DEL PADRE AL NOMBRE DEL PADRE DEL EDIPO A LA METAFORA PATERNA Alejandra Loray Este trabajo se propone definir la función paterna para el psicoanálisis, la misma se deduce de los trabajos de Sigmund Freud y de las primeras elaboraciones de Lacan sobre dichos trabajos, dado que en los desarrollos posteriores sobre la función paterna es posible reconocer las marcas de este primer momento conceptual. La función paterna, expresión introducida por Lacan, se desprende de la elaboración del Complejo de Edipo por parte de Sigmund Freud y de los desarrollos de Jacques Lacan que toman esta como punto de partida. Para esto Lacan lee el Edipo freudiano desde la lingüística estructural aplicando a éste la teoría del significante, el resultado es haber descubierto la estructura de lenguaje que subyace a la teoría freudiana sobre el padre y que él formaliza a través de la metáfora paterna, primera elaboración de Lacan en torno al padre, cuyo poder inaugural dejará marcas indelebles en el concepto de dicha función. Tal como dice Lacan en el capítulo Más allá del Complejo de Edipo del Seminario 17 El Reverso del Psicoanálisis, su modo de abordar la cuestión del Edipo fue la introducción de la metáfora paterna: (...) fue en este nivel como hablé de la metáfora paterna. Del complejo de Edipo no hablé nunca más que de esta forma. (...) Dije que se trataba de la metáfora paterna, mientras que sin embargo no es así como Freud nos presenta las cosas. Sobre todo porque se empeña en que eso tiene que haber ocurrido de forma efectiva. (Lacan, 1969-1970/2006, p.119) Esta diferencia, entre la consideración del Edipo como hechos efectivamente acontecidos y lo que es del orden simbólico, de una sustitución metafórica el campo del lenguaje se irá profundizando en sucesivas elaboraciones sobre el padre a lo largo de la enseñanza de Jacques Lacan, en un camino que va de la biografía a la estructura. 1. El lugar central del padre en los estudios sobre la subjetividad En la obra de Lacan y hasta la formulación de la metáfora paterna, se encuentran antecedentes del lugar central del padre y de los efectos de su función en la subjetividad y la época, a modo de ejemplo, no exhaustivo, se mencionan las siguientes referencias: - La familia (1938) - El Seminario Libro 3, Las psicosis (1955-1956) - De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis (19551956), Escritos 2 - El Seminario, Libro 4, La relación de objeto (1956-1957) - El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente (1957-1958) En los primeros Seminarios de Lacan, pertenecientes a esta época se encuentran trabajos sobre los historiales freudianos, donde se pone de relieve el lugar central del padre, así el padre del presidente Schreber, Seminario 3, Las psicosis, el del pequeño Hans, Seminario 4, la relación de objeto, el padre de Dora, el de la joven homosexual y también la función paterna examinada a propósito de Leonardo da Vinci también en el Seminario 4. 2. El padre del Edipo leído por Lacan La lectura de la obra de Freud efectuada por Lacan con las categorías de la lingüística determina, como se ha mencionado, la transformación del Complejo de Edipo en metáfora paterna y la transformación del padre en un significante, pasaje del padre a su nombre, al que denomina Nombre del Padre. La expresión metáfora paterna, utilizada por Lacan en De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis (1955-56/1987c) y en El Seminario 5 Las formaciones de inconsciente (1957-58/2007), implica definir al Complejo de Edipo como una sustitución del campo del lenguaje. La fórmula de dicha metáfora es presentada en el Escrito antes mencionado, en referencia a la psicosis. En este mismo Escrito explica la formalización del padre según la economía del significante recordando a tal propósito la fórmula de la metáfora, o de la sustitución significante que se desarrollará mas adelante en este capítulo: El complejo de Edipo es el determinante de la estructura subjetiva y el núcleo de las neurosis, por lo que se encuentran referencias al mismo en los escritos desde los comienzos del psicoanálisis, en los historiales freudianos se puede leer con claridad la importancia del de Edipo, tanto en la causación de la patología como en la resolución de la cura. En los cinco grandes historiales freudianos (Dora, el hombre de las ratas, el pequeño Hans, el hombre de los lobos y el presidente Schreber) como en los que se presentan en forma mas abreviada desde en sus primeros estudios sobre la histeria, es posible ubicar con claridad el lugar preeminente del padre. Atento a esta importancia, en el Seminario 5 Las formaciones del inconsciente, Lacan homologa la función del padre y el Complejo de Edipo que introduce dicha función como esencial (...) la metáfora paterna concierne a la función del padre (...) La función del padre tiene su lugar, un lugar bastante amplio, en la historia del análisis. Se