Formación y evolución de lo aymara en el espacio y el tiempo(*) Xavier Albó Este breve ensayo es sólo un intento de interpretación de los procesos por medio de los cuales se ha llegado a lo que actualmente podríamos llamar la identidad aymara. Sin ser etnohistoriador, sólo puedo partir de datos ajenos, necesariamente esporádicos, y de interpretaciones en gran parte hipotéticas. Los datos asequibles por el momento nos plan. tean más preguntas que respuestas, sobre todo para las épocas más remotas. La pregunta central es: écórno se ha ido llegando a formar una identidad ay mara en el espacio y en el tiempo? 1. PRECOLONIA El punto de partida para nuestros propósitos es la existencia de un espacio en el que se interdigitan numerosos grupos étnicos. A partir de datos como los recopilados porTeresa Bouysse-Cassagne, podríamos concluir que la distribución espacial de estos numerosos grupos se asemejaría a un tejido policromático, más que a un mosaico. No se trata de juris(*) Por tratarse de un simple ensayo, fuera de las referencias por citas directas. se ha evitado un pesado aparato documental y bibliográfico. Pero quiero dejar constancia de lo que mi interpretación. principalmente en lo que concierne a las épocas más alejadas, debe a los trabajos y a conversaciones con los colegas y amigos Teresa BouysseCassagne, John Murra, Tristan Platt, Thierry Saignes, Alfredo Torero y Nathan Wachtel. Para épocas más cercanas, las lecturas y los contactos más vivencia les a lo largo y ancho del mundo aymara son demasiados para ser listados. 29 dicciones distintas yuxtapuestas como las piedritas que forman el mosaico. Más bien en un mismo lugar pueden coincidir varios grupos, y cada uno de ellos reaparece en forma salpicada en otros varios lugares, dentro del conocido esquema del archipiélago o control vertical de varias ecologías, tan divulgado desde Murra. Cada etnia sería como el hilo que aparece, desaparece y reaparece en un tejido. Así, por ejemplo, en la región lupaqa, en la orilla SO. del lago Titicaca, incluso hasta la época de Bertonio, en los años 1580, había todavía hablantes de aymara, de quechua, los uru y un grupo de las alturas llamado larilari. Y a su vez los lupaqa aparecían en varias otras regiones. Hasta hoy en la ciudad de La Paz hay un barrio llamado Kupi (= derecha) l.upaqa ... El mapa 1,elaborado por Gilles Riviére, nos muestra el caso menos conocido de la etnia karanka coexistiendo con otras. Según Tristan Platt, la línea organizativa fundamental del espacio en todo este período sería la transversal, que va de los valles a la puna y tal vez también a los valles del lado contrario. Sin embargo, persisten las dudas de si el control simultáneo de la doble vertiente -hacia el mar y hacia la selva- ocurrió ya en tiempos muy alejados o sólo en tiempos cercanos, si no simultáneos, con el Tawantinsuyu. Aparte de esta organización espacial-ecológica básica, queda por averiguar cómo sobre ella se fue montando la organización social y política propiamente dicha: cómo del pequeño ay/fu o jatha (nombre preferido por Bertonio en la región Lupaqa) -con sus características de dispersión geográfica, salpicando un espacio relativamente ampliose constituye la marka, o quizás un determinado señorío con sus mitades, y de ahí agrupaciones de nivel superior, como las que Platt llama federaciones y confederaciones. Así, siguiendo siempre el ejemplo de Platt, una merke, señorío o etnia como Macha, compuesta a su vez de varios ayllus agrupados en "arriba" y "abajo", llega a formar parte de la federación Qharaqhara, y ésta a su vez forma pareja con otra federación, Charka. Dentro de esta temática hay dos aspectos que resultan específicamente enigmáticos. El primero es el nivel jerárquico y jurisdiccional en que funciona la duplicidad entre arriba y abajo, que en aymara se llama alasaya/miisaya (o variantes) yen quechua anansaya/urinsaya (o variantes). Platt ha propuesto que tal dualidad está incluso por encima del nivel del señorío étnico. En realidad, ésta sería la explicación de por qué no aparece un "señor" absoluto o único en esos señoríos, sino siempre la dualidad de un señor de arriba y otro de abajo (entendido en sentido de jerarquía social más que de espacio geográfico), resultando a su vez que el señor de una mitad puede llegar