Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil Sala A Autos: "Galeano Blanca Rosa c/Piglia, Ricardo y otro s/daños y perjuicios" - CNCIV – Fecha: 15/07/2003 Sumario: Los demandados no deben responder por los eventuales perjuicios familiares que habría sufrido la actora a raíz de la publicación del libro, dado que el escritor se limitó a explotar la gran difusión que este acontecimiento tuvo en su oportunidad y a rodearlo de descripciones ficticias propias del género literario en el que se enrola la obra que, excepto en lo referido a la adicción del personaje a las drogas, no fueron negadas por el accionante." "Así como la actora intentó olvidar y ocultar esos vergonzosos y dolorosos acontecimientos, no puede pretender que la prensa haga lo propio, ya que los hechos de estas características no dejan de formar parte del dominio público por el sólo paso del tiempo." Vocablos: LIBERTAD DE PRENSA – NOVELA – DERECHO A LA INTIMIDAD – RESPONSABILIDAD DEL AUTOR – RESPONSABILIDAD DE LA EMPRESA EDITORIAL AUTOR – PERJUICIO FAMILIAR – LIBRO En la Ciudad de Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los quince días del mes de julio del año dos mil tres, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces de la Sala A de la Excma. Cámara Nacional en lo Civil, para conocer en le recurso de apelación interpuesto en los autos caratulados "Galeano Blanca Rosa c/Piglia, Ricardo y otro s/daños y perjuicios", respecto dela sentencia de fs. 557/568, el Tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver: ¿es ajustada a derecho la sentencia apelada? Practicado el sorteo resultó que la votación debía realizarse e el siguiente orden: Señores Jueces de cámara doctores HUGO MOLTENI JORGE ESCUTI PIZARRO A LA CUESTION PROPUESTA EL DR. HUGO MOLTENI DIJO: 1)) La sentencia dictada a fs. 557/568 rechazó la demanda entablada por Blanca Rosa Galeano contra Ricardo Piglia y "Editorial Planeta Argentina Sociedad Anónima Industrial y Comercial", pues consideró que la publicación de la novela "PLATA QUEMADA", que narra los acontecimientos de gran difusión derivados de un asalto a un camión de caudales, acaecido en el año 1965 y del que la reclamante fue partícipe, en manera alguna provocó un daño al honor o a la intimidad de la actora.//Contra dicho pronunciamiento apeló la accionante, quien expresó agravios a fs. 610/620, los cuales fueron replicados por el demandado a fs. 627/632 y por la editorial a fs. 633/638.2) En casos como el presente resulta inevitable la colisión entre derechos de raigambre constitucional, como son la libertad de prensa y el derecho a la intimidad, receptados en los artículos 14 y 19 de nuestra Carta magna y protegidos por diferentes tratados y Convenciones Internacionales, incorporados a la ley fundamental por el Art. 75 inc. 22. ante este singular conflicto de intereses, corresponde al juzgador efectuar una tarea valorativa que le permita decidir, en cada circunstancia en particular, cual de estos relevantes preceptos debe ser objeto de tutela de parte de los Tribunales.El conflicto entre la libertad de prensa y el derecho a la intimidad, el honor y la imagen, no puede recibir una solución abstracta y válida para todos los supuestos, porque existen hipótesis en las cuales el derecho a la privacidad debe ceder ante los intereses generales y otras en las que el derecho de expresar ideas sin censura previa, reconoce ciertas limitaciones (conf. Salas - Trigo Represas - López Mesa, "Código Civil anotado", T 4-A, Pág. 499, comentario Art. 1071 bis;; Cfed Civ y Com Sala II del 3/7/92, public en LL 1992-D, Pág. 112 y DJ 1992-2-376).Numerosos precedentes de la Corte Suprema han reconocido que las normas constitucionales y los derechos que de ellas emergen son relativos y por ende, susceptibles de límites y restricciones, sea para coordinar el derecho de uno con el derecho de otros, sea para que cumplan su finalidad en orden al bien común, sea para tutelar el orden y la moral pública, como así también que tienen siempre igual jerarquía, por lo que , en caso de conflicto, sólo correspondería armonizarlos. Esta labor, no () podría estar presidida por reglas rígidas, debiendo efectuarse la valoración en función de cada caso concreto (conf. Pizarro, R. D. "Responsabilidad Civil de los Medios Masivos de Comunicación", Pág. 106/107, con cita de Bidart Campos, "Tratado Elemental de Derecho constitucional", T. 1, Pág. 213; CSJN Fallos 255:293, 258:267, entre otros).Desde esta óptica, considero acertada la decisión a la que arribara el sentenciante