encuentra en el corazón de la cuestión del Edipo, y ahí es donde la ven ustedes presentificada. Freud la introdujo al principio de todo, porque el complejo de Edipo aparece ya de entrada en La interpretación de los sueños (Lacan, 195758/2007, p. 165) Referirse al padre como función, pone de relieve su diferencia respecto de la persona del padre, con lo que Lacan se separa de la interpretación ambientalista que remite etiología patológica a lo efectivamente acontecido en la biografía del sujeto respecto de la presencia o ausencia, bondades o crueldades del padre. Al enunciar que “(...) un Edipo podía muy bien constituirse también incluso cuando el padre no estaba presente.” (Lacan, 1957-1958/2007, p.171) da cuenta de que no se trata de la presencia efectiva de un humano al que se llama padre sino de una función esencial que puede ser encarnada por cualquiera, situando de este modo al padre por fuera del horizonte exclusivo de la procreación y la crianza (Katz, 2001). Esto lleva a distinguir el nivel de la familia y el del complejo, y permite decir que su carencia en la familia no es lo mismo que su carencia en el complejo, pudiendo presentarse complejos de Edipo normales incluso en casos en que el padre no está presente en la familia. 3. La función del padre: identificación y ley En el Complejo de Edipo el padre desempeña una función en relación a la ley o norma, lo que puede pensarse en dos sentidos: - el padre normaliza, al inscribir en el sujeto la norma, representando en el Otro del lenguaje al Otro de la ley, lo que quiere decir que en el Otro de lenguaje, en Nombre del Padre es el significante que opera como ley. El fundamento del Complejo de Edipo, resumiendo la elaboración freudiana, es que el padre opera la interdicción por la que prohíbe a la madre como objeto de las mociones amorosas eróticas, quedando de este modo ligado a la ley primordial de prohibición del incesto, que funda la estructura subjetiva. Tal prohibición se dirige también a la madre, que no puede reintegrar el producto de su vientre. La prohibición dirigida al niño se realiza bajo amenaza de castración con lo que queda sellado el lazo esencial de la castración a la articulación simbólica de la ley. Lacan ubica el centro del temor a esta amenaza en el sujeto, ligada a su propia agresión imaginaria por lo que resulta una retorsión de la agresión del propio niño hacia el padre que prohíbe a su objeto privilegiado, la madre; suponiendo del padre, por proyección, unas tendencias agresivas idénticas a las propias. Sin embargo, estas no son las únicas tendencias, pues debe considerarse también el Edipo invertido que agrega el componente del amor al padre que lleva a la declinación del complejo de Edipo en una dialéctica ambigua entre el amor y la identificación, dos términos diferentes pero indisociables, que se ampliarán mas adelante. - El otro aspecto de esta función normativa puede designarse como desnormalización, en tanto es por el Edipo que el sujeto se inscribe en el Otro no como “normal”, sino según una determinada estructura clínica, la condición del sujeto, neurótico, psicótico o perverso, depende del recorrido del complejo de Edipo y en este sentido se produce un borramiento de la categoría de normalidad. Desnormaliza, entonces, entendiendo que para el psicoanálisis no hay normalidad, en el sentido común que alude a la norma como punto medio estadístico. En todo caso, la normalidad es la sujeción a la norma del Edipo. En este sentido, es un accidente en el Edipo lo que determina la neurosis, accidente, por otra parte, imposible de evitar, pues si situamos la función paterna como una regulación del goce ésta será siempre fallida, como se desarrolla en el apartado El padre una función con carencias. 4. El complejo de Edipo y lo preedípico. Confirmación del lugar del padre En la historia del psicoanálisis el Complejo de Edipo ha sido objeto numerosas investigaciones algunas de las cuales intentan situar su función en la determinación de la neurosis. Los trabajos que ubican las causas de la patología en el terreno de lo preedípico y vinculado al superyó materno, siguen a Freud que en Tres Ensayos para una teoría sexual señalaba la importancia de lo que sucede antes del Edipo. Sin negar el valor de lo preedípico Lacan dice en el Seminario 5 que esto debe ser articulado a la noción de retroacción pues: (...) en Freud, esto adquiere su importancia, pero a través del Edipo. Sólo que, en aquella época, la noción de la retroacción, de una Nachträglichkeit del Edipo sobre la cual, como ustedes saben, llamo aquí constantemente su atención con insistencia, no había sido nunca, nunca, puesta de relieve. Esta noción parecía eludir el pensamiento. Sólo se consideraban las exigencias del pasado temporal. Ciertas partes de nuestro campo de experiencia se relacionan en especial con este terreno de las etapas preedípicas del desarrollo del sujeto, a