AVANCES Y RETOS DE LA POLÍTICA PÚBLICA Y ACCIONES AFIRMATIVAS PARA LA INCLUSIÓN DE LA POBLACIÓN AFROCOLOMBIANA María Isabel Urrutia O. Representante a la Cámara Alianza Social Afrocolombiana, ASA Noviembre 2008 Sea el momento para recocer el compromiso siempre vigente que expresa y ratifica día a día la Escuela Superior de Administración Pública, ESAP, con las causas más importantes y los derechos del pueblo y las comunidades negras de Colombia. Hemos sentido su decidido apoyo en las diferentes tareas emprendidas con miras a poner en el debate público, en la agenda política y en las instancias estatales, el tema de las comunidades negras, su exclusión, pobreza y victimización. Apenas en el pasado marzo se organizó en esta ciudad el V encuentro de Parlamentarios Afroamericanos y del III Congreso del Parlamento Negro de las Américas, en el que se discutió igualmente la situación social, económica, política y cultural de las Comunidades Negras en el Continente Americano, sus posibilidades de desarrollo y las propuestas de acción conjunta para hacer valer sus derechos. Ojalá que la reciente elección de un afroamericano como presidente de los Estados Unidos, aliente estos espacios y revitalice procesos organizativos y de integración. Por lo menos tenemos viva la esperanza y eso ya es un gran avance. Se me invitó muy gentilmente a este importante evento, para que comparta mi percepción con respecto a los avances y retos de la política pública para la población afrocolombiana, las acciones afirmativas y la inclusión de estas comunidades con plenos derechos a la vida social, política y económica de la nación. Para ello, haré inicialmente un somero acercamiento al contexto, para luego expresar mis consideraciones con respecto a las políticas públicas, las acciones afirmativas y la actividad de la Bancada de Congresistas Afrocolombianos, para finalizar con algunos puntos a modo de conclusiones. 2 EL CONTEXTO Para nadie es un secreto que a pesar de los avances que en materia de seguridad y garantías para la inversión extranjera que se han alcanzado en los últimos años, el país sigue experimentando altas tasas de violencia, violaciones a los derechos humanos e infracciones graves al derecho internacional humanitario, al tiempo que se ha profundizado la exclusión social y económica de vastos sectores de la población, entre los que por supuesto se hallan, en primer lugar, las comunidades negras e indígenas. Pero además, se observa cómo la manera en que se ejerce el poder político, recorre preocupantemente las lógicas del autoritarismo, de la desinstitucionalización y del recurso al cinismo y a la comisión de desafueros, justificados en que otros gobiernos o personajes públicos en el pasado también los cometieron. Todo esto se hace sobre la base de un supuesto apoyo popular, bastante atípico para nuestro caso, pero que sirve para desafiar, amedrentar y muchas veces para acallar expresiones críticas. Además, el tan cacareado apoyo popular ha servido para esconder la profunda crisis de deslegitimidad que hoy carcome a buena parte del Congreso y a altos dignatarios del Estado, contra quienes la justicia ha encontrado algún tipo de compromiso con las actividades ilícitas de grupos ilegales. En este aspecto, a falta de legitimidad, buenas son encuestas de popularidad. Así las cosas, tal como lo expresara ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el pasado mes de marzo, conviene insistir en que se viven tiempos con altos índices de exclusión política, económica y social; con graves problemáticas étnicas y regionales, dado que el propio modelo económico incentiva la agresión y el despojo contra las comunidades; con mayor dependencia a través del TLC como estrategia recolonizadora y; con mayores dificultades para que las comunidades y el pueblo colombiano en general, pueda ejercer sus derechos. Se puede incluso construir una matriz causal de esta problemática, en donde las violaciones a los derechos de las comunidades afrocolombianas provienen especialmente de la crisis general de los derechos humanos por causas estructurales; las crisis humanitaria como fruto de la guerra; el desmonte