Dos pesos de Agua - Universidad de Concepción

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La espaciología verosimilizadora en Bosch y Rulfo
Roberto Garay Urrutia
“¡Ay de la noche horrible, de la noche anegada!”: Una lectura de la
espaciología verosimilizadora en “Dos pesos de Agua” de Juan Bosch, y “Es
que somos muy pobres” de Juan Rulfo1
Roberto Garay Urrutia
Introducción
Era la medianoche y allá afuera el
ruido del agua apagaba todos los
sonidos. (Juan Rulfo)
En 1958,
Juan Bosch (República Dominicana 1909-2001) publicó, en el Nacional de
Caracas, bajo el título El arte de escribir cuentos, algunos apuntes de carácter metapoético en los
que reflexionaba sobre su tarea como cuentista. Así como Jorge Luis Borges en Así escribo mis
cuentos (1982) o Augusto Monterroso en Algunas palabras sobre el cuento (1990), el escritor
dominicano traza líneas para comprender su producción literaria, y para delimitar su visión sobre
quien decida dedicarse a la escritura de relatos breves. En el segundo capítulo de este manifiesto
señala: “El tema requiere un peso específico que lo haga universal. Puede ser muy local en su
apariencia, pero debe ser universal en su valor intrínseco” (Bosch, 1958: 6). Por su parte, Juan
Rulfo (México 1917 – 1986) en una entrevista realizada en El escarabajo de Oro refrenda la idea
de una universalidad temática en sus textos, y niega el “localismo” que se les atribuye : “No, en lo
absoluto. Obras puramente localistas son las que se desarrollan, por ejemplo, en la colonia
Narvarte y, como es evidente, su trascendencia se extiende hasta los mismos límites que señala
una simple localidad urbana” (Rulfo, 1973: s/p).
En virtud de lo anterior, y en la búsqueda por examinar el espacio rural y los personajes de
los relatos, propongo una lectura de estos últimos como actantes normalizadores de la veracidad
de los cuentos, a partir de una actitud no conflictiva y un compromiso o complicidad con los
elementos extraños. Las nociones de actitud, y compromiso estarán en función de los conceptos
1
Trabajo realizado en el seminario “Problemas de literatura hispanoamericana”, dictado por la Doctora
Cecilia Rubio, el primer semestre de 2010, para el programa de Magister en Literatura Hispánica de la
Universidad de Concepción.
propuestos por Alicia Llarena en su texto Realismo mágico y lo real maravilloso: una cuestión de
verosimilitud (espacio y actitud en cuatro novelas latinoamericanas.
Una
segunda
línea
de
análisis
será
lo
que
Llarena
denomina
“espaciología
verosimilizadora” o “lugar de la coherencia” (cf. Llarena, 1997: 177), en la que el agua se articula
como un constituyente fundamental del lugar en que acontecen los hechos. Además, el espacio
rural en los textos de Bosch y Rulfo es re-significado como un espacio de integridad, y se incluye al
agua como un elemento que organiza una causalidad mágica en la zona en que aparece.
Finalmente, este elemento iluminaría ecos de un sustrato mítico vinculado a la cosmogonía
universal: el agua voraz de los tiempos primigenios, el diluvio como castigo para la humanidad, el
hundimiento de la tierra, la destrucción de las esperanzas.
I.- Los personajes como manifestación de la veracidad narrativa
2
Cuando Alicia Llarena propone el “punto de vista”, la “actitud”, y el “compromiso” como
categorías de análisis de los textos realistas mágicos, o reales maravillosos, no sólo los presenta
como elementos para reflexionar sobre las estrategias con las que el narrador normaliza los
sucesos extraño en este tipo de relatos, sino que también amplifica los alcances de una de estas
modalidades para el estudio de los personajes: “nos parece oportuno hacer extensivo el término
‘actitud’ a esos habitantes que – redondos, planos, principales, secundarios, tengan voz personal o
no – viven en el mundo de la fábula” (Llarena, 1997: 79). A partir de esta reflexión, propongo la
aplicación de las nociones de “actitud” y “compromiso” en los dos cuentos seleccionados, pues
advierto que, en gran parte, la naturalización de elementos perturbadores se debe a cómo las
figuras se hacen cargo, enuncian y encauzan, dentro de su realidad, los acontecimientos mágicos
que ocurren en el espacio en que interactúan. En el caso de “Es que somos muy pobres” y “Dos
pesos de agua”, sus personajes son los encargados de mediar las transformaciones que ocurren
entre los enunciados des-realizadores con los que se confiere veracidad o verosimilitud a la
materia narrada.
