó la forma del hombre. El viaje no fue de una ubicación a otra, sino de un género a otro. Él descendió cuando se convirtió en humano y vino al mundo de abajo. No sólo porque quería perdonar, no, es mucho más grande que eso. Los pecados son tratados a través de la cruz, pero la cruz es mucho más grande que la manera de lidiar con los pecados. Él descendió para llevar en Sí mismo el final de ese hombre. No un final físico, sino uno judicial. Pablo dice que Cristo se convirtió en el “último Adán”. Él tomó todo ese árbol, todo ese género y lo llevó a una separación judicial 27 y eterna de Dios. Esta es la separación que estoy tratando de hacerle ver. Por eso Cristo clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Él llevó el ámbito de abajo a un juicio, a una separación. En la resurrección Él no restaura la tierra o al hombre adámico a la presencia de Dios. La resurrección no es el retorno de Adán o la redención del primer hombre. ¡Sólo Cristo fue resucitado! Esta resurrección de entre los muertos es mucho más de lo que usualmente damos por sentado. Cuando las Escrituras hablan de Cristo resucitado de entre los muertos, no sólo se refieren a que Cristo recibió Su vida de nuevo o a que regresó vivo, sino también a que en Su resurrección y ascensión Él dejó el mundo de abajo y volvió arriba. Regresó arriba habiendo establecido una frontera eterna con sólo una puerta cubierta de sangre. En la cruz de Jesucristo, Dios trató con el hombre natural en el Israel natural y bajo el pacto natural. Él había tolerado su desobediencia, incredulidad y rebelión desde el día que los llamó de Egipto. Los había tolerado por mucho tiempo, y ahora, en justicia total, los desechó. Romanos 3:23-26, “Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios. Todos son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su sangre a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús”. 28 Después de haber tolerado la rebelión y la corrupción del primer hombre, Dios lo rechazó y separó para Sí uno nuevo, Cristo, las primicias de entre los muertos. Cristo, la cabeza de un nuevo cuerpo corporativo. Cristo, el Primogénito de una nueva semilla, de un nuevo género. Cristo fue levantado de la tierra, ascendió, se santificó a Sí mismo para que nosotros pudiéramos ser santificados en Él. Dejó la naturaleza, orden y ámbito que es llamado abajo. Se levantó al lugar donde estaba antes y trazó una línea, un límite permanente que demarca las fronteras de la relación de Dios con el hombre. Dichas fronteras son las fronteras de la altura, profundidad, anchura y longitud de Cristo. Esta es la tierra celestial donde nosotros podemos morar, este es el lugar, persona, naturaleza y orden al cual somos invitados. Cristo, todo y en todos. 29 Capítulo 4 Cristo, La Puerta Cuando Cristo ascendió, aunque dividió para siempre lo primero de lo segundo, abajo de arriba, dejó una puerta abierta. Dejó una puerta con sangre en ella para todo aquel que quiera ascender con Él, pero esa puerta está resguardada por la cruz. La puerta está resguardada por un querubín con una espada de fuego. ¡No se puede pasar por ella y vivir! No obstante, los que mueren Su muerte son libres para ascender. Aquellos que lleven en sí mismos la muerte de Cristo son llamados arriba a una vida celestial, a un lugar celestial, a una naturaleza celestial, todo lo cual es Cristo. Juan 1:47-51, “Jesús vio venir a Natanael y dijo de él: Ahí tienen a un verdadero Israelita en quien no hay engaño. Natanael Le preguntó: ¿Cómo es que me conoces? Jesús le respondió: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú 30 eres el Rey de Israel, respondió Natanael. Jesús le contestó: ¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás. También le dijo: En verdad les digo que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre”. En el libro de Apocalipsis Juan el apóstol escribe: Apocalipsis 4:1, “Después de esto miré, y vi una puerta abierta en el cielo. Y la primera voz que yo había oído, como sonido de trompeta que hablaba conmigo, decía: Sube acá y te mostraré las cosas que deben suceder después de éstas. Al instante estaba en el Espíritu y vi un trono colocado en el cielo, y a Uno sentado en el trono”. Estoy tratando de fijar en usted la realidad de lo que significa ser santificado, separado para Cristo. No es, meramente, un asunto de devoción. No es disciplina, esfuerzo o celo. Tiene que ver con otra Vida que vive, otro lugar donde se está, otro orden que gobierna, otra naturaleza que se aprende. Todo esto es Cristo. Cristo es la Vida, el Lugar, el Orden, la Naturaleza. ¡Es el universo de Cristo, muy por encima de la tierra abajo! Es la Montaña de la herencia de Dios, la Tierra de Su elección, la Ciudad del gran rey. Es Cristo resucitado, ascendido, santificado, separado. Él nos invita a subir desde el cielo. Nos llama con Su más alto llamamiento desde el cielo. Nos declara ciudadanos con Él, coherederos, desde el cielo, y desea que poseamos esta Tierra por fe. 31 Él nos diría hoy: “Iglesia, alza tus ojos desde el lugar donde estás ahora. Has sido vivificada, levantada y sentada con Cristo en los cielos. Alza tus ojos. Permite que el Espíritu de Dios abra los ojos de tu entendimiento, haga brillar la Luz de vida en tu alma. Mira hacia el norte, el sur, el oriente y el occidente, mira esta gran tierra, esta inescrutable herencia que es llamada Cristo. Alza tus ojos, porque te la he dado hasta donde puedas ver”. Recuerde la experiencia de Abraham que Dios usó para pintar este cuadro para nosotros, exactamente la misma historia. Leamos parte de ella otra vez. Génesis 13:14-18, “Y el Señor dijo a Abram después que Lot se había separado de él: Alza ahora los ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte, el sur, el oriente y el occidente, pues toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu semilla para siempre. Levántate, recorre la tierra a lo largo y a lo ancho de ella, porque a ti te la daré. Entonces Abram levantó su tienda, y fue y habitó en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y allí edificó un altar al Señor”. Estoy tratando de describir algo de la división establecida entre lo que es llamado abajo y arriba, y estoy tratando también, de colocar el escenario para que nosotros veamos algo de la grandeza de lo que las Escrituras llaman el “llamamiento de lo alto de Dios en Cristo Jesús”. 32 EL LLAMAMIENTO DE LO ALTO ¿Cuál es su llamado? Los cristianos hablan de su “llamamiento” todo el tiempo. Desafortunadamente, usamos muy a menudo esta palabra para referirnos a papeles personales e individuales en la tierra o en la iglesia. Y, aunque sí existen funciones y papeles en la iglesia, estos no constituyen el verdadero llamamiento de una persona. Pablo, por ejemplo, fue llamado apóstol por el Señor, pero Pablo nunca habría considerado el apostolado como su llamamiento. La función específica de Pablo en el cuerpo del Señor tenía un nombre, “apóstol”, y él funcionó en ese papel. Sin embargo, si usted le hubiera preguntado a Pablo sobre su llamamiento, él le habría dicho: Filipenses 3:12-14, “No es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del llamamiento de lo alto de Dios en Cristo Jesús”. Y luego añade: Filipenses 3:15, “Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios”. 33 ¿Qué significa la frase “llamamiento de lo alto de Dios en Cristo Jesús”? Precisamente lo que hemos estado diciendo. Es la invitación del Señor a nuestra alma a vivir en los cielos en Él. Es la perpetua invitación de Aquel que ha ascendido para que nosotros ascendamos con Él, para que seamos hallados en Él, para que a habitemos (en nuestra comprensión, en nuestra consciencia) donde Él habita, para estar con Él donde Él está. Es cierto que nosotros ya hemos sido trasladados en Él, es un hecho espiritual, es un hecho en la perspectiva de Dios. Pablo nos dice que nosotros hemos sido trasladados del reino de las tinieblas al reino del amado Hijo. Pero nuestro llamamiento de lo alto, es un llamamiento de trompeta al alma, una profunda convocatoria al alma a que experimentemos el éxodo de la tierra, y seamos así un ser puramente celestial. Sé que a la mente natural esto le suena intenso, incluso, excesivo, pero no es en nada diferente a las palabras de Pablo cuando dijo: “Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo”. ¿Era esto una mera posición teológica en la mente de Pablo? ¿Era esto una verdad posicional que aguardaba la consumación real? O, ¿era una experiencia literal del alma de este hombre? ¿Había Pablo experimentado ya este tipo de santificación, apartamiento y separación de la naturaleza y orden que Cristo llamó “abajo”? Estoy más que convencido de que esto era para Pablo, mucho más que la declaración de una posición teológica. ¿Cómo más podría vivir un hombre como vivió él, dar como dio, regocijarse, descansar y permanecer en una realidad 34 tan de otro mundo? No hay duda al