sistemático del Estado 3 Social y Democrático de Derecho; las exclusiones provenientes del modelo de desarrollo; y, finalmente, por la dispersión, asimilación y cooptación de las comunidades y sus líderes. Todo lo anterior, en el caso de las comunidades negras, se ve reforzado con el no reconocimiento como pueblos autónomos, titulares de derechos, sino como a comunidades en minusvalía. Se ven nuestros territorios y comunidades como una ocasión para la extracción de riqueza o para el desalojo y no como una oportunidad para el desarrollo sostenible. Y creo también que estas causas, factores y actores que han llevado a las comunidades afrocolombianas a tal nivel de postración, están super diagnósticadas. Año tras año se publican informes que dan cuenta de tales circunstancias, pero entre más se conocen, entre más se estudian y se cuenta con datos confiables, más se constata la degradación de las condiciones de vida de las comunidades. Es como si hiciéramos parte de la geografía y no de la historia. En fin, todo ello contribuye a generar un estado de cosas inconstitucional del que habla la propia Corte Constitucional en reciente jurisprudencia. LA POLITICA PUBLICA AFROCOLOMBIANA Pues bien, lo primero que quiero expresar es mi consideración en torno a la política pública a favor de la población negra de Colombia. Creo que a pesar de existir disposiciones legales, en especial la ley 70 de 1993 y la ley 617 de 2001 (Curules especiales en la Cámara), varios documentos COMPES y aproximaciones a lo que se ha de considerar como un plan de desarrollo a largo plazo para las comunidades afrocolombianas, se está lejos de poder contar con una política pública debidamente estructurada, que sistemáticamente aborde en su integridad las distintas facetas que componen el mundo, la cultura, la cosmovisión, el pensamiento y la conciencia afrocolombiana. Creo que más que políticas públicas o mejor aún, más que políticas de Estado, lo que tenemos en Colombia es una colcha de retazos, pues casi a regañadientes los planes 4 de gobierno y los funcionarios públicos han tenido que incluir la perspectiva étnica en algunos de sus proyectos. Pero en la mayoría de los casos esta inclusión se limita a menciones generales, sin mayores posibilidades para su realización efectiva. Casi siempre se encuentran las dificultades anidadas en la falta de recursos, en la ausencia de instrumentos o en la incomprensión que el tema suscita. Lo anterior es tan real, que finalmente ha sido la Corte Constitucional la que a través de varias sentencias, ha estructurado en líneas gruesas de lo que debería contener una política pública para la población afrocolombiana, sobre todo en lo que tiene que ver con la participación política, la atención a la población en situación de desplazamiento forzado y el cumplimiento de los estándares en materia de derechos sociales como salud y educación. Estos asuntos que debían ser discutidos, diseñados y ejecutados por las instancias políticas y administrativas del Estado, tienen ahora que cumplirse pero por mandato judicial. En estos aspectos, los negros, los indígenas y el pueblo colombiano en general, tenemos mucho que reconocerle al Tribunal Constitucional de nuestro país. Y no es por falta de propuestas de parte de las comunidades, sus líderes y representantes. Es porque no existe voluntad política por parte del Estado para de verdad emprender la protección y garantía de los derechos de estas comunidades. Por ejemplo, la Corte Constitucional acaba de decir que los negros tenemos derecho a un sistema de salud propio, tal como lo tienen los pueblos indígenas. Esa propuesta la hice hace 3 años cuando se tramitó la reforma a la Ley 100, en donde con toda claridad le propuse al Gobierno y al Congreso de la República que se incluyera en dicho ley una disposición para estructurar un sistema de salud propio, que tomara en cuenta las particularidades de cada comunidad y sobre todo, que se garantizaran los recursos suficientes para atender las necesidades que en materia de salud soportan las comunidades negras. Pero mi propuesta no fue oída y tres años después es la Corte Constitucional la que le ordena al Gobierno que diseñe un sistema de salud especial para las comunidades negras. 