de grado al otorgar preeminencia a la libertad del autor de expresar libremente sus ideas, por sobre el eventual ataque que la publicación de la obra "PLATA QUEMADA" pudo haber significado para la honra y la dignidad de la Sra. Galeano. Sin embargo, ello no implica mancillar sin más los derechos de la actora o consentir un hipotético daño contra su intimidad, sino que, en la especie, las particulares circunstancias del caso me inclinan por sostener que el género literario dentro del que se enrola la obra, la comprobada participación de la actora en el hecho delictivo que relata -que admitió una relevante difusión en los medios de comunicación de la época y la escasa importancia que reviste su personaje dentro de la narración, son aspectos que justifican la necesidad de preservar el derecho de Ricardo Piglia de contar la historia tal como fue concebida y ampararlo contra demandas que persiguen el resarcimiento de daños de cuestionable procedencia y escasa entidad.En efecto, el derecho de prensa que consagra el citado artículo 14 de la constitución Nacional, no se limita sólo a la libertad de publicar noticias en los medios masivos de difusión, sino que engloba todas las formas y modalidades posibles en el curso del proceso que conducen a la expresión pública del pensamiento. Para su ejercicio, se requiere que las restricciones, sanciones o limitaciones deban imponerse conforme a razones definidas especialmente en la ley, aún cuando ésta pueda remitirse a pautas culturales. La evolución de la vida social en sus crecientes necesidades y en sus progresivas tendencias, muestra la necesidad de expansionar todos aquellos sucesos que resulten interesantes y aleccionadores para la colectividad, los que deben ser expuestos por la prensa con todos aquellos ribetes personales que brinden un marco apropiado a la narración o le confieran el rol de una didáctica experiencia de la vida (conf. Badeni Gregorio, "Libertad de Prensa ", Pág. 37 y siguientes; Bonasi Benucci, citado por Mosset Iturraspe en "Responsabilidad por daños", T. II-B N° 242 y nota 66; Cnciv Sala B, mi voto e L. N° 17683 del 8/8/86).En este sentido también se ha expedido la Corte Suprema, al sostener que cuando ciertos hechos formaron, desde su comienzo, parte del dominio público aún contra la voluntad de los interesados y otros estaban destinados a trascender de la esfera íntima, las manifestaciones del demandado con relación a ellos no pueden reputarse a una arbitraria intromisión en los asuntos ajenos, en los términos del Art. 1071 bis del código civil, sino al ejercicio regular del derecho de expresar las ideas sobre temas de interés general (conf. CSJN, Fallos 316:703, public. en JA 1993-III-530).Conforme a este criterio, debe recordarse que la actora ha reconocido y acreditado su participación, a la edad de quince años, en los acontecimientos delictivos ocurridos en 1965, por ser concubina de Carlos Alberto Mereles, quien fuera uno de los delincuentes que luego de robar un camión de caudales en San Fernando, resultan finalmente abatidos por la policía en la ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay. A raíz de este hecho policial, de gran difusión mediática en su oportunidad, se inició la causa penal caratulada "Galeano Rosa Blanca s/Art. 8° ley 4664" (cfr. Certificado de fs. 7), por la cual permaneciera un tiempo confinada en la cárcel de Olmos, tal como se desprende de la partida de nacimiento de su hijo Carlos Alberto, a quien dio a luz en dicho penal (v. fs. 8).Si bien la recurrente sostiene que tales sucesos no integran el "thema decidendum", pues lo que persigue es la reparación de los daños que habría sufrido a raíz de la injuriosa descripción que el demandado hiciera de su persona en la obra en cuestión, los mismos no pueden dejar de ser traídos a colación para comprender que el autor tomó esos acontecimientos conocidos y sus personajes reales, para construir una novela que describe sucesos que por el sólo paso del tiempo no pueden dejar de considerarse de dominio público. Según la propia Galeano ha manifestado, el libro ha permitido que personas de su entorno familiar, laboral y social, conozcan pasajes de su vida que intentó mantener ocultos, e incluso generó desavenencias con su hijo mayor, a quien habría ocultado la verdadera identidad de su padre y su participación en el mencionado hecho policial.Sin embargo, considero que los demandados no deben responder por los eventuales perjuicios familiares que habría sufrido la actora a raíz de la publicación del libro, dado