Estructurar un texto para defender nuestras ideas. Defender nuestras ideas requiere pericia, no es necesario que nos dejemos la piel en el intento, pero sí que sepamos estructurar nuestras aseveraciones para dotarlas de ese grado de certeza que deja al lector o al oyente sin apenas posibilidad de réplica ante nuestra capacidad oratoria. Es necesario que conozcamos los elementos básicos que deben disponerse si queremos preparar un texto argumentativo, puesto que si elaboramos adecuadamente nuestras ideas, tenemos prácticamente asegurado el éxito. Sabemos de antemano que un texto argumentativo consta de cuatro partes que debemos perfilar con claridad: la introducción, la presentación de los hechos, la argumentación propiamente dicha y una conclusión que sirva de colofón y tenga la suficiente fuerza para convencer al lector. Veamos ahora cómo debemos disponer cada una de ellas y qué elementos son los más idóneos para elaborarlas. En la introducción debemos explicar el plan del texto, su objetivo, sus partes más importantes. Eso es obvio, pero además, necesitamos captar la atención del público al que nos dirigimos y para ello debemos introducir con la suficiente prestancia los aspectos del tema que tengan interés para aquellos a los que se dirige el texto. No podemos obviar tampoco nuestra capacidad de síntesis, las introducciones no deben ser largas, no tenemos que demorarnos, puesto que nuestro objetivo es captar la atención y apuntar el tema sobre el que vamos a hablar. La presentación de los hechos aporta los datos claves de la situación, es clave para el lector se haga una idea de esos hechos desde nuestra óptica. Para hacerlo describiremos la situación, narrando de forma precisa esos hechos, enumerando datos y aportando esos aspectos que apuntalan la compresión del problema o refuerzan una opinión. Para que esta presentación indique con claridad que se está describiendo una situación problemática se pueden utilizar una serie de expresiones más o menos gramaticalizadas que señalan: a) que se comienza una descripción: empezaremos por...; en primer lugar...; en principio se tiene en cuenta...; lo primero que hay que señalar..., un primer aspecto que debemos apuntar...; partiremos de la situación inicial...; b) que se expresa un punto de vista personal: para mí, a mi modo de ver, en lo que a mí respecta, en lo que a mí concierne, en mi opinión, creo que...; me parece que...; opino que...; c) que se destaca un elemento importante: se debe hacer notar que...; se tiene que señalar que...; recuérdese que...; conviene no olvidar que...; aunque ya se ha dicho que...; insistiremos en el hecho de que...; en este punto es importante que recordemos que...; en este momento conviene repetir que...; d) que se señalan las etapas o secuencias de un proceso o descripción: dejemos de lado... para pasar ahora a citar...; pasemos ahora a considerar...; pasaremos ahora a considerar...; como consecuencia de lo dicho pasaremos a citar...; antes de abordar el tema de... analizaremos...; después de este tema es importante abordar el...; y de este modo se pasa al tema de...; por tanto... La argumentación es el centro del texto y su parte más importante. En ella se tiene que ir aportando juicios, datos, principios, etc., que justifiquen las afirmaciones y conclusiones a las que se quiere llegar, y refutar los posibles contraargumentos que nos pueda presentar el oponente. Debemos pues: -Enumerar los datos o hechos que refuerzan nuestra opinión. Se tiene que hacer clasificando los distintos elementos mostrando una progresión que de idea de la distinta importancia que se da a cada elemento de la lista o el distinto rango de cada uno de ellos: Para expresarlo, se puede enumerar directamente con expresiones como: en primer lugar, en segundo lugar..., en último lugar. Otra forma de hacerlo es utilizando los indicadores temporales de orden: primero, al principio, después, a continuación, además, tras ello, por último. También se puede hacer más ampliamente: al principio...; después se le añade; por otro lado se puede añadir...; y ya por último se propone... Si queremos indicar lo cierto o dudoso de la situación: lo más probable es que...; es cierto que...; es evidente; está probado que; puede ser que; sería posible que...; parece seguro que...; -Dar ejemplos: citar hechos, aportar principios generales que apoyen la opinión expresada. -Negar una afirmación que se podría dar por supuesta es otra forma de aportar datos a favor de la tesis. Las expresiones que pueden servir de guías para esta función son: pese a lo que con frecuencia se afirma...; contra lo que se dice con frecuencia...; nada más lejos de la verdad...; aunque pueda parecer cierto..., se tiene que reconocer que contra lo que a menudo se afirma... -Hacer concesiones al interlocutor para precisar más la propia opción o dudar de la opinión del opositor. Para ello se pueden usar pares de expresiones que suponen variaciones sobre el prototipo: <<Sí, pero>>, como: aunque es cierto...; no es menos cierto que...; cierto que...pero...; reconozco que... ello no obstante...; no es extraño que...pero...; sin duda...pero...; admitamos que... pero... O también expresiones como: es muy interesante lo que se acaba de decir pero se tendría que precisar hasta qué punto...; lo que se dice es cierto, pero quizá sea exagerado afirmar que...; aunque el tema esté bien orientado se tendría que saber sí...; aun reconociendo que el proyecto tiene interés, se puede observar que...; o hay serias dudas de que... Este tipo de situación se acaba con frecuencia apartando (enumerando) hechos o datos que apoyan la duda y, por tanto, corrigen la primera opinión. La conclusión concluye el texto y si queremos que quede muy coherente será oportuno hacerlo de modo que recuerde claramente lo que se enunció en la introducción. Para ello se resumirá de manera muy sintética los distintos argumentos dados y se formulará claramente las alternativas ofrecidas. También se eludirá a lo que suponen para los receptores los cambios presentados en nuestra propuesta.