Antes de aplicar la noción de “actitud”, quisiera no soslayar las deficiencias terminológicas
de Llarena, a la hora de especificar el concepto de “personaje”, y complementar su uso en este
trabajo con la noción, esbozada por Lucien Tesniêre, conocida como “actante”. Helena Beristain,
2
Me ciño a los planteamientos de Llarena, para aproximarme a la estética mágicorealista de los relatos, ya
que me parecen postulados menos conflictivos y más organizados desde los que se puede analizar esta
tendencia. Así lo refrenda Sandro Abate, cuando sostiene que: Una tercera etapa de la crítica en torno al tema,
podría evidenciarse hacia la década de 1980. Los estudios más recientes acerca del Realismo Mágico se
caracterizan por una postura tal vez menos polémica y combativa, y por una tendencia hacia el análisis
desapasionado, basado en un modelo metodológico más complejo y fundamentado en nuevas posturas
teórico-literarias y críticas. (Abate, 1997: 149).
2
en su Diccionario de Retórica y Poética define este concepto, aplicado al análisis del relato, de la
siguiente manera: “Un actante es una amplia clase que agrupa en una sola función – los diversos
papeles de un mismo tipo: héroe, adversario, etc. (Beristain, 1995: 18). Así también para Greimas
el actante es la unidad sintáctica de la gramática narrativa de superficie, y se descompone en
papeles actanciales (cf. Beristain, 1995: 18). En el caso de los relatos de Rulfo y Bosch, los
papeles actanciales, articulados como un modelo de comportamiento, están en función de la
normalización de los sucesos perturbadores, que acaecen en ambos cuentos de estética
antirrealista.
I.I Remigia y su “fe inagotable”
En “Dos pesos de agua”, la protagonista de la historia, Remigia, es un constituyente
fundamental en la comprensión de los sucesos mágicos que ocurren en el relato. Desde un inicio
de la fábula se presentan características de una fe sostenida, en oposición a la insatisfacción de
las demás figuras actanciales del cuento:
Sedientos y desesperados, muchos hombres abandonaron los conucos, aparejaron
caballos y se fueron con las familias en busca de lugares menos áridos. La vieja
Remigia se resistía a salir. Algún día caería el agua; alguna tarde se cargaría el
cielo de nubes; alguna noche rompería el canto del aguacero sobre el ardido techo
de yaguas. Algún día… (Bosch, en Rodríguez 2003: 197).
Esta situación inicial me permite dilucidar “la participación del personaje cuando actúa
como un discreto foco de corroboración o de incertidumbre con respecto al punto de vista
novelesco” (Llarena, 1997: 80), ya que Remigia, a favor de la verosimilitud del relato, corrobora los
hechos insólitos a través de procedimientos de fe. Estos procedimientos están estrechamente
ligados a una cosmogonía judeo-cristiana, y a la creencia sobre la existencia de ánimas que podría
cambiar el inexorable destino de sus tierras secas: “Déle ese rial fuerte a las ánimas pa que llueva,
Felipa” (Bosch, en Rodríguez 2003: 196).
La fe de Remigia está en función de una espera, y una esperanza. La espera implica el
cambio de fortuna, una peripecia vital no para su vida, sino para la de su nieto. Remigia aguarda el
momento en que la tierra permita la liberación a la que se condicionan los habitantes del campo, y
es dentro de esa espera, en la que su esfuerzo encuentra la esperanza para fraguar sus sueños:
Cada dos o tres meses reunía los pollos más gordos y se iba a venderlos; cuando
veía un cerdo mantecoso, lo pesaba; ella misma detallaba la carne y de las capas
extraía la grasa ; con ésta y con los chicharrones se iba también al pueblo. Cerraba
el bohío, le encargaba a un vecino que le cuidara lo suyo, montaba al nieto en el
potro bayo y lo seguía a pie. En la noche estaba de vuelta.
3
Iba teniendo su vida así, con su nieto colgado del corazón. – Pa ti trabajo,
muchacho- le decía-. No quiero que pases calores, ni que te vayas a malograr,
como tu taita. (ibíd.: 197).
La lectura realista mágica del cuento está sustentada en el reconocimiento de los actantes
como “elementos destinados a confirmar (…) una visión del mundo, o mejor, a imponernos una
percepción particular, y al grado de ‘compromiso’ con que ambas tendencias nos incitan a
normalizar lo extraño” (Llarena, 1997: 81). En resumidas cuentas, Remigia posee una actitud
cercana o familiar con los sucesos extraños. Esta actitud no beligerante contribuye a la veracidad
de los hechos descritos, a su modo de ver las tierras resquebrajadas del campo, además, posee
un alto grado de compromiso al manifestar la naturalidad con la que corrobora los hechos que
acontecen en el mundo narrado.