respecto. Pablo fue un hombre que había sido santificado por la fe, santificado por la verdad. Él fue una persona que supo, de una manera genuina y profunda, cómo puede ser lavada la tierra del alma, con el lavamiento del agua de la Palabra. Él se estaba asiendo de lo que lo había asido a él. Por decirlo de alguna manera, Él había subido la escalera de Jacob a los cielos, y se estaba convirtiendo más y más en un hombre puramente celestial. No Mirar Atrás La santificación es un viaje del corazón, un éxodo del alma. Implica la salida en el interior, de un tipo de tierra y relación y el descubrimiento de otra. Nunca olvide las primeras palabras de Dios a Abraham: Génesis 12:1, “Vete de tu tierra, de entre tus parientes, y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré”. Acabamos de leer la descripción que hace Pablo de esto mismo. Olvidar lo que queda atrás, asir o poseer lo que Dios revela y caminar en ello. Si vamos a Colosenses 3 vemos a Pablo instruyendo a la iglesia en este viaje: Colosenses 3:1-3, “Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pongan la mira (la mente) en las cosas de arriba, 35 no en las de la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios”. Aquí está la palabra “arriba” de nuevo. Pablo empieza diciendo que usted ha sido llevado arriba. Es por causa de lo que Dios ha hecho, debido a lo que la cruz ha logrado al llevarlo arriba con Cristo, que es absolutamente apropiado y esencial para usted buscar y ver las cosas que están arriba, no las cosas que están en la tierra. “Pongan la mira ahí”, dice Pablo, “en las cosas que son reveladas en esta tierra celestial. Pongan su corazón en el nuevo orden, en la nueva naturaleza y nueva tierra que es el universo de Cristo. No miren hacia el lugar de donde han salido”. Muchos de los tipos y sombras que Dios registró en el Antiguo Testamento cuentan esta misma historia. “Abraham, no mires hacia tu tierra, parentela y casa de tu padre. ¡Vete! No lleves nada contigo. Lot, no mires atrás, no mires al lugar que Yo he condenado. Escapa a una tierra mejor. Israel, no mires atrás a la tierra de tu esclavitud, a la tierra que Yo he juzgado. Pon tu corazón en la tierra que te he dado. Posee dicha tierra por fe. Olvida las cosas que quedaron atrás, posee lo que está delante de ti”. El autor de Hebreos dice esto acerca de los creyentes del Antiguo Pacto: Hebreos 11:13-16, “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de 36 donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”. Todo esto era tipo y sombra para los santos del Antiguo Pacto, ya sabemos eso, pero para usted y para mí esto es literal y real. No es natural. Recuerde, el viaje natural es la sombra, el éxodo espiritual, el llamamiento de lo alto de Dios en Cristo Jesús, es la sustancia. El llamamiento más alto de Dios para nosotros es una invitación a morar en los cielos, a vivir en Su presencia, a ser hallados en Cristo. La santificación por fe, la santificación en la verdad es nuestro medio de ascensión. Nosotros le prestamos atención a este llamamiento cuando permitimos que la revelación de Cristo por medio del Espíritu de Verdad nos despierte a nuestra tierra celestial, y después apague las luces en la tierra de nuestro primer nacimiento. 37 Capítulo 5 Viviendo En La Tierra Me gustaría empezar hablando acerca de la relación de los creyentes con la tierra, pero si ésta no se ve firmemente arraigada en la obra consumada de la cruz, mejor sería no hablar de ello. Cada vez que usted se meta en el asunto de lo que podríamos llamar “aspectos prácticos del cristianismo”, la tentación será siempre cambiar la sabiduría por religión. Trasladados Del Reino De Las Tinieblas La única manera para que alguien como usted y como yo se acerque a Dios es, que encuentre en la cruz el final del hombre adámico y la forma en que el alma participa de un hombre totalmente nuevo, un nuevo género y una nueva semilla. La cruz es la gran división de Dios, la separación entre Adán y Cristo. Y aunque puede parecer que los dos se 38 mezclan en nuestras mentes no renovadas, en la mente de Dios están perfectamente separados. ¿Conoce usted la escritura que habla de cómo nuestros pecados fueron alejados de nosotros tanto como está lejos el este del oeste? Dios logró esto al alejar de Sí mismo a Adán tanto como dista el este del oeste. Entonces, usted y yo no somos adanes redimidos y reconciliados, usted y yo somos partícipes de la naturaleza divina, nacimos del Espíritu de Dios, fuimos trasladados de un lado de esa separación y llevados a vivir al otro. “Porque El nos libró del dominio (de la autoridad) de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su Hijo amado” (Colosenses 1:13). Esa es la realidad de la santificación. Es algo de lo que quiso decir Jesús cuando dijo: “Padre, por esta razón Yo me santifico a Mí mismo”. Los discípulos pudieron haberle preguntado: “Jesús, ¿de qué te estás separando?” “De ustedes y de su mundo, y voy a regresar a mi Padre”. Entonces Felipe dijo: “¡Espera! ¡No lo hagas! ¡Quédate con nosotros!” Y Jesús le respondió: “No, en realidad es mejor que Yo regrese al Padre, porque estoy abriendo el camino para que ustedes puedan estar donde yo estoy. Estoy abriendo el camino para que ustedes estén Conmigo en mi Padre. Ustedes ya no serán más de este mundo, así como Yo no soy de este mundo”. Y Felipe en pánico dijo: “¡Pero Jesús, nosotros ni siquiera conocemos la salida o la entrada!” Jesús lo tranquilizó diciendo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, y nadie viene al Padre si no es por Mí”. ¿Puede ver usted lo que estaba sucediendo aquella noche antes de la crucifixión de Cristo? Jesús no se estaba preparando solamente para partir al cielo, no. Llevaría a todo el mundo y a todo el hombre de abajo en Su muerte a una permanente separación del Padre, y a la vez, se 39 ofrecería como una puerta de salida y un camino de entrada eterno. Se ofrecería como una habitación para todo el que deseara vivir en y por medio de Su vida. Por esto, es una locura que los cristianos piensen que tienen una vida para vivir para Dios. Por esto, es tonto que asumamos que Dios quiere que modifiquemos nuestras vidas y las hagamos aptas ante Su presencia. Nosotros no vivimos ante Su presencia, Cristo sí, y nosotros estamos escondidos con Cristo en Dios. “Yo estoy en el Padre, ustedes en Mí y Yo en ustedes”. “Escóndete en la hendidura de Mi Roca y Yo te cubriré con Mi mano. Ahí, cuando todo lo que eres por naturaleza sea quitado de mi sitio, podrás experimentar Mi gloria”. Adán no es reconciliado con Dios. Adán no puede vivir en la presencia de Dios. Adán fue dejado al otro lado del eterno abismo, y entonces, para que usted y yo conozcamos lo que es real tenemos que aprender a Cristo. Para conocer lo que Dios ha hecho tenemos que aprender a Cristo. Para saber quién, dónde, por qué existimos y qué significa servir a Dios tenemos que aprender a Cristo. Tenemos que aprender a Cristo para conocer y vivir la vida que Dios ha restaurado a Sí mismo. Debemos permanecer en la vida que Él acepta. Debemos ofrecerle el fruto de la Semilla que Él plantó como una cosecha. El Amor De Dios El más grande acto que Dios ha hecho por usted es, haberlo juzgado y separado de Él en la cruz de Jesucristo. Sólo en la completa y total oscuridad de la mente carnal es posible no reconocer esto como el gran amor y gracia de 40 Dios. Lo más bondadoso que Dios ha podido hacer por usted es, haberle dado una muerte y un juicio en Su Hijo que tiene una puerta unida a ello. Dios le dio a usted una separación, una separación que se convirtió en el final de la relación de Dios con usted en la carne y el principio de la relación de Dios con usted en el Espíritu. Una división que se convirtió en el final de la relación de Dios con usted mediante Ley, para dar inicio a una relación con usted como partícipe de Su vida. Una división que se convirtió en el final de Su relación con usted en la tierra, para relacionarse con usted ahora en los cielos. La gente le pide a Dios hoy que tenga algún tipo de relación con ellos en la carne. Queremos que Él toque nuestros cuerpos naturales, que arregle nuestras cosas cuando se rompen, que demuestre que le gustamos tal como somos. Pero si tuviéramos un poquito de luz, si hubiera un destello de luz en nuestros corazones para ver, caeríamos sobre nuestros rostros y le agradeceríamos al Dios todopoderoso, que haya terminado Su relación con nosotros en la carne y que nos haya ofrecido una relación con Él en Su Hijo. ¡Esta separación es una buena noticia! Esta separación es el amor de Dios, pues en el juicio del mundo, simultáneamente les ofreció la salvación. Al desecharlos, también creó la manera de llevarlos a Él. El profeta Oseas habló de esto cientos de años antes de que Dios lo consumara. Oseas 5:15 y 6:1-2, [Dice el Señor] “Porque yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la casa de Judá; yo, yo