saber, por un lado, la perversión, por otro lado, la psicosis. (Lacan, 1957-58/2007, p. 167) El testimonio de la existencia del Edipo en lo que se pretende preedípico lo encuentra Lacan en la obra de Melanie Klein, expresándolo del siguiente modo: La obra de la Sra. Melanie Klein dice cosas que tienen toda su importancia, pero a veces sólo a través de las contradicciones internas de sus textos, susceptibles de ser criticados, como en efecto lo han sido. Además está también lo que dice sin querer decirlo (...) (Lacan, 1957-58/2007, p.168) pues en los niños que examina y analiza en una etapa supuestamente preedípica “(...) cuanto mas se remonta hacia el tiempo de la historia presuntamente preedípica, y cuantas mas cosas ve allí, ve siempre y en todo momento, permanente la interrogación edípica” (Lacan, 1957-58/2007, p.168). Dado que en los testimonios que aporta de etapas precoces, correspondientes a lo que ella denomina etapa de la formación de los malos objetos, relacionada con la aparición del cuerpo de la madre en su totalidad, cuando el interior del cuerpo de la madre es donde se juega la primera relación objetal del niño, Klein testimonia a partir de dibujos, dichos y la reconstrucción de la psicología del niño, que entre los malos objetos que encuentra en el cuerpo de la madre, (…) como son todos rivales, los cuerpos de los hermanos y las hermanas, pasados, presentes y futuros- se encuentra precisamente el padre, representado en forma de su pene. Es ciertamente, un hallazgo que merece que le prestemos atención, porque se sitúa en las primeras etapas de las relaciones imaginarias (...) Esta contradicción tiene todo su valor, cuando la intención de la Sra. Melanie Klein era ir a explorar los estadios preedípicos. Cuando más se remonta en el plano imaginario, más constata la precocidad –bien difícil de explicar si nos atenemos a una noción puramente histórica del Edipo- de la aparición de un tercer término paterno, y ello desde las primeras fases imaginarias del niño. Por eso digo que la obra dice más de lo que quiere decir (Lacan, 1957-58/2007, p. 168-69). Esto llevará a la consideración del aspecto estructural, y no puramente histórico biográfico del Edipo, a partir del cual retroactivamente, es posible localizar y valorar la existencia e incidencia de lo preedípico. Esta concepción no es válida si se piensa el desarrollo del sujeto como un recorrido superador a través de etapas evolutivas, pero es acorde a la lógica del significante en que la significación es retroactiva y la historia que el sujeto construye a partir del análisis va del porvenir al pasado. Es posible pensar esta conceptualización como un anticipo, en lo que podría denominarse el primer lacan, del concepto de inconsciente que postulará en el Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964/1997), como lo no nato, lo que está a la espera y que fundará una diferencia teórica y clínica respecto del inconsciente freudiano. Por lo dicho, el Complejo de Edipo no debe entenderse como una etapa en sentido evolutivo, sino como un articulador, pues en su nexo indisociable con el complejo de castración perfora los distintos momentos de la constitución de la subjetividad. 5. El padre como metáfora A partir de estos desarrollos y siguiendo a Lacan se desarrollará qué es el padre en el Complejo de Edipo, fundamento y base de la constitución del sujeto y de su relación con la cultura. En este sentido, el padre no es un objeto real (puede entenderse que el término real en este momento de la enseñanza y contexto, refiere a la realidad y no a la categoría o registro de lo real) aunque intervenga como tal para encarnar la amenaza de castración (tal como es referido en los textos freudianos), tampoco es únicamente un objeto ideal: el padre es el padre simbólico, una metáfora, acorde a la definición que Lacan da de ésta. Es un significante que viene a sustituir a otro significante, siendo éste el instrumento esencial del padre que interviene en el Edipo. La función del padre es la de ser un significante que sustituye al significante materno, primero introducido en la simbolización. Solo es posible pensar una sustitución del padre por la madre en el registro simbólico. De este modo, y acorde a la preeminencia del registro simbólico en este momento de su enseñanza, Lacan realiza un pasaje del padre al significante del Nombre del Padre, reescribiendo en términos simbólicos lo que hasta el momento estaba ubicado en el registro imaginario, como expresa el autor: (...) el padre es una metáfora. (...) Una metáfora es, ya se los he explicado, es un significante que viene en lugar de otro significante. Digo el padre en el complejo de Edipo, incluso si esto debe turbar las orejas de algunos. Digo exactamente el padre es un significante sustituido a otro significante. Y ahí está el resorte, y el único resorte esencial del padre, en tanto que interviene en el