Algunos interrogantes sobre humanitarias en el siglo XXI las intervenciones Luis Sánchez Pérez Comunicación presentada en el Congreso "La seguridad europea en el siglo XXI", Universidad de Granada, 5-9 de noviembre de 2001 "Proclamar que la fuerza no es un argumento suficiente es olvidar la naturaleza de la política, en la que aquello que se gana o aquello que se pierde tiene efectos retroactivos. Si pudiésemos retirar la fuerza de la política sólo permanecerían los valores de la verdad o de la moral; pero tal retirada es imposible y sólo podemos, en el mejor de los casos, esforzarnos en conservar aquellos valores o integrarlos en la política. Aquí aludo a un problema fundamental, tan difícil que mis contemporáneos han intentado vanamente solucionarlo" CZESLAW MILOSZ. Une Autre Europe. París, 1959, pág. 122. Parece evidente que el viejo principio de no injerencia está cambiando y un nuevo movimiento hacia el principio de intervención limitada está ganando terreno. Esta comunicación analiza brevemente la sustancia del principio naciente de la intervención limitada y sus consecuencias desde el punto de vista europeo. La intervención de la OTAN en Kosovo ha marcado ese momento de no retorno, el antes y el después en las Relaciones Internacionales y el temblor que ha logrado agrietar los pilares de la Sociedad Internacional: el statu quo se ha tambaleado y el gigante Goliat que parecía invencible e inamovible, ha resultado tener, parafraseando a Quevedo, los pies de barro, cediendo ante el humilde David. Kofi Annani[i], a la sazón Secretario General de las Naciones Unidas, ha reconocido que estamos ante una nueva era y que la intervención de la OTAN en Kosovo ha supuesto realmente un hito, que no un punto de inflexión. Sin embargo, como todo lo que cambia produce temor y desconfianza, la Comunidad Internacional recela ante los posibles peligros que pueden surgir en torno a esta figura llamada injerencia humanitaria. Con todo esto se pretende demostrar que pese a todos los cambios acontecidos, aún queda mucho camino por recorrer pues aún sigue existiendo en las Relaciones Internacionales un doble rasero que se aplica según las circunstancias y los sujetos que intervienen en cada caso ad hoc y el peso de la soberanía sigue siendo importante y determinante en la balanza de los intereses del ciudadano frente a los del estado. Ante este nuevo principio de injerencia, surgen una serie de interrogantes en torno a qué conditio sine qua non deben darse para que una intervención pueda ser considerada pertinente: 1/. ¿Quién puede intervenir?: La practica reciente ha introducido una distinción radical entre intervenciones colectivas e intervenciones lideradas por Estados. Por un lado, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas puede decidir intervenir en un Estado determinado, independientemente del consentimiento de su gobierno en aras a mantener o restaurar la paz y la seguridad internacional, en aplicación del capítulo VII de la Carta de San Francisco de 1945. El único límite del Consejo de Seguridad es respetar el procedimiento y condiciones estipuladas en el propio capítulo VII. Las Naciones Unidas han actuado casuísticamente, encontrando apropiada la intervención, en primer lugar, ante las situaciones domésticas que constituyen amenazas para la paz y la seguridad internacional (por ejemplo los kurdos en el Norte de Irak, Bosnia, Somalia, Haitíii[ii]). Surge el problema de la arbitrariedad del Consejo de Seguridad que sí interviene en unos casos y en otros no (no intervención en Sudán, no protección a los kurdos en Turquía o a los chiítas en Irak por ejemplo), es decir, el uso del doble rasero. En segundo lugar es el criterio de sufrimientos masivos y sistemáticos. La debilidad de este criterio estriba en la dificultad de especificar lo que constituye una “violación masiva”. En tercer y último lugar la no necesaria aprobación del estado afectado para llevar a cabo la intervención, pues depender