arrebataré, y me iré; tomaré, y no habrá quien liberte…Venid y 41 volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él”. Él nos arrebata y se va, toma a Adán y no hay nadie que rescate. Sin embargo, hay una puerta que fue dejada abierta. Nosotros podemos decir: “Regresemos al Señor. Él nos arrebató, pero Él nos curará. Nos ha rechazado, y sin embargo, en el tercer día nos resucitará y viviremos en Su presencia”. ¡Qué profecía! ¡Qué perspectiva de nuestra salvación! Podemos ver el mismo cuadro en la cautividad de Israel en Babilonia. Dios los echó fuera de Su presencia. Les dijo que inclinaran su cuello a Nabucodonosor, el rey de Babilonia. Les dijo que fueran al juicio, fuera de Su presencia, fuera de Su tierra y que enfrentaran su fin. No obstante, los que se volvieran a Él, los que se volvieran en fe para verlo, regresarían. Ellos encontrarían la puerta cubierta de sangre que quedó abierta. Encontrarían lo que Isaías llama “el Camino de Santidad”, y regresarían al Señor. Cruzarían la gran división y llegarían a Sión. Isaías 35:8-10, “Allí habrá una calzada, un camino, y será llamado Camino de Santidad. El inmundo no viajará por él, sino que será para el que ande en ese camino. Los necios no vagarán por él. Allí no habrá león, ni subirá por él bestia feroz; estos no se hallarán allí. Sin embargo, por allí andarán los redimidos. Volverán los rescatados del Señor, entrarán en Sion con gritos de júbilo, con alegría eterna sobre sus cabezas. 42 Gozo y alegría alcanzarán, y huirán la tristeza y el gemido”. Dios juzga al pueblo en ira por la mano de Nabucodonosor. Finalmente, los acaba y los separa de Su tierra. No obstante, es abierto un camino para la gran restauración, reconciliación y redención de Israel. Es la resurrección a Sión, algo que no habían conocido. No es una restauración a una relación nacional y natural, sino la restauración de Cristo a Su Padre y la participación de ellos en ese regreso a casa. Este es el fundamento. Todo lo demás gira en torno al entendimiento de esta separación y a nuestro llamamiento a ser separados. Primero debemos entender la división que Dios estableció, y sólo entonces, podremos entender lo que significa ser santificados. Ser separados para el Señor es, primero que nada, cruzar la gran división en la Persona de Cristo y vivir escondidos con Él en el Padre. 43 Capítulo 6 El Viaje Si nosotros hemos cruzado la gran división con y en la Persona de Cristo, ¿en qué consiste nuestro viaje? ¿Qué debe pasar con nosotros ahora? La Biblia describe esto de muchas maneras. En un lugar lo llama llegar a conocer como somos conocidos. En otro, llegar a asir aquello por lo cual hemos sido asidos por Dios. En otro, despojarse interiormente de lo que Dios ha quitado y vestirse de lo que Dios ha establecido. El lenguaje de Pablo que impacta mi corazón particularmente es, “el llamamiento de lo alto de Dios en Cristo”. El viaje del alma cristiana no es ascender a un lugar donde no hayamos llegado aún, todo lo contrario, el viaje del alma del creyente siempre es ver, poseer y aprender a vivir en el ámbito, vida y tierra que es Cristo. Hoy muchas personas subestiman lo que Dios ha finalizado, y por eso, exageran lo que el hombre es capaz de hacer. Dios ha consumado esta división, ha dibujado Sus límites, Cristo se ha santificado. Él se levantó de entre los muertos, ascendió 44 y dejó atrás a un hombre y una creación. Esto fue consumado una vez y para siempre. En lo que respecta a la obra, el viaje del alma está terminado tan pronto como inicia. Usted y yo fuimos trasladados inmediatamente de un hombre a otro. Fuimos tomados inmediatamente de un género y de una creación, y trasladados a Cristo. Usted ha muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. ¿Qué nos deja eso? ¿Qué es el crecimiento del alma? Sólo una cosa. Nosotros vemos el Lugar donde estamos, y dejamos otro lugar atrás. Aprendemos la Vida que tenemos, y dejamos caer la otra al otro lado de la gran división de Dios. Contemplamos la tierra de Cristo por fe, y nunca miramos hacia atrás a Egipto, a Sodoma, a nuestra tierra, parentela y casa del padre. En otras palabras, somos conscientes de las cosas de arriba y no de las cosas de la tierra. Este es el llamamiento de lo alto de Dios en Cristo. Es un llamamiento en Cristo, en la Vida de Cristo y en el conocimiento de Cristo. Ese llamamiento a entrar se convierte en nuestro salir. Esta es la razón por la que Pablo lo llama, llamamiento de lo alto. Él entendió que este llamamiento es, en el verdadero sentido de las palabras, un éxodo que va del mundo de abajo a habitar en Cristo arriba. Todo esto estaba ocurriendo en Pablo mucho antes de que su cuerpo físico muriera. En gran medida, Pablo era un hombre celestial mucho antes de que su cuerpo retornara al polvo. 45 Una Mayor Perspectiva Como todo lo demás, cuando usted aprende a Cristo cree haber visto algo con claridad, pero eventualmente, el Señor lo llevará de regreso al mismo lugar para que dé otra mirada. Esa vez usted verá una mayor perspectiva. Dicha perspectiva no contradice lo que vio antes, cuando el Señor estaba tratando con su corazón en un asunto en particular, más bien lo confirma o lo absorbe en una perspectiva aún mayor. A su campo de visión entra algo más de Cristo, algún otro aspecto de Él, y su corazón se ajusta más a la verdad. Es como un quiropráctico que acomoda su columna donde debe estar. Esa es la manera en que la Verdad obra en su corazón. Usted ve una mayor perspectiva de Él, las cosas revientan, se parten y cambian hacia un verdadero alineamiento, hacia un alineamiento con la Verdad. La última vez que el Señor tuvo mi corazón mirando la división, me pareció que el objetivo primordial era a donde entraba. Es decir, en ese momento no vi mucho acerca de lo que significaba salir, el objetivo tenía que ver con entrar. Y por cierto, y sin ninguna duda en mi corazón, la entrada es por mucho lo más grande. Entrar en Cristo es lo más grande de nuestra salvación. Usted me ha oído decir antes que la grandeza de nuestra salvación no es de dónde salimos, sino en qué o en QUIEN entramos. Eso es definitivamente cierto, no lo estoy cuestionando, pero aún así, está el hecho de que las cosas son dejadas atrás. Al entrar en la tierra, al ver la grandeza de la Tierra, la herencia a través de Isaac y todas las promesas, permanece el hecho de que Abraham dejó una tierra, una parentela y la casa del padre. Lo mismo ocurrió 46 con Israel al cruzar el Mar Rojo y el río Jordán. Sin ninguna duda, la grandeza de la salvación de Israel era el sacerdocio y el reino al que fueron introducidos. La grandeza de la salvación no era la muerte de los egipcios o la derrota del Faraón, sino haber sido introducidos en una relación que Dios reconocía como “Israel es mi Hijo, mi primogénito”. Y sin embargo, también estaba el hecho de que Egipto había sido dejado atrás. Estaba la constante espina en el costado de Israel, relacionada con el hecho de que el pueblo realmente no salió de Egipto en sus corazones. En este tiempo, en mí, el énfasis del Señor parece estar sobre lo que significa dejar Egipto atrás. En este tiempo, el reflector parece estar no sólo sobre lo que significa ser un hombre celestial, sino también sobre lo que significa ascender con Cristo y dejar el mundo de abajo. Pablo dijo de sí mismo que él estaba crucificado al mundo y que el mundo estaba crucificado a él. ¿Qué significaba eso para él? ¿Cómo obraba eso en él? Ahora, antes de decir algo más, déjeme recordarle la advertencia que hice en la introducción. Lo que quiero decir puede ser fácilmente malentendido. Si vamos a hablar acerca de permanecer en los cielos y cortar lazos con la tierra, es esencial que primero nos arraiguemos y cimentemos en la perspectiva dada por el Espíritu de lo que eso implica y no implica. En otras palabras, tenemos que haber visto el juicio, la división que fue establecida por la cruz. Lo digo porque cerca de ocho años de mi vida hice todo lo que se me ocurrió para cortar mis lazos con la tierra. Reconocí que estaba atado a la tierra en muchas formas. Reconocí que mi corazón estaba lleno de orgullo, codicia, 47 lujuria y todo tipo de necesidades y ambiciones por las cosas de la tierra. Y por lo tanto, en un intento por ser más espiritual, o en un intento por ser un hombre más celestial, empecé a cortar y a tratar de soltarme de la tierra. Tiré mi televisor y no vi más películas. No porque pensara que esas cosas fueran inherentemente malas, sino porque no quería que mi corazón estuviera atado a la tierra. Escogí no leer ciertas cosas, ni ir a ciertos lugares, ni tomar ciertas bebidas. Y encima de todo, no tenía citas, me uní al club de “solteros hasta el rapto”. Ayuné comida sobre una base regular, ayuné sueño, e incluso, traté de ayunar conversación. No quiero continuar con esta historia porque sólo se vuelve más embarazosa. Este es mi punto, no tenía idea de lo que en verdad significa permanecer en Cristo, vivir en los cielos. Por eso, no importaba lo que hiciera para liberarme de la tierra, o cuán radical sonara o disciplinado fuera, nunca logré nada. Sólo sustituí una cosa natural por otra. Dejé una cosa natural y agarré otra cosa natural, algo que yo llamaba espiritual. En otras palabras, paré de hacer cosas en la tierra para comenzar a hacer cosas en la religión. Nunca hice algún “progreso” porque aún no había visto lo que era el progreso. No había visto aún la gran división de Dios. No sabía lo que la cruz había logrado, dónde estaba Cristo, qué significaba que yo estuviera en Él, o qué significaba atender al llamado de lo alto de Dios en Jesucristo. Déjeme tratar de decir esto de otra forma. Es absurdo e inútil trata de dejar la relación con la tierra cuando no se ha comenzado a ver el cielo. No tiene sentido tratar de cortar los lazos con la naturaleza adámica cuando no se ha comenzado a ver la vida de Cristo por fe. Se va a terminar intercambiando una cosa natural por otra cosa natural. 