complejo de Edipo. Y si ustedes no buscan las carencias paternas a ese nivel, no las encontrarán en ninguna otra parte (Lacan, 1957-58/2007, p.103). Lacan toma la fórmula general de la metáfora, operación de sustitución del lenguaje formada por cuatro términos que producen el resultado, como puede verse a continuación: S $´ 1 S $´ x s Aplica esta fórmula a los términos del Edipo, produciendo la metáfora paterna en el Escrito De una cuestión Preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis (1955-56/1987c), que sitúa al padre como significante que se introduce en la primera simbolización entre el niño y la madre, sustituyendo al significante materno y respondiendo al develar al sujeto la incógnita (x) respecto al objeto del deseo materno, nombrándolo como deseo de falo. Así, la operatoria de esta metáfora determina que cualquier significante del Otro sustituye al falo, lo que inaugura el valor fálico en el universo simbólico del sujeto1. Nombre-del-Padre Deseo de la Madre Otro NP Deseo de la Madre x Falo La metáfora del Nombre del Padre es “(…) la metáfora que sustituye este Nombre en el lugar primeramente simbolizado por la operación de la ausencia de la madre” (Lacan, 1955-56/1987c, p.539). La escritura del Deseo de la Madre (DM) sobre la (x) que nombra el significado que cobra para el sujeto niño, indica que no hay una relación directa entre el niño y el padre, sino que está metaforizado por el DM. Por otra parte, el deseo de la madre no es, en rigor, un deseo sino que nombra a un goce sin ley, a la acción de la madre todopoderosa del primer tiempo del Edipo, como se desarrollará mas adelante. Al enigma que para el sujeto representa esta (x) responde la intervención del padre a través del significante del Nombre del Padre, que produce la significación fálica en el lugar del Otro, Otro que es el lenguaje pero también el 1 Esto establece una diferencia respecto de la interpretación instrumental del concepto de función pues esta deja de lado la producción de significación pare entender al lenguaje solo como instrumento de comunicación, tal como se desarrolla en el 1| capítulo de esta tesis “El concepto de función”, el padre es instrumento para la separación del niño de la madre. inconsciente. La consecuencia que se desprende de la distinción entre el padre real y la función simbólica, es que el padre es un significante que se distingue de la paternidad biológica, por lo que la paternidad y la filiación son adoptivas. El padre adopta a su hijo al reconocerlo como propio y el niño a su padre al consentir a la acción de su ley. Ya en el Seminario 7 La Ética del psicoanálisis, Lacan señala que tanto el hijo como el padre son siempre adoptados, la paternidad no es biológica sino simbólica, debe haber reconocimiento y consentimiento, una mediación a través de la cual un hombre, ya sea el genitor o no, reconozca a un niño como su hijo; y a la vez, el hijo reconozca al padre como tal consintiendo a su paternidad. (Lacan, 1959-60/1988 p.368) Si bien lo que pide el niño está del lado de la necesidad o del amor, la metáfora indica que el deseo se sostiene por el Nombre del Padre, en la medida que introduce un borde entre la madre y el niño, limitando la acción fuera de ley del DM. Sin embargo, esta operación tiene un resto, toda metáfora paterna es siempre, fallida, de esta falla emerge el enigma del deseo del Otro, que bordea aquello que el padre no puede nombrar, donde se recorta el objeto a. 6. El padre: una función con carencias En referencia a lo necesariamente fallido de la operación del padre a en el Seminario 5 Lacan centra el análisis del padre y su función, en las carencias, término que permite dos niveles de análisis: - Estructural: la función paterna produce la operación por la cual a través de un elemento simbólico, el Nombre del Padre, opera una regulación del goce, de la satisfacción pulsional. El goce está en relación a lo real, definido como lo imposible a lo simbólico, lo imposible de domeñar por lo simbólico, tal como Freud lo expresa respecto de la pulsión. En este sentido, hay una imposibilidad fundamental por la que la función será siempre, necesariamente, fallida, lo que da cuenta de una carencia que es estructural. - Contingente: un segundo nivel de análisis remite a aquello que, para cada sujeto, encarna esta función, que siempre estará a cierta distancia respecto de la función misma. Es el modo en que lo contingente de los avatares de la vida del sujeto recubre la carencia estructural, con lo que duplica y encubre la imposibilidad, haciendo creer que ella es contingente. Esto, que es la diferencia entre el nivel mítico o de la novela familiar y la estructura, abre la posibilidad del análisis orientado desde lo simbólico hacia lo real. 7. Los tiempos del Edipo En el mismo Seminario Lacan explica la constitución del sujeto y la operatoria de la metáfora paterna en una temporalidad lógica, teniendo en cuenta el aspecto estructural del Edipo antes mencionado. Retomando el Edipo freudiano a partir de la dialéctica fálica, Lacan sitúa una secuencia de tres tiempos que cristaliza en la fórmula de la metáfora paterna. Parte de la presentación de la tríada madre-niño-falo que involucra una significación metonímica del falo, pues éste es un valor que se desplaza de un objeto a otro, para introducir luego la vertiente metafórica, en relación a lo simbólico, que será el resultado de la acción de la metáfora paterna. 