de tal consentimiento puede frustrar las pretensiones de ayuda. Por el otro lado, los estados individualmente pueden también intervenir militarmente, incluso sin la aprobación expresa del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero sólo bajo ciertos y estrictos requisitos que son discutidos infra. Moralmente, no está prohibido la acción unilateral, en tanto en cuanto que no haya una inmediata alternativa viable. No cabe duda de que las masacres son una cuestión de interés universal, por lo que no rechaza este tipo de actuaciones individuales (por ejemplo la intervención de la India en Bengala contra Pakistán). No sólo están permitidas las intervenciones colectivas sino también las unilaterales en crisis que amenacen la paz internacional y en casos de violaciones masivas de los derechos humanos, pues no está claro que la acción llevada a cabo por las Naciones Unidas o una alianza de grandes o medianas potencias, tenga necesariamente un mayor grado de moralidad que con respecto a la de un estado en solitario. Deben ser autorizadas por Naciones Unidas o por una Organización que actúe con consentimiento de ésta (la O.E.A. por ejemplo en Haití). Cuando las Naciones Unidas y la organización internacional regional resultan impotentes para actuar por problemas internos, el estado deberá ser autorizado por la ONU en todo caso. Con respecto a las intervenciones colectivas, siempre que sigan los dos primeros criterios. Sin embargo, podemos encontrarnos en una de estas dos situaciones: inacción o bloqueo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidasiii[iii]. ¿Qué ocurriría entonces? ¿Debe primar la legalidad sobre la moralidad, observando impávidos el desarrollo de los trágicos acontecimientos?. La intervención de la OTAN en Kosovo al margen de la legalidad internacional es un claro indicio del problema planteado. Pensamiento igualmente expresado en el Libro Blanco de la Defensa 2000, donde se afirma "(...) aunque en caso de bloqueo del Consejo de Seguridad, la actuación bajo el principio de injerencia humanitaria podría llegar a constituir la respuesta de la Comunidad Internacional en los casos de flagrante violación de los derechos humanos".iv[iv] Michael Walzer afirma que no hay razón moral alguna para adoptar la postura de pasividad en espera de la llegada de las NN.UU. (esperando el estado universal, esperando al Mesías,...). De algún modo justificaría ese statu quo y de algún modo sería cómplice de tales agresiones, pues al lavarse las manos cediendo el peso de la carga a la Organización Internacional mundial o regional, estaría adoptando una postura conservadora e inmoralv[v]. En todo caso, como norma básica, el Consejo de Seguridad tiene una responsabilidad inicial, por lo que los estados están sólo amparados para actuar cuando el Consejo de Seguridad esté inhabilitado para tomar esa responsabilidad. ¿Cuándo está el Consejo de Seguridad imposibilitado para actuar? En el caso de Kosovo, la acción de la OTAN fue tomada sin previa autorización porque era seguro que un veto en el Consejo de Seguridad impediría una solución efectiva. Como Robin Cook, a la sazón Ministro de Asuntos Exteriores británico, puntualizó "regretably, the threat of veto by two Permanent Members made Security Council action impossible despite the majority support for our cause"vi[vi]. 2/. ¿Bajo qué circunstancias se puede intervenir?: En el caso de Kosovo, la OTAN actuó para prevenir una catástrofe humanitaria y para restablecer la paz y la estabilidad en la región. Ambas razones fueron siempre citadas conjuntamente: la OTAN nunca alegó actuar para mantener la paz y la seguridad exclusivamente y esto revela la importancia respecto del nuevo principio. El papel regional de la OTAN ha sido ampliamente percibido como legítimo y en concordancia con los principios y propósitos de la Carta de Naciones Unidas y así fue posteriormente reconocido por el Consejo de Seguridad de la ONU. Según el Concepto Estratégico