UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES FACULTAD DE PSICOLOGÍA MATERIA: Clínica de Niños y Adolescentes TITULAR: Prof. Titular Regular Dra. Marisa Punta Rodulfo Borradores de la clínica: Cuerpo y Experiencia: Sobre una secuencia que acontece durante el posquirúrgico de un niña pequeña. Lic. Claudio Oscar Steckler Cuerpo es la certidumbre confundida hecha astillas. Jean-Luc Nancy. Corpus.2003 Un médico del hospital le pide ayuda a una joven psicóloga de la sala de juegos con Clarita1, una niña de cinco años internada desde hace algún tiempo por una patología neurológica de gravedad. Le cuenta que después de la titánica cirugía donde le extirparon un tumor central, perdió algunas de sus adquisiciones madurativas más importantes y se desconoce cuál será el rumbo que ello curse. Ha dejado atrás el interés por comunicarse y no camina. La niña está aburrida, este es el punto que preocupa y moviliza; su madre refuerza el pedido introduciendo un ligero matiz; pide que alguien venga a distraerla. La psicóloga la encuentra recostada inmóvil y en silencio con un sutil gesto de indiferencia frente a su presencia. Su mirada recorre el cuerpo de la niña, el rostro de la madre a su lado, la sala de internación y se detiene en su mano. Registra en ella un gesto ( tal vez un gesto reflejo, un pequeño movimiento?) , le cuenta que trajo plastilina y que partirá la masa para hacer bolitas pequeñas para poder jugar. Al instante, coloca en la mano de la pequeña, un trozo esférico de masa a la vez que envuelve con su propia mano el conjunto. La mano 1 de Clarita ahora envuelve la plastilina, la mano de la psicóloga envuelve la mano de Clarita. Envoltura de envoltura. Caricia de envoltura: moviliza la manito contenida, que comienza a moverse sintiendo la masa en su interior. Lentamente comienza hacer fuerza, ahora con sus dedos, apretando la masa. Hasta que abre su mano, comienzan hacer juntas bolitas y…gusanitos. Después de un rato - no medido - la terapeuta se despide hasta mañana. Clarita la mira y levanta el pulgar -de la mano que alojó la plastilina- para saludarla con un sencillo gesto. En un encuentro siguiente, Clarita recibe a la terapeuta con una ligera muestra de alegría, esta vez balbucea sin llegar articular una palabra, mientras que juntas, de a dos, componen con masa un solo objeto, se trata de un insecto: un bichito de luz. Al otro día la visita se repite, sin embargo esta vez es Clarita quien parece querer decir algo que no llega a comprenderse, la madre interviene y le muestra una serie de fotos obtenidas con el celular, se trata de imágenes donde se puede leer el nombre de la niña, realizado con plastilina de distintos colores. La niña ha comenzado a mostrar leves mejorías en su movilidad, mientras su madre cuenta que la escritura del nombre la hicieron ayer, jugando juntas y que al concluir Clara pidió conservar una foto para que hoy pueda mostrarla. ¿Por dónde empezar? ó será que ya habré empezado. Digo; eso que intuyo quiero decir en lo que escribo, lo que se escribe. ¿Cuerpo? Insisto; el problema del punto de partida: nunca es ingenuo. ¿Empiezo por Clara?; ó ¿por la psicóloga? ; ó ¿por la madre? ó por el médico ó por lo que dicen que le pasa ? ó por el cuerpo….otra vez: qué cuerpo ?...El cuerpo y la secuencia, el despliegue de una secuencia - una más Y en diferencia – me acuden aquí acompañando el envión en potencia que intento. Pensar con secuencia, pensar en secuencia como formas de ir: mejor desplegando que entrando -digo- porque lo segundo implicaría, introducir aquí una espacialidad oposicional (entrar supone un interior que se define por oposición a un exterior del cual parto para “ir entrando” ) que para lo que intento decir prefiero mantener a cierta distancia. 