7.1. Primer tiempo El niño se identifica con el objeto de deseo de la madre, el falo, encontrándose inicialmente formando parte del ternario formado por la madre, él mismo y el falo, dado que el falo es el significante que nombra el deseo de la madre en tanto sujeto, antes aún del nacimiento del niño. La madre como sujeto, está sometida a la ley simbólica por lo que el niño recibe la acción de la ley a través de ella, ley que, en este tiempo, es omnipotente e incontrolada. La madre responde al grito del niño según su voluntad, su capricho, por lo que el niño se confronta a un Otro absoluto, que, en tanto tal, vehiculiza también el lenguaje. Ella representa también al objeto primordial, das Ding, la Cosa, que aloja un goce primordial que se pierde por acción de lo simbólico “(...) el Soberano Bien, que es das Ding, que es la madre, que es el objeto del incesto, es un bien interdicto y que no existe otro bien” (el concepto de das Ding es teorizado por Lacan en el Seminario 7, 1959-60/1988, p.88). Por otra parte, el niño se identifica con la imagen ideal que le ofrece la madre, y constituye su yo - estadío del espejo (ver: Lacan, 1957/1958b),- como primordialmente alienado. Se trata de ser o no ser el objeto de deseo de la madre. En esta relación el niño depende de la madre, desea no solo sus cuidados y su presencia sino su deseo, por lo que en esta primera simbolización el niño se afirma en que él es deseo de deseo de la madre. Al examinar la obra Hamlet Lacan retoma el famoso to be or not to be del protagonista como ser o no ser el falo que le falta a la madre, puesto que no se trata tanto del deseo por su madre, sino del deseo de su madre. El ser o no ser remite al enfrentamiento continuo por parte de Hamlet al problema de su deseo, pues Hamlet no es un caso clínico, es el drama donde se presenta la encrucijada en la que se aloja el deseo, de diversos modos: en tanto trata de construirse un deseo insatisfecho, corresponde al deseo histérico, pero como también intenta sostenerse en un deseo imposible, ilustra al deseo obsesivo. De este modo Hamlet se vuelve el personaje en el que se puede interrogar al deseo y examinar las modalidades de su presentación. (Pueden consultarse al respecto las clases del Seminario 6 El deseo y su interpretación en que Lacan examina Hamlet, 1992 y 1993) Volviendo a la relación del niño con la madre en este primer tiempo, la misma abre al niño a una dimensión por la que ella desea algo otro, aún en el plano imaginario. Es así como entra para el sujeto el deseo de otra cosa al experimentar de modo concreto la presencia en la madre del deseo de otra cosa que satisfacer el deseo del niño. El niño dirige su deseo a su objeto que es la madre, tal deseo se articula en un “(...) mundo donde reina la palabra, que somete el deseo de cada cual a la ley del deseo del Otro” (Lacan, 1957-58/2007, p.194). El niño que por la primera simbolización ha constituido a la madre como sujeto, se encuentra por completo sometido a la ley de la madre, pero esta ley es incontrolada y significa que ella es un ser hablante, lo que para el sujeto niño implica que algo de su deseo es totalmente dependiente de esta ley identificada al sujeto que la soporta. En este sentido el niño es un sujeto en tanto sujetado al capricho de esa de la que depende, todo este interjuego se desarrolla el plano imaginario. Si en esta relación de espejismo puede aparecer el deseo de lo otro es porque hay algo mas que una relación dual, porque tras la madre está todo el orden simbólico del que ella depende y que permite cierto acceso a ese objeto que es el falo. Es para alcanzar el deseo de la madre como tal, este más allá de la madre, que es necesaria la mediación de la posición del padre en el orden simbólico. Lo que se produce en el pasaje del ternario imaginario al ternario simbólico, en el que el padre ocupa el lugar cumbre que tiene el falo en el ternario imaginario, lo que da cuenta del enlace metafórico entre ambos. Esto introduce en la dialéctica edípica en la cual se halla “(...) esta génesis, por así decirlo, debido a la cual la posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el plano imaginario (…)” (Lacan, 195758/2007, p.189) como objeto privilegiado. 