de la OTAN, están defendiendo los propósitos y fines de la Carta de San Francisco, lo cual no significa necesariamente que estén siempre a la disposición del Consejo de Seguridad o de otras Organizaciones Internacionales. El hecho de que pueda actuar sin el consentimiento del Consejo de Seguridad obliga a la OTAN a interpretar y aplicar tales principios correctamente. Igualmente, en los casos de situaciones humanitarias particularmente serias, existe una obligación de intervenir. Es una obligación moral ante los genocidios para impedir tales masacres. Está claro que los estads no pueden intervenir en cualquier lugar. Ruanda ha sido un claro caso en que se debió intervenir, como así lo afirma el Secretario General de NN.UU., Kofi Annan, en su discurso ante las Asamblea General: "In essence the problem is one of responsibility: in circumstances in which universally accepted human rights are being violated on a massive scale we have a responsibility to actvii[vii]". Otro caso de intervención es aquel en que se produce para rescatar a nacionales bajo ciertas condiciones. La última intervención británica en Sierra Leona en el año 2000 ha sido un claro ejemplo de la probada aceptación de la Sociedad Internacional para rescatar nacionales en serio peligro en otros países, cuando el gobierno de esos estados no tienen ni la voluntad ni los medios de protegerlos. Otros ejemplos prueban la facilidad de abusar de tal idea. De ahí la importancia de establecer y respetar las condiciones correctas de dirigir este tipo de intervenciones humanitarias. Estas condiciones incluyen: que el gobierno debe tener una responsabilidad activa o pasiva en la situación originada; que el peligro para con los naciones debe ser verificable; que la operación militar debe estar limitada a la realización de los objetivos de salvar vidas y que esta operación debe acabar una vez los nacionales han sido rescatados. 3/. ¿Cuándo se debe intervenir?: Es decir, se debe postergar la intervención hasta el fracaso de los esfuerzos diplomáticos y otros medios pacíficos de coerción, o por el contrario, en determinadas ocasiones el empleo inmediato de la fuerza puede constituir el método más adecuado y único capaz de evitar el agravamiento de la crisis. Clinton, a la sazón presidente de los Estados Unidos, dijo estar impresionado por la idea de que “en tan sangriento siglo, han muerto millones de personas por la tardía reacción de las democracias ante el mal y la agresión”viii[viii]. El caso de la provincia de Kosovo en Yugoslavia tras un largo proceso de negociaciones en Rambouilletix[ix], precedido de la Resolución 1160, fue finalmente abocado a una intervención militar por parte de la OTAN. Se deben intentar acciones diplomáticas antes de recurrir finalmente a la fuerza. Sin embargo esto puede llegar a ser un castigo divino similar al de Prometeo, inutilizando esta posibilidad. Es una falacia lo del llamado "último recurso", puesto que siempre cabe intentar algo antes de recurrir a la fuerza: otra nota diplomática, otra resolución de NN.UU., otro encuentro. Así que sería absurdo en su sentido literal, decir que los estados pueden usar la fuerza sólo como último recurso, pues ésta devendría moralmente imposible de ejecutar. Incluso en determinadas ocasiones, el retrasar la intervención puede acarrear un empeoramiento de la situación humanitaria y por el contrario, siempre se debe apostar por la negociación cuando ésta pueda llevar a una eventual solución pacífica. 4.