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¿Qué es una farmacia?
Correofarmaceutico.com 12-10-15
Una sentencia condena a una empresa por vender fragancias que "recuerdan a"
perfumes de marcas bien conocidas. El tribunal lo rechaza como justificación de
un negocio que pretende beneficiarse del prestigio ganado por otros.
Una sentencia, como se cuenta en estas páginas, condena a una empresa por
vender fragancias que "recuerdan a" perfumes de marcas bien conocidas. El
subterfugio grueso del "recuerda a" no ha colado. El tribunal lo rechaza como
justificación de un negocio que pretende beneficiarse del prestigio ganado por
otros y detrás del que hay una inversión en investigación y marketing que genera
beneficios lícitos a unas empresas y también, claro, riqueza y empleo para la
economía en general.
El caso, no infrecuente hoy, tiene de particular que no son productos que se
fabriquen en una nave cualquiera a las afueras de una capital y que se vendan
a través de manteros bien entrenados para oler la presencia policial. Son
productos que hace una empresa con cara y ojos, que se acompañan de apoyo
de marketing (llamativos expositores incluidos) y que se venden en muchas
farmacias.
La segunda peculiaridad del asunto está en que el fallo condena a la empresa y
también al canal de venta, que en el caso de la sentencia es un supermercado
(la comercializadora tiene varias marcas, según los distintos canales). El fallo
servirá sin duda para advertir a otros establecimientos, incluidas las farmacias
incautas o irresponsables que acogen estos productos. Pero hay otras
reflexiones que surgen a partir de este caso.
•
Hay que recordar que un 41 por ciento de la población ve a la farmacia,
según el estudio ‘refcom’, únicamente como un establecimiento comercial
Una primera es la situación económica que viven muchas farmacias.
Presionadas por la caída de ingresos en medicamentos financiados, y mientras
colegios y administraciones exploran las posibilidades retributivas de servicios
de valor añadido, buscan una salida lícita en la venta libre.
Urgen soluciones. A algunas farmacias, mucho. Precisamente por ello es muy
importante que la farmacia en su conjunto defina cuáles son los límites en la
explotación comercial de la botica. Las necesidades a corto plazo no deben
cegar una visión a largo sobre qué refuerza y qué no el valor de la farmacia.
Ligada a ésta se antoja una segunda reflexión a propósito del uso y abuso del
prestigio, accesibilidad e imagen de calidad de la farmacia. Proliferan las
empresas y productos de todo tipo, incluidas soluciones milagrosas, que se
aferran como a un clavo ardiendo al de venta en farmacias o al más moderno
consulte a su farmacéutico. La respuesta de éste al comercializador debería ser
no, y al cliente, que no le tomen el pelo. El si no lo vendo yo lo hará otro puede
tener consecuencias funestas.
Se juega mucho, si no todo (y sería una tercera reflexión), la farmacia en el
cuidado del valioso tesoro que es su imagen, vinculada a la confianza. Quebrarla
sería matar una gallina cuyos huevos (no de oro) han servido para alimentar una
profesión que hoy aspira a ganarse el futuro con una mayor vinculación al
sistema sanitario a través de servicios asistenciales.
¿Cabe esto en un bazar, por usar la expresión con la que hacen autocrítica
algunos farmacéuticos? El estudio Refcom, de Sefac y Ratiopharm, mostraba el
año pasado que sólo un 9 por ciento de la población reconoce a la farmacia
únicamente como centro sanitario. Un 47 por ciento ve la doble condición de
centro sanitario y comercial, y un 41 solo la ve como lo segundo.
La venta de perfumes de imitación sería la encarnación más grotesca de unas
prácticas que, aun más sutiles, pueden socavar la imagen sólida y convincente
sobre la que la botica quiere (y debe) apoyar su evolución.
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