El proceso de des-realización del universo narrativo se acentúa en el actante, y en el
empleo de un lenguaje, por parte del narrador, que normaliza lo extraño. Este lenguaje es
representativo de la fe con la que se enfrenta a los sucesos que sobrevienen en el universo del
relato, estableciendo una relación no-conflictiva entre narrador y personajes: “Echaba por delante
el potro bayo, salía de madrugada y retornaba a mediodía. Incansable, tenaz, silenciosa, Remigia
se mantenía sin una queja. Ya sentía menos en la higuera, pero había que seguir sacrificando algo
para que las ánimas tuvieran piedad” (Bosch, en Rodríguez 2003: 200). La idea de un narrador
estático que narra las acciones del actante, me lleva a pensar en que la importancia de los
3
elementos mágicos del relato está en función de la performance lingüística de los personajes ; una
serie de acciones son repetidas hasta que son naturalizadas dentro del plano narrativo. En este
caso, los procedimientos de la fe, sustentados en el lenguaje y las acciones que evidencian dichos
medios, permiten percibir una normalización de lo que a los demás personajes les parece
desconcertante: “Ya nadie esperaba la lluvia, antes de irse, los viejos juraban que Dios había
castigado el lugar (…). Remigia esperaba. Recogía escasas gotas de agua. Sabía que había que
empezar de nuevo, porque ya casi nada quedaba en la higuera” (ibíd.: 201).
La fe y la espera se constituyen como elementos básicos de la normalización de los
sucesos extraños, dentro de esta estética realista mágica. El personaje y sus actos están
articulados como “elementos llamados a imponer en el texto su propia ‘verdad narrativa’” (Llarena,
1997: 77). La propia verdad de los actantes, en parte, está representada por los actos
3
Se entenderá el concepto de ‘performance’ no desde los postulados de la dramaturgia, sino desde su
definición primera propuesto en la gramática generativa y en los postulados de Greimas. Helena Beristain la
define como: Toda operación del hacer que realiza una transformación. (…) La performance, pues consiste en
la transformación de los estados y en el intercambio de los objetos (Beristain, 1995: 131).
4
perfomativos, o la perfomance, con la que ponen en relieve una actitud que favorece la inclusión de
elementos mágicos que circundan y se normalizan en la historia.
Remigia se pone en la lista de personajes boschianos que se caracterizan por una intensa
benevolencia. En una reflexión sobre el cuento “Camino Real” se señala: “Juan no es ya el niño de
cuentos anteriores, sino un hombre que ama a los seres humanos con un afán redentor” (Valdéz,
2010: 101). Si en este personaje predomina el amor, en Remigia la fe y esa “esperanza que
espera” son cualidades para verificar la actitud, y el compromiso del personaje con los sucesos
extraños de “Dos pesos de agua”.
Al llegar el desenlace de la historia, aparece la afirmación más desconcertante del relato,
confirmación absoluta de la actitud y compromiso del personaje frente al espacio narrado, y
además resulta ser el sello para la propuesta de reconocer en el lenguaje del actante la
normalización o “unicidad (…) de cierto tipo de verdad textual” (Llarena, 1997: 81). Después de
días de un aguacero incansable, el cuerpo de Remigia flota entre el agua oscura del campo, pero
ella cree, ella espera: “En cuanto esto pase siembro batatas” (Bosch, en Rodríguez. 2003: 207).
I.II.- Las ánimas y la potestad sobre la lluvia
Personajes colectivos, las ánimas del cuento, y su aparición en la historia es un factor
determinante en la normalización de los procedimientos de la fe, a los que recurre Remigia, para
sortear los efectos de la sequía. Estos personajes, además, favorecen la relación no-conflictiva que
se establece entre los actantes, el narrador y el mundo narrado: “Todas estaban impresionadas,
casi fuera de sí, porque nunca llegó una entrega de agua a tal cantidad (…) servían una noche de
lluvia por dos centavos de velas; y cierta vez enviaron un diluvio entero por veinte centavos”
(Bosch, en Rodríguez. 2003: 202). En esta relación no conflictiva entre la triada: ánimas- Remigianarrador es donde se reconocen las primeras marcas de sustratos míticos con los que se actualiza
el relato boschiano. Es interesante que las figuras de las ánimas como actantes normalizados en el
relato tomen una actitud y un compromiso no–conflictivo con la materia narrada. A favor de una
actitud y un compromiso no conflictivo, vuelven extraño el hecho de la ofrenda que brindan los
feligreses, pero a la vez lo normalizan en su actuar y en su lenguaje, al realizar una performance
regularizada por la cotidianeidad religiosa: petición- ofrenda- respuesta al petitorio:
-¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!- Rugían.