¿Cómo se debe realizar la intervención?: Existen dos posibilidades de aplicación de medidas coercitivas: las militares y las sanciones económicas. Estos instrumentos deben dirigirse a cambiar el comportamiento o para llevar a los responsables ante la justicia. La efectividad del uso de la fuerza depende del las características del objetivo. Dirigir el uso dela fuerza al conflicto en vez de a las partes beligerantes, tal y como fue realizado a principio de los años noventa en Bosnia y Somalia, conlleva a fallos políticos estrepitosos. La fuerza militar debe ser proporcional con el objetivo humanitario y debe respetar el Derecho Internacional Humanitario. La intervención militar es el último resorte para resolver una crisis con insoportables consecuencias humanitarias. Las medidas coercitivas deben ser adoptadas en directa relación con el objetivo de prevenir la catástrofe humanitaria y no dirigida hacia otros fines. La intervención militar debe ser confinada estrictamente a las acciones de fuerza que sean necesarias para alcanzar el objetivo humanitario. Cuando el ánimo de restablecer la paz y seguridad es prioritario, el objetivo concreto de la intervención es más difícil de definir y consecuentemente sus medios. En cualquier caso, la intervención militar debe respetar las reglas del Derecho Internacional Humanitario. Sin embargo, mientras los principios de necesidad y proporcionalidad son reglas del derecho de la guerra bien establecidas, su aplicación en casos específicos son problemáticos. El dilema tiene varias facetas. No existe una regla que pueda determinar que acciones militares específicas son necesarias para lograr un fin justo. Por otro lado, la intervención abrumadora puede provocar un rápido fin del conflicto. Más aún, las acciones de fuerza son naturalmente llevadas a cabo para producir un efecto letal, y no siempre es posible separar a los inocentes de aquellos efectos incluso si son realizadas con el máximo cuidado. Pese a tales problemas, las reglas generales se aplican, y seguramente más intensamente en operaciones militares que son diseñadas para prevenir crisis humanitarias y restablecer la paz y la seguridad. En el caso de Kosovo, los informes evacuados por algunos ministros de defensa han acentuado que los miembros de la OTAN fueron respetuosos con el Derecho Humanitariox[x]. Durante la operación KFOR en Kosovo, se puso énfasis en evitar lo que se denominaba "misiones de arrastre por el terreno", es decir, de evitar la tendencia de que las fuerzas militares empezaran a sumir funciones que se consideraban propias de civiles. Pero al final fue quedando cada vez más claro que el éxito militar no era posible por sí solo. Esto ayudó a forjar unos vínculos cada vez más estrechos entre las fuerzas de mantenimiento de la paz y sus numerosos homólogos civiles. Las medidas militares deben estar apoyadas en instituciones civiles, completarse y coordinarse a fin de que las Operaciones de mantenimiento de la Paz puedan tener éxitoxi[xi]. Así las cosas, no se ha de olvidar que el interés nacional es un factor condicionante entre las consideraciones políticas de los estados cuando las decisiones para intervenir son tomadas. Los estados serán proclives a las intervenciones para prevenir crisis humanitarias que tengan lugar en sus fronteras o puedan afectar a su seguridad regional. Es más, las intervenciones por razones humanitarias son costosas y los estados estarán más propensos a participar en aquellas en las que el interés nacional este en juego. Pero, masacres de grandes dimensiones y genocidios deben ser parados sin pararse a considerar si afectan a los intereses nacionales o no. La condición más importante que limita las intervenciones son los medios adecuados al objetivo marcado. Actualmente, los objetivos demandados de intervenciones militares legitimas reclama el uso de medios sofisticados. Sería impensable detener una tragedia humanitaria a través de una guerra a gran escala que podría causar incluso más daños humanos. Si los potenciales intervinientes no tienen los medios adecuados, la no intervención sería la mejor opción, incluso si otras circunstancias que permitieran la intervención estuvieran presentesxii[xii]. Además, una intervención bienintencionada que no esté realizada con los medios apropiados puede degenerar en un escenario indeseado para los intervinientes. El Informe Brahimi de las Naciones Unidas extrae una serie de conclusiones sobre