La espaciología verosimilizadora en Bosch y Rulfo Roberto Garay Urrutia “¡Ay de la noche horrible, de la noche anegada!”: Una lectura de la espaciología verosimilizadora en “Dos pesos de Agua” de Juan Bosch, y “Es que somos muy pobres” de Juan Rulfo1 Roberto Garay Urrutia Introducción Era la medianoche y allá afuera el ruido del agua apagaba todos los sonidos. (Juan Rulfo) En 1958, Juan Bosch (República Dominicana 1909-2001) publicó, en el Nacional de Caracas, bajo el título El arte de escribir cuentos, algunos apuntes de carácter metapoético en los que reflexionaba sobre su tarea como cuentista. Así como Jorge Luis Borges en Así escribo mis cuentos (1982) o Augusto Monterroso en Algunas palabras sobre el cuento (1990), el escritor dominicano traza líneas para comprender su producción literaria, y para delimitar su visión sobre quien decida dedicarse a la escritura de relatos breves. En el segundo capítulo de este manifiesto señala: “El tema requiere un peso específico que lo haga universal. Puede ser muy local en su apariencia, pero debe ser universal en su valor intrínseco” (Bosch, 1958: 6). Por su parte, Juan Rulfo (México 1917 – 1986) en una entrevista realizada en El escarabajo de Oro refrenda la idea de una universalidad temática en sus textos, y niega el “localismo” que se les atribuye : “No, en lo absoluto. Obras puramente localistas son las que se desarrollan, por ejemplo, en la colonia Narvarte y, como es evidente, su trascendencia se extiende hasta los mismos límites que señala una simple localidad urbana” (Rulfo, 1973: s/p). En virtud de lo anterior, y en la búsqueda por examinar el espacio rural y los personajes de los relatos, propongo una lectura de estos últimos como actantes normalizadores de la veracidad de los cuentos, a partir de una actitud no conflictiva y un compromiso o complicidad con los elementos extraños. Las nociones de actitud, y compromiso estarán en función de los conceptos 1 Trabajo realizado en el seminario “Problemas de literatura hispanoamericana”, dictado por la Doctora Cecilia Rubio, el primer semestre de 2010, para el programa de Magister en Literatura Hispánica de la Universidad de Concepción. propuestos por Alicia Llarena en su texto Realismo mágico y lo real maravilloso: una cuestión de verosimilitud (espacio y actitud en cuatro novelas latinoamericanas. Una segunda línea de análisis será lo que Llarena denomina “espaciología verosimilizadora” o “lugar de la coherencia” (cf. Llarena, 1997: 177), en la que el agua se articula como un constituyente fundamental del lugar en que acontecen los hechos. Además, el espacio rural en los textos de Bosch y Rulfo es re-significado como un espacio de integridad, y se incluye al agua como un elemento que organiza una causalidad mágica en la zona en que aparece. Finalmente, este elemento iluminaría ecos de un sustrato mítico vinculado a la cosmogonía universal: el agua voraz de los tiempos primigenios, el diluvio como castigo para la humanidad, el hundimiento de la tierra, la destrucción de las esperanzas. I.- Los personajes como manifestación de la veracidad narrativa 2 Cuando Alicia Llarena propone el “punto de vista”, la “actitud”, y el “compromiso” como categorías de análisis de los textos realistas mágicos, o reales maravillosos, no sólo los presenta como elementos para reflexionar sobre las estrategias con las que el narrador normaliza los sucesos extraño en este tipo de relatos, sino que también amplifica los alcances de una de estas modalidades para el estudio de los personajes: “nos parece oportuno hacer extensivo el término ‘actitud’ a esos habitantes que – redondos, planos, principales, secundarios, tengan voz personal o no – viven en el mundo de la fábula” (Llarena, 1997: 79). A partir de esta reflexión, propongo la aplicación de las nociones de “actitud” y “compromiso” en los dos cuentos seleccionados, pues advierto que, en gran parte, la naturalización de elementos perturbadores se debe a cómo las figuras se hacen cargo, enuncian y encauzan, dentro de su realidad, los acontecimientos mágicos que ocurren en el espacio en que interactúan. En el caso de “Es que somos muy pobres” y “Dos pesos de agua”, sus personajes son los encargados de mediar las transformaciones que ocurren entre los enunciados des-realizadores con los que se confiere veracidad o verosimilitud a la materia narrada. Antes de aplicar la noción de “actitud”, quisiera no soslayar las deficiencias terminológicas de Llarena, a la hora de especificar el concepto de “personaje”, y complementar su uso en