Y todas las ánimas del Purgatorio se escandalizaban, pensando en el agua que
había que derramar por tanto dinero, mientras ellas ardían metidas en el fuego
eterno, esperando que la supremacía de la gracia de Dios las llamara a su lado
(id).
5
I. III. El narrador-personaje de “Es que somos muy pobres”
Al igual que en Pedro Páramo, el narrador personaje de “Es que somos muy pobres”
induce hacia la normalización de lo extraño. Este personaje innominado expresa su relación con
los elementos extraños desde una actitud no-conflictiva, o no beligerante, por lo que el relato se
hace más permeable para configurar la veracidad narrativa con la que se relatan los hechos.
El alto grado de compromiso, expresado en la cercanía y complicidad del personaje con lo
narrado, permite que su participación en la historia sea “trascendental como generador de “un
modo de percepción” (Llarena, 1997: 105). Este modo de percepción está en virtud de una
disposición del lenguaje, una intencionalidad en la que los acontecimientos narrados, dentro de la
estética mágicorrealista del cuento, “están llamados a ser verdad por el sólo hecho de manifestarse
(…) como resultado de su simple enunciación” (ibid.: 111). En su discurso construye una realidad
de lo probable, en que las explicaciones están diseñadas bajo el sustrato hipotético de la
posibilidad:
Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le ocurrió despertar
al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas. Tal vez se asustó y trató de
regresar; pero al volverse se encontró entreverada y acalambrada entre aquella
agua negra y dura como tierra corrediza. Ta vez bramó pidiendo que la ayudaran.
Bramó como sólo Dios sabe cómo (Rulfo, 1977: 15).
En esta posibilidad o solución hipotética, reside la actitud de normalizar los sucesos
extraños que ocurren como consecuencia de la inundación del espacio agrario. A propósito de las
reflexiones de Llarena, comprendo la participación de este personaje-narrador como “la técnica
que permite un alto nivel de integración mágicorrealista, un apoyo de la visión insólita” (Llarena,
1997: 119). Vale recalcar que esta integración de los elementos y hechos mágicos radica,
principalmente, en el modo en que son enunciados:
Y Tacha llora (…). Está aquí, a mi lado, con su vestido de color rosa, mirando el río
desde la barranca (…) Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se
hubiera metido dentro de ella. (…) De su boca sale un ruido semejante al que se
arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita (Rulfo, 1977:
17).
Estos breves registros de la actitud actancial no-conflictiva, la complicidad y el compromiso
del narrador por enunciar la realidad circundante en términos predominantemente mágicos,
permiten especificar la convicción con la que el personaje naturaliza el lugar que habita, y también,
cómo se relaciona y establece, con su relato, los acontecimientos mágicos que ordenan el espacio
narrado.
6
II.- Una lectura de la espaciología verosimilizadora: El agua como constituyente del espacio
de integración
La reflexión en torno al espacio narrativo o lugar de la coherencia (cf. Llarena, 1997: 179),
como lugar de integración-verosimilización de lo extraño, se articula desde uno de los elementos
constituyentes de la espaciología de ambos relatos: El agua. Este elemento y sus implicancias son
las que permiten realizar una lectura intertextual de “Es que somos muy pobres” y “Dos pesos de
agua”. Si bien en los relatos se manifiesta en forma de lluvia, me ciño a la aserción de Cirlot: “por
agua se entiende la totalidad de materias en estado líquido” (Cirlot, 1997: 68).
Llarena, en su artículo “Espacio y literatura hispanoamericana”, entiende el concepto de
espacio como:
El espacio es precisamente el punto de anclaje, y una imagen fundacional de la
realidad, las geografías literarias serán también signos abarcadores y expresivos
con una enorme capacidad de resonancia en los mapas mentales y sociológicos de
pueblos y de individuos: nuestros hábitos (…) dependen en gran medida de
nuestra relación con el espacio (Llarena, en Nevascuaes. 2002: 47).
El agua no sólo entrega sugestivas interpretaciones en el espacio rural de los cuentos de
Rulfo y Bosch, sino que, como bien es sabido, se incluye en la simbología de todas las culturas.