7.2. Segundo tiempo Se inaugura la simbolización, que Lacan explica a través del juego de carretel descripto por Freud en Más allá del principio del placer (1920/1993). El niño juega a tirar el objeto y luego a hacerlo reaparecer, pronunciando las palabras Fort-Da, que indican su ausencia y su presencia. Repite activamente a través del juego una experiencia que vivió pasivamente: la partida de su madre. La madre deja de ser un objeto primordial para volverse un símbolo, por la introducción de la mediación del lenguaje en la relación madre-hijo. En este tiempo del Edipo se introduce, más allá de la ley materna, un tercer elemento que interviene como palabra interdictora: es la ley del padre, que no interviene con su presencia sino con su palabra. El Nombre del Padre indica al niño que el deseo de la madre tiene relación con la ley del padre. La prohibición del incesto funciona para la madre como interdicción de reintegrar su producto, y para el niño separándolo de su identificación con el objeto del deseo materno. La madre pasa de ser un Otro absoluto a ser un Otro tachado lo que implica la castración del Otro - castración de la madre tal como lo denomina Freud y Lacan retoma- y el niño es incluido en un orden simbólico. 7.3. Tercer tiempo ,De este tiempo depende la salida, corresponde a la declinación del Edipo, el niño pasa de ser el falo de la madre a la problemática de tenerlo, con las variantes: - Del lado masculino ¿qué hacer con él? - Del lado femenino ¿qué hacer con la falta en tener? El padre interviene como el que tiene el falo y no como el que lo es. Es necesario que tenga aquello que ha prometido y que dé pruebas de ello. Al mismo tiempo, aparece como soporte de las identificaciones del Ideal del yo que permiten la nominación del deseo. El varón encuentra un sentido a su órgano identificándose al padre como el que tiene el falo: recibe la promesa fálica de que, como el padre, también él recibirá el falo al que puede acceder sobre la base de aceptar no serlo. La niña se confronta al pennisneid y tramita de distintas maneras su falta en tener a través del parecer-ser (mascarada), de la maternidad y del hacerse amar correspondiente a la demanda de amor dirigida al partenaire. Formulaciones que preceden a las consideraciones sobre el amor y el deseo según la dialéctica fálica en la relación entre los sexos. La intervención del padre en este tercer tiempo produce nuevamente la instauración del falo como objeto deseado por la madre. Es en este sentido un padre potente que puede dar a la madre lo que ella desea porque lo tiene. Tiempo fundamental del Edipo pues si bien suele destacarse la función interdictora del segundo tiempo es este tiempo el que asegura la salida. 7.4. El padre en los tres tiempos del Edipo. El niño podrá identificarse a esta instancia paterna que se realiza en estos tres tiempos en los que el padre aparece: a) En forma velada en el primer tiempo, si bien no ha aparecido aún, existe en la realidad del mundo pues en tanto reina la ley del símbolo la cuestión del falo ya está planteada en alguna parte por la madre, de donde el niño tomará noticias de ella. b) Por su presencia privadora, en el segundo tiempo, en tanto soporta la ley, función mediada por la madre que lo propone como aquel que hace la ley c) El padre revelado, en el tercer tiempo, como aquel que tiene, salida favorable del Edipo, en tanto la identificación denominada ideal del yo se produce en este tercer tiempo. 8 El Edipo como efecto de discurso Examinando los tres tiempos del Edipo a partir del esquema del mensaje invertido, según el cual el emisor recibe su mensaje en forma invertida a partir del retorno del mensaje por parte del receptor, tal como expresa Lacan: (...) lo que se omite en la chatura de la moderna teoría de la información es que no se puede ni siquiera hablar de código si no es ya el código del Otro, pero es ciertamente de otra cosa de lo que se trata en el mensaje, puesto que es por él como el sujeto se constituye, por lo cual es del Otro de quien el sujeto recibe incluso el mensaje que emite. (Lacan, 1960/1987b, p.786) Se puede situar distintos niveles del mensaje lo que posibilita entender la operatoria del Edipo como efecto de discurso. En el primer tiempo el mensaje que interviene es que el niño se identifique con el objeto de deseo de la madre, con el falo imaginario. La identificación del niño es un efecto de discurso, por el mensaje que recibe del Otro se identifica imaginariamente con el objeto. Mas allá del mensaje de la madre está el del padre, que es un mensaje para la madre, la prohibición del incesto operada por el padre funciona como un mensaje sobre el primer mensaje emitido por la madre y funciona tanto para ella como para el niño Para el niño, el padre interviene en el plano imaginario privando a la madre de su objeto. En lo simbólico, la castración hace que el falo como objeto imaginario del deseo materno aparezca en lo imaginario como falta, y en lo simbólico como significante del deseo que permite dar sentido a todos los otros