48 Usted dejará ir algo que llama mundano y agarrará algo que llama celestial, pero ambos serán mundanos, ambos serán carnales y uno será religioso. Ese es el porqué lo que estoy a punto de decir puede ser fácilmente malentendido. El Espíritu de Verdad tiene que definir los dos ámbitos y tiene que dibujar la línea entre lo que es de Adán y lo que es de Cristo. Entonces, usted puede comenzar a entender el viaje interior de dejar uno y poseer al otro por fe. Sin este fundamento usted sólo vagará en el vasto desierto de las ideas religiosas del hombre. Es absurdo tratar de romper lazos con la tierra cuando usted no ha visto los cielos, pero es igualmente absurdo y vano para nosotros, aferrarnos a la tierra cuando hemos comenzado a ver los cielos. Dije un montón de cosas para llegar a esa declaración, pero no es el tipo de declaración que usted puede decir sin colocarla cuidadosamente donde pertenece y donde tiene sentido. Tarde o temprano en el crecimiento en el Señor, parece que Él empieza a tratar con el corazón acerca de dejar ir la tierra. Honestamente, no me gusta entrar en detalles en este tipo de cosas. En mi opinión, tiene que ser algo que el Señor aclare en el corazón de cada individuo. Sólo quiero decir unas cosas muy generales. Eventualmente, la verdad entra en perspectiva de tal manera y en tal grado, que una persona empieza a reconocer dónde y cómo la está empujando hacia abajo el mundo. No estoy hablando de mal comportamiento y cuestionas obvias de inmoralidad; eso debería ser obvio. Estoy hablando de las cosas que son permitidas pero no beneficiosas, de las cosas que son absolutamente legítimas en la tierra, pero que son como un 49 ancla que mantiene el corazón, la mente y la atención en la vida y ámbito equivocado. Al prestarle atención al llamamiento de lo alto de Dios en Cristo, tarde o temprano empezaremos a reconocer algo de la medida que hemos invertido en la tierra. Empezaremos a reconocer que hemos sembrado en la tierra y segado una cosecha de responsabilidades, relaciones y lazos emocionales. Esto es obviamente normal para un hombre natural, pero empieza a dejar de ser anormal para el que está avanzando con el Señor. La luz empieza a exponerle esas cosas y a colocarlas frente a su atención, y las cosas perfectamente normales y legítimamente naturales son vistas de manera diferente. Son vistas con un sistema de valores diferente. La pregunta no es si esto o aquello es malo, si algo lo hace sentirse culpable, avergonzado o comprometido, no es nada de eso. La pregunta es, simplemente, en cual lado de la gran división de Dios están esas cosas. De cual lado de la línea son parte, y a cual lado están empujando mi corazón, mi mirada, mi atención. ¿Cómo sería si todas nuestras inversiones, las cosas que verdaderamente tienen nuestro corazón, nuestra atención, nuestra mirada estuvieran en Cristo? ¿Qué, si en lugar de segar de la tierra una cosecha de responsabilidades, preocupaciones, inquietudes y necesidades, segáramos de Cristo una cosecha de Verdad y realidad que hiciera que la tierra pareciera relativamente pequeña y trivial? ¿Siente usted que el Señor está tratando con su corazón para que invierta menos en el mundo de sombras? Otra vez, no estoy hablando de ninguna de las causas o motivaciones que pudieron haber traído estas cosas a su 50 atención en el pasado. No estoy hablando de culpa o recompensa, sólo estoy hablando de la Verdad. Estoy hablando de la gran división que existe entre “abajo” y “arriba”, y de cómo Cristo se ha separado y santificado a Sí mismo, para que nosotros podamos ser santificados en Él. Presento estas cosas ante usted para su consideración. T. Austin-Sparks dice: “Las relaciones son cambiadas por completo en el campo de la resurrección. María habría tocado y abrazado gustosamente al Señor en el jardín, pero Él le dijo: ‘No me toques…las cosas han cambiado, ya no es como antes. Ha sido introducido un ámbito diferente, una relación diferente. ¡Sí! Sigo siendo tu Señor, sigo siendo tu Salvador, sigo siendo tu Amigo, pero con una diferencia. Nada me sostiene porque ya no pertenezco a esta tierra, nada me sujeta porque ya no soy de este lugar. No me toques, porque todavía no he ascendido a Mi Padre’. Lo primero en la resurrección es el reconocimiento de nuestra relación celestial, no nuestra relación terrenal. Todo lo que es celestial clama primero ahora, y lo que es terrenal, incluso de manera religiosa, tiene que ser dejado atrás. (Hay una buena cantidad de religiosidad terrenal y mundanalidad religiosa. Hay un buen negocio en la religión, es terrenal y de este mundo, atado a esta tierra y del hombre). La unión con la resurrección corta limpia y claramente todo lo que pertenece a este mundo, aunque sea religioso. Lo que es de Dios sólo tiene un testimonio en este 51 mundo, no tiene ninguna otra relación. Su negocio es dar testimonio en el mundo, y ningún otro tipo de lazo. La resurrección representa la totalidad de nuestra separación del mundo. ‘Entonces, si han resucitado juntamente con Cristo, busquen las cosas que son de arriba…’ En otras palabras, para todo lo que es de aquí: ‘No me toques, Mi Padre tiene el primer clamor”. Esto es lo más elemental, pero es cierto. Significa que el cielo tiene el primer y principal clamor sobre todo, debido a que ahora todas las relaciones son celestiales, todos los intereses son celestiales. Esta es una posición esencial para el fin de Dios. Nosotros sabemos muy bien, en la ejecución práctica de esta verdad, que en la medida que cada creyente tenga una relación voluntaria con este mundo, o esté sujeto por algo de este mundo, dicho creyente estará atrofiado en su desarrollo espiritual. El mundo es una obstrucción para la plenitud de Cristo. Se hace imposible continuar si hay un poco de sujeción al mundo. Para ponerlo a la inversa, es simplemente maravilloso, sorprendente y feliz notar cómo aquellos que realmente avanzan con el Señor, espontáneamente dejan caer el mundo”. 52 Capítulo 7 La Gran División La santificación es una realidad que comienza con lo que Dios ha separado de Él. Yo pienso que hay un montón de cristianos que nunca han considerado el hecho de que Dios ha juzgado y separado permanentemente de Él, al hombre adámico y al mundo. Nosotros asumimos que la cruz simplemente perdonó este mundo y sus deficiencias. O todavía estamos esperando que Dios arregle el mundo natural y todo el mal en él. Muchas de nuestras oraciones, esperanzas y ministerios están dirigidos directamente a ese fin. Queremos que Dios arregle a Adán y el mundo adámico. Pero la cruz de Jesucristo no tiene nada que ver con el arreglo del hombre adámico y su mundo. La cruz de Jesucristo sólo arregló la relación de Dios con ese mundo, y lo logró, al juzgarlo en la muerte de Cristo y separarlo eternamente de su relación con Dios. Adán y su tierra continúan en el ámbito natural, pero Adán y su tierra nunca más tendrán una relación con Dios. Él ha fijado para 53 siempre una frontera entre Él y ese hombre. La única manera en que usted y yo podemos tener una relación con Dios es, al nacer de Su Espíritu, al ser vivificados y levantados con Él, y ser trasladados con Cristo de un mundo a otro, del universo de Adán al universo de Cristo. La única manera de cruzar la frontera eterna de Dios es, a través de la puerta cubierta de sangre donde morimos con Cristo y recibimos Su resurrección como nuestra propia vida. La santificación comienza ahí. Comienza con esta gran división. La santificación comienza cuando Dios separa el mundo adámico y al hombre de Sí, y como hemos visto, se convierte en la experiencia del creyente cristiano, en la que somos separados de todo lo que Dios ha quitado de Él, y apartados para todo lo que Dios ha llevado a Sí mismo. Estas, en realidad, no son dos cosas separadas, o dos definiciones separadas. Está la gran separación que