a tener poder sobre otros señoríos, aunque siempre en forma restringida a su propia mitad. El segundo es cómo este dualismo se integra con otro, enfatizado sobre todo por Bouysse-Cassagne: urqusuyu/umasuyu. Una primera lectura de estos dos conceptos es ecológica: el lado árido, agreste, más apto para rebaños vs. el lado acuoso, fértil, apto para la agricultura. Otra lectura es simbólica: el lado masculino vs. el lado femenino. Nos prequntamos cuál será la lectura socio-espacial. Ciertamente ha habido la tendencia, sobre todo cerca del lago Titicaca, a que cada señorío tenga acceso a ambos lados. Pero seguimos preguntándonos cuál es la diferencia inicial entre -saya (arriba/abajo) y -suyu (urqu/uma) y cuáles eran sus niveles y expresiones de autoridad. En la figura 1 reproducimos lo que en opinión de Platt (en prensa) sería la lectura más adecuada a la concepción precolonial. La máxima expresión de este esquema orqanuauvo hacia espacrns y grupos SOCiales cada vez más amplios habría llegado con :a expansión inka y su conformación del Tawantinsuvu, literalmente los 4 suyu unidos. En realidad, se trata de 2 x 2 suyu. Más aún, quizás es más correcto hablar de los dos in ka, hasta formar un total de seis parejas cronológi30 31 caso La novedad del Tawantinsuyu sería el macro-nivel en el que el esquema previo había llegado a desarrollarse, así corno la solidez organizativa que, dentro de él, desplegó el grupo in ka dominante. Sigue el esquema de archipiélago, pero éste sirve también para crear colonias estatales en las que confluyen muchas etnias, como el Valle Central de Cachabamba o quizás Sonqo; o centros ceremoniales corno Copacabana; o trasplantes para fines políticos y militares. Dentro de nuestro tema central adquiere especial importancia el espacio llamado Oullasuyu, que, dentro de la policromía étnica subyacente, viene a formar una unidad en cierto modo precursora de lo que después -en forma mucho más reducidaserá el "mundo aymara". Con su proyección desde el Cusca -el "ombligo"hacia el SE., y a lo largo del eje acuático formado por el río Azángaro-Iago Titicaca-río Desaguadero (Chaka Jawira?)-Iago Poopó-Salares, el Oullasuyu trasciende el anterior eje transversal, integrándolo. El eje organizativo es ahora de NO. a SE., insertando en él -como en un gran "anticucho" andinoa una serie de etnias o señoríos que mantienen, cada uno de ellos, el esquema de organización transversal. Es posible que el anterior esquema urna/urqusuyu, y quizás incluso las mitades ala/rnasava ya fueran un preludio de este nuevo eje norte-sur Antes de cerrar esta época, recordemos lo difícil que resulta hablar para ella de algo así como cultura aymara, como contrapuesta a otras. ¿Era éste el criterio identificatorio de los grupos y sociedades que poblaban el actual espacio aymara? iNi siquiera sabemos quiénes construyeron Tiwanaku! Es evidente que este complejo ceremonial es una especie de centro -taypi qels, la piedra central- en pleno eje acuático. Pero un centro, ¿de quiénes? Menos sabemos qué idioma se habló en Tiwanaku, ni en qué lugares se hablaba aymara (o mejor, jaqi aru, la lengua humana), ni en qué momentos. Sí sabemos que el mosaico lingü Istico, como el étnico, era mucho más complejo y entreverado que en la actualidad. Bouysse-Cassagne (1980) nos ha reconstruido esta complicación tal como persistía aún en 1580, en plena época desestructuradora del virrey Toledo, cincuen ta años después del desembarco en Tumbes. Lo reproducimos en el mapa 2, limitado a la región de Charcas (audiencia). El aymara aparecería aún por el norte no sólo hasta las puertas del Cusca, sino incluso -en forma salpicadahacia lo que hasta hoy se llama provincia de Aimaraes (Apurímac) y las alturas de Lima, donde sigue hablándose el jaqaru. 