significantes. Encontramos aquí las dos vertientes del falo en la enseñanza de Lacan: el falo metonímico, que sostiene la ecuación niño-falo y el falo metafórico como significante del deseo del Otro. Luego de la identificación inicial y necesaria del niño al falo como objeto del deseo de la madre, el padre jugará en este segundo tiempo un papel fundamental en el hecho de que la madre no tenga falo, privándola de algo que solo tiene como símbolo. El sujeto por su parte debe aceptar o rechazar, asumir o no, simbolizar esta privación cuyo objeto es la madre siendo éste el punto nodal del Edipo, en el cual el padre entra en función como privador de la madre. En esa ocasión quien es castrado es la madre y no el sujeto por lo que Lacan lo pone entre comillas, y denomina a esta operación privación. La aceptación de la privación del falo operada por el padre sobre la madre es el punto nodal que incidirá en la determinación de la estructura subjetiva en tanto neurosis, psicosis o perversión, pues si esto no sucede el niño mantendrá su identificación al falo materno resultando una configuración particular, eso que desata al sujeto de su identificación lo vuelve a atar al mismo tiempo a la primera aparición de la ley bajo la forma de que la madre en eso depende de algo que el otro tiene o no tiene, así queda evidenciado. El estrecho vínculo de esta remisión de la madre a una ley que no es la suya sino la del otro, junto con el hecho de que el objeto de su deseo es soberanamente poseído en la realidad por aquel mismo Otro a cuya ley ella remite, da la clave de la relación del Edipo. Aquello que constituye s carácter decisivo se ha de aislar como relación no con el padre, sino con la palabra del padre. (Lacan, 1957-58/2007, p.198-99) Esta es la clave de este segundo tiempo del Edipo en la que se plantea al niño la alternativa de ser o no ser el falo, diferente de plantearse tenerlo o no tenerlo, el paso de una a otra requiere un franqueamiento en el que la función del padre es decisiva. De esto se trata el complejo de castración, del que depende que el niño devenga hombre y la niña mujer, para ello ambos deberán pasar por la cuestión de tenerlo o no tenerlo, pues así el hombre asume su virilidad por intermedio del complejo de castración, lo que supone que para tenerlo “(...) primero se ha de haber establecido que no se puede tener, y en consecuencia la posibilidad de estar castrado es esencial en la asunción del hecho de tener el falo” (Lacan, 1957-58/2007, p.192) En este paso a franquear debe intervenir efectivamente el padre para lo que es preciso que esté en el exterior del sujeto constituido como símbolo, como nombre del padre que juega su función. Pues “(...) intervendrá ahora efectivamente en la etapa siguiente (…) en cuanto personaje real revestido de ese símbolo.” (Lacan, 1957-58/2007, p.193). De este modo interviene el padre investido por el significante del padre de manera concreta y escalonada, el padre entra en juego como portador de la ley y prohibidor del objeto que es la madre “(...) la función del padre, del Nombre del Padre, está vinculada con la interdicción del incesto, función de ley del que dependen muchas cosas” (Lacan, 1957-58/2007) De este modo se evidencia que de lo que se trata es de una operación de prohibición del goce del objeto absoluto y primordial que es la madre, con lo cual se justifica la afirmación según la cual la función paterna está referida a una operación de tratamiento o regulación del goce por medio de lo simbólico, nombrado aquí como la ley del padre. En sucesivas elaboraciones en la enseñanza de Lacan se modifica el modo de expresión y formalización, pero mantiene su vigencia el hecho de que la función paterna se trata de una operación por medio de la cual lo simbólico produce una regulación del goce, un posible tratamiento de lo real por lo simbólico. La posibilidad de franquear este momento de sujeción está ligada a la asunción de lo simbólico como complejo de Edipo y es aquí donde se juega algo considerado esencial que es la relación de la madre al padre. Esto no se refiere a las relaciones personales o a sus condiciones como padres sino que concierne a la relación “(...) de la madre con la palabra del padre - con el padre en tanto que lo que él dice no es del todo equivalente a nada” (Lacan, 1957-58/2007, p.196). Que la palabra del padre no sea equivalente a nada implica ubicarla en un lugar de excepción respecto al resto de los significantes que pueden entrar en el intercambio de la sustitución metafórica. Por esta función el nombre del padre interviene como significante del padre, es la palabra articulada del padre y la ley en tanto el padre está en íntima relación con ella, lo esencial de esto es: (...) que la madre fundamenta al padre como mediador de lo que está más allá de su ley, la de ella, y de su capricho, a saber, pura y simplemente, la ley propiamente dicha. Se