la necesidad de una disposición de fuerzas potentes y una estrategia razonable de fomento de la paz. Así cuando una de las partes conculca reiteradamente las cláusulas de un acuerdo de paz, no se puede seguir tratando a las dos partes por igual, pues mina la credibilidad de la misión. De ahí que las misiones deban tener la autoridad suficiente para usar la fuerza para hacer frente a la violencia, y la capacidad y determinación necesarias para derrotar a los agresores. Ello implica unas fuerzas mayores, mejor equipadas y más costosas capaces de suponer una amenaza disuasoraxiii[xiii]. En todo caso, un número de preguntas han surgido en cuando a la adecuación de la fuerza militar. Los ataques sobre objetivos fijos con efecto sobre los civiles, las dificultades de evitar los daños colaterales mientras se bombardean desde mucha altura, el uso de materiales contaminantes como productos químicos contaminantes y el uso de bombas clusters, partes de las cuales permanecen sin explosionar, han sido mencionados por parlamentarios, ONG's y autores como prueba de la ilegal e imparcial campaña de la OTAN.xiv[xiv] Walzer destaca la dificultad que conlleva el computar elementos en juego como la soberanía o derechos. Él insiste en apuntar hacia las consideraciones obvias de prudencia y utilidad como condiciones limitadoras del objetivo de la justicia en tiempo de guerra. Hay tres estrategias según el profesor HOFFMAN. Una minimalista, que actúa sólo en casos de política humanitaria, propia de la Cruz Roja. Otra segunda que apoya la actuación con refuerzos militares que mantengan la paz. La tercera estrategia es la más ambiciosa y aboga por un uso más amplio de la fuerza que tenga por objeto el desarme de los contendientes, o bien obligar a una parte a aceptar el acuerdo que han aprobado la otra parte y los países que han intervenido o finalmente para desalojar a un tirano del poder. Es la que Hoffman denomina resolutiva. Teniendo en cuenta que la guerra no es predecible y que la rodea, en términos de Clausewitz , una niebla, se ha de apostar por tomar en consideración las expectativas razonables de éxito. Unos apuestan por o bien usar la fuerza masivamente o no utilizarla. Es la llamada doctrina Weimberger. Para saber la cantidad óptima, hemos de determinar el objetivo que queremos alcanzar y de ahí el número de fuerzas a emplear. Nuevamente, en Kosovo las medidas militares adoptadas fueron determinadas tanto por el objetivo a conseguir como por la opinión pública de los países de la OTAN, con la aplicación de la teoría de los Toffler, la llamada Zéro Mortxv[xv]: intervención aérea sin tropas de infantería. Es el resultado de la nueva idea de guerra, una guerra postheróica, una guerra limitada en medios y objetivos, basada en la confianza de la superioridad tecnológica, la de unas armas de precisión que llevan a una guerra cara, pero en la que la reducción al mínimo de las bajas, en primer lugar propias y en segundo lugar ajenas, es posiblexvi[xvi]. Sin embargo, tras el fatídico ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas y al Pentágono en los Estados Unidos, la opinión pública ha aceptado de forma unánime la posibilidad de que se produzcan bajas en las propias fuerzas armadas, debido sobretodo al nuevo tipo de conflicto bélico al que han de enfrentarse. Un punto clave de la capacidad de la OTAN para afrontar con eficacia los retos del nuevo escenario internacional de seguridad es el aumento de la movilidad y la capacidad de despliegue de sus fuerzas. Por eso resulta lógico que el concepto estratégico de la OTAN considere la capacidad de despliegue y de movimientos como "operativos esenciales" de las fueras de la Alianza y que la Iniciativa sobre Capacidades de Defensa, iniciativa de la OTAN incluya el despliegue y la movilidad como áreas en las que se debe centrar el proceso de cambio. Los estados ingerentes necesitan asegurar que suficientes recursos estén disponibles para sus intervenciones. Los