2. LA COLONIA Con la llegada de los invasores españoles, con sus nuevos esquemas de dominio y de explotación de gentes y recursos. el espacio social anterior sufrió serias transformaciones. Toledo, organizador del nuevo esquema y espacio coloniales, fue el gran desorganizador del esquema andino precedente. En primer lugar, las conveniencias de tributación, en gente, especies o dinero y otras conveniencias paralelas de evangelización llevaron a la creciente concentración de los grupos humanos en jurisdicciones claramente circunscritas a espacios específicos. Así se fue pasando del ayllu andino al "ailln" o comunidad colonial, de las etnias a los simples pueblos-reducciones con su jurisdicción de comunidades (y más o menos haciendas) separadas tal vez en dos "parcialidades", pero cada vez más cristatizadas en un lugar concreto del mapa. La gente ya no se identificaba por "filiación", sino por "residencia" (Saignes 1978) En segundo lugar, cabe mencionar que el centro económico de los nuevos intereses españoles era la mina de Potosí y que el centro político y comercial era el puerto de Lima. 32 33 Así, en torno a ese eje Lima-Poms¡ se reorganizaron y ampliaron los espacios sociales, pelíticos y económicos, con prolongaciones que llegaban hasta Tucumán en la actual Arqentina. Los comunarios se encontraban juntos, desde el Cusca a Potosí, como mitayos que cumplían su turno (mit's} en la gran mina-ciudad colonial. Las haciendas, obiaies y ciuda. des salpicaban la misma ruta o los valles adyacentes. En tercer lugar, como consecuencia de todo lo anterior, se fue perdiendo el sentido de pertenencia a grupos étnicos distintos. Para empezar, todos se encontraban en ese gran "chavru" llamado Potosí. Allí eran ante todo mitayos, por mucho que procuraran seguir agrupándose según grupos y Jugares de' origen. Pero, además, en cualquier luqar y circuns. tancia frente a los dominadores recibían otras etiquetas comunes, como naturales, cornunarios, indios o incluso el colectivo "indiada". Cada vez más se iba pasando de la multipli. cidad étnica al concepto masificado de casta india. Los yanakuna, transformados en pea. nes de haciendas y obrajes o sirvientes urbanos, perdían incluso su identidad comunal. Todo este proceso tuvo sus variantes locales. Muchos kuraka o señores étnicos se acopla. ron, por ejemplo, al nuevo sistema colonial, aunque otros mantuvieron viva su identidad hasta la gran rebelión de 1780. En el corazón de la actual región avrnara, los españoles descabezaron a los grupos étnicos de sus señores, con lo que se intentó acelerar el proceso de masificación; en cambio, más al sur, los charka, al entrar rápidamente en un acuerdo con el nuevo conquistador, pudieron mantener mejor sus señores y sus identidades particulares, discernibles hasta el día de hoy (Saiqnes, comunicación personal). A todo lo anterior se añadió la fijación lingüística. Esta ya venía facilitada por la fi. jación de la gente en un lugar preciso de residencia, incluyendo su "reducción" a deterrninadas pueblos, su masificación como casta "india" e incluso el encuentro de todos ellos en Potosí y, en menor grado, en otras ciudades. Pero, además, en este punto concreto las necesidades de evangelización jugaron un papel unificador muy importante. Desde un principio los concilios de Lima y la práctica de los eclesiásticos privilegiaron tres lenguas "generales" o francas para llevar a cabo la intensa labor de predicación: el runa simi (pr onto llamado quichua o quechua), su homónimo semántico jaqi aru (que a su vez se llamará avrnara), y el pukina, asociado de una manera aún poco entendida con los uru. Esta última pronto pierde importancia, probablemente por tener un status inferior aún al de la len. gua de los demás "indios", que ahora habían pasado al nivel social bajo. Al combinarse los diversos factores descritos hasta aquí, cada vez más fueron identificándose ciertas regiones geográficas con determinados territorios y se fue perdiendo el antiguo esquema con muchos idiomas en cada lugar. Junto con el pukina se fueron pero diendo también muchos de los idiomas sólo locales. Además, el aymara fue cediendo te. rreno frente al quechua, probablemente por razones socioeconómicas como las que enseguida explicaremos. De esta forma, recién en la época colonial podemos hablar con rigor de algo así como un "mundo avrnara", circunscrito a un determinado espacio geográfico, con cierta homogeneidad lingüística, y reconocido social y espacialmente como tal. Aunque evidentemente arraigada en una profunda historia nrecolonial, la identidad aymara, en su sen tido más rígidamente "avrnara" actual, viene a ser una creación o consecuencia de los nuevos ordenamientos coloniales. Más evidente aún es el origen colonial de la llamada "cuttura quechua" en el actual espacio boliviano. Ni arqueológica ni lingüísticamente lo "que. chua" tiene profundidad histórica en nuestro país: los inkas estuvieron en zonas actual. mente quechuas, como los valles de Cochabamba o Chuquisaca, menos de un siglo, tal 34 JS vez ni siquiera medio siglo. Su lengua actual se debe quizás menos a la época precolonial inka y más a los procesos de fijación y evangelización que siguieron a la conquista y dominación española. iNuestra sociedad tiene este tipo de paradojas! 