Dios ha traído mediante la cruz, y luego está, nuestra experiencia interior de esa misma separación conforme empezamos a caminar en la Luz. Estoy tratando de asegurarme de que entendemos la naturaleza y realidad de esta división. Dios todavía tocará la tierra, pero no tiene relación con ella. No tiene pacto con ella. Él quitó el pacto que involucraba al hombre natural en el Israel natural. Hebreos nos dice que Él quita lo primero para establecer lo segundo. Él hizo lo primero obsoleto cuando estableció el Nuevo Pacto con el Israel que es Su Hijo y con el pueblo que vive en dicho Hijo. Dios todavía tocará la tierra, pero sólo para volver nuestros corazones al cielo. Dios se involucrará en la tierra en lo que nosotros llamamos milagros, señales o avivamientos, pero sólo para 54 invitarnos a dejar la tierra, a ser crucificados a la tierra y habitar en Su Hijo. Nosotros creemos que el propósito de Dios está en el milagro, pero el milagro fue hecho para un propósito mucho mayor. El propósito del milagro es apuntar más allá de la gran división, donde debemos aprender a vivir. Pensamos que el avivamiento es el propósito, y nos confunde que vengan y vayan. Pero el avivamiento no es el propósito, fue dado con un propósito, invitar al alma a salir del ámbito en el que el avivamiento ocurrió. Dios no tiene una verdadera relación o pacto con el mundo adámico. Cuando Él toca dicho mundo lo hace con un propósito, y ese propósito no es para el mundo natural. El propósito siempre es que prestemos atención al llamamiento de lo alto de Dios en Cristo, crucemos la división y habitemos arriba. Ya que ustedes han sido resucitados con Cristo, pongan sus ojos en las cosas de arriba, no en las cosas que están en la tierra. Conforme vamos entendiendo la naturaleza de la relación de Dios con la tierra, vamos teniendo nuestros corazones en el lugar correcto, y el Espíritu de Dios puede tratar con nosotros con respecto a nuestra relación con ella. Ese mundo cayó del propósito, cayó de la gloria y cayó en pecado y muerte. Cristo tomó sobre Sí el mundo de la humanidad caída y lo separó del Padre. Lo dije antes, al igual que el chivo expiatorio en el Antiguo Pacto, Cristo tomó sobre Sí la totalidad de ese género y lo llevó permanentemente fuera del campamento, eso es llamado juicio, y luego, se separó a Sí mismo de él. Él ya no tiene más trato con ese hombre, ese ámbito, ese pacto. Él lo cumplió todo, lo llevó en Sí mismo a la consumación y se fue. Se levantó y ascendió, pero no se 55 levantó y ascendió solo, llevó muchos hijos a la gloria. Él llevó cautiva la cautividad y ascendió al Padre con un pueblo nacido de Su Espíritu. La cabeza salió primero del vientre de la muerte, pero estaba unida a un cuerpo que compartía Su vida. Sión estuvo de parto y dio a luz, y una nación nació en un día. Pablo dice que fuimos juntamente vivificados, levantados y sentados con Cristo en los cielos. Por lo tanto, sin importar lo que cualquiera de nosotros haya visto o comprendido, sin importar lo que hayamos oído proclamado, hemos cruzado la eterna división en la persona de Jesucristo. Hemos llegado a la casa del Padre donde Él ha preparado en Sí mismo un lugar para nosotros. Él preparó ese lugar a través de Su muerte, sepultura y resurrección. Así es como Él en Sí mismo hizo lugar para nosotros en el Padre. Ustedes han muerto y sus vidas están escondidas con Cristo en Dios. Otra vez, aún cuando un cristiano no haya visto nada de esto mediante la fe, sigue siendo verdad. Aún cuando un cristiano no haya oído nada de esto predicado a sus oídos, no cambia lo que es, donde está, cómo lo conoce Dios y cómo ha dejado de conocerlo. Tal como dice Pablo en Romanos, ellos están muertos al mundo, muertos a Adán y vivos para Dios en Cristo. Este viaje de santificación, como hemos estado viendo, no consiste en llegar a un lugar, sino en vivir en la realidad y ámbito al que hemos llegado. El proceso de santificación que obra en usted y en mí, no es un proceso mediante el cual ganamos algo que no hayamos recibido ya. Más bien es donde aprendemos a caminar, vivir y conocer la vida, lugar y realidad que es Cristo. En un sentido muy real podemos decir, que somos santificados inmediatamente después del nuevo nacimiento. Ahí es donde pasamos de un hombre a otro. Pero también en un sentido muy real 56 podemos decir (y es dicho en las Escrituras), que estamos siendo santificados por la verdad, santificados por fe, siendo separados en nuestras almas para vivir donde está nuestra vida, caminar donde está nuestro hogar y ver a dónde nos ha llevado la salvación. El Viaje De Abraham En lo que respecta a nuestra experiencia de santificación, estamos hablando exclusivamente, de aprender a vivir donde en realidad estamos. Esto significa caminar la anchura, longitud, altura y profundidad de la tierra que es Cristo, y dejar otra atrás. Mi corazón está pegado en las primeras palabras de Dios a Abraham. Ellas siguen sonando una y otra vez en mi corazón. “¡Vete! Vete de tu tierra, parentela y casa de tu padre, y sal a una tierra que yo te mostraré”. Cuando estaba pensando en este versículo, una pregunta surgió en mí. ¿Por qué Dios lo dijo así? ¿Por qué no sólo le dijo a Abraham que saliera? ¿Por qué mencionó la tierra, la parentela y la casa del padre? ¿Qué debo ver aquí? Y mientras me lo preguntaba empecé a ver de una forma nueva, que el llamado de Dios a salir fue comprehensivo. Implicaba dejar atrás todo lo que Abraham había llamado suyo. Su tierra, la tierra donde había nacido y era familiar para él. Su parentela, las relaciones que él conocía y la gente que él entendía como su familia. La casa de su padre, lo que yo entiendo como su herencia, todo lo que era de él para heredar, todo lo que era de él para poseer de su padre natural y por derecho de primogenitura. Abraham, dejó el lugar, las relaciones y la herencia que él 57 llamaba suyas, y fue a otro lugar, a otro tipo de relaciones y a otra herencia que debía serle mostrada. Ese fue el principio del viaje de Abraham. No estaba en algún lugar a mitad del viaje, ni fue algo que Dios le dijo en el pináculo de su madurez. Así fue como comenzó el viaje. Dios fue franco desde el principio. Estas fueron Sus primeras palabras a Abraham hasta donde sé: “Abraham, entiende algo desde el mismo principio, estás dejando atrás lo que conoces y recibiendo algo que Yo conozco. Es más, conocer lo que Yo conozco implicará olvidar lo que conoces. Conocer lo que estoy poniendo delante de ti, implicará olvidar lo que queda atrás. Todo lo que lleves contigo será tratado en Mi altar. Todo lo que trates de llevar, eventualmente será separado de ti, así como ya está separado de Mí”. Esto es algo extremadamente importante de considerar. Aquí podemos ver la manera en que un alma es separada para Dios, cómo somos santificados. Nosotros somos santificados en la verdad de lo que Dios ha hecho. Santificados mediante la fe que ve la obra consumada de Dios. Santificados y apartados de un hombre y su ámbito, y separados para otro Hombre y todo lo que Él ve. Recuerde, cuando hablamos de la manera en que nuestra relación con la tierra cambia en forma práctica, debe ser siempre como resultado y consecuencia de lo que estamos viendo en los cielos. En otras palabras, la muerte del hombre adámico en nuestros corazones siempre es el resultado de ver y aprender al Hombre celestial, Cristo. Si nosotros tratamos de cortar lazos con la tierra cuando no estamos viendo los cielos realmente, sólo sustituiremos una cosa terrenal por otra. Si tratamos de quitar de nuestros corazones al hombre adámico y su naturaleza antes de 58 empezar a ver a Cristo y de entender nuestro llamamiento de lo alto de Dios en Él, sólo detendremos una cosa que llamamos carnal y la sustituiremos por algo que es religioso e igualmente carnal. El hombre no puede escapar del poder y agarre de la carne a través de determinación y disciplina. Es como si usted tratara de levantarse a sí mismo del suelo. ¿Ha tratado usted alguna vez de rodearse con sus brazos para levantarse del suelo? ¡No funciona! No funcionaría, aunque usted fuera tan fuerte como un elefante. Esto es precisamente lo que sucede cuando Adán trata de arreglar a Adán, o cuando Adán trata de morir a la carne. Adán no cambiará sólo porque empieza a odiar a Adán. Adán es quitado cuando empezamos a ver a Cristo como nuestra vida. Es sólo cuando empezamos a aprender a Cristo por el Espíritu, cuando lo vemos y crecemos en el verdadero conocimiento de Él, que el Señor comienza a hacer que ciertos aspectos de la tierra se vean contrarios a lo que somos y a lo que Él está haciendo en nosotros. Es cuando aprendemos a Cristo que podemos comenzar a reconocer realmente, las cosas que no son Él y a volvernos de ellas. Caminando En El Espíritu A medida que la verdad se hace más y más real en el corazón, tarde o temprano, el alma que está caminando con el Señor empezará a reconocer las