este trabajo con la noción, esbozada por Lucien Tesniêre, conocida como “actante”. Helena Beristain, 2 Me ciño a los planteamientos de Llarena, para aproximarme a la estética mágicorealista de los relatos, ya que me parecen postulados menos conflictivos y más organizados desde los que se puede analizar esta tendencia. Así lo refrenda Sandro Abate, cuando sostiene que: Una tercera etapa de la crítica en torno al tema, podría evidenciarse hacia la década de 1980. Los estudios más recientes acerca del Realismo Mágico se caracterizan por una postura tal vez menos polémica y combativa, y por una tendencia hacia el análisis desapasionado, basado en un modelo metodológico más complejo y fundamentado en nuevas posturas teórico-literarias y críticas. (Abate, 1997: 149). 2 en su Diccionario de Retórica y Poética define este concepto, aplicado al análisis del relato, de la siguiente manera: “Un actante es una amplia clase que agrupa en una sola función – los diversos papeles de un mismo tipo: héroe, adversario, etc. (Beristain, 1995: 18). Así también para Greimas el actante es la unidad sintáctica de la gramática narrativa de superficie, y se descompone en papeles actanciales (cf. Beristain, 1995: 18). En el caso de los relatos de Rulfo y Bosch, los papeles actanciales, articulados como un modelo de comportamiento, están en función de la normalización de los sucesos perturbadores, que acaecen en ambos cuentos de estética antirrealista. I.I Remigia y su “fe inagotable” En “Dos pesos de agua”, la protagonista de la historia, Remigia, es un constituyente fundamental en la comprensión de los sucesos mágicos que ocurren en el relato. Desde un inicio de la fábula se presentan características de una fe sostenida, en oposición a la insatisfacción de las demás figuras actanciales del cuento: Sedientos y desesperados, muchos hombres abandonaron los conucos, aparejaron caballos y se fueron con las familias en busca de lugares menos áridos. La vieja Remigia se resistía a salir. Algún día caería el agua; alguna tarde se cargaría el cielo de nubes; alguna noche rompería el canto del aguacero sobre el ardido techo de yaguas. Algún día… (Bosch, en Rodríguez 2003: 197). Esta situación inicial me permite dilucidar “la participación del personaje cuando actúa como un discreto foco de corroboración o de incertidumbre con respecto al punto de vista novelesco” (Llarena, 1997: 80), ya que Remigia, a favor de la verosimilitud del relato, corrobora los hechos insólitos a través de procedimientos de fe. Estos procedimientos están estrechamente ligados a una cosmogonía judeo-cristiana, y a la creencia sobre la existencia de ánimas que podría cambiar el inexorable destino de sus tierras secas: “Déle ese rial fuerte a las ánimas pa que llueva, Felipa” (Bosch, en Rodríguez 2003: 196). La fe de Remigia está en función de una espera, y una esperanza. La espera implica el cambio de fortuna, una peripecia vital no para su vida, sino para la de su nieto. Remigia aguarda el momento en que la tierra permita la liberación a la que se condicionan los habitantes del campo, y es dentro de esa espera, en la que su esfuerzo encuentra la esperanza para fraguar sus sueños: Cada dos o tres meses reunía los pollos más gordos y se iba a venderlos; cuando veía un cerdo mantecoso, lo pesaba; ella misma detallaba la carne y de las capas extraía la grasa ; con ésta y con los chicharrones se iba también al pueblo. Cerraba el bohío, le encargaba a un vecino que le cuidara lo suyo, montaba al nieto en el potro bayo y lo seguía a pie. En la noche estaba de vuelta. 3 Iba teniendo su vida así, con su nieto colgado del corazón. – Pa ti trabajo, muchacho- le decía-. No quiero que pases calores, ni que te vayas a malograr, como tu taita. (ibíd.: 197). La lectura realista mágica del cuento está sustentada en el reconocimiento de los actantes como “elementos destinados a confirmar (…) una visión del mundo, o mejor, a imponernos una percepción particular, y al grado de ‘compromiso’ con que ambas tendencias nos incitan a normalizar lo extraño” (Llarena, 1997: 81). En resumidas cuentas, Remigia posee una actitud cercana o familiar con los sucesos extraños. Esta actitud no beligerante contribuye a la veracidad de los hechos descritos, a su modo de ver las tierras resquebrajadas del campo, además, posee un alto grado de compromiso al manifestar la naturalidad con la que corrobora los hechos que acontecen en el mundo narrado. El proceso de des-realización del universo narrativo se acentúa en el actante, y en el empleo de un