5 Y así hay muchos ejemplos para probar que en realidad, aún falta mucho para consolidar una política pública que integralmente atienda las necesidades de la población negra de Colombia, pues lo que se sigue observando es una gran distancia entre lo que se dice y realmente se hace; entre la norma y la realidad; entre lo que se escribe en documentos e informes y lo que ciertamente soportan las comunidades. Hay en esto una especie de esquizofrenia institucional, que ojala se supere pronto. Con todo, conviene indagar sobre los motivos determinantes que empujan a la sociedad colombiana y al propio Estado, a colocar distancia geográfica, social y cultural, en un ejercicio de verdadero apartheid contra estos pueblos, a los que de paso se utiliza políticamente. Esa Colombia profunda, esa Colombia de Negros, Indígenas y campesinos pobres no tiene dolientes en las altas esferas sociales y oficiales. Creo por ello que la principal dificultad con la que tropiezan todas las políticas públicas, planes y proyectos en favor de nuestros pueblos, es de CONCEPCIÓN, esto es, de la manera como se piensa desde Bogotá lo que debería ser el desarrollo para estas comunidades. Por esta misma razón no se ha trascendido el simple asistencialismo, que de paso favorece la corrupción. No hay un reconocimiento frente a lo que son y piensan estas comunidades y por ende, no hay un genuino respeto por sus derechos como pueblos autónomos. Siempre se les impone, por la ley o por la violencia, el modelo de desarrollo que han de emprender o los negocios lucrativos para otros, que han de ejercer, aún a costa de dejar de ser pueblos, es decir de morir. Como resultado de esa mirada centralista y burocrática, se nos impone también la guerra, a través de los distintos planes de guerra que con lo único que han acabado es con la vida y los derechos. Nuestras comunidades fueron obligadas por la violencia o por la crisis económica a sembrar coca y luego con la irracional lucha mundial contra los cultivos de uso ilícito les llegó la otra tragedia, las fumigaciones, las que detrás de la frontera afectan la vida y la salud humana, pero que de este lado se nos pretende inmunes. 6 PARTICIPACIÓN POLITICA Y BANCADA AFROCOLOMBIANA Es claro que si somos aproximadamente un 30% de la población colombiana, nuestra participación política y nuestra representatividad debería ser cuando menos de la misma proporción. Sin embargo, dados los problemas estructurales y la exclusión de la que antes se habló, tal participación es realmente mínima. Por ejemplo, actualmente en el Congreso sólo se cuenta con dos escaños especiales, a los que se suman ocho más que alcanzaron su curul en las circunscripciones ordinarias. Con todo, como ya se dijo, el hecho de ser Negro, no implica que tal Congresista tenga conciencia sobre lo que somos y debemos defender, que se tenga sentido de pertenencia o se aporte críticamente a la superación de la exclusión. La experiencia por el contrario nos indica, que en la mayoría de los casos, se expresa una asimilación acrítica y se defienden intereses muy contrarios a los que gritan nuestras comunidades. Eso nos sucedió por ejemplo en el trámite de muchas leyes, como la forestal, el estatuto rural, la reforma tributaria, el mismo TLC y últimamente la reforma al Código de minas que despoja a las comunidades tradicionales de sus derechos sobre los recursos mineros y la reforma política que nos condena a tener partidos políticos que no pueden hacer política, que no pueden avalar a nadie o que nos ordenan avalar candidatos para circunscripciones especiales que no existen y la única de Cámara no requiere aval de partido alguno. Aquí muchos compañeros negros votaron a favor de disposiciones claramente contrarias a nuestros pueblos, a pesar que se ha intentado conformar lo que se denomina la Bancada de Congresistas Afrocolombianos, lo que técnicamente no es una bancada. En efecto, las bancadas se conforman por congresistas pertenecientes a un mismo partido y por ende comparten principios y una concepción ideológica y política que les permite actuar en acuerdo sobre los distintos temas. Aquí en cambio, lo que llamamos la bancada de congresistas afrocolombianos, es una sumatoria de congresistas de varios partidos, sin un acuerdo ideológico, político o de principios, lo cual impide que se actúe como bancada. 