El origen de la palabra Para empezar el lenguaje tiene su origen, según Sapir, en la comunicación con los demás, pero Sapir atribuye o restringe esta característica a los humanos. Sin embargo los estudios de etología (ciencia que estudia el comportamiento de los animales en relación con el medio ambiente) permiten extender estas características a los animales superiores. Un ejemplo de esto es el gorila Koko quien trabajó con una investigadora quien a su vez utilizó el leguaje de los sordomudos, Koko a los 7 años manejaba un vocabulario de 375 palabras, que aparte de nombrar objetos comunicaba emociones (tristeza, alegría), y creaba nombres pertinentes para cosas desconocidas (por ejemplo pato: ave-agua) Refiriéndonos ahora al hecho de nombrar objetos, de crear denominación de la realidad, descansa en la percepción, según esta el individua varia su denominación de la realidad, esto varía según la cultura, estado de animo, edad, intereses, etc. Existe un nombrar productivo que forma una relación entre la palabra y el objeto. El nombrar es un descubrimiento de cómo o tal cosa, quizás de aquí proviene el afán de los niños `por saber el nombre de las cosas. Una vez que las cosas han sido nombradas interviene un mecanismo de asimilación que es llamado nombrar reproductivo, ahora las cosas se llaman de un modo determinado. El acto de nombrar un objeto, de crear un nombre y formar una imagen adecuada de este fue desde un principio muy discutido, en el tiempo de Sócrates, Platón o Hermógenes, quienes tenía opiniones encontradas, Sócrates (Platón) decían que las cosas poseían un nombre naturalmente propio, mientras que Hermógenes decía que la naturaleza no le ha dado nombre a ninguna cosa, que todos los nombres tienen su origen en la ley y el uso, el pensaba que no hay nombres más propios que otros. Son muchas las dudas y contradicciones que se han generado y aún se generan en torno a este hecho y que este libro abarca agrandes rasgos. ¿ESPEJO O FICCIÓN? EL PODER DE LA PALABRA FENTE A LA REALIDAD La interpretación de las relaciones entre el lenguaje y la “realidad” ha tomado caminos divergentes. Estas direcciones de han agrupado bajo términos genéricos en realismo y nominalismo, aunque también se ha dado ha conocer bajo otro nombres. EL REALISMO es un enfoque naturalista, trata el lenguaje como una imagen representativa de la realidad. Según este modelo el lenguaje es moldeado por su función y se restringe a la recolección pasiva de datos empíricos. Este criterio es difícil de apoyar con argumentos convincentes ya que su planteamiento supone la presencia “objetiva” de la realidad, además de la configuración de un sentido previo y la consecuente eficacia del lenguaje para reflejar ese sentido. Esta teoría impide, a su vez, comprender las resonancias emocionales de las palabras en cada individuo, e incluso excluye el funcionamiento del principal recurso poético. la metáfora. EL MOMINALISMO Está definido como un convencionalismo y se opone notoriamente a la visión del realismo. Sostiene que el vínculo entre el lenguaje idiomático y la realidad es una construcción arbitraria. Para el nominalismo los productos de lenguaje son “flatus vocis” esto quiere decir que son signos lingüísticos que denotan ciertos objetos solo por convención. Sucede, contra los que sostiene la teoría del reflejo, que la palabra actúa como condensador de las percepciones. Ejemplos de este planteamiento encontramos a cada rato en nuestra vida diaria, así cuando un frasco contiene la etiqueta de veneno nos lleva a manipular su contenido con cautela, o cuando os dicen que un sujeto es bueno y educado predisponemos nuestro ánimo para tratarle como tal. La palabra influye en nuestro comportamiento aún transitoriamente. Con esta pequeña descripción vemos la tradicional encrucijada entre realismo e idealismo. Para el realismo o reprecentacionismo como también se denomina el leguaje es un reflejo de la realidad; para el convencionalismo o idealismo es una ficción. FORMAS PRODUCTIVAS EN LA PRAXIS LINGÜÍSTICA Hay formas en la praxis lingüística cuyo es la interacción social. Son distintas entre si pero los une un factor común el don de la palabra. Algunos de estos son: a). El eufismo: son interlocuciones indirectas y esquivadoras de agresión, el eufismo dirá lo mismo que el insulto pero de una manera mas sana y sin herir a nadie. Este es motivado por el respeto, el aprecio, pero también por la timidez y hasta por la hipocrecia. b). El grito apabullante: es una formas directas y mas agresiva de comunicarse. Es una desviación de las relaciones interpersonales, es para herir la mayoría de las veces. Hay varios tipos de grito, estos son: - Grito de alegría o ira: es un grito masivo expresa sentimientos que solo podemos expresar detrás de muchas personas, como en el estadio por ejemplo. - Grito de espanto o alerta: describe una situación dada, como la demanda de auxilio, es por un lado expresión de lo que vivimos y por otro lado es una invocación al prójimo. - Grito como liberación interior: este grito va dirigido a uno mismo como destinatario, es poco frecuente por la represión social y cultural que tiene. - Grito ofensivo: dirigido a un sujeto en especial tiene la función de disminuir y silenciar al otro interlocutor. c). El insulto este consiste en encerrar al otro en una categoría negativa, es para exaltar ciertos rasgos comunes que se comparten pero que yo utilizo mejor. Este al igual que el grito apabullante resalta la sobrebaluacion de quien lo profiere. La fuerza de nombrar se descubre en lo innombrable: En todos los ámbitos es fácil darse cuenta de la eficacia de la palabra pero en la religion esta eficacia se transforma en impotencia. La impotencia de nombrar de nombrar se origina en la magnitud de la divinidad, sea la religion o la divinidad que sea, por