lenguaje, por parte del narrador, que normaliza lo extraño. Este lenguaje es representativo de la fe con la que se enfrenta a los sucesos que sobrevienen en el universo del relato, estableciendo una relación no-conflictiva entre narrador y personajes: “Echaba por delante el potro bayo, salía de madrugada y retornaba a mediodía. Incansable, tenaz, silenciosa, Remigia se mantenía sin una queja. Ya sentía menos en la higuera, pero había que seguir sacrificando algo para que las ánimas tuvieran piedad” (Bosch, en Rodríguez 2003: 200). La idea de un narrador estático que narra las acciones del actante, me lleva a pensar en que la importancia de los 3 elementos mágicos del relato está en función de la performance lingüística de los personajes ; una serie de acciones son repetidas hasta que son naturalizadas dentro del plano narrativo. En este caso, los procedimientos de la fe, sustentados en el lenguaje y las acciones que evidencian dichos medios, permiten percibir una normalización de lo que a los demás personajes les parece desconcertante: “Ya nadie esperaba la lluvia, antes de irse, los viejos juraban que Dios había castigado el lugar (…). Remigia esperaba. Recogía escasas gotas de agua. Sabía que había que empezar de nuevo, porque ya casi nada quedaba en la higuera” (ibíd.: 201). La fe y la espera se constituyen como elementos básicos de la normalización de los sucesos extraños, dentro de esta estética realista mágica. El personaje y sus actos están articulados como “elementos llamados a imponer en el texto su propia ‘verdad narrativa’” (Llarena, 1997: 77). La propia verdad de los actantes, en parte, está representada por los actos 3 Se entenderá el concepto de ‘performance’ no desde los postulados de la dramaturgia, sino desde su definición primera propuesto en la gramática generativa y en los postulados de Greimas. Helena Beristain la define como: Toda operación del hacer que realiza una transformación. (…) La performance, pues consiste en la transformación de los estados y en el intercambio de los objetos (Beristain, 1995: 131). 4 perfomativos, o la perfomance, con la que ponen en relieve una actitud que favorece la inclusión de elementos mágicos que circundan y se normalizan en la historia. Remigia se pone en la lista de personajes boschianos que se caracterizan por una intensa benevolencia. En una reflexión sobre el cuento “Camino Real” se señala: “Juan no es ya el niño de cuentos anteriores, sino un hombre que ama a los seres humanos con un afán redentor” (Valdéz, 2010: 101). Si en este personaje predomina el amor, en Remigia la fe y esa “esperanza que espera” son cualidades para verificar la actitud, y el compromiso del personaje con los sucesos extraños de “Dos pesos de agua”. Al llegar el desenlace de la historia, aparece la afirmación más desconcertante del relato, confirmación absoluta de la actitud y compromiso del personaje frente al espacio narrado, y además resulta ser el sello para la propuesta de reconocer en el lenguaje del actante la normalización o “unicidad (…) de cierto tipo de verdad textual” (Llarena, 1997: 81). Después de días de un aguacero incansable, el cuerpo de Remigia flota entre el agua oscura del campo, pero ella cree, ella espera: “En cuanto esto pase siembro batatas” (Bosch, en Rodríguez. 2003: 207). I.II.- Las ánimas y la potestad sobre la lluvia Personajes colectivos, las ánimas del cuento, y su aparición en la historia es un factor determinante en la normalización de los procedimientos de la fe, a los que recurre Remigia, para sortear los efectos de la sequía. Estos personajes, además, favorecen la relación no-conflictiva que se establece entre los actantes, el narrador y el mundo narrado: “Todas estaban impresionadas, casi fuera de sí, porque nunca llegó una entrega de agua a tal cantidad (…) servían una noche de lluvia por dos centavos de velas; y cierta vez enviaron un diluvio entero por veinte centavos” (Bosch, en Rodríguez. 2003: 202). En esta relación no conflictiva entre la triada: ánimas- Remigianarrador es donde se reconocen las primeras marcas de sustratos míticos con los que se actualiza el relato boschiano. Es interesante que las figuras de las ánimas como actantes normalizados en el relato tomen una actitud y un compromiso no–conflictivo con la materia narrada. A favor de una actitud y un compromiso no conflictivo, vuelven extraño el hecho de la ofrenda que brindan los feligreses, pero a la vez lo normalizan en su actuar y en su lenguaje, al realizar una performance regularizada por la cotidianeidad religiosa: petición- ofrenda- respuesta al petitorio: -¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!