3. NUEVOS ESPACIOS"ANDINOS" HACIA 1780 Hacia fines de la época colonial, la gran sublevación de 1780 nos ofrece un buen corte cronológico para ver hasta dónde habían llegado procesos como los descritos hasta aqu í. La gran riqueza de material acumulado en torno a la rebelión no ha sido aún muy explotada para fines como el que nos ocupa. Pero se perciben ya pistas significativas. Pese a sus limitaciones, el estudio y mapas de Golte (1980) son por el momento una de las mejores aproximaciones de conjunto a la dimensión espacial de este gran movirniento insurreccional. Para empezar, llama la atención una correlación suficientemente suqerente entre el área sublevada, el antiguo üullasuvu (del Cusca hacia el sur) y el área de la rnit'a de Potosí (comparar Mapas 13 y 27 de dicho estudio). La entonces reciente frontera administrativa de La Raya, entre los virreinatos de Lima y Buenos Aires, significaba aún muy poco. Pero dentro de esta tendencia global aparecen nuevos detalles de interés. Es razonable pensar que hubo cierta correlación entre áreas de liderazgo y una mayor identidad del grupo nuclear que estaba bajo un mismo líder. Ahora bien, los grandes liderazgos parten de tres focos geográficos claramente distintos y tienen áreas de expansión propias, con sólo ciertas zonas de interferencia. Estos tres focos son, en orden cronológico de aparición, Charcas (norte de Potosí), Cusca (Canas y Canchis) y La Paz (antiguo Pakasa). Cronológicamente, la primera región sublevada es el corazón de Charcas, en el norte de Potosí, antiguo centro de la federación precolonial de los qharaqhara y charka. El liderazgo lo tienen los hermanos Katari de un ayllu de Macha (antigua capital üharaqhara). Este foco se fue expandiendo, por una parte, por la región de valles, primero en el mismo norte de Potosí y de ah í hacia Chuquisaca y Cochabamba; por el otro lado, hacia las punas de Potosí y Oruro, donde prevalecían los ayllus, varios de ellos con tierras de valle a pesar de las reducciones toledanas. Desde ah í se expandió posteriormente hacia el norte de Argentina, hacia las alturas de Arica y Tarapacá (hoy Chile) y hacia La Paz, donde dio origen al nuevo foco liderado por Tupaq Katari. En este primer foco sigue habiendo una fuerte articulación entre puna y valle, como en épocas precoloniales. No llegan a formarse polarizaciones por causas de idioma. El aymara era ya la lengua predorninunts (y casi exclusiva) en áreas de puna. Era hablado todavía por los hermanos Katari, líderes del movimiento, oriundos de la región de Macha, donde ahora se habla ya quechua; se hablaba aún en regiones como Yura y Lípez, que actualmente se han pasado totalmente al quechua. Pero el quechua era ya la lengua de los valles, y también de áreas mineras, como Aullagas, junto a Macha. Sin embargo, no se detectan conflictos que tengan que ver con esa distribución lingüística o con sus correlatos espaciales. El fin local de la rebelión fue facilitado por rencillas entre los ayllus (o etnias) Pukwata y Macha, pero ambos en aquel momento eran de habla aymara y tenían acceso tanto a puna como a valle. El segundo gran foco, y el más conocido, es el de los varios Arnaru. a partir de su centro en las provincias (y antiguas etnias posiblemente emparejadas) de Canas y Canchis. Se expande por el norte hasta más allá del antiguo Qullasuyu, cubriendo la mayor parte 36 del área de influencia directa del Cusca (incluyendo la zona de la mit'a a Cailloma); por el sur, llega hasta el lago Titicaca, logrando penetrar hasta los valles de Larecaja y por allí hasta La Paz. Pero en estas últimas regiones surgirán ciertos conflictos de poder con los Tupaq Katari, líderes del tercer gran foco. También en este segundo frente hay articulación entre puna y valles de la vertiente amazónica. Pero, significativamente, la rebelión no se logra extender hasta la