maneras en que está permitiendo que el mundo tire de ella hacia abajo. No estoy hablando de comportamiento externo inmoral, ni obviamente, de actividades y actitudes pecaminosas. Estoy hablando de las cosas que son permitidas pero no 59 beneficiosas. Estoy hablando de las cosas que son lícitas en la tierra, pero no son parte de los cielos. Estoy hablando de santificación. Eventualmente, el asunto principal con respecto a nuestra relación con la tierra no será: “¿Es esto pecado?” Más bien: “¿En cuál lado de la gran división están estas cosas? ¿Adónde se mantiene mi corazón y mi atención con todo esto? ¿Se ha convertido esto en un ancla para mi corazón que no me permite atender al llamamiento de lo alto de Dios en Cristo?” Con esto en mente veamos un pasaje en Gálatas. Todo lo que hemos dicho está aquí, en Gálatas 5. Aquí vemos la obra consumada de la cruz, los dos ámbitos y realidades separadas una de la otra, y el llamamiento a caminar en uno y ser desatado del otro. Gálatas 5:16-25, “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los 60 que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Cuando Pablo habla de la carne y del Espíritu, no habla de dos tipos diferentes de comportamiento. Estas no son dos diferentes formas de actuar. Él habla de dos tipos totalmente diferentes de vida. Dos hombres diferentes, dos naturalezas contrarias. Caminar en una significa dejar la otra atrás. Las dos son contrarias entre sí y tiran contra la otra. El deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu contra la carne. A veces la gente lee pasajes como este y no ve la enorme división entre carne y espíritu. En otras palabras, los cristianos a veces pensamos que caminar en el Espíritu tiene que ver con sólo seguir hacia donde el Espíritu señala, o acoger las instrucciones de Dios, pero no, no es así. Caminar en el Espíritu no es recibir instrucciones del Señor, es encontrar nuestra vida, nuestra realidad, nuestra tierra, parentela y casa del padre en el Señor y como el Señor. Es ver como Él ve, caminar donde Él está, vivir en la luz de lo que Él ha hecho. Pensemos en esto por un minuto. ¿Qué es caminar en la carne? ¿Es examinarse con la carne durante 15 minutos en silencio en la mañana? Para nosotros, ¿caminar en la carne requiere de alguna disciplina diaria para tener una idea de lo que la carne quiere? ¡No, eso es tonto! Todos sabemos que la carne es una realidad mucho más grande y profunda que eso. Caminar en la carne tiene que ver con vivir en y por una naturaleza que define lo que es real para nosotros. ¿Cómo caminamos en la carne? Es perfectamente natural y no requiere ningún esfuerzo 61 cuando vemos con los ojos carnales, deseamos las cosas carnales, entendemos con la mente carnal y nos relacionamos con nuestro entorno con los cinco sentidos naturales. Caminar en la carne tiene que ver con el lugar donde pienso que estoy, lo que pienso que soy, lo que creo que es bueno, verdad, real y correcto. Es una cosmovisión profunda y amplia, una realidad y naturaleza que impregna cada poro del ser. Por lo tanto, ¿qué es caminar en el Espíritu? Es exactamente lo mismo en la naturaleza y orden opuesto. Caminar en el Espíritu tiene que ver con vivir en y por otra naturaleza que define lo que es real para usted. Implica ver con los ojos del Espíritu, discernir la realidad eterna y espiritual, entender con la mente del Señor. La fe nos da acceso a la gracia en la que estamos firmes. Cuando caminamos por fe o en el Espíritu, sólo estamos hablando de vivir donde sabemos que estamos, de vivir de acuerdo a lo que sabemos que somos y en lo que pensamos que es bueno, verdad, real y correcto. Es también, una naturaleza que impregna cada poro de nuestros ser y define la naturaleza y orden de nuestra existencia. Nada de esto requiere esfuerzo. Caminar en la carne o caminar en el Espíritu no es un asunto de esfuerzo. Ambas son un asunto de percepción, luz, consciencia. Usted vivirá la vida que está viendo, caminará en el ámbito que es real para usted, consecuentemente, será libre de lo que usted no está viendo y de lo que ha cesado de ser real para usted. Este es el corazón de la santificación. Esta es la razón por la que Pablo dice en Gálatas que caminemos en el Espíritu y que no satisfagamos los deseos de la carne. Él no dice: “Caminen en el Espíritu, y ¡por Dios!, traten con todas las fuerzas de no satisfacer los 62 deseos de la carne”. ¿Ve la diferencia? La consciencia de uno se convierte en el final del otro. La consciencia y experiencia de uno se convierte en la separación del otro. Cuando el Espíritu llega a ser lo que usted ve y lo que es real para usted, los deseos de la carne son desplazados. Ellos pierden su poder, relevancia y empuje porque usted se considera desconectado con ese ámbito y ese hombre. Al igual que Cristo, que dejó ese mundo y se separó de él, usted también empieza a considerarse santificado, puesto aparte por una fe viva. Por eso Pablo dice en el versículo 18 que el que es guiado por el Espíritu no está bajo la ley. El que camina en el Espíritu no necesita una ley que le diga cómo conducirse en la carne. El que camina en el Espíritu está crucificado a la carne, muerto a ella, desconectado al hombre que necesitaba la ley y que aún así, la desobedecía siempre. Si nosotros caminamos en el Espíritu somos libres de la ley, debido a que la naturaleza y orden de Cristo se vuelve la vida que opera en nosotros. Esto es lo que Pablo quiso decir en Romanos donde dice: Romanos 7:4-6, “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen 63 nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra”. Romanos 8:3-4, “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Caminar en el Espíritu no es algo que nos esforzamos en hacer, tal como no nos esforzamos en llevar fruto. Pablo dice que ambas cosas son resultado de la santificación; de conocer y experimentar la división de la cruz. Ambas son el resultado natural de ver dónde estamos y de olvidar dónde estábamos, o de ser conscientes de una vida y de no mirar atrás la otra. De nuevo, existe el hecho de lo que Dios ha logrado. En Gálatas 5 Pablo dice que los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Esa es la realidad de la gran división. Eso es lo que somos ahora, donde Dios nos ve. Pero, ¿qué más dice Pablo? Él nos habla de una viaje personal en el que aprendemos a vivir donde estamos. “Si vivimos por el Espíritu, entonces caminemos por el Espíritu también”. Todo está aquí, en estos versículos. 64 Capítulo 8 Busquen Las Cosas De Arriba Colosenses 3:1-5, “Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes también serán manifestados con El en gloria. Por tanto, consideren los miembros de su cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría”. (NBLH) [Literalmente, den muerte a los miembros que están sobre la tierra] Esta última frase es interesante, donde Pablo dice: “Por tanto, den muerte a los miembros que están sobre la tierra…” Eso es, exactamente, en lo que resulta este 65 proceso de santificación. Usted llega a estar muerto al ámbito al que Cristo ha muerto. Usted llega a estar muerto y se considera muerto, a las cosas que están al otro lado de la división. “Por tanto…”, dice Pablo. En otras palabras, en la luz de lo que usted ve mientras pone su mira arriba, en la luz de lo que sucede cuando Cristo, su vida, es revelado, dé muerte a la parte suya que todavía reside en la tierra. Permita que la verdad cambie la naturaleza de la relación que usted tiene con el ámbito que Dios ha separado de Sí mismo. Deje que su mirar los cielos cambie su experiencia de la tierra. Sólo su cuerpo carnal permanece en la tierra. Aquí Pablo lo llama “miembros”; nuestra tienda, nuestra vasija terrenal. Él no está hablando de la muerte del cuerpo, no está hablando de darle muerte a la vasija. Está diciendo que usted se va volviendo más y más muerto al ámbito de la vasija. Sólo nuestro cuerpo permanece en la tierra. Por lo tanto, no deje que el ámbito del cuerpo sea también el ámbito y la vida que es más real para su alma. No viva como un cuerpo que tiene alma, viva como un alma celestial que todavía tiene cuerpo. Deje que la verdad les dé muerte a los miembros de su cuerpo, de manera tal, que usted no sea movido, motivado, consumido, ni invierta en la vida y ámbito de la carne. Deje que la verdad lo haga libre de dicho ámbito. Vea a Cristo y permita que su alma sea santificada en Su palabra, apartada para Su mundo y muerta a todo lo demás. Cuando hablamos de santificación, como todos y cada término espiritual, estamos hablando de una perspectiva particular de Cristo. No sé si usted lo ha pensado así o no, pero todo término espiritual en su Biblia representa una perspectiva particular de Cristo. Pablo dice en 1 Corintios 1, 66 que Cristo nos fue hecho sabiduría, justicia, santificación y redención. Estos no son diferentes temas cristianos para discutir, son perspectiva individuales