8 4 A. CABRERA mediato contacto, es decir, de Siria, de la Mesopotamia y de Persia, especialmente de esta última región, donde, como dice Quatrefages [1843, p. 494], había ya una raza caballar célebre antes de existir caballos árabes. Muchos filólogos opinan que la voz árabe "farash", que significa, no sólo yegua, sino en sentido colectivo el ganado caballar, en su acepción más literal quiere decir "caballo persa", lo>mismo que el vocablo hebraico "parash" y el sánscrito "parasika". A juzgar por los monumentos, el antiguo caballo persa, como el de Asiría y el de Babilonia, eran de un tipo semejante al que predomina todavía en el Asia central: un caballo de pequeña alzada, de cuello corto, cabeza alargada y formas rechonchas. Estos caracteres pueden apreciarse muy bien en los bajorrelieves de Nínive y de Kuyundsyik (Fig. 34); ninguno de ellos nos ofrece el tipo de caballo esbelto y ligero que vemos en los monumentos egipcios y aun en los toscos grabados rupestres libio-bereberes. Una figura prehistórica de marfil, representando un caballo, encontrada en Persia por J. de Morgan [Capitán, 1902, p. 197, fig. 81], ofrece en la cabeza, en el cuello y en la cola todos los rasgos característicos del Equus przewalskii. En cuanto a los caballos que los árabes pudieran obtener de Siria, probablemente eran el resultado de un cruce entre el mismo caballo asiático y el africano. Sabemos ya que Salomón adquiría sus caballos en el norte de África, en Egipto. Lo que afirman algunos autores [Parlada, 1879, P- 9&; Ménégaux, 1903, p. 203] acerca del envío de caballos de la Arabia Feliz al sabio monarca por la reina de Saba, es una pura fantasía sin fundamento; el relato bíblico no menciona semejante envío; la reina s.abea, según consta en la historia de Salomón, únicamente le regaló camellos cargados de especias, oro y piedras preciosas. Mucho antes, en los días de Josué, los héteos y otros pueblos que con ellos habitaban en Canáan, tenían ya carros de guerra y caballos, aun cuando parece que aun no utilizaban éstos para montar. Estos héteos, hititas o jetas, eran un pueblo de origen probablemente mongólico, establecido primitivamente en el Taurus, desde donde su poderío alcanzaba hasta el centro de Siria, y que en la historia de Egipto aparece, a partir de la décimaoctava dinastía, como enemigo unas veces y otras como aliado de los faraones [Sayce, 1891]. Es muy verosímil, por consiguiente, que obtuviesen sus caballos de los egipcios, a menos que