Este elemento forma parte de una cosmogonía universal, cuyo sustrato significativo es un
esencialismo binario de connotaciones positivas y negativas; por una parte, el agua fértil que riega
la tierra, el agua como manifestación infinita y eterna de la materia en todos sus estados (sólido,
4
líquido, gaseoso) . Por otra parte, el agua aparece en los relatos mitológicos – fundacionales como
castigo, fuerza destructora de la humanidad, así lo refrendan la Biblia, en el Génesis, El poema de
Gilgamesh, y el Popol Vuh, entre otros. Juan Eduardo Cirlot, en su Diccionario de símbolos,
respecto a este elemento, esboza una extensa descripción de la que destaco lo siguiente:
En suma, las aguas simbolizan la unión universal de virtualidades, fons et origo,
que se hallan en la precedencia de toda forma o creación. La inmersión en las
aguas significa el retorno a lo preformal, con su doble sentido de muerte y
disolución, pero también de renacimiento y nueva circulación, pues la inmersión
multiplica el potencial de la vida (…). En el plano cósmico, a la inmersión
corresponde el diluvio, la gran entrega de las formas a la fluencia que las deshace
4
Una extensa reflexión sobre la simbología del agua realiza Gastón Bachelard en su ensayo El agua y los
sueños. Una premisa importante sobre este elemento es que, según el autor: “El agua es una contemplación
que se profundiza, en un elemento de la imaginación materializante” (Bachelard. 1978: 23). Esta
contemplación y sus alcances es la que se puede percibir en y con este elemento, pues constituye y articula la
normalización de la materia narrada en los relatos.
7
para dejar libertad a los elementos con que producir nuevos estados cósmicos.
(ibid.: 69)
En términos narratológicos, “Es que somos muy pobres” nos presenta un relato “in media
res” donde el agua aparece de manera inminente. Este hecho acentúa la decadencia en la que va
sumiéndose la familia del narrador-personaje, quien recalca la profunda desgracia a la que la lluvia
ha dado origen:
Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el
sábado cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza,
comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha
de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en
grandes olas de aguas, sin darnos tiempos de esconder aunque fuera un manojo;
lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo
del tejabán, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada
tan amarilla recién cortada (Rulfo, 1977: 14).
A diferencia de esta lluvia inesperada, en “Dos pesos de agua” se articula una dinámica de
petición-respuesta, en la que los habitantes del campo esperan por la llegada de la lluvia para que
acabe con la sequía, y les otorgue una oportunidad de trabajar la tierra:
Al cabo de tanto oír lamentar la sequía, levanta los ojos y barre el cielo con ellos.
Claro, limpio y alto, el cielo se muestra sin una mancha. Es de una limpieza
desesperante. . – Y no se ve nadita de nubes – comenta.
Baja entonces la mirada: los terrenos pardos se agrietan a la distancia. Allá
al pide la loma, un bohío. La gente que vive en él, y en los más remotos, estará
pensando como ella y como la vieja Remigia. ¡Nada de lluvia en una sarta bien
larga de meses! (Bosch, en Rodríguez. 2003: 196).
En el inicio de ambos cuentos se realiza una notificación de los sucesos o del estado de la
situación. El espacio de ambos relatos se presenta como inhóspito, ya sea por la tierra invadida de
lluvia, o por la excesiva falta de ésta. Estos acontecimientos convierten al espacio rural del relato
en “un conjunto de matices con capacidad de ‘revelación’” (Llarena, 1997: 183). Las revelaciones
estarán en función de los desenlaces que nos presenta cada historia, y que confirmarán la
normalización de los acontecimientos mágicos del mundo narrado.
Es posible percibir en estos textos una contextualización coherente de un espacio rural,
ampliamente descrito por las tradiciones criollistas – realistas, y de los sucesos extraños que
acontecen en él. Sin ir más lejos, la excepción de estos textos, dentro de la modalidad antirrealista
del realismo mágico, está dada por el hecho de extremar el proceso de “hacer extraño” el elemento
usual “agua”, materia fundamental
que forma parte de los elementos ya normalizados en la
cotidianeidad del espacio agrario.
8
Cuando el agua comienza a sobrepasar los límites geográficos que le corresponden, es
cuando se acentúa la característica del espacio narrativo como un eje estructurante de la estética
realista mágica de los cuentos, lugar en el que se pone en funcionamiento el proceso de
normalización de lo extraño. En “Es que somos muy pobres” se lee:
El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada. Yo estaba muy
dormido, y sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo
despertar en seguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en la mano, como
si hubiera creído que estaba derrumbando el techo de mi casa. Pero después me
volví a dormir, porque reconocí el sonido del río y porque ese sonido se fue
haciendo igual hasta traerme otra vez el sueño (Rulfo, 1977: 14 Los subrayados
son míos).