del único Cristo. Cristo es todas estas cosas y llegamos a conocer cada una de ellas, conforme vemos y experimentamos a Cristo en ese rol y de esa manera en particular. Cuando no vemos a Cristo, fragmentamos esos términos en pedazos de teología, como si cada uno de ellos fuera una entidad única en sí misma. Separamos y enseñamos cosas como santificación, gloria, cielo, verdad, amor o justicia como doctrinas, conceptos y temas separados. Recuerdo cuando yo estudiaba cada uno de estos temas como conceptos individuales. Leía libros o escuchaba enseñanzas de estas cosas, y todas ellas son parte del cristianismo, pero no las conocía como aspectos o facetas de Cristo. Estas cosas no son cosas, son una perspectiva y experiencia particular de Jesucristo, y cada una de ellas trae algo único de Cristo a la luz. Por ejemplo, la sabiduría no es lo que Cristo enseña, es algo que Él es, y conocemos la sabiduría cuando Cristo se nos muestra. Esa palabra tal vez sea más obvia. Pero, ¿qué de la palabra cielo? El cielo no es sólo donde Cristo vive y no puede separarse de Cristo. El cielo tiene que ver con una perspectiva particular de Cristo en Su separación de la tierra, de lo natural y de lo temporal. El cielo, no la bóveda celeste o la atmósfera, sino el cielo al que hemos sido levantados con Cristo, en Cristo, es una perspectiva particular, en la que por fe llegamos a conocernos levantados con Él, sentados con Él y unidos a Él en los cielos. Bien, con la santificación sucede lo mismo. La santificación no es algo que Dios está tratando de hacer con 67 nosotros, ni ninguna actividad a la que necesitamos entregarnos. La santificación no es un esfuerzo al que nos avocamos o una doctrina que necesitamos estudiar y aplicar. La santificación es nuestra experiencia de Cristo. Es nuestra experiencia de ser hallados en Él, de ser separados para Él, y de ser separados en nuestros corazones de todo lo que Él no es y de todo lo que Él ya no ve. La santificación es la participación de nuestros corazones en Cristo por fe. Sí, tiene que ver con crecimiento espiritual. Sí, en última instancia, tiene que ver con nuestras relaciones con la tierra. Pero los cristianos siempre están tratando de descifrar cómo crecer y cambiar las relaciones con la tierra mucho antes de haber visto siquiera lo que es la santificación. Nosotros tratamos de hacer la santificación, de obedecer las reglas de santificación, en lugar de verlo a Él quien fue hecho para nosotros la santificación. Esto es muy importante y tenemos que entenderlo. No trate más de ser santificado, sólo busque conocer a Cristo por revelación de Su Espíritu y lo verá como la sustancia de esa palabra. No vuelva a tratar de glorificar a Dios, conozca a Cristo, y cuando Cristo sea revelado usted será revelado con Él en gloria. Mire al Señor y será transformado en la misma imagen, de gloria a gloria. No vuelva a tratar de aprender sabiduría espiritual, conozca a Cristo y verá y permanecerá en la sabiduría de Dios. Ser Hallados En Él Si tuviera que resumir en una frase todo lo que hemos dicho hasta ahora, diría que hemos visto que la 68 santificación es, la experiencia de ser hallados en Él y de dejar de ser hallados en cualquier otro lugar. “Abraham, sal de tu tierra, tu parentela y la casa de tu padre y ve a una tierra que yo te mostraré”. Esta es una versión natural de lo que es la santificación. Es como dejar atrás una vida, un ámbito y una realidad, y despertar a otra que es por completo diferente. Es como dejar una tierra, la conocida primera creación. Como dejar una parentela, no separándonos literalmente de los miembros de la familia, pero sí hallando un grupo mucho más real de hermanos, hermanas y Padre. Es como alejarse de la herencia de la tierra, de la herencia de nuestra casa natural y descubrir otra que nos debe ser mostrada. La santificación es nuestra participación en Cristo donde la Verdad nos muestra lo que es ahora, donde estamos ahora, lo que es real ahora y crucifica nuestros corazones a todo lo que la cruz ha dejado atrás. Hemos visto que esta es tanto una obra consumada de Dios a través de la cruz, como una experiencia presente y continúa de nuestra alma, porque estamos aprendiendo a Cristo como nuestra vida y dejando ir lentamente la mentira. No es un viaje para nosotros porque Dios esté todavía obrando Su plan eterno; no. Cristo terminó el plan. Es una obra terminada en Él. Efesios 3:11 dice, “Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”. Pero, esta es la pregunta que he estado tratando de presentar ante su consideración, la pregunta con la que espero que el Señor haya estado inquietando su corazón. Al igual que Pablo, ¿es nuestro único clamor en el corazón ser hallados en Él? ¿Olvidar lo que Dios ha olvidado y asir por fe lo que Dios nos ha dado? 69 Capítulo 9 Cruzando El Jordán ¿Por qué los israelitas no pudieron entrar a la Tierra después de haber salido de Egipto? Es probable que pensemos que conocemos la respuesta, pero vamos a mirarla de nuevo por un momento. ¿Qué fue lo que pasó? Se quejaron; pero ese no era el problema, sólo era un síntoma. Desobedecieron, se rebelaron, se quejaron y quisieron volver, pero estos sólo eran síntomas del problema. ¿Cuál era la raíz, el corazón del problema de ellos? El autor de Hebreos nos lo dice claramente en el capítulo 3 y 4. Hebreos 3:12 y 19, “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo…Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad”. 70 Hebreos 4:1-2, “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron”. Aquí está el asunto, la tierra, la herencia estaba resguardada por fe, estaba protegida por la fe. El cruce del Mar Rojo les había dado el derecho a esa tierra, pero el Río Jordán estaba ahí como una barrera que sólo se podía cruzar por fe. El Río Jordán no era un río ancho; en lo natural, era fácilmente cruzable, pero estaba ahí como una barrera impenetrable desde la perspectiva de Dios. Las murallas de Jericó cayeron plenamente frente a Israel, sí, pero mientras la tierra al otro lado del río estuviera resguardada por la fe, ellos ni siquiera podrían cruzarlo. ¿Ve lo que quiero decir con “resguardada por la fe”? La vista no habría logrado nada al otro lado del Jordán, sólo habría conseguido que los cananeos los mataran. La vista no habría poseído nada de esta tierra, pero la fe, la mente del Señor, la vista espiritual es como todo se posee. Sólo cuando llegamos a ver con la mente del Señor es que tenemos acceso a lo que sólo Él ve. Los israelitas podían ver con sus ojos el otro lado del Río Jordán, habían oído con sus oídos a Dios describir ese otro lado, pero no podían cruzar esa impenetrable barrera, a menos que mediante la fe entraran a la perspectiva de Dios. La palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada porque no la mezclaron con fe. Es mediante la fe, y no me refiero, a una fuerte creencia o a una profunda convicción. 71 La fe es una perspectiva dada por el Espíritu en la Luz de Dios. Es el milagro en el que Dios comparte Su perspectiva, Su mente, Su entendimiento con el corazón de aquellos que murieron a su propia perspectiva, mente y entendimiento. Ustedes No Han Pasado Por Este Camino Antes A fin de demostrar lo que se requería para cruzar hacia la Tierra, Dios hizo que los israelitas cruzaran el Jordán en una forma muy específica. Él no sólo hizo que Josué levantara la vara y dividiera el río; no. Así fue como salieron de Egipto, pero no entrarían en la tierra de esa manera. No construyó un puente, ni tampoco permitió que vadearan el río. Así habría sido más rápido, sin duda alguna, pero no hubiera sido un cuadro exacto de la manera en que ellos debían entrar en su herencia. ¿Qué mandó Dios? Mandó que sacaran el arca de gloria de detrás del velo y que los sacerdotes la cargaran a mitad del Río Jordán a plena vista de toda la congregación. La colocó a cierta distancia de la congregación para que todos pudieran verla conforme cruzaban. El arca en medio del río detuvo la corriente de agua y creó una barrera para que el pueblo entrara. La manera en que Dios le describe este plan al pueblo es muy interesante. Josué 3:3-4, “…Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella, a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este 72 camino. Pero entre vosotros y ella haya distancia como de dos mil codos; no os acercaréis a ella”. Ahora, mantenga en mente que este río no es muy grande. Tiene un promedio de anchura de 15 a 20 metros en la mayoría de los lugares. No es como el Mar Rojo, el Nilo o el Mississippi. No es que ellos no podían ver el otro lado o fácilmente haberlo cruzado. Pero veamos el lenguaje: “…Cuando veáis el arca del pacto…vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella, a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino”. Es un lenguaje muy extraño. Parece como si estuvieran por pasar por una cueva muy oscura y el arca del pacto fuera la única lámpara que tenían. Parece que no había manera posible de que ellos encontraran la forma de cruzar ese pequeño río, si el arca no creaba la forma y señalaba exactamente dónde y cómo hacerlo. Eso es, exactamente, lo que estoy tratando de describir acerca de la santificación. La manera de salir de una tierra, parentela y casa del padre y la manera de entrar a otra, está resguardada por el Río Jordán. Está resguardada por una pared que sólo puede ser cruzada por fe. Usted tiene entrada a la herencia que Dios le dio y separó para usted cuando salió de Egipto, hasta que empiece a ver la gloria del Señor. Sólo al ver al Señor usted puede entrar a la experiencia de su herencia. Sólo al ver al Señor usted puede “salir de su lugar y marchar en pos”. Porque hasta que usted empiece a verlo a Él por fe, simplemente, no conoce el camino. Usted nunca ha pasado por ese camino con los ojos y la mente natural. 