- Rugían. Y todas las ánimas del Purgatorio se escandalizaban, pensando en el agua que había que derramar por tanto dinero, mientras ellas ardían metidas en el fuego eterno, esperando que la supremacía de la gracia de Dios las llamara a su lado (id). 5 I. III. El narrador-personaje de “Es que somos muy pobres” Al igual que en Pedro Páramo, el narrador personaje de “Es que somos muy pobres” induce hacia la normalización de lo extraño. Este personaje innominado expresa su relación con los elementos extraños desde una actitud no-conflictiva, o no beligerante, por lo que el relato se hace más permeable para configurar la veracidad narrativa con la que se relatan los hechos. El alto grado de compromiso, expresado en la cercanía y complicidad del personaje con lo narrado, permite que su participación en la historia sea “trascendental como generador de “un modo de percepción” (Llarena, 1997: 105). Este modo de percepción está en virtud de una disposición del lenguaje, una intencionalidad en la que los acontecimientos narrados, dentro de la estética mágicorrealista del cuento, “están llamados a ser verdad por el sólo hecho de manifestarse (…) como resultado de su simple enunciación” (ibid.: 111). En su discurso construye una realidad de lo probable, en que las explicaciones están diseñadas bajo el sustrato hipotético de la posibilidad: Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas. Tal vez se asustó y trató de regresar; pero al volverse se encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y dura como tierra corrediza. Ta vez bramó pidiendo que la ayudaran. Bramó como sólo Dios sabe cómo (Rulfo, 1977: 15). En esta posibilidad o solución hipotética, reside la actitud de normalizar los sucesos extraños que ocurren como consecuencia de la inundación del espacio agrario. A propósito de las reflexiones de Llarena, comprendo la participación de este personaje-narrador como “la técnica que permite un alto nivel de integración mágicorrealista, un apoyo de la visión insólita” (Llarena, 1997: 119). Vale recalcar que esta integración de los elementos y hechos mágicos radica, principalmente, en el modo en que son enunciados: Y Tacha llora (…). Está aquí, a mi lado, con su vestido de color rosa, mirando el río desde la barranca (…) Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella. (…) De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita (Rulfo, 1977: 17). Estos breves registros de la actitud actancial no-conflictiva, la complicidad y el compromiso del narrador por enunciar la realidad circundante en términos predominantemente mágicos, permiten especificar la convicción con la que el personaje naturaliza el lugar que habita, y también, cómo se relaciona y establece, con su relato, los acontecimientos mágicos que ordenan el espacio narrado. 6 II.- Una lectura de la espaciología verosimilizadora: El agua como constituyente del espacio de integración La reflexión en torno al espacio narrativo o lugar de la coherencia (cf. Llarena, 1997: 179), como lugar de integración-verosimilización de lo extraño, se articula desde uno de los elementos constituyentes de la espaciología de ambos relatos: El agua. Este elemento y sus implicancias son las que permiten realizar una lectura intertextual de “Es que somos muy pobres” y “Dos pesos de agua”. Si bien en los relatos se manifiesta en forma de lluvia, me ciño a la aserción de Cirlot: “por agua se entiende la totalidad de materias en estado líquido” (Cirlot, 1997: 68). Llarena, en su artículo “Espacio y literatura hispanoamericana”, entiende el concepto de espacio como: El espacio es precisamente el punto de anclaje, y una imagen fundacional de la realidad, las geografías literarias serán también signos abarcadores y expresivos con una enorme capacidad de resonancia en los mapas mentales y sociológicos de pueblos y de individuos: nuestros hábitos (…) dependen en gran medida de nuestra relación con el espacio (Llarena, en Nevascuaes. 