costa, que ha sido notablemente transformada en su estructura económica y cultural. Lingüísticamente, la mayor parte de esta segunda región sublevaría es ya en ese entonces exclusivamente quechua. Sólo en su expansión por elsur hacia el Altiplano (ya en territorio de Charcas y del virreinato de Buenos Aires) llega a penetrar en área ay mara . Pero en esta región la relación ya no es tan armónica como había ocurrido en el primer foco. La región Quechua (antiguo señorío Quila) y la región Aymara (antiguo señorío Lupaqa) tienen cada una su propio liderazgo, y aunque llegan a coincidir para determinadas acciones, como los cercos de Puno, cada grupo mantiene su propia organización y los españoles sitiados procuran aprovechar desavenencias ancestrales entre ellos. Finalmente, los Amaru penetran por el norte del lago hacia la región de Umasuyu, que antiguamente había sido lugar de mucha confluencia étnica tanto en los valles como en las orillas del lago. En el Altiplano de dicha región y~ se había fijado el avrnara: en los valles prevalecía el aymara en las partes altas y el quechua en las bajas. Estas diferencias no parecen haber creado tensiones y, en general, toda la población parece haber participado en el levantamiento. Entre tanto se había estado formando el tercer y último gran foco. Inicialmente se habia rebelado a partir de la expansión del foco de Charcas hacia Oruro. Pero pronto adquirió sus propias características gracias al liderazgo de Julián Apasa (Tupaq Katari) y su gente. Movilizó sobre todo a gente del antiguo Pakasa, toda ella de habla aymara, tanto en regiones de puna como de valles y yungas, nuevamente con una fácil articulación interecológica. Se expandió tanto hacia Lupaqa por el sur del lago, como hacia Umasuyu por el norte. Pero en ambos lugares la expansión chocó con cierta resistencia de los líderes y movimientos locales, que compartían la misma causa, pero defendían su propia hegemonía. En el territorio Lupaqa, esta hegemonía era local; en la región de Umasuyu la situación era más compleja por la presencia de los Arnaru, quechuas del área cusqueña y Quila, más la de diversos líderes locales que se fueron acoplando a los Tupaq Amaru o a los Tupaq Katari, según el caso. Tanto en el cerco de Sorata (valles de Larecaja) como en el más importante de La Paz, Amarus (quechua) y Kataris (ay mara) colaboraron. Pero -como antes en el caso de Punocada grupo mantenía su identidad organizativa y espacial. En Sor ata. el líder Andrés Tupaq Amaru llegó a casarse con la hermana de Tupaq Katari, pese a que en un momento este último había sido hecho prisionero por instigación del primero. Pero la fusión no fue plena. Y en los momentos de la der rota, los Amaru estuvieron más prestos a pactar, mientras que Katari siguió desconfiando de ellos. Allí sí habia surgido una diferencia en que la identidad lingüística, junto con su correlato espacial, jugaba un papel importante. Pero recordemos que en otras partes y circunstancias esto no había ocurrido y que además hab ía otros factores de tipo social (Amarus kurakas, con poder económico, aculturados, vs. Kataris del común, en todos los sentidos) que aquí no podemos desarrollar. En resumen, pues, a fines de la Colonia, después de dos siglos y medio en que estuvieron funcionando factores como los arriba señalados, se habrían ido formando, ciertamente, nuevas identidades, pero no puede decirse ni que hubieran quedado ya totalmente 37 borradas viejas identidades étnicas como charka, lupaqa o quila, ni tampoco que el factor idioma fuera la base fundamental para la formación de las nuevas identidades. Con todo, es precisamente en el tercer foco donde está surgiendo con mayor claridad un grupo cuyo núcleo central está cohesionado en torno a una unidad precisamente aymara. 