La frase destacada es una clave para el ordenamiento de la lectura de estos textos. Los
sucesos extraños, producidos por un elemento habitual, se normalizan en la medida en que se
reconoce ese rasgo de cotidianeidad en el espacio y sus constituyentes. De igual manera ocurre
en “Dos pesos de agua”:
El nieto dormía tranquilo (…) El techo de yagua se desmigajaba con los golpes
múltiples del aguacero. Remigia se adormecía y veía su canuco lleno de plantas
verdes, lozanas, batidas por la brisa fresca; veía los rincones llenos de dorado
maíz, de arroz, frijoles sangrientos, de batatas henchidas. El sueño le tornaba
pesada la cabeza…Y afuera seguía bramando la lluvia incansable (Bosch, en
Rodríguez. 2003: 204).
El agua, la realidad y la materia convergen para inducir a una manifestación de una
realidad mágica, cuya visión se admite sin extrañezas. Desde una reflexión psicoanalítica y
fenomenológica, pero no distante de esta investigación, Gastón Bachelard sostiene: “Sufrimos por
los sueños, y nos curamos mediante los sueños. En la cosmología del sueño, los elementos
materiales siguen siendo los elementos fundamentales” (1978: 12). Las elucubraciones de Remigia
están inducidas por la esperanza que recobra, en la medida que se normaliza el elemento habitual
extrañado, ya sea el par: sequía (falta de agua)- lluvia del relato boschiano o la naturalización de la
5
crecida del río en el relato de Rulfo.
Aunque los cuentos incluyan destellos esperanzadores, la resolución del conflicto oscurece
estos pasajes. Tomando en cuenta dos aspectos planteados por Llarena, se pueden trazar las
reflexiones finales de este capítulo; primero, la comprensión del espacio “como centro o continente
5
Una extensa reflexión sobre el río en este cuento realiza Severino Salazar. Sobre este constituyente advierte:
“Destruye todo los órdenes, es impredecible y destructor en su transcurrir. Y algo muy grave: impide la
comunicación, pues no se oye lo que la gente quiere comentar o decir sobre él mismo” (Salazar. 1996: 62).
9
de otras repercusiones ‘metafóricas’” (Llarena, 1997: 189), y segundo, sus postulados en torno a
“los ecos del sustrato mítico” sobre los que sostiene que “no se basan sólo en su presencia
expositiva dentro de un texto, en su única contribución ambiental o temática. Antes bien, lo mítico
constituye sobre todo, una visión” (ibid.: 57).
El agua como constituyente fundamental de una lectura sobre la espaciología
verosimilizadora en los textos de Bosch y Rulfo, permite proponer un análisis desde ese sustrato
mítico que menciona Llarena, en este caso, los relatos son una reverberación de la historia
universal del diluvio, donde masas de agua arrasan con la tierra y la humanidad. No obstante,
atendiendo a los planteamientos de Llarena, en ambos textos este sustrato mítico está reinventado
y se proyecta como una nueva visión de la ruralidad americana. En “Dos pesos de agua” se lee:
Pasó una semana; pasaron diez días, quince…Zumbaba el agucero desde el
amanecer hasta el anochecer. Mientras Remigia dormía, el temporal proseguía
infatigable. Se acabaron el arroz y la manteca; se acabó la sal. Bajo el agua tomó
Remigia el camino de Las Cruces para comprar comida. Salió de mañana y retornó
a medianoche. Los ríos, los caños de agua y hasta las lagunas se adueñaban del
mundo, borraban los caminos, se metían lentamente entre los conucos (Bosch, en
Rodríguez. 2003: 204).
El elemento que les faltaba es también el que los destruye. De esta forma, la naturalización
de lo extraño, nuevamente, está en función de la intensificación de un elemento correspondiente a
la cotidianeidad rural. En el caso de “Es que somos muy pobres” el agua se lleva las esperanzas
de la familia, y se apodera del espacio de los hombres. Sus vidas se representan en las aguas
turbias; “por eso la vida, nos ha dicho el narrador-personaje, es inescrutable, es como el agua del
río: ‘oscura y espesa’” (Salazar, 1996: 64). Luego, la invasión del agua es normalizada en el relato
del personaje:
Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel amontonadero de agua
que cada vez se hace más (…). Después nos subimos por la barranca, porque
queríamos oír bien lo que decía la gente, pues abajo, junto al río, hay un gran
ruidazal y sólo se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y como que
quieren decir algo; pero no se oye nada. Por eso nos subimos por la barranca,
donde también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha hecho
(Rulfo, 1977: 15).