2002: 47). El agua no sólo entrega sugestivas interpretaciones en el espacio rural de los cuentos de Rulfo y Bosch, sino que, como bien es sabido, se incluye en la simbología de todas las culturas. Este elemento forma parte de una cosmogonía universal, cuyo sustrato significativo es un esencialismo binario de connotaciones positivas y negativas; por una parte, el agua fértil que riega la tierra, el agua como manifestación infinita y eterna de la materia en todos sus estados (sólido, 4 líquido, gaseoso) . Por otra parte, el agua aparece en los relatos mitológicos – fundacionales como castigo, fuerza destructora de la humanidad, así lo refrendan la Biblia, en el Génesis, El poema de Gilgamesh, y el Popol Vuh, entre otros. Juan Eduardo Cirlot, en su Diccionario de símbolos, respecto a este elemento, esboza una extensa descripción de la que destaco lo siguiente: En suma, las aguas simbolizan la unión universal de virtualidades, fons et origo, que se hallan en la precedencia de toda forma o creación. La inmersión en las aguas significa el retorno a lo preformal, con su doble sentido de muerte y disolución, pero también de renacimiento y nueva circulación, pues la inmersión multiplica el potencial de la vida (…). En el plano cósmico, a la inmersión corresponde el diluvio, la gran entrega de las formas a la fluencia que las deshace 4 Una extensa reflexión sobre la simbología del agua realiza Gastón Bachelard en su ensayo El agua y los sueños. Una premisa importante sobre este elemento es que, según el autor: “El agua es una contemplación que se profundiza, en un elemento de la imaginación materializante” (Bachelard. 1978: 23). Esta contemplación y sus alcances es la que se puede percibir en y con este elemento, pues constituye y articula la normalización de la materia narrada en los relatos. 7 para dejar libertad a los elementos con que producir nuevos estados cósmicos. (ibid.: 69) En términos narratológicos, “Es que somos muy pobres” nos presenta un relato “in media res” donde el agua aparece de manera inminente. Este hecho acentúa la decadencia en la que va sumiéndose la familia del narrador-personaje, quien recalca la profunda desgracia a la que la lluvia ha dado origen: Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de aguas, sin darnos tiempos de esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejabán, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada tan amarilla recién cortada (Rulfo, 1977: 14). A diferencia de esta lluvia inesperada, en “Dos pesos de agua” se articula una dinámica de petición-respuesta, en la que los habitantes del campo esperan por la llegada de la lluvia para que acabe con la sequía, y les otorgue una oportunidad de trabajar la tierra: Al cabo de tanto oír lamentar la sequía, levanta los ojos y barre el cielo con ellos. Claro, limpio y alto, el cielo se muestra sin una mancha. Es de una limpieza desesperante. . – Y no se ve nadita de nubes – comenta. Baja entonces la mirada: los terrenos pardos se agrietan a la distancia. Allá al pide la loma, un bohío. La gente que vive en él, y en los más remotos, estará pensando como ella y como la vieja Remigia. ¡Nada de lluvia en una sarta bien larga de meses! (Bosch, en Rodríguez. 2003: 196). En el inicio de ambos cuentos se realiza una notificación de los sucesos o del estado de la situación. El espacio de ambos relatos se presenta como inhóspito, ya sea por la tierra invadida de lluvia, o por la excesiva falta de ésta. Estos acontecimientos convierten al espacio rural del relato en “un conjunto de matices con capacidad de ‘revelación’” (Llarena, 1997: 183). Las revelaciones estarán en función de los desenlaces que nos presenta cada historia, y que confirmarán la normalización de los acontecimientos mágicos del mundo narrado. Es posible percibir en estos textos una contextualización coherente de un espacio rural, ampliamente descrito por las tradiciones criollistas – realistas, y de los sucesos extraños que acontecen en él. Sin ir más lejos, la excepción de estos textos, dentro de la modalidad antirrealista del realismo mágico, está dada por el hecho de extremar el proceso de “hacer extraño” el elemento usual “agua”, materia fundamental que forma parte de los elementos ya normalizados en la cotidianeidad del espacio agrario. 8 Cuando el agua comienza a sobrepasar los límites geográficos que le corresponden, es cuando se acentúa la característica del espacio narrativo como un eje estructurante de la estética realista mágica de los cuentos, lugar en el que se pone en funcionamiento el proceso de normalización de lo extraño. En “Es que somos muy pobres” se lee: El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada. Yo estaba muy dormido, y sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar en seguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que estaba derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví a dormir, porque reconocí el sonido del río y porque ese sonido se fue haciendo igual hasta traerme otra vez el sueño (Rulfo, 1977: 