4. LA EPOCA ACTUAL Han transcurrido doscientos años desde los eventos que acabamos de citar. En el ínterin han nacido dos países y Estados independientes: Perú, con la parte central del antiguo virreinato del mismo nombre, y Bolivia, que -con las desmembraciones de todos conocidasabarca aquella región que había pertenecido al mismo virreinato primero y después al de Buenos Aires, pero quiso desprenderse de ambos siguiendo su propia persa. nalidad charqueña. Al descender el límite septentrional hasta la línea del río Desaguadero, el mundo de habla aymara, que en 1780 quedaba casi totalmente en territorio de Charcas, ha quedado ahora partido entre dos Estados. La línea del Desaguadero separa exactarnente al viejo reino Lupaqa para el lado peruano y al de Pakasa para Bolivia. La vieja y múltipie región de Umasuyu queda partida en dos, con la parte de Huancané para el Perú y el resto para Bolivia. A esos cambios geográficos se sumaron los sociales. Si la sociedad colonial se basaba en gran parte en el indio tributario y mitayo, sólo parcialmente transformado en vanakuna, la nueva sociedad republicana una vez consolidada intentó deshacer también este es. quema. Para los nuevos amos liberales (pese a sus etiquetas de "conservadores"), la comunidad y el ayllu eran una traba para el progreso y la modernización. Lanzaron la excusa del derecho de todos a la propiedad privada y así fueron ellos quienes privatizaron las antiguas comunidades para convertirlas en fundos ganaderos en el Perú o agrícolas en Bolivia. El feudalismo rural se consolidó así bajo la máscara de liberalismo modernizan te. El indio de tasa pasó a ser pongo de hacienda. Posteriormente, las nuevas reformas agrarias a mitad de este siglo introdujeron nuevas modificaciones sociales. En Bolivia intentaron borrar las últimas huellas de las comunidades ya no a favor de las haciendas, sino de las pequeñas parcelas familiares, para de ahí liberar la fuerza de trabajo para la deseada modernización e industrialización del país. En el Perú, este mismo objetivo de liberación de fuerza de trabajo rural debía pasar por las grandes empresas agrícolas de tipo cooperativo o colectivo. En uno y otro caso el proyecto parecía pasar por la modernización y, con el tiempo, por la desaparición, de una identidad étnica y cultural distinta de la nacional. El indio, el que. chua, el aymara ya sólo serían campesinos y, con el tiempo, migran tes anónimos en las ciudades. Estos nuevos enfoques dejaron indudablemente su impacto. En Id mayor parte de los casos han desaparecido ya las antiguas identidades étnicas, dejando paso, a lo más, sólo a los parroquialismos o pequeñas identificaciones localistas en torno al lugar o pueblo de origen. Sólo en áreas periféricas hacia el sur de Bolivia, las viejas etnias o avllus rnantienen aún cierta vigencia como identificadoras del grupo. A un nivel global, la identificación social como "campesino" se ha ido abriendo también un campo importante. Pero no ha logrado desplazar totalmente aquella vieja clasificación de "indio", en que se mezcla el sentido colonial de casta y el sentido republicano de "raza". Este a su vez ha ido dando paso a una identificación más cultural, expresada sohre todo a partir del idioma del qrupo: "avrnar a" y, con menor fuerza, "quechua". A su vez, el proceso de migración a las 38 39 ciudades u otros centros industriales ha sido intenso, sobre todo en el Perú, donde la costa con su gran centro de Lima, ya tiene más población que la sierra. Esta urbanización implica un alto ritmo de castellanización, sobre todo en el Perú; pero se deja sentir también en Bol ivia, donde además hay otro proceso complementario de traslado a tierras bajas, donde va surgiendo un nuevo tipo de campesino más propenso a minimizar su identidad cultural. El mapa 3 muestra la actual distribución de la lengua aymara. En él se observarán notables contrastes con el anterior mapa 2, de principios de la época colonial. Aparte de la consolidación de dos áreas, una quechua y la otra aymara, tanto espacial como lingüís. ticamente, nos será ÍJtil analizar las zonas en que un idioma ha avanzado a costa del otro. En casi todas ellas, el aymara ha sido el perdedor frente a la avalancha del quechua. Así ocurre en Puno al norte, en el este desde Cochabamba hasta más allá de la ciudad de Oruro y por el sur, de modo que este avance ha logrado aislar diversos enclaves de habla aymara. Sólo en el norte de La Paz es el ay mara el que avanza a expensas del quechua, que allí forma un bolsón casi aislado del resto. La zona de avance quechua por el sector de Puno viene de la época colonial y se vincula probablemente a la antigua ruta comer. cial de la costa a Potosí. Ha afectado fundamentalmente al viejo señorío Quila. La doble cuña del quechua por el sur y el este está también claramente