2 El concepto de secuencia introducido por Winnicott2 y más tarde retomado por Marisa Rodulfo, nos permite inaugurar cada vez que nos acercamos a una situación clínica, una operación de lectura que también será escritura en la medida que podamos entender, que allí no se trata de una simple relación de contigüidad entre las partes3. No está en juego ninguna sucesión. La secuencia se construye entre dos, lo que implica entender algo de la naturaleza de estos dos pero a condición de no extraviarse demasiado en ello. El clínico interviene, el paciente produce. Un movimiento se relanza cada vez en un trabajo compartido, que no es de uno ni de otro; se trata de una construcción, un devenir entre dos. De tanta potencia por cierto, que la ausencia de alguno de ellos impediría su despliegue. Este pareciera ser uno de tantos puntos, pero sin embargo empuja, a veces un poco más. Una posibilidad sería pensar en la experiencia del encuentro. Pensar, al menos provisoriamente, que las dos partes de que se trata son: experiencia y encuentro. ¿De qué cosas estará hecha una experiencia? pregunta atrevida con la que en cada lectura Ricardo Rodulfo4 nos convida un punto de partida distinto, al que tanta veces convocamos casi por inercia, una experiencia que además de sexual, valga por otra cosa que no sea lo sexual, ¿a un niño puede pasarle alguna otra cosa que no derive de modo más o menos directo de la sexualidad ?. Sin embargo, el punto de interrogación aquí es la noción de experiencia, no en el sentido : experiencia de….tal ó cual cosa, sino en el sentido de experiencia, vivida y vivible, experiencia viviente, capacidad de experienciar, ensayo y error, y ensayo y… los apoyos suplementarios parten -no lo creo un detalle al paso- de la observación del niño en distintos momentos de su crecimiento, donde se producen saltos cualitativos potentes en la subjetividad, desde aquel bebe que experimenta el impulso de sustraer un objeto, por el que a corta distancia se ve tentado; a ese otro retrato de niño –algo mayor- que juega solo mientras su madre está sin estar, en calidad de no presente. Versiones posibles, que amplifican el despliegue de la experiencia, permitiéndole al niño experimentar con la alteridad, al mismo tiempo que escribir la diferencia con y en el otro; en la medida que el vivenciar es en equipo. Lo más importante que ocurre allí, requiere de lo uno y del otro, en una interface donde cada quien, pueda aportar lo suyo de modo afinado a lo que cada uno necesita del otro. ¿De qué estará hecho un encuentro…? 3 El sentido de un sí mismo subjetivo que aparece en un niño entre los siete y nueve meses5, aproximadamente, da cuenta de la puesta en marcha de la intersubjetividad, habida cuenta que a partir de las experiencias ensayadas entre el bebe y los otros, le permite deducir que las prácticas de su mente pueden ahora ser compartidas por otras mentes. Es decir que los otros distintos de él mismo, pueden alojar un estado mental semejante al suyo. Sin embargo, esto no resulta suficiente para que la intersubjetividad se despliegue, hace falta un marco compartido de significados y medios de comunicación, particularmente: el gesto y la expresión facial. De este modo para que la experiencia subjetiva pueda compartirse, requiere que se trate de un tipo específico, que no obedezca al lenguaje verbal. La atención, y el entonamiento de estados afectivos e intenciones, constituyen estados mentales que no exigen la presencia del lenguaje en la mente, para ser utilizados. De este modo, un foco de atención, una vivencia afinada de afectos a la vez que una dosis suficiente de intencionalidad, suelen ser ocasiones propicias para que la experiencia -ahora sí podemos decirlo- del encuentro- sea posible. Encuentro y experiencia, la experiencia de encontrarse deviene en la superposición de los primeros gestos, el ligero movimiento de la mano de Clarita al que la psicóloga, diremos: se superpone, dejándose llevar por su propio gesto espontáneo. Allí va la mano, casi su mano, llevando la masa que funda lugar, en la mano de Clara, en la que ahora descansa, apenas un instante, para al sentirse alojada, acariciada; envuelta, desenvuelva su insipiencia y comience a pedir figuras cada vez distintas pero modeladas entre las dos. Hay allí un terapeuta, que casi presta sus manos, a discreción del casi, porque son las palabras de Clara las que modulan ahora superpuestas las manos de la psicóloga. Lo mejor de aquello ocurre en la frontera de ambas, en los bordes de las manos, en los bordes de sus palabras. No se trata de una y de otra, de algo que la niña le pida a la otra, no es eso ó mejor; no se trata solo de eso; sino más bien de lo que ocurre entre ellas, de la potencia -diferencias- que inscribe la experiencia intersubjetiva donde cada intervención provoca la apertura de algo nuevo. Sin embargo lo que lanza nuestra serie, estriba en la observación del clínico a propósito de la mano de Clarita, algo ve allí, supone ó ve, poco importa por cierto, lo que