trata, pues, del padre en cuanto Nombre del Padre, estrechamente vinculado con la enunciación de la ley, como nos lo anuncia y lo promueve todo el desarrollo de la doctrina freudiana. Es a este respecto como es aceptado o no es aceptado por el niño como aquel que priva o no priva a la madre del objeto de su deseo. (Lacan, 1957-58/2007, p.197) 9. Edipo y sexuación: referencia Si bien no se desarrollará este aspecto por no ser el central de esta investigación, existe otro aspecto ligado a la función del padre que tiene que ver con su incidencia en la posición sexuada del sujeto, para cuya determinación, igual que para la paternidad, es insuficiente la biología Nadie puede negar esta función (la reproducción) en el plano biológico. Pero yo afirmo, siguiendo a Freud, que da fe de ello de todos los modos posibles, que esta función, como tal, no está representada en el psiquismo. En el psiquismo no hay nada que permita al sujeto situarse como ser macho o ser hembra. El sujeto sólo sitúa, en su psiquismo, sus equivalentes – actividad y pasividad- Y éstos nunca la representan exhaustivamente (...) Sólo esta división (...) hace necesario lo primero que puso al descubierto la experiencia analítica –que las vías de lo que hay que hacer como hombre o como mujer pertenecen enteramente al drama, a la trama, que se sitúa en el campo del Otro –el Edipo es propiamente eso. (...) les dije que lo que debe hacer como hombre o como mujer, el ser humano lo tiene que aprender por entero del Otro. (Lacan, 1964/1997, p.212) De modo que, los avatares del recorrido del Edipo determinarán la sexuación del sujeto como hombre o como mujer y que pueden observarse en el recorrido de los tiempos del Edipo mencionados. En este sentido el padre potente del tercer tiempo del Edipo (que interviene como aquél que tiene) es interiorizado como ideal del yo posibilitando la declinación del Edipo y determinando la posición del sujeto en relación al sexo. ¿Qué quiere decir esto? No quiere decir que el niño va tomar posesión de todos sus poderes sexuales y a ejercerlos, ya lo saben ustedes. Muy al contrario, no los ejerce en absoluto, y se puede decir que aparentemente está despojado del ejercicio de las funciones que habían empezado a despertarse. Sin embargo, si lo que Freud articuló tiene sentido, el niño tiene en reserva todos los títulos para usarlos en el futuro. El papel que desempeña aquí la metáfora paterna es ciertamente el que podíamos esperar de una metáfora –conduce a la institución de algo perteneciente a la categoría del significante, está ahí en reserva su significación se desarrollará mas tarde. El niño tiene todos los títulos para ser un hombre y lo que más tarde se le pueda discutir en el momento de la pubertad, se deberá a algo que no haya cumplido del todos con la identificación metafórica con la imagen del padre, si ésta se ha constituido a través de esos tres tiempos. (Lacan, 1957-58/2007, p 201) De este modo se establece una diferencia entre el órgano y el efecto simbólico que posibilita el uso de él, lo que indica que la virilidad es asumida por esta identificación al padre, lo que permite ubicar la función del Complejo de Edipo en la determinación de la posición sexuada de un sujeto. También para la mujer la metáfora paterna es la vía de resolución respecto a la sexualidad, pero de un modo diferente, pues, Para ella, (…) esta tercera etapa, como lo destaca Freud –lean su artículo sobre el declive del Edipo- es mucho más simple. Ella no ha de enfrentarse con esa identificación, ni ha de conservar ese título de virilidad. Sabe dónde está eso y sabe dónde ha de ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene. Esto también les indica en qué sentido una femineidad, siempre tiene hasta cierto punto una dimensión de coartada. (Lacan, 1957-58/2007, p.201) Bibliografía - Freud, S. (1993b) El sepultamiento del complejo de Edipo. En OC, (1° ed. 5° reimp. Vol. XIX, p.177-188) Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo publicado en 1924) - Katz, L. (2001). “El padre freudiano versus el padre lacaniano”, Seminario “Versiones del padre”, inédito. - Lacan, J., (1987c) De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis. En Escritos 2 , Buenos Aires: Siglo XXI (Trabajo de 1955-56) - Lacan, J., (1988c). El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, (1959-60). Buenos Aires: Paidós. (6° reimp. 1997) - Lacan, J. (1992), El Seminario, Libro 3, Las psicosis, (1955/56)Buenos Aires, Paidós - Lacan, J., (1989), El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, (1957/1958) Buenos Aires: Paidos - Lacan, J.,(1992), El Seminario, Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis, (19691970), ( 2° reimp.1996),Buenos Aires: Paidós. - Lacan, J., (1997). El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, (1964) Buenos Aires: Paidós - Lacan, J., (2006a). 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