recursos pueden ser necesitados para implementar y reforzar regímenes sancionadores, y pueden también ser requeridos para compensar a algunos estados por las perdidas asociadas con la implementación de las sanciones. Similarmente, las intervenciones militares deben ser llevadas a la práctica con suficientes recursos. Esto no quiere decir que para tener éxito, tales operaciones deben necesitar unas capacidades militares abrumadoras, son que necesitan suficiente potencia de fuego y una correcta mezcla de fuerzas –poder aéreo y tropas de infantería- para hacer un buen trabajo. El uso limitado de la fuerza puede ser suficiente en las guerras tradicionales. Actualmente, las organizaciones militares tradicionales pueden ser más vulnerables a los usos coercitivos de la fuerza que una guerrilla o unos luchadores insurgentesxvii[xvii] ( y a los hechos nos remitimos en relación a Ben Laden y los actos terroristas). El Presidente de la Asamblea de la OTAN, D. Rafael Estrella afirmaba en un comunicado de prensa que los países europeos necesitaban un sistema de seguridad adaptado a los actuales miedos que nos acechan, no los de la Guerra Fría, y en consecuencia el armamento y las armas que sean compatibles con cada unoxviii[xviii]. El poder aéreo queda como una herramienta extremadamente problemática en situaciones de conflictos internos y en situaciones donde masivas violaciones de derechos humanos están teniendo lugar. Se olvida a menudo que los ataques aéreos de la OTAN en Bosnia –especialmente aquellos antes de la ofensiva del verano de 1995- y en los Balcanes en 1999 mostraron la utilidad limitada del poder aéreo en este tipo de situaciones. Se demostró que los ataques aéreos no pueden sustituir a las fuerzas terrestres. Las Fuerzas Terrestres siguen siendo la base indispensable de la versaitilidad estratégica. Las Fuerzas Navales y Aéreas son el complemento, nunca el reemplazo, de la capacidad de desplegar y de adaptarse a las peculiares condiciones y objetivos de un conflicto dado que tienen las Fuerzas Terrestresxix[xix]. En resumidas cuentas, el hecho de llevar a cabo una intervención está rodeado de una serie de cuestiones muy delicadas, donde los matices son determinantes ala hora de decidir si finalmente se va o no a llevar a cabo tal actuación de injerencia por razones humanitarias. Cuestiones de no fácil respuesta que plantean siempre una postura ambivalente y dicotómica. El dios Jano de las dos caras observa desde el Olimpo los buenos deseos que envuelven a estos movimientos (siempre vistos con recelo por el poder establecido) los cuales no aspiran más que a hacer más digno la vida de los seres humanos, de los pueblos por encima de los estados o naciones, según el propio espíritu de la Carta de las Naciones Unidas. Es un proceso lento, pero como ocurrió en la construcción de la Unión Europea, la "técnica del Salami" funciona a base de ir avanzando paso a paso con decisión fuerte. El principio de la soberanía debe ir dejando un espacio vital al naciente principio de injerencia, para poder desarrollarse en plena igualdad. Discurso pronunciado por Kofi Annan ante la última Asamblea General que se reúne en el siglo XX que se intituló "Dos Conceptos de Soberanía". Nueva York, 20 de septiembre de 1999. ii[ii] En este paquete de resoluciones del Consejo de Seguridad cabe destacar la 688/91 (apoyo a la población kurda de Irak), la 794/92 (Somalia) y hasta las primeras resoluciones relativas a la distribución de ayuda humanitaria en Bosnia-Herzegovina (especialmente la 730/91 y 767/92). Vid. Capítulo de Josep Baqués, "Las Naciones Unidas en la Resolución de Conflictos" en Carlos de Cueto y J. Jordán Introducción a los Estudios de Seguridad y Defensa. Ed. Comares, Granada, 2001. iii[iii] Al respecto, me remito nuevamente al discurso pronunciado por Kofi Anan en Nueva York intitulado "Two Concepts of Sovereignty". El siguiente pasaje habla por sí mismo: “(…) The genocide in Rwanda showed us how terrible