Por último, esta actualización del agua como elemento de los ecos de un sustrato mítico
(cf. Llarena, 1997: 57), y el simbolismo del diluvio, forma parte de una venganza telúrica (cf.
Llarena, 1997: 185), o en términos de Juan Bosch, de una clase de “burla sangrienta” (Bosch, en
Rodríguez. 2003: 202). Mircea Eliade, en Tratado de las religiones I, postula y define la siguiente
interpretación sobre este hecho mítico:
10
Casi todas las tradiciones de diluvios van vinculadas a la idea de una reabsorción
de la humanidad en el agua y a la instauración de una nueva era, con una nueva
humanidad. Todas ellas denuncian, pues, una concepción cíclica del cosmos y de
la historia: una época queda abolida por la catástrofe y empieza una nueva era,
regida por «hombres nuevos». Esta concepción cíclica se ve confirmada además
por la convergencia de los mitos lunares con los temas de la inundación y del
diluvio (Eliade. 1964: 245).
El castigo o purificación por el agua, en estos textos, está lejos de repetir “una concepción
cíclica del cosmos” (id), en la que se instale una nueva oportunidad para la humanidad, ya que a
6
diferencia de los relatos fundacionales como el diluvio en la Biblia, o en el Popol Vuh , Los cuentos
no poseen aquella estructura circular de renovación de las esperanzas. Por el contrario, el único
círculo o periodo cíclico que se cumple, es el de enraizar a los hombres a la tierra, ahogar su
esperanza y poner en funcionamiento la continuidad del determinismo social que afecta a los
sectores rurales de Hispanoamérica. En “Dos pesos de agua” se expresa así:
¡Ay de la noche horrible, de la noche anegada! Venía el agua en golpes, venía y
todo lo cundía, todo lo ahogaba (…) El terrible viento le destrenzaba el cabello; los
relámpagos verdeaban en la distancia. El agua crecía, crecía. Levantó más al
nieto. Después tropezó y tornó a pararse. Seguía sujetando al niño (…). Se llevaba
el viento su voz yu la esparcía sobre la gran llanura líquida (ibid.: 206-207).
En “Es que somos muy pobres” el agua y la tierra, en su venganza telúrica, reclaman a los
campesinos, destruyendo y ahogando los sueños, y con ellos la esperanza de un cambio en el
determinismo social con la que ha cargado la genealogía familiar:
Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está
aquí a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin
dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera
metido dentro de ella. Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende.
Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las
orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue
subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y
los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente
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En el Popol Vuh, los hombres de palo son destruidos por una gran inundación, al no acordarse de sus
creadores. Este episodio se relata de la siguiente manera: (…) Por esta razón, ya no pensaban en el creador ni
en el formador, en los que le daban el ser y cuidaban de ellos. Estos fueron los primeros hombres que en gran
número existieron sobre la faz de la tierra (…) En seguida fueron aniquilados, destruidos, deshechos los
muñecos de palo, y recibieron la muerte. Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran
diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo (Popol Vuh. 1961: 30).
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comenzaran a hincharse para trabajar por su perdición (Rulfo, 1977: 16 Los
subrayados son míos).
El espacio narrativo es verosimilizado por oposición a la concepción dominante del campo
como un espacio idílico o lugar habitable. La tierra, en su rol de regenta natural de los destinos del
hombre y del pueblo americano, reclama la tenencia de los pobres, cierra e inunda los caminos
por los que transita la esperanza de los campesinos. El espacio narrado que habitan los
personajes es el lugar del castigo, de la venganza telúrica para quienes pensaron en dejar las
tierras inhabitables: “El agua sucia entró por los quicios y empezó a esparcirse en el suelo. Remigia
la vio llegar como quien ve llegar a una culebra mansa. Bravo era el viento en la distancia, y a ratos
parecía arrancar árboles” (Bosch, en Fernández. 2003: 205). Finalmente, “el resultado es la
demostración de la pequeñez y fragilidad de la vida y de impotencia del hombre que se aferra a
ella a pesar de todo” (Coulso, en Giacoman. 1974: 327).
Conclusiones
Al finalizar el estudio puedo puntualizar unas últimas consideraciones sobre los aspectos
analizados. En primera instancia, la reivindicación de los personajes, incluidos dentro de una
estética mágico realistas, como actantes que consolidan el compromiso y una actitud no conflictiva
frente al efecto verosimilizador de la materia narrada. En una segunda instancia, el análisis del
espacio y el agua como constituyentes unificadores de la lectura intertextual de los relatos. Esto
propició la tarea de poner en evidencia un proceso en el que la regularización de los sucesos
extraños se da en virtud de una re-normalización del elemento cotidiano, que en el transcurso de la
historia se introducía primeramente como un posible elemento conflictivo (la falta/exceso de agua).