73 Aquí es donde nosotros lo malentendemos todo. Pensamos que esta tierra puede ser poseída por vista. Pensamos que podemos conocer a Cristo en la carne y heredar Sus bendiciones y promesas en la tierra. Pensamos que nuestros ojos pueden conocerlo; que nuestros oídos pueden oírlo; y que nuestra mente puede percibir las cosas que Dios nos ha dado. Pero el Señor le dijo a Josué que ellos ni siquiera podían salir de su lugar hasta que vieran el arca. Que ni siquiera podían ver el camino que debían seguir, hasta que la gloria del Señor apareciera. Cuando usted ve al Señor así, esto lo golpea con tal verdad y realidad que, en efecto, a pesar de todo su esfuerzo, aprendizaje, determinación, oración y ayuno, nunca antes había pasado por ese camino. Es una tierra ajena, una parentela ajena y una casa del Padre ajena. Tal como le dijo Dios a Abraham, es una tierra que debe ser mostrada. Esto es lo que quiero decir cuando digo que la tierra está resguardada por la fe. La herencia es inaccesible a todos los sentidos naturales y a la mente natural. En 1 Corintios Pablo dice algo que a menudo es citado y mal entendido. 1 Corintios 2:9-10, “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”. En la revelación de Cristo por el Espíritu de Dios podemos ver la herencia. Cuando comenzamos a crecer genuinamente en la fe, somos separados para la herencia 74 invisible de Dios. La santificación obrando en nuestra alma nos permite mirar, no las cosas que se ven, sino las que no se ven. Regresemos a unos versículos que leímos al principio y veamos si ahora son más claros. En estas escrituras neotestamentarias podemos ver el cumplimiento de lo que acabamos de leer en Josué. Juan 17:17-19, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Hechos 20:32, “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”. Hechos 26:14-18, “Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, 75 perdón de pecados santificados”. y herencia entre los 2 Tesalonicenses 2:13-14, “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Nuestra Herencia Me parece que ahora estamos en una mejor posición para entender lo que Pedro describe en los siguientes versículos: 1 Pedro 1:3-5, “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. ¿Puede ver lo que Pedro está diciendo? Hemos sido renacidos, nacidos de nuevo para una expectativa viva. En 76 la sombra Moisés habría dicho: “Ustedes han sido renacidos por el Cordero pascual, dejado Egipto y salido a una gran expectativa. Hay una herencia que es incorruptible, incontaminada e inmarcesible. Es toda de ustedes, pero no está en el desierto. Es completamente de ustedes para poseer, pero no la podrán ver aquí en el desierto. Los ojos pueden ver la provisión en el desierto, los ojos pueden ver los milagros en la tierra, pero sólo la fe puede ver el reino más allá del Jordán. Sólo la fe puede ver el propósito y la gloria de Dios en la tierra prometida, todo está más allá del Jordán y se tiene acceso por fe. Ustedes pueden ir allí sólo si ven la gloria del Señor. Ustedes pueden poseerla sólo si el arca les muestra el camino. Hay una herencia que está guardada para ustedes, no está resguardada de ustedes, es para ustedes. Es completamente celestial, no hay nada natural en ella. No hay nada terrenal en su herencia, es incorruptible en los cielos”. ¿Es que no nos damos cuenta de que no hay absolutamente nada natural en nuestra herencia en el Señor? Nuestra herencia no es nuestra familia y amigos, o nuestra salud y protección, y definitivamente, no es nuestra riqueza y provisión. Incluso si Dios le diera todo el dinero y todo el poder en el mundo, eso no tendría nada que ver con su herencia. Ese es el ámbito equivocado, el hombre equivocado, el tesoro equivocado. No está ahí. Jesús dijo que donde estuviera nuestro tesoro estaría nuestro corazón. Y ese es siempre nuestro problema. Pero hay una herencia. Pedro dice que es suya. Está guardada para usted, pero está guardada para usted en los cielos, no en la tierra. Está en Cristo, no en Adán. Pedro 77 describe la manera en que tiene acceso: Es conocida por fe y lista para ser revelada. En Resumen Hemos hablado de cómo Dios ha dividido lo primero de lo segundo. Hemos visto la manera en que la muerte de Cristo logró un final judicial para el primer hombre, la primera creación y el primer pacto. Dios no se relaciona con eso. Si Él tocara el ámbito natural ahora, lo tocaría sólo para invitarnos a salir de él. Los milagros y avivamientos tienen ese propósito detrás de ellos. En la resurrección y ascensión de Jesucristo, Dios dibujó una línea entre Él y el universo natural. La única manera en que usted y yo podemos conocer a Dios, llegar a Dios y escapar de este ámbito y hombre es, al nacer de arriba. Cruzamos la división cuando el hombre de un lado muere con Cristo en la cruz y nuestras almas son hechas partícipes del Hombre del otro lado. Este es el milagro del nuevo nacimiento, y a la vez, es el hecho de la santificación; la gran división y separación en la que Dios juzgó al mundo, y aún así, salva a los que en el mundo, dejan al mundo en Su Hijo, son crucificados a él y levantados de él. Luego, hay una experiencia del alma en la que la Verdad es encarada, y el residuo de lo primero es lavado de nuestros corazones. Nosotros, literalmente, no introducimos lo primero en Cristo, pero hasta que veamos la realidad de lo segundo, lo primero será todo lo que conozcamos. Hasta que veamos la realidad de Cristo, aunque hayamos nacido del Espíritu, seremos 78 absolutamente ignorantes de la vida y ámbito que es espiritual. En el lenguaje de los tipos y sombras se diría, que hemos salido de Egipto, pero todavía no hemos entrado en la tierra. Dejamos Egipto, pero ¿nos ha dejado Egipto? Estamos fuera de la tierra de esclavitud al pecado y muerte, y sin embargo, seguimos separados de nuestra herencia por el velo que aún permanece sobre nuestro corazón. El Mar Rojo se ha separado, pero el Río Jordán se parte sólo si vemos el arca. Los egipcios están muertos, golpeados por la mano del Señor la noche que dejamos Egipto, pero ¿hemos comenzado a ver que nosotros también morimos esa noche? ¿Hemos comenzado a darnos cuenta de que morimos en el Cordero y de que cuando la muerte se extendió por Egipto, nos pasó por alto debido a que ya habíamos sido juzgados? Nos encontramos en las orillas del Río Jordán. Hemos salido, pero no tenemos idea de lo que significa entrar. Hemos sido santificados de Egipto como un hecho, pero el oprobio de Egipto todavía debe ser removido de nuestros corazones, como una experiencia interior. Según la Biblia esto sucedió en Josué 5, cuando cruzaron el Río Jordán a plena vista de la gloria de Dios. Hemos sido santificados como un hecho, pero todavía tenemos que seguir siendo santificados como un asunto de realidad, experiencia y posesión interna. ¿Cómo sucede esto? ¿En dónde comienza la santificación? Comienza en el Río Jordán, cuando la fe nos muestra el camino por el que no hemos pasado antes, el camino que no habríamos podido conocer antes. Comienza en el Jordán, donde el pueblo del Señor cruzó a plena vista de la gloria de Dios y dejó su carne en las orillas del río. 79 Esta tierra está resguardada por la fe. Los israelitas no pudieron entrar y ni siquiera pudieron ver la tierra de herencia, hasta que vieron a través de los ojos de Dios. Los cielos fueron abiertos para nosotros en la resurrección de Jesucristo, pero están resguardados por la fe. Cuando comencemos a experimentar Su mente, entonces comenzaremos a entrar a lo que sólo Él puede ver. De esta manera es que somos santificados por fe. Olvidamos lo que queda atrás y nos asimos de aquello con lo que Dios nos asió primero. Atendemos al llamado de lo alto de Dios en Cristo. De esta manera es que dejamos nuestra tierra, parentela y la casa del padre, y encontramos la herencia que nos debe ser mostrada. Salimos, como Lot, y nunca miramos atrás. Sólo cuando vemos el arca de gloria vemos el camino por el que nunca hemos caminado antes. 80