the consequences of inaction can be in the face of mass murder. But this year’s conflict in Kosovo raised equally important questions about the consequences of action without international consensus and clear legal authority. It has cast in stark relief the dilemma of so-called “humanitarian intervention”. On the one hand, is it legitimate for a regional organization to use force without a UN mandate? On the other, is it permissible to let gross and systematic violations of human rights, with grave humanitarian consequences, continue unchecked? The inability of the international community to reconcile these two compelling interests in the case of Kosovo can be viewed only as a tragedy. (…)”. iv[iv] Vid. Libro Blanco de la Defensa 2000. Capítulo I: El Escenario Estratégico. "Nueva Fisonomía de los conflictos". Pág. 37 y ss. v[v] El europarlamentario José Mª Mendiluce se muestra partidario de responder con las armas en determinadas situaciones de injusticia, donde la pasividad puede transformarnos en cómplices por omisión; y cito: "desprecio profundamente el concepto de neutralidad porque tenemos la obligación de tomar partido. No se puede permanecer pasivo frente a un violador ni frente a quienes deciden machacar a una población civil indefensa. Hay un agresor y un agredido, y tenemos la obligación de responder al agresor. Me pongo enfermo cuando oigo hablar de neutralidad" El País, 16.4.1996. vi[vi] Robin Cook, "Guiding humanitarian intervention" Discurso de 19 de julio de 2000. vii[vii] UN Documents A/55/1 párrafo 37. viii[viii] Sthephen Rosenfeld. “El Impulso Intervencionista Estadounidense no es una Panacea”. International Herald Tribune. 3-4 de julio de 1999. ix[ix] Resolución 1160 de denuncia de la violación sistemática de los Derechos Humanos y la petición de cese a las fuerzas serbias. x[x] Vid, por ejemplo Ministro de Defensa de Francia, Les enseignements du Kosovo, París, noviembre, 1999, capítulo IV. xi[xi] Vid. Espen Barth Eide, "Las OMP's: Pasado y Presente", en Revista de la OTAN, Verano, 2001, pág. 6 y ss. xii[xii] El Secretario General de NN.UU. ha reconocido recientemente (Informe del Secretario General sobre el trabajo de la Organización, 1999, Documento de NN.UU. A/54/1, párrafo 114): "Most regions do not have organizations with the capacity to carry out major peacekeeping or peace enforcement operations. Some regional organizations –most notably OUA- would like to develop a peacekeeping capacity and it is important that the international community assits them". xiii[xiii] Vid. C. Bellamy, "Una combinación de Coraje y Compasión" en Revista de la OTAN, Verano, 2001, página 9 y siguientes. xiv[xiv] Vid. Amnistía Internacional, Collateral Damage or unlawful killings? Violations of the laws of war by NATO during Operation Allied Force, Junio 2000. i[i] Alvin y Heidi Toffler. Guerre et Contreguerre. Hachette, Paris, 1996. Es interesante ver cómo pese al incremento de la voluntad de intervención, la sociedad es cada vez más reacia a sufrir bajas en ese tipo de escenarios violentos, cuando debería ser asumido perfectamente, pues es algo consustancial al existencia de pérdidas humanas en cualquier tipo de enfrentamiento; lo que supone una gran presión para los políticos que prefieren utilizar métodos de ataque más seguros que desvirtúan el propio concepto de enfrentamiento bélico. xvi[xvi] Eduard Luttwak.(1993): The Endangered American Dream, Touchtone, Nueva York, 1993, pág. 230. xv[xv] Chantal de Jonge Oudraat, "Intervention in Internal Conflicts: Legal and Political Conundrums", Carnegie Endowment Working Papers, número 15, Agosto 2000. xviii[xviii] Rafael Estrella, "Los Aliados de la OTAN deben afrontar un nuevo orden mundial" ,Press comuniqué, 6 de octubre de 2001. xix[xix] Van Riper "La Guerra en el Siglo XXI", Boletín de Información del CESEDEN, núm. 252, 1997, pág 113-122. xvii[xvii] Centro de Estudios y Análisis de Seguridad Universidad de Granada http://www.ugr.es/~ceas