14 Los subrayados son míos). La frase destacada es una clave para el ordenamiento de la lectura de estos textos. Los sucesos extraños, producidos por un elemento habitual, se normalizan en la medida en que se reconoce ese rasgo de cotidianeidad en el espacio y sus constituyentes. De igual manera ocurre en “Dos pesos de agua”: El nieto dormía tranquilo (…) El techo de yagua se desmigajaba con los golpes múltiples del aguacero. Remigia se adormecía y veía su canuco lleno de plantas verdes, lozanas, batidas por la brisa fresca; veía los rincones llenos de dorado maíz, de arroz, frijoles sangrientos, de batatas henchidas. El sueño le tornaba pesada la cabeza…Y afuera seguía bramando la lluvia incansable (Bosch, en Rodríguez. 2003: 204). El agua, la realidad y la materia convergen para inducir a una manifestación de una realidad mágica, cuya visión se admite sin extrañezas. Desde una reflexión psicoanalítica y fenomenológica, pero no distante de esta investigación, Gastón Bachelard sostiene: “Sufrimos por los sueños, y nos curamos mediante los sueños. En la cosmología del sueño, los elementos materiales siguen siendo los elementos fundamentales” (1978: 12). Las elucubraciones de Remigia están inducidas por la esperanza que recobra, en la medida que se normaliza el elemento habitual extrañado, ya sea el par: sequía (falta de agua)- lluvia del relato boschiano o la naturalización de la 5 crecida del río en el relato de Rulfo. Aunque los cuentos incluyan destellos esperanzadores, la resolución del conflicto oscurece estos pasajes. Tomando en cuenta dos aspectos planteados por Llarena, se pueden trazar las reflexiones finales de este capítulo; primero, la comprensión del espacio “como centro o continente 5 Una extensa reflexión sobre el río en este cuento realiza Severino Salazar. Sobre este constituyente advierte: “Destruye todo los órdenes, es impredecible y destructor en su transcurrir. Y algo muy grave: impide la comunicación, pues no se oye lo que la gente quiere comentar o decir sobre él mismo” (Salazar. 1996: 62). 9 de otras repercusiones ‘metafóricas’” (Llarena, 1997: 189), y segundo, sus postulados en torno a “los ecos del sustrato mítico” sobre los que sostiene que “no se basan sólo en su presencia expositiva dentro de un texto, en su única contribución ambiental o temática. Antes bien, lo mítico constituye sobre todo, una visión” (ibid.: 57). El agua como constituyente fundamental de una lectura sobre la espaciología verosimilizadora en los textos de Bosch y Rulfo, permite proponer un análisis desde ese sustrato mítico que menciona Llarena, en este caso, los relatos son una reverberación de la historia universal del diluvio, donde masas de agua arrasan con la tierra y la humanidad. No obstante, atendiendo a los planteamientos de Llarena, en ambos textos este sustrato mítico está reinventado y se proyecta como una nueva visión de la ruralidad americana. En “Dos pesos de agua” se lee: Pasó una semana; pasaron diez días, quince…Zumbaba el agucero desde el amanecer hasta el anochecer. Mientras Remigia dormía, el temporal proseguía infatigable. Se acabaron el arroz y la manteca; se acabó la sal. Bajo el agua tomó Remigia el camino de Las Cruces para comprar comida. Salió de mañana y retornó a medianoche. Los ríos, los caños de agua y hasta las lagunas se adueñaban del mundo, borraban los caminos, se metían lentamente entre los conucos (Bosch, en Rodríguez. 2003: 204). El elemento que les faltaba es también el que los destruye. De esta forma, la naturalización de lo extraño, nuevamente, está en función de la intensificación de un elemento correspondiente a la cotidianeidad rural. En el caso de “Es que somos muy pobres” el agua se lleva las esperanzas de la familia, y se apodera del espacio de los hombres. Sus vidas se representan en las aguas turbias; “por eso la vida, nos ha dicho el narrador-personaje, es inescrutable, es como el agua del río: ‘oscura y espesa’” (Salazar, 1996: 64). Luego, la invasión del agua es normalizada en el relato del personaje: Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel amontonadero de agua que cada vez se hace más (…). Después nos subimos por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la gente, pues abajo, junto al río, hay un gran ruidazal y sólo se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y como que quieren decir algo; pero no se oye nada. Por eso nos subimos por la barranca, donde también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha hecho (Rulfo, 1977: 15). Por último, esta actualización del agua como elemento de los ecos de un sustrato mítico (cf. Llarena, 1997: 57), y el simbolismo del diluvio, forma parte de una venganza telúrica (cf. Llarena, 1997: 185), o en términos de Juan Bosch, de una clase de “burla sangrienta” (Bosch, en Rodríguez. 