vinculada a nuevos flujos de comunicación, aunque allí su impacto parece ser más moderno. La presencia quechua empezó por la región de los valles y allí pronto se consolidó, probablemente junto con el avance de la hacienda colonial y la pérdida de contactos de la nueva población (yanakuna) con los ayllus de origen. Lo mismo ocurrió con la población yanakuna o "vaga" establecida en minas, incluso en Potosí. Pero este último proceso quedó definitivamente consolidado con la minería moderna, ya en la era republicana, con los fuertes flujos de mano de obra y comercio preponderantemente cochabambino. Es clarísima la correlación entre las áreas de avance quechua y la existencia de minas con los correspondientes ferrocarriles y la expansión comercial. De esta forma se impone el idioma (y con el tiempo la identidad) ligado a las actividades de mayor prestigio. Algo parecido ocurre en el norte de La Paz, pero allí el idioma que acompaña al prestigio (en este caso, comercial) es el aymara. A la luz de esta evolución lingüística adquiere mayor coherencia el hecho ya señalado de que en el sureste (lingüísticamente menos estable) pese más la identidad por ayllu, mientras que el centro de los actuales movimientos de identidad aymara esté por La Paz hacia el lago, donde no hay tal inestabilidad y donde, al mismo tiempo, es más fácil que algunos aymaras lleguen a posiciones de cierto prestigio relativo. En el último siglo ha habido un nuevo cambio dentro de Bolivia en cuanto al eje organizador del espacio socioeconómico. Hasta principios del siglo XX incluso dentro del nuevo Estado boliviano se había mantenido el eje norte-sur, La Paz-Potosí, incluyendo las principales minas de plata, primero, y de estaño, después (ya en el siglo XX). Pero con la revolución del MNR en 1952 reapareció el viejo eje transversal. Fue política de aquel gobierno expandu el país real hacia las tierras bajas del cuente, y así ha surgido el nuevo eje La Paz-Cochabamba-Santa Cruz. Esta orientación facilitó que en los años 50, por primera vez en la historia, el liderazgo de las movilizaciones campesinas no lo ejercieran ya los campesinos más libres de las comunidades de puna, sino más bien los de los valles y haciendas cochabambinas Asimismo, a nivel nacional ha surgido el fuerte movimiento regionalista liderado por la nueva burguesía de Santa Cruz. Sin embargo, desde los años 70, en forma menos previsible, ha surgido a nivel carn- pesino otro cambio. Los aymara de La Paz, y en menor medida de Druro, han vuelto a tomar las riendas del movimiento campesino nacional, liderando lo que ya se conoce como movimiento katarista, por evocar la memoria del revolucionario Tupaq Katari de 1780. Pese a sus posteriores expansiones, es un movimiento conscientemente ay mara. Sin entrar aquí en mayores análisis de los factores que han llevado a este cambio, nos fijaremos sólo en uno: la continuidad ternpcret-espactal, En efecto, el foco principal de este movimiento katarista se halla en lo que hoy se llama provincia Aroma, entre La Paz y Druro, y que antiguamente había sido pleno territorio Pakasa. Esta región está junto al viejo Taypi o Eje Acuático Aymara, dentro del señorío Pakasa, que, según Bertonio, era el corazón de la "nación" aymara y una de las pocas regiones que, como muestra el mapa 2, ten ía ya unidad lingüística. Por allí pasaba posteriormente todo el eje articulatorio de la sociedad colonial (Cusca-Potosí), facilitando que fuera precisamente allí donde surgiera el líder indio y ay mara Tupaq Katari. No perdió esta centralidad tampoco con el advenimiento de la República. Cabalmente allí se libraron los combates principales cuando, sin que se modificara el eje, el centro de gravedad del país pasó del sur (Sucre] al norte (La Paz) duran. te la guerra federal de 1899. No es tampoco casual que en esa ocasión desempeñaran un papel tan importante las comunidades de la región, bajo el liderazgo de Zárate Willka. Fi. nalmente, con el cambio al eje La Paz-Cochabamba-Santa Cruz, es precisamente la provincia Aroma la que no queda desplazada, siguiendo en una posición central, sobre el camino carretero y la línea férrea que siguen articulando las ciudades centrales del nuevo eje. Y ahí cabalmente surge, una vez más, el katarismo, cuando el modelo clientista del MN R va quedando obsoleto. ¿Será casualidad tanta coincidencia? 