cuenta es que ella allí se detiene; eso la deja pensando…Se trata de esa mano y no de la otra. Esa es la mano libre, la que no tiene la vía por la que le pasan la medicación y el 4 suero. La otra mano está ocupada, no dispone de su movilidad con libertad, hay en ella un límite en la realidad carnal de su cuerpo. A partir de la cirugía su comportamiento ha cambiado, ¿que habrá sido junto al tumor lo que la operación se llevó…? La demanda del médico, incluso de la madre, espera que la psicóloga traiga de afuera algo que la saque del aburrimiento. La niña está muchas horas quieta, su cuerpo está técnicamente atendido hasta en el más mínimo detalle, la situación pareciera diferenciar un lugar para cada parte, la parte del cuerpo de la que los médicos se ocupan, la parte de la mente de la que ahora hay que ocuparse está…en otra parte, en esta disociación casi explícita, el cuerpo de la niña se ha transformado en un extraño. Un extranjero en su propia tierra. En una de las primeras visitas de la psicóloga la madre le muestra un video para que vea la vitalidad de Clara antes de la cirugía, en las cosas que ha perdido y que la llenan de angustia… ¿Pero en que pensamos cuando decimos: propio cuerpo? ¿ qué era lo propio de aquel cuerpo cuya ausencia ahora lo vuelve extraño ? Qué cosas tendrían que haber acontecido en la niña para que le supongamos un cuerpo propio ?. De ser así, de cosas que hayan pasado, ¿ serán las cosas de la niña en el cuerpo, ó las cosas del cuerpo en el cuerpo…? Movimiento: una niña que corre y salta, brincando con el viento enredando su cabellera espesa; en las imágenes que ahora, en la mano de la madre se ofrecen a nuestra mirada. Lo más propio del cuerpo allí: se mueve: está vivo. A penas al instante, se vuelve extraño “el que se muestra, monstruo imposible de tragar”.6 En su cabeza, la rapada quirúrgica dibuja un cuadrado un poco más allá de su frente, testigo silencioso del tumor extirpado, molesta, inquieta, enrieda, provoca con una vasta amalgama de imágenes7 . Empuja en su compleja digestión (psíquica ?) la presencia de lo propio de un cuerpo en su ausencia más radical. Condiciones que de algún modo preludian, el encadenamiento de un encuentro con valor acontecimental, que propongo leerlo en secuencia progrediente, en el sentido de producción de diferencias que se amplifican en su emergencia. El jugar se pone en marcha. Se juega. 5 Juegan. Se trata de la experiencia de hacer algo juntas para que algo pase (Stern), para que algo valla pasando. El encuentro agrega algo viviente, en el gesto que entre ellas despierta y parece encontrar un lugar a un costado de la anatomía de un cuerpo casi inmóvil. La subjetividad despierta entre la animación de la mano y la tonalidad afectiva que se afina, en intensidades y variaciones en el curso del experienciar compartido. Ricardo Rodulfo8, nos invita a detenernos en las cualidades de lo transicional atendiendo a su rigurosidad conceptual; uno de aquellos detalles los encuentra en la delicada observación que hace Winnicott del niño del pulgar en la boca, descentrando su atención de su actividad “oral” para sutilmente desplazarla a lo que ocurre a un costado de la zona de succión, más precisamente a la actividad de los otros dedos, los que acarician el rostro de la madre ó la periferia del pecho; en especial en aquello que acontece en la mano, ligero movimiento de la boca a la mano, y en ella de su actividad. Un soplo de subjetividad, que de pronto anima el extremo de la manta convirtiéndolo en algo singular, un agregado que trasforma la frazadita en algo que no merece llamarse “objeto”, debido que lo esencial, que allí interesa destacar, es de otro orden. Esbozo efímero de algo que sucede y casi se extingue al mismo tiempo, eso está de paso, no ha venido para redundar perdurable, se trata de lo que imprime, una ligera bocanada de subjetividad que ha nacido para esfumarse. Primer paso que conecta su actividad con la adicción a los primeros juguetes conquistados con su mano. ¿Qué mano allí, en Clara, en el devenir de una secuencia que se despliega entre dos? ¿Qué lugar para este cuerpo? Si los cuerpos son lugares de existencia y no hay existencia sin lugar9, qué ahí de la experiencia? ó ¿ Será que la experiencia ubica ahí un cuerpo en su existencia ?... Una de las cuestiones más complejas para aprehender con respecto a lo transicional, consiste