que el escritor se limitó a explotar la gran difusión que este acontecimiento tuvo en su oportunidad y a rodearlo de descripciones ficticias propias del género literario en el que se enrola la obra que, excepto en lo referido a la adicción del personaje a las drogas, no fueron negadas por el accionante. Es que la vida desordenada que llevara en los primeros años de su adolescencia seguramente influenciada por la falta de contención paterna-, convenció a la actora de la necesidad de vivir una vida de permanente ocultamiento de los obscuros acontecimientos que novelescamente narra la obra, a punta tal que, con la conformidad de su cónyuge, cambió el apellido de su hijo -mediante el reconocimiento de una falsa filiación- y se abstuvo de mencionarle su participación en el evento, como así también la verdadera identidad del que, según ella, era su padre. De tal suerte, es evidente que no puede responsabilizarse a los accionados por el hipotético enfrentamiento que habría tenido con su hijo con posterioridad a la publicación del libro -que alegó como fundamento principal de su pretensión resarcitoria aunque no acreditó eficazmente-, toda vez que dichas desavenencias son el resultado de la falta de sinceridad con la que manejara la situación y no de la reedición por parte de la prensa del hecho público que la tuvo como protagonista.Así como la Sra. Galeano intentó olvidar y ocultar esos vergonzosos y dolorosos acontecimientos, no puede pretender que la prensa haga lo propio, ya que los hechos de estas características no dejan de formar parte del dominio público por el sólo paso del tiempo.3) Ahora bien, a mi entender, tampoco puede considerarse que la descripción que hiciera Piglia de la actora en los aislados pasajes de la obra en que la menciona (v. Págs. 25/29, 61, 68, 71/72 y 88/89 del volumen reservado en Secretaría), dieran lugar a la reparación que prescribe el Art. 1078 del Código Civil.Debe recordarse que estamos en presencia de una novela parcialmente ficticia, que si bien se basa en acontecimientos verídicos y cuenta la historia con nombres reales de sus protagonistas, incorpora aportes del autor, como ser la descripción de los personajes y de algunas de sus acciones, que no necesariamente deben considerarse ciertos, aún cuando el escritor en el epílogo aporte datos acerca de su investigación y narre anécdotas de hipotéticos encuentros con los partícipes de la historia, que no tienen otra finalidad que publicitar el libro y atrapar al lector.El escritor se nutre de la realidad que lo rodea y la obra de arte perdura mientras los seres humanos se reconocen en ella. Exceptuando los casos en que una obra es utilizada como un instrumento para agredir a una persona determinada, siempre cabe la posibilidad de que las gentes a quienes el artista retrata consideren reproducidos rasgos de su personalidad. La intolerancia de quienes se ofuscan -sólo justificable desde un punto de vista subjetivo- no puede ser aceptada en cuanto signifique un impedimento para la realización de una obra de arte, esencia vital, signo inequívoco de la herencia espiritual de los pueblos (conf. Lipszyc, Delia, "Creación artística y Derecho a la Intimidad", ED 58-745;; Zabala de Gonzalez, Matilde, "Resarcimiento de Daños -Daños a las personas", t. 2d. Pág. 69).Desde esta perspectiva, parece igualmente improbable que la actora pueda fundar su pretensión en lo normado por el Art. 21 de la ley 18248, que legisla sobre el uso del nombre por parte de otra persona para designar personajes de fantasía. Es que dicho precepto legal sostiene que para demandar el cese de uso o reclamar los daños que pudieran haberse producido, es necesario no sólo la existencia de un perjuicio material o moral, sino también que el nombre haya sido utilizado en forma maliciosa, aspecto éste que no se aprecia en "PLATA QUEMADA", donde el autor no ha pretendido otorgar ribetes sensacionalistas a la obra, ni tuvo un ánimo doloso de mortificar a la Sra. Galeano, a punto tal de otorgarle un papel secundario y referirse a ella en escasos pasajes del libro.4) Por otro lado, ya se ha sostenido que, en general, estas obras literarias no sólo tienen una finalidad informativa o de esparcimiento, sino también ejemplificadora para la sociedad. Es común que en novelas policiales donde el autor no pudo conocer a los personajes reales, utilice su imaginación para otorgar mayor dramatismo a la obra, exagerando aspectos negativos de la personalidad de los delincuentes, de manera tal de aleccionar al lector acerca de las