5. CONCLUS/DN Este rapidísimo recorrido, más lleno de hipótesis que de conclusiones suficientemente probadas, nos lleva a subrayar los siguientes aspectos como pistas centrales para una futura reflexión: a) Si consideramos el problema desde una dimensión histórica, la identidad profunda es más "andina" que aymara. En cierta manera, el apelativo "colla", de uso tan corriente en el lenguaje boliviano contemporáneo, sigue reflejando esta constatación. b) Dentro de esta identidad ancestral andina siguen articulándose diversas identidades locales, ahora geográficamente circunscritas. En áreas menos transformadas por la sociedad dominante, estas identificaciones mantienen aún ciertas características de ayllu-etnia ancestral. el Al mismo tiempo, tanto la identidad profunda andina como sus variadas expresiones locales se encuentran radicalmente marcadas por las posiciones que estos grupos tienen dentro de la sociedad global. Los grupos andinos son también desde hace si. glos los grupos explotados. En sus movilizaciones sociales operan ambos elementos con fuerza. De esta forma confluye actualmente en ellos su identidad ancestral, étnica y de clase, sin que pueda excluirse ni operativa ni vivencialmente ninguna de ellas. El reciente surgimiento de un fuerte movimiento katarista muestra que los esfuerzos del MN R para reducir el problema a una simple dimensión "moderna" (clase campesina) no tuvieron éxito. Asimismo, el débil arraigo de corrientes puramente indianistas, más urbanas y elitistas que movilizadoras, muestra que tampoco es viable hacer la simplificación por la otra vertiente. 40 41 Basar la identidad social y cultural en el hecho de ser "avmara" es un proceso cuyas raíces son hondas en el pasado, pero cuya expresión "avrnara" es reciente. Se inició probablemente antes de la dominación inka con los intentos de agrupar ayllus en señoríos y éstos en confederaciones hacia el complejo quizás nunca logrado del urqu/umasuyu. Pasó después por la nueva identidad Qullasuyu dentro del Estado inka. Pero lo "ay mara" sólo llegó como tal a un primer plano (a partir sobre todo del componente lingü{stico) con las fijaciones coloniales y republicanas. Tal identificación hasta el momento ha adquirido solidez, sobre todo en el área nuclear centrada en la ciudad de La Paz, con expansiones hacia Puno y Oruro. Pero es débil aún en otras áreas periféricas y lingüísticamente menos estables. Los puntos anteriores nos recuerdan que la identidad social, histórica y cultural percibida por un determinado grupo en un determinado lugar y tiempo no suele surgir de la asimilación conciencial de una clase magistral de historia, ni de etnohistoria, ni siquiera de sociología o economía política. Es un proceso que va rehaciéndose constantemente con sus importantes dimensiones e innovaciones subjetivas. La identidad grupal en parte viene dada por la historia y la sociedad y en parte se va creando y modificando gracias a la dinámica y liderazgo del grupo. Estos cambios, claro está, están íntimamente vinculados con las nuevas formas con que los miembros del grupo se van sintiendo interpelados frente al resto de la sociedad. Pero estos nuevos desafíos llevan, a su vez, a la conformación de ideologías que pueden incluir ficciones movilizadoras aunque no siempre coincidentes con la realidad histórica y social. Esta constatación no debe sorprendernos. Siempre ha sucedido así, tanto en las historias oficiales corno en las contra-historias de los nuevos grupos emergentes. i Ya ocurría así en las diversas versiones bíblicas de un mismo hecho o mito! BIBLlOGRAFIA ANNALES, 33, nn. 5-6, sept.-dic. 1978. Numérd spécial: Anthropologie historique sociétés andines. (dirigido por J.V. Murra y N. Wachtel). BOUYSSE-CASSAGNE, Thér ese des 1978 "L'espacs aymara: 1980 Les hommes d'en haut. Rapports sociaux et estructures spatiotemporelles chez les aymaras (XV-XVle siecles). Tesis doctoral en historia. Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. Paris. PLATT, Tristan En prensa SAIGNES, Thierry 1978 urco et urna", Annales, núm. cit., 1057-1080. "Pensamiento político ay mara". En: X_ Albó [ed.], América: Mundo Aymara, UNESCO y Siglo XXI. "De la filiation a la résidence", Annales, Raíces de núm. cit., 1160-1181. 43