2003: 202). Mircea Eliade, en Tratado de las religiones I, postula y define la siguiente interpretación sobre este hecho mítico: 10 Casi todas las tradiciones de diluvios van vinculadas a la idea de una reabsorción de la humanidad en el agua y a la instauración de una nueva era, con una nueva humanidad. Todas ellas denuncian, pues, una concepción cíclica del cosmos y de la historia: una época queda abolida por la catástrofe y empieza una nueva era, regida por «hombres nuevos». Esta concepción cíclica se ve confirmada además por la convergencia de los mitos lunares con los temas de la inundación y del diluvio (Eliade. 1964: 245). El castigo o purificación por el agua, en estos textos, está lejos de repetir “una concepción cíclica del cosmos” (id), en la que se instale una nueva oportunidad para la humanidad, ya que a 6 diferencia de los relatos fundacionales como el diluvio en la Biblia, o en el Popol Vuh , Los cuentos no poseen aquella estructura circular de renovación de las esperanzas. Por el contrario, el único círculo o periodo cíclico que se cumple, es el de enraizar a los hombres a la tierra, ahogar su esperanza y poner en funcionamiento la continuidad del determinismo social que afecta a los sectores rurales de Hispanoamérica. En “Dos pesos de agua” se expresa así: ¡Ay de la noche horrible, de la noche anegada! Venía el agua en golpes, venía y todo lo cundía, todo lo ahogaba (…) El terrible viento le destrenzaba el cabello; los relámpagos verdeaban en la distancia. El agua crecía, crecía. Levantó más al nieto. Después tropezó y tornó a pararse. Seguía sujetando al niño (…). Se llevaba el viento su voz yu la esparcía sobre la gran llanura líquida (ibid.: 206-207). En “Es que somos muy pobres” el agua y la tierra, en su venganza telúrica, reclaman a los campesinos, destruyendo y ahogando los sueños, y con ellos la esperanza de un cambio en el determinismo social con la que ha cargado la genealogía familiar: Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella. Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende. Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente 6 En el Popol Vuh, los hombres de palo son destruidos por una gran inundación, al no acordarse de sus creadores. Este episodio se relata de la siguiente manera: (…) Por esta razón, ya no pensaban en el creador ni en el formador, en los que le daban el ser y cuidaban de ellos. Estos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la faz de la tierra (…) En seguida fueron aniquilados, destruidos, deshechos los muñecos de palo, y recibieron la muerte. Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo (Popol Vuh. 1961: 30). 11 7 comenzaran a hincharse para trabajar por su perdición (Rulfo, 1977: 16 Los subrayados son míos). El espacio narrativo es verosimilizado por oposición a la concepción dominante del campo como un espacio idílico o lugar habitable. La tierra, en su rol de regenta natural de los destinos del hombre y del pueblo americano, reclama la tenencia de los pobres, cierra e inunda los caminos por los que transita la esperanza de los campesinos. El espacio narrado que habitan los personajes es el lugar del castigo, de la venganza telúrica para quienes pensaron en dejar las tierras inhabitables: “El agua sucia entró por los quicios y empezó a esparcirse en el suelo. Remigia la vio llegar como quien ve llegar a una culebra mansa. Bravo era el viento en la distancia, y a ratos parecía arrancar árboles” (Bosch, en Fernández. 2003: 205). Finalmente, “el resultado es la demostración de la pequeñez y fragilidad de la vida y de impotencia del hombre que se aferra a ella a pesar de todo” (Coulso, en Giacoman. 1974: 327). Conclusiones Al finalizar el estudio puedo puntualizar unas últimas consideraciones sobre los aspectos analizados. En primera instancia, la reivindicación de los personajes, incluidos dentro de una estética mágico realistas, como actantes que consolidan el compromiso y una actitud no conflictiva frente al efecto verosimilizador de la materia narrada. En una segunda instancia, el análisis del espacio y el agua como constituyentes unificadores de la lectura intertextual de los relatos. Esto propició la tarea de poner en evidencia un proceso en el que la regularización de los sucesos extraños se da en virtud de una re-normalización del elemento cotidiano, que en el transcurso de la historia se introducía primeramente como un posible elemento conflictivo (la falta/exceso de agua). Vale destacar la importancia de la manera en que los hechos son enunciados, por parte de los personajes, como una técnica fundamental para aprobar la veracidad de la historia, ponderando el uso del lenguaje como el dispositivo que concretiza la aparición de elementos mágicos en los textos que representan parte de la cuentística de Bosch y Rulfo. 