7 Lo anterior indica que más allá del hecho objetivo de la pertenencia étnica, se requiere la conciencia de ser y pertenecer a ella y además tener claridad sobre los derechos e intereses que se han de impulsar y defender desde estas instancias. De lo contrario, la participación política de los negros seguirá empujando la locomotora que desmonta nuestros derechos y despoja a nuestras comunidades. Debo expresar que en lo personal, he encontrado en el Congreso de la República un espacio muy hostil, razón por la que creo que más que el acceso a espacios de representación política o acompañando tales esfuerzos, debe apostarse por la construcción y el ejercicio de la política, por la consolidación del poder negro en nuestro país, pero a partir de la organización, de las organizaciones, de las comunidades y con plena conciencia de ser y pertenecer a esta etnia y con un conocimiento claro sobre nuestros verdaderos derechos e intereses. A MODO DE CONCLUSIÓN Creo que una política pública que reconozca en plenitud e integralidad los derechos del pueblo afro y además realice acciones afirmativas que lleven a la superación de la exclusión y pobreza, requiere ante todo la consolidación de un proceso organizativo y de unidad en la diversidad, que nos permita exigir nuestros derechos. Si no hay poder para exigir de manera organizada, va a ser muy difícil lograr propósitos concretos que faciliten el modo de vida de nuestros pueblos. Pero además creo necesario avanzar en los siguientes temas específicos: 1. Hacer que el principio valor de la diversidad étnica y cultural sea una transversalidad que ilumine todas las acciones, planes, programas, proyectos y políticas públicas, para que por fin se nos reconozca como pueblos con plenos derechos y no como integrantes de comunidades en condición de minusvalía. 2. Que se respeten y efectivamente se cumplan los compromisos internacionales ya adquiridos y contemplados en un sin número de tratados y convenciones internacionales. En tal sentido, y para empezar a cumplir con estas 8 obligaciones internacionales a nivel nacional, es que he presentado a consideración del Congreso, aprobado ya en primer debate el la Comisión Primera de la Cámara de Representantes, un proyecto de ley “POR LA CUAL SE ADICIONA EL CODIGO PENAL Y SE SANCIONAN PENALMENTE LOS ACTOS DISCRIMINATORIOS EN MATERIA RACIAL, NACIONAL, CULTURAL O ÉTNICA. 3. Que los miembros de la Fuerza Pública y las agencias de seguridad del Estado, asuman como mandato superior el respeto por la vida e integridad territorial de estas comunidades, rompiendo radicalmente cualquier connivencia con los grupos paramilitares, absteniéndose de ocupar las viviendas, escuelas o espacios comunitarios, pues ello viola los principios básicos del derecho internacional humanitario. 4. Que se adelanten las investigaciones, se sepa la verdad, se sancione y repare integralmente a las personas y comunidades que han sido víctimas de violaciones a sus derechos. En especial, que se sancione a las empresas y empresarios nacionales e internacionales, políticos y funcionarios públicos que han participado en el despojo de los territorios colectivos y se han beneficiado de ello y se los obligue a devolver las tierras a quienes fueron victimizados. 5. Que se avance en la solución política del conflicto social y armado que se desata en el territorio colombiano. 6. Que se respete la autonomía de las comunidades respecto al uso y aprovechamiento de su patrimonio natural y cultural. 7. Que se implemente en su integridad la ley 70 y se busquen mecanismos apropiados para superar la sub-representación política de la población afrocolombiana. Finalmente, hemos de trabajar muy duro por consolidar una política pública iluminada por una dimensión étnica, la interculturalidad y la autonomía que pueda realizar de manera efectiva las ACCIONES AFIRMATIVAS que por tanto tiempo hemos reclamado.