Vale destacar la importancia de la manera en que los hechos son enunciados, por parte de
los personajes, como una técnica fundamental para aprobar la veracidad de la historia, ponderando
el uso del lenguaje como el dispositivo que concretiza la aparición de elementos mágicos en los
textos que representan parte de la cuentística de Bosch y Rulfo.
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Severino Salazar realiza una lectura del episodio subrayado, haciendo referencia al movimiento de los
pechos de Tacha. El estudioso afirma que: “En este momento se cierra el círculo del cuento. Ella también, uno
se imagina, va a ser expulsada del paraíso como sus dos hermanas mayores lo fueron” (Salazar, 1996: 65).
Pienso que está aseveración está en función de una percepción regionalista e incluso romántica, ya que en
ningún momento del relato se puede percibir el espacio rural que habitan los personajes de “Es que somos
muy pobres” como un espacio paradisiaco. Basta recordar las palabras iniciales del texto de Rulfo: “Aquí todo
va de mal en peor” (Rulfo, 1977: 14).
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Finalmente, es interesante destacar cómo los relatos se desvinculan de los ecos de los
sustratos míticos del diluvio universal, que se relacionan con una segunda oportunidad para los
hombres. Por el contrario, en los textos se aprecia el castigo o la verosimilización del elemento
agua como una venganza telúrica de la tierra hispanoamericana sobre aquella población agraria
que espera el momento en que finalice esa historia de pobreza y aislamiento en la que han
desarrollado su vida. Aquí la naturaleza y la cosmogonía (en el caso de las ánimas de “Dos pesos
de agua”) se unen al menoscabo social del que son víctimas los sectores agrario-rurales. Quizás
este trabajo, en el que se reivindican dos elementos poco estudiados dentro de la estética mágico
realista (personajes y espacio) propone una conclusión desoladora: El campo es un lugar-habitable
obligado, donde el hombre se ve subyugado a la naturaleza, y la esperanza de una peripecia vital
se reduce a una simple espera que concluye en la futilidad de los esfuerzos.
Referencias bibliográficas
Primaria
-Bosch, Juan. 2003. “Dos pesos de agua”. En Rodríguez, Mario. 2003. Antología de cuentos
hispanoamericanos. Santiago: Editorial Universitaria.
-Rulfo, Juan. 1977. Obra completa: El llano en llamas; Pedro Páramo; otros textos. Caracas:
Biblioteca Ayacucho.
Secundaria
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-Fernández, Sergio. 1958. Cinco escritores hispanoamericanos. México D.F.: Universidad
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-Giacoman, Helmy 1974. Homenaje a Juan Rulfo: Variaciones e interpretaciones en torno a su
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-Llarena, Alicia. 2002. “Espacio y literatura en Hispanoamérica” en Navascués de, Javier. De
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-Oviedo, Rocío. 1999. “Huellas de vanguardia: Realismo mágico/literatura fantástica: Esbozo de
una relación”. En Anales de Literatura Hispanoamericana, N° 28, pp. 323-341.Disponible
en
http://revistas.ucm.es/fll/02104547/articulos/ALHI9999120323A.PDF
-SALAZAR, SEVERINO. 1996. “Las metáforas del río y de la leche en ‘Es que somos muy
pobres’ de Juan Rulfo“. En: La Palabra y El Hombre: Revista de la Universidad
Veracruzana,
N°
100,
p.
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Disponible
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http://biblioteca.universia.net/html_bura/ficha/params/id/48072809.html
-Valdéz, Diógenes. 2010. Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Santo Domingo, D.F:
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Teórica y complementaria
-Bachelard, Gastón. 1978. El agua y los sueños. México: Fondo de Cultura Económica.
-Beristain, Helena. 1995. Diccionario de Retórica y Poética. México: Editorial Porrúa.
-Cirlot, Juan . 1997. Diccionario de símbolos. Madrid: Editorial Siruela.
-Eliade, Mircea. 1964. Tratado de las religiones I. Madrid: Ediciones Cristandad.
- Llarena, Alicia. 1997. Realismo mágico y lo real maravilloso: una cuestión de verosimilitud
(espacio y actitud en cuatro novelas latinoamericanas). Gran Canaria: Hispanoamérica.
- Popol – Vuh. 1961. México DF: Fonde de Culturo Económica.
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