en su condición de no representabilidad, es decir que ni objetos ni fenómenos están en el lugar de algo que falta y mucho menos en condición de sustitutos. El valor de lo transicional consiste específicamente en no ser sustituto de ninguna cosa. Lo transicional, no llega para reemplazar a nada ni a nadie, su aporte es de otra naturaleza, por ello cuando encontramos este tipo de fenómenos no nos interesa conocer de qué hablan, ni a qué 6 refieren, ni muchísimo menos que simbolizan. Lo que cuenta es que sucede10, es decir su condición de realidad, pero particularmente en un sesgo: su aporte, lo que trae de nuevo, un agregado que suma sin reemplazar, un suplemento que vale en tanto no evoca, sino fundamentalmente agrega, algo allí que provocará en la serie una nueva una reacomodación. En esta perspectiva, el encuentro entre Clarita y la psicóloga, garabatea a un costado del pedido del médico y la mamá, una experiencia de la diferencia. No se ha tratado aquí de divertir a la niña aburrida y triste, como consecuencia del infortunio terrible acontecido en su cuerpo, medicamente tratado hasta el límite de las posibilidades. He aquí otro cuerpo, no traducible a ninguna lengua ni a ninguna razón más sensible de ser comprendida. Emergencia de la cualidad de lo efímero, de los modos de tratar al objeto, más que en el análisis de sus cualidades, de las categorías de afectos -aquél concepto desarrollado por Daniel Stern en base a la observación metódica de bebes- donde al preguntarse cómo los niños pequeños se experimentan a sí mismos y cómo experimentan a otros, descubre que las propiedades de la experiencia son captadas de modo directo por categorías de afectos, es decir que aquí son los afectos más radicales de la subjetividad los que informan las cualidades perceptuales en juego. Destacando de modo decisivo que experiencia directa, quiere decir aquí: sin mediación, porque la experiencia misma emerge entre ellas. El cuerpo germina en el fenómeno. Ahí, aunque no es el fenómeno, condición paradojal que da cuenta del modo laberintico en el que la subjetividad se despliega. No se trata de un cuerpo que hable, al que hay que escuchar, al que hay que comprender, al que hay que significar dándole un sentido. Es preciso avanzar sobre cualquier punto de partida binario, desplomando los dualismos que atajan el juego del pensar, empezar por otro lado consiste aquí en empezar por el cuerpo, un cuerpo que desde el vamos se nos presenta como extraño11 a diferencia de ubicar allí su carácter de extrañeza a partir de la extirpación del tumor; a resguardo de no precipitar ligeras igualaciones, pero a la vez reinscribiendo las diferencias en un circuito intersubjetivo nuevo. Sostener el dualismo, sería considerar que el cuerpo se vuelve ajeno porque pierde lo que tenía, entonces ahora la experiencia pasaría por “amigarse” con ese nuevo cuerpo. Lo que intentamos decir aquí es otra cosa. Sería como pensar todo junto en un mismo movimiento, un acontecimiento del 7 encuentro -entre Clarita y la psicóloga- cuyo despliegue en un garabato informe, permite la amplificación sin bordes en aconteceres que se suceden -unos a otros- sin remediar en su contenido, más que encontrarse para hacer que juntas, algo nuevo ocurra. Octubre 2012. 1 El recorte forma parte de un material presentado durante un espacio de supervisión que coordino hace varios años en la sala de juegos del Hospital Garrahan. En la misma ocasión también participaban alumnos de grado de la materia: Clínica de niños y adolescentes, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.UBA. 2 WINNICOTT. D. W. La observación de niños en una situación fija, en: Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Lumen.1979. 3 RODULFO PUNTA.M: Un estudio de la inhibición, en: La Clínica del Niño y su Interior. Paidós.2005. 4 RODULFO R. Serie y suplemento, en: El Psicoanálisis de Nuevo. Eudeba.2004. 5 STERN,D. El sentido de un sí mismo subjetivo, en: El Mundo Interpersonal del Infante. Paidós.1991. 6 NANCY, J L. Corpus, en: Corpus. Arena Libros.2003. 7 Íbid. 8 RODULFO R. Transición, en: Trabajos de la Lectura, Lectura de la Violencia. Paidós.2009. 9 NANCY, J L. Escríbase el cuerpo, en: Corpus. Arena Libros.2003. 10 RODULFO R. Suplementar sin suplir, en: Trabajos de la Lectura, Lectura de la Violencia. Paidós.2009. 11 NANCY, J L. Escríbase el cuerpo, en: Corpus. Arena Libros.2003. 8