ejemplo Freud escribe acerca de la palabra tabu la cual es una palabra polinesica, que no tiene real significación en nuestro idioma y asi para darle alguna significacion denomina al tabu como el conjunto de lo sagrado y de lo peligroso. La dificultad implícita de nombrar a Dios nace de 2 aspectos: 1) La impotencia ante lo magno: la divinidad se presenta como algo absolutamente enorme por lo que la palabra no alcanza a abarcarla completamente. Dios rebasa toda denominación esto es lo indefinible de la divinidad. En el Taote-chin se encuentran algunas máximas con respecto a el dios Tao: - Mas se habla de el y menos se le alcanza - El Tao que puede ser nombrado no es el eterno. - Lo infinito no puede ser definido Y también en la religión Judía: - Santo eres y terrible es tu nombre - Tuyo el nombre y oculto a los hombres de la luz Esto es por lo que a los dioses normalmente se les da denominaciones negativas como intemporal, infinito, no-natural, invisible. Etc. 2) Tabu o prohibicion: Se provoca un Tabu al nombrar a dios porque su nombre lo invoca, y si lo invoca el ser se vería completamente disminuido ante tal ser. Por esto el hombre oculta ciertos recursos encubridores como por ejemplo en la religión judaica la palabra que alude a Dios es una sin vocales JHVH la que con el tiempo derivo en llave, estas técnicas dificultan la pronunciación y por ende la invocación. Estas prohibiciones no solo son aplicable a dioses también a ritos como ciertas tribus que no pronuncian algun determinado tipo de palabras en ritos, u otras que no le tinen nombre ni denominación a la muerte. Comienzos del lenguaje El rol que cumple la palabra en los pueblos arcaicos es extremadamente importante. Para ellos la palabra tiene el poder de hacer volver al origen, de instaurar, de crear. Ya que estos pueblos necesitaban, o necesitan, como es el caso de las tribus que aun están vigentes, de explicaciones científicas o empíricas para los hechos que ocurrían, el poder que le daban a la palabra dependía exclusivamente de su creencia y la fe que pusieran en ella. Esto se manifestaba en sus creencias, mitos, dioses, etc. Cada una de estas le permitía por ejemplo para devolverle el poder a la tierra, poder sembrar, hacer llover, tener éxito en la caza, curar a los enfermos, ser acompañados por sus dioses a la guerra, etc. Muchas veces utilizaban las mismas palabras que ellos creían habían utilizado sus dioses para crear el mundo, para crear cualquier tipo de acción benéfica. En definitiva la palabra les permitía creer y mantener su mundo gracias a la fe que tenían en sus mitos, leyendas, las cuales les permitían a través de estas separarse del mundo real y sentirse totalmente sumergidos en el poder de la palabra. Carácter configurador del lenguaje La lingüística y disciplinas próximas ( semiología, psicología del lenguaje, sociología del lenguaje ) han destacado el poder del nombre en su calidad de configurador/creador del significado de la experiencia de los hablantes. El fenómeno de la denominación configuradora de un mundo, en cuanto al sentido que puede asumir la realidad para el sujeto, se extiende a aquellos casos en que: a) Los límites del referente no son precisos : La impresión de los límites se conoce con el termino “vaguedad” es el fenómeno consistente en que el campo de aplicación de ciertos nombres no esta estrictamente delimitado. Nuestro lenguaje esta constituido en una parte importante por términos vagos tales como “verdoso”, “grande” “rápidamente”... . Estos términos ¿cumplen esa función configuradora con la misma eficacia que otros de designación más precisa? Los lenguajes lógicamente correctos ( según pretendían Russell y Wittgenstein ) debían eliminar de sus filas a los términos “vagos”. En verdad eso puede y debe ser un desideratum del conocimiento científico ( aún en los casos en que es necesario designar por ejemplo, situaciones de determinación estadística), pero la experiencia cotidiana se encuentra entretejida con esas situaciones “ de vaguedad “. La vaguedad se une a la consustancial ambigüedad de los términos idiomáticos incluye tanto a las palabras circunstanciales ( aquí, ahora, yo) como a los ejemplos de simple anfibología ( “mesa” designa una pluralidad de objetos ). Se puede disminuir la ambigüedad o recurrencia al contexto; la vaguedad corresponde a cualidades propias del dominio de percepción. b) No existe materialmente lo nombrado:.la existencia de nombres significativos sin referente (sistematizada en el conocido triángulo de Ogden y Richards) aproxima esta propuesta del nombre configurador al dominio artístico. En esas condiciones, el hombre crea un campo semántico, aun cuando no exista la realidad fenoménica como tal. Son ejemplos permanentes “centauro”, “pegaso”, además de todos los nombres propios o comunes surgidos de la literatura, las mitologías, las patologías sicológicas etc. Las metáforas mismas son ejemplos del nombramiento significativo de situaciones cuyo referente no existe. Porque en toda relación metaforizante existen, eventualmente, los fenómenos aislados, no lo construido por la acción metafórica. Borges crea y aloja en el mundo poético al peón andino, la torre directa, el sesgo alfil. ¿ En que se sostiene el significado cuando falta el referente? No, por cierto, en el inexistente fenómeno, sino en la fuerza de la palabra. Ella cree y sujeta en su universo semántico a ese ente imaginario. La filosofía se a levantado en armas contra la ejecución de hipóstasis lingüísticas. Jhon Stuart Mill se queja en estos términos: Siempre a existido una fuerte tendencia a creer que todo lo que recibe un nombre tiene que ser una entidad o un ser, con existencia propia e independiente; y al no poderse encontrar ninguna entidad real que responda al nombre, los hombres no han supuesto por ello que no exista... .