La verdadera historia del hombre de la bolsa

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Clarín Policía 39 27/1/2002
HISTORIAL DEL CRIMEN: ALBERT FISH, ASESINO DE CHICOS
La verdadera historia del hombre de la bolsa
Era un viejo de aspecto endeble, de cabello gris y bigote gris que engañaba a los chicos.
Confesó unos 100 crímenes. Lo ejecutaron en la silla eléctrica.
-------------------------------------------------------------------------------Ricardo V. Canaletti. DE LA REDACCION DE CLARIN
Una mañana de julio de 1924 la señora Mc Donnell estaba sentada en una silla
mecedora en la puerta de su casa, en Staten Island, Nueva York. Su hijo Francis, de 8
años, jugaba cerca con una pelota mientras su hija de pocos meses gateaba a su lado.
Hacía calor.
No era una zona muy poblada. La señora Mc Donnell observó por un instante la calle de
tierra y le llamó la atención un hombre que caminaba por el centro. Era un anciano de
cabello gris y gran bigote gris, delgado y no muy alto. Llevaba un traje viejo y holgado,
un sombrero bombín polvoriento y caminaba arrastrando levemente un pierna.
Andaba con los brazos colgados a los costados, casi pegados al cuerpo. Abría y cerraba
constantemente una mano; en la otra llevaba una bolsa. Al pasar frente a la casa, saludó
a la señora Mc Donnell descubriéndose la cabeza. El viejo murmuraba cosas para sí. La
señora creyó que el abuelo andaba perdido.
A la tarde, Francis se fue a jugar con cuatro amigos en una zona descampada. A unos
metros el hombre gris observaba. En un momento, Francis quedó rezagado y vio que un
abuelo simpático, de gran bigote gris, como su cabello, lo llamaba. El anciano sacó
golosinas de una bolsa y se las dio.
Nadie notó que Francis había desaparecido sino hasta la hora de la cena. Lo encontraron
al día siguiente en un bosque. Había sido estrangulado con sus tiradores. Su padre
apenas lo reconoció. El chico tenía como dentelladas. A su madre la debieron sostener
entre varios policías para que no viera el nene.
La muerte del pequeño Francis Mc Donnell quedó en el olvido.
El 23 de mayo de 1928, Edward Budd, de 18 años, puso un aviso en el diario
ofreciéndose para trabajar en el campo.
Cinco días después, un domingo, un hombre tocó a la puerta de su casa. Lo atendió
Delia, la mamá de Edward. Se trataba de un anciano de aspecto endeble. Se presentó
como Frank Howard, granjero, y quería hablar con Edward.
Delia reparó en su cabello gris, en su bigote gris y en una bolsa que llevaba. De
inmediato, Howard contrató al chico. Delia lo invitó a almorzar y su esposo, Albert
Budd, estaba encantado.
Apenas se habían sentado a la mesa cuando entró una bonita nena de grandes ojos
marrones y cabello castaño. Gracie Budd, una de las hijas del matrimonio, tenía 9 años.
Entró feliz, cantando. Howard estaba maravillado con la pequeña. De su bolsa sacó un
dulce y se lo dio.
Cuando terminaron de almorzar Howard dijo que debía ir a la casa de su hermana
porque uno de sus sobrinos cumplía 9 años. Le dijo a Edward que volvería a buscarlo y,
para calmar su inquietud, le dio dos dólares.
Pero antes de irse se volvió hacia Delia y le preguntó si podía llevarse a Gracie al
cumpleaños. Le dio grandes seguridades de que la nena estaría bien cuidada. Delia no
sabía qué decir. Le pidió la dirección de su hermana. Aun así no estaba segura y miró a
su marido. "Deja ir a la pobre niña. No se divierte demasiado", dijo el papá. Delia le
puso un abrigo a Gracie y le dio un beso en la cabeza.
Los Budd nunca más volvieron a ver a su hija.
A la mañana siguiente Albert fue a hacer la denuncia de la desaparición. La primera
cosa que descubrió la Policía fue que la dirección de la hermana del tal Howard no
existía. Tampoco existía la hermana ni la granja ni Frank Howard.
Se asignaron 20 policías al caso, entre ellos el detective William F. King. No hubo nada
por entonces. Gracie y el hombre gris se habían esfumado.