7 Severino Salazar realiza una lectura del episodio subrayado, haciendo referencia al movimiento de los pechos de Tacha. El estudioso afirma que: “En este momento se cierra el círculo del cuento. Ella también, uno se imagina, va a ser expulsada del paraíso como sus dos hermanas mayores lo fueron” (Salazar, 1996: 65). Pienso que está aseveración está en función de una percepción regionalista e incluso romántica, ya que en ningún momento del relato se puede percibir el espacio rural que habitan los personajes de “Es que somos muy pobres” como un espacio paradisiaco. Basta recordar las palabras iniciales del texto de Rulfo: “Aquí todo va de mal en peor” (Rulfo, 1977: 14). 12 Finalmente, es interesante destacar cómo los relatos se desvinculan de los ecos de los sustratos míticos del diluvio universal, que se relacionan con una segunda oportunidad para los hombres. Por el contrario, en los textos se aprecia el castigo o la verosimilización del elemento agua como una venganza telúrica de la tierra hispanoamericana sobre aquella población agraria que espera el momento en que finalice esa historia de pobreza y aislamiento en la que han desarrollado su vida. Aquí la naturaleza y la cosmogonía (en el caso de las ánimas de “Dos pesos de agua”) se unen al menoscabo social del que son víctimas los sectores agrario-rurales. Quizás este trabajo, en el que se reivindican dos elementos poco estudiados dentro de la estética mágico realista (personajes y espacio) propone una conclusión desoladora: El campo es un lugar-habitable obligado, donde el hombre se ve subyugado a la naturaleza, y la esperanza de una peripecia vital se reduce a una simple espera que concluye en la futilidad de los esfuerzos. Referencias bibliográficas Primaria -Bosch, Juan. 2003. “Dos pesos de agua”. En Rodríguez, Mario. 2003. Antología de cuentos hispanoamericanos. Santiago: Editorial Universitaria. -Rulfo, Juan. 1977. Obra completa: El llano en llamas; Pedro Páramo; otros textos. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Secundaria -Abate, Sandro. 1997. “A medio siglo del realismo mágico”: Balance y perspectivas. En Anales de Literatura Hispanoamericana, N° 26, pp. 145 – 159. -Fernández, Sergio. 1958. Cinco escritores hispanoamericanos. México D.F.: Universidad Autónoma de México. -Giacoman, Helmy 1974. Homenaje a Juan Rulfo: Variaciones e interpretaciones en torno a su obra. España: Las Américas. -Llarena, Alicia. 2002. “Espacio y literatura en Hispanoamérica” en Navascués de, Javier. De Arcadia a Babel : naturaleza y ciudad en la literatura hispanoamericana, p. 41-58. Disponible en http://acceda.ulpgc.es/bitstream/10553/2893/5/Espacio%20y%20Literatura%20en%20Hisp anoam%C3%A9rica.pdf 13 -Oviedo, Rocío. 1999. “Huellas de vanguardia: Realismo mágico/literatura fantástica: Esbozo de una relación”. En Anales de Literatura Hispanoamericana, N° 28, pp. 323-341.Disponible en http://revistas.ucm.es/fll/02104547/articulos/ALHI9999120323A.PDF -SALAZAR, SEVERINO. 1996. “Las metáforas del río y de la leche en ‘Es que somos muy pobres’ de Juan Rulfo“. En: La Palabra y El Hombre: Revista de la Universidad Veracruzana, N° 100, p. 59-66. Disponible en http://biblioteca.universia.net/html_bura/ficha/params/id/48072809.html -Valdéz, Diógenes. 2010. Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Santo Domingo, D.F: Editora Búho. Disponible en http://es.calameo.com/read/0003452149a8d772b1c34 Teórica y complementaria -Bachelard, Gastón. 1978. El agua y los sueños. México: Fondo de Cultura Económica. -Beristain, Helena. 1995. Diccionario de Retórica y Poética. México: Editorial Porrúa. -Cirlot, Juan . 1997. Diccionario de símbolos. Madrid: Editorial Siruela. -Eliade, Mircea. 1964. Tratado de las religiones I. Madrid: Ediciones Cristandad. - Llarena, Alicia. 1997. Realismo mágico y lo real maravilloso: una cuestión de verosimilitud (espacio y actitud en cuatro novelas latinoamericanas). Gran Canaria: Hispanoamérica. - Popol – Vuh. 1961. México DF: Fonde de Culturo Económica. 14