consecuencias perjudiciales que pueden derivarse de las malas compañías y las erróneas decisiones que puede tomar una persona en su vida. Sin embargo, ello no puede constituirse en un motivo de ofensa para la actora, más aún cuando ha reconocido en su demanda y en su expresión de agravios que por inexperiencia o falta de contención, a la temprana edad de quince años vivió en concubinato con un delincuente varios años mayor, quien incluso, según sostuvo, fue el padre biológico de su primer hijo, que naciera unos meses después de su muerte, mientras se encontraba encarcelada en el penal de "Olmos".5) Por lo demás, tampoco puede considerarse agraviantes las manifestaciones vertidas por Ricardo Piglia en el epílogo de su obra y en la nota periodística publicada en la revista del diario "La Nación", del 15 de febrero de 1998 (v. fs. 40/42), donde refiere un supuesto encuentro con Blanca rosa Galeano en un viaje a Bolivia, que luego reconoce como ficticio e su contestación de demanda (cfr. fs. 172). De su lectura no puede apreciarse que esa anécdota inventada por el escritor para promocionar el libro, pueda producir algún menoscabo material o moral a la accionante, ya que no se advierte la existencia de una injuria u ofensa de entidad suficiente para proceder al resarcimiento requerido.En consecuencia, juzgo que frente a las particularidades del caso bajo estudio, la eventual facultad de la accionante de mantener ocultos a su familia y a su círculo social y laboral, los tristemente célebres acontecimientos que protagonizara en su adolescencia, no puede imponerse a la libertad de expresión que asiste al autor de publicar una novela que se base en hechos policiales de pública difusión y en la que sólo menciona a la actora en pasajes aislados y de escasa importancia para el desarrollo de la trama.6) Por ello, si mi criterio fuera compartido, correspondería rechazar los agravios vertidos por la actora en su queja y confirmar lo decidido por el Sr. Juez "a quo" en el pronunciamiento recurrido, con costas de alzada a la apelante vencida, por aplicación del principio objetivo de la derrota que sienta el Art. 68 del código procesal. El Dr. Jorge Escuti Pizarro votó en el mismo sentido por razones análogas a las expresadas en su voto por le Dr. Hugo Molteni. La Dra. Ana María Luaces no interviene por encontrarse en uso de licencia (Art. 109 del Reglamento para la Justicia Nacional). Con lo que terminó el acto.Fdo.: HUGO MOLTENI - JORGE ESCUTI PIZARRO Buenos Aires, Julio 15 de 2003 Y VISTOS: Por lo que resulta del acuerdo que informa el acta que antecede, se confirma la sentencia dictada a fs. 557/568, en todo cuanto decide y fue objeto de agravios, con costas.En atención a lo resuelto precedentemente, que confirmara el fallo de primera instancia, la demanda fue rechazada. Ahora bien, en el supuesto de autos, nos encontramos ante un proceso que reviste las siguientes características: como ya se ha dicho, la acción no prosperó, el actor actuó con beneficio de litigar sin gastos y la suma pretendida en la demanda resulta desproporcionada. Ello así, es de aplicación el criterio sustentado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la causa "Martín Jorge Alberto c/Shin Dong Sik" del 20/4/95 (ED. 163-613), y receptado por este Tribunal entre otras en el decisorio del 20/9/96 caratulado "Carranza c/Finazzi s/sumario", (H. 106.822).En efecto, ante la desmesurada suma pretendida en la demanda -cnf. Fs. 106vta., $ 1.000.000, confrontada con la que razonablemente pudo haber prosperado la acción según la naturaleza de los daños reclamados, conforme a precedentes análogos de la Sala que corresponde adoptar como parámetros objetivos, llevan a concluir que las partidas pretendidas deben ser sopesadas en base a dichas pautas como una guía indiciaria para fijar sumas justas y razonables en la medida de la labor cumplida.Tal decisión guarda relación con lo dispuesto por el Art. 13 de la ley 244432, de aplicación en la especie, tal como lo tiene decidido la Sala en forma reiterada (conf. H. 230.174 del 26/9/97 y sus citas), con confiere a los jueces, para casos como el que nos ocupa, un amplio margen de discrecionalidad en los distintos factores que en mayor o menor medida influyen para determinar las retribuciones pertinentes. Se trata, en suma, de valores que representen un justo honorario, como un monto acorde par quien deba sufragarlos (conf. Esta Sala H 199.429 del 5/7/96 y citas, entre muchas otras).//Notifíquese y devuélvase Fdo.: HUGO MOLTENI - JORGE ESCUTI PIZARRO