Seis años después, King era el único detective que seguía con la investigación. En
octubre de 1934 decidió usar un recurso final: dijo que el sumario iba a ser cerrado
definitivamente. La prensa lo difundió.
Delia Budd recibió una carta el 12 de noviembre. "Mi querida Sra. Budd:El 3 de junio
de 1928 llamé a su casa. Almorzamos. Gracie se sentó a upa mío y me dio un beso.
Decidí comérmela. Con el pretexto de llevarla conmigo a una fiesta (Usted le dio
permiso) la llevé a una casa desocupada en Westchester". El viejo le contaba a la mamá
cómo había matado a su hija.
La carta no tenía remitente pero King averiguó que había sido enviada por un hombre
que alquilaba un cuarto en un edificio de la calle 52. El detective habló con la portera y
le dio la descripción del "señor Howard". Coincidía con la de un viejo de cabellos grises
y bigotes grises que se había registrado como Albert Fish.
Cuando King entró en la sala encontró a Fish bebiendo una taza de té.
—¿Usted es Albert Fish?— preguntó el policía. El viejo confirmó con la cabeza.
Se miraron. Sin bajar la vista, Fish tomó lentamente una navaja de afeitar del bolsillo
interno de su saco y la sostuvo frente a él. King se enfureció. Los dos se seguían
mirando a los ojos. King, velozmente, agarró la muñeca de Fish y se la torció hasta
hacerle caer la navaja.
—Ahora te tengo— le dijo el detective.
La confesión de Fish fue larga y pormenorizada. Una patrulla se dirigió a la casa
abandonada donde mató a Gracie. Hallaron los huesos de la pequeña.
King fue a buscar a Albert y Edward Budd para que identificaran a Fish. Al llegar a la
comisaría Edward no se pudo contener. Se le echó encima y le gritó: "Viejo bastardo.
Sucio hijo de puta". Los policías tuvieron que hacerle un torniquete en el brazo para
contenerlo.
—¿Cómo se siente?— le preguntó el psiquiatra Frederic Wertham, que entrevistó al
viejo en prisión.
—No tengo particulares deseos de vivir, ni de ser asesinado. Es una cuestión
indiferente. No creo estar del todo bien.
—¿Eso quiere decir que está loco?
—No, exactamente. Nunca pude entenderme del todo...
—¿Puede explicarse?
—Siempre tuve deseos de infligir dolor a otros y de que otros me provoquen dolor.
Siempre parecí disfrutar de todo lo que hace daño.
Fish le confió una larga historia de caza de chicos.Al menos 100. Y episodios de
canibalismo.
¿Quién era Albert Fish? Según su confesión, había nacido el 19 de mayo de 1870 en
Washington. A los 5 años su padre murió y su madre lo mandó a un orfanato. "Allí
comencé a estar mal —dijo—. Estábamos despiadadamente derrotados..."
A los 14 años se dedicó a lo que sería su oficio: pintor de interiores. Se mudó a Nueva
York y a los 26 años se casó con una chica de 19. Pero cuando el menor de sus seis
hijos tenía tres años, la mujer lo abandonó.
Wertham y otros tres médicos propuestos por el defensor James Dempsey dijeron que
Fish estaba loco. A su criterio era un caso único de perversión en los anales de la
literatura psiquiátrica y criminal.
Pero los psiquiatras del fiscal Elbert F. Gallagher opinaron todo lo contrario. Siempre
supo lo que hacía, planeó el engaño a los Budd, llevó a la pequeña a un lugar apartado,
preparó el lugar del crimen y lo ejecutó con plena conciencia.
El juicio por el secuestro y muerte de Gracie Budd comenzó el lunes 11 de marzo de
1935 en Nueva York.
Al tercer día se llevó al estrado una caja con los restos de Gracie. El detective King
relató cómo había sido asesinada. Y entonces Gallagher abrió la caja y levantó con una
mano la calavera de la nena.
El juicio duró 10 días y menos de una hora la deliberación del jurado.
La perspectiva de la silla eléctrica tuvo su atractivo para Fish. "Sus ojos brillaban...",
escribió un periodista del Daily News. Fish se levantó de su asiento y agradeció al juez:
"Qué alegría. La de la silla eléctrica será el último escalofrío. El único que todavía no he
experimentado". Fue ejecutado el 16 de enero de 1936.
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