Lo que la muerte de Cristo logró

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LO QUE LA MUERTE DE CRISTO LOGRÓ
Lo que la muerte de Cristo logró
Las razones por las cuales Cristo murió son una combinación del plan de redención
del evangelio y el pecado del hombre injusto por el cual murió un inocente. La primera gran
razón es el amor de Dios, “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por
nosotros…” (1 Jn. 3:16). “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.
3:16)
El hombre necesitaba la redención (Rom. 3:10; Mat. 20:28; Heb. 2:9; 1 Tim. 1:15)
así como también necesitaba el perdón de los pecados (Rom. 2:5; Heb. 9:22; Luc. 24:46;
Hech. 17:3; 1 Cor. 15:3). En esto, Jesús fue el sacrificio aceptable a Dios “para dar su vida
en rescate por muchos” (Mat. 20:28) “y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y
sacrificio a Dios en olor fragante” (Ef. 5:2), “quien murió por nosotros para que ya sea que
velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él” (1 Tes. 5:10).
Jesús murió por el hombre y a favor del hombre. Él fue el chivo expiatorio
prefigurado en la ley mosaica (Lev. 16:21-22). “Mas él herido fue por nuestras rebeliones,
molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados” (Is. 53:5). Es así como en el plan de Dios debía morir “el justo por los
injustos” (1 Ped. 3:18) y así es como Cristo calificó como el gran sumo sacerdote quien “por
su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido
eterna redención” (Heb. 9:12) al probar la muerte por todos (Heb. 2:9).
En el plan de Dios existía una tabla de tiempo (por decirlo de algún modo) para
determinar el momento justo en que todas las cosas respecto a la salvación se llevarían a
cabo en Cristo. Como dijo el apóstol Pablo “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gal. 4:4). En esto debemos
destacar que Cristo no vino bajo obligación, él entregó su vida como un don (Is. 53:12; Mat.
26:53; Jn. 2:29; 10:17,18) “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”
(Heb. 5:8), es así como Cristo aprendió por experiencia propia lo que es obedecer al Padre
llegando a ser nuestro ejemplo a imitar (Fil. 2:5-8).
La muerte de Cristo no fue un suceso que pasó desapercibido, al contrario, la muerte
de Jesús se llevó a cabo alrededor de una festividad judía muy importante, donde gente de
todo el mundo estaba presente. Fue un evento que muchos presenciaron y que estuvo
sujeto a la crítica y el comentario públicos (Hech. 5:37-43; 26:26), pero lo más importante
es que la muerte de Cristo proveyó el modelo fundacional y punto de referencia más básico
para establecer el tono y la actitud cristiana.
Es muy significativo saber que así cómo Cristo murió, el hombre debe morir también
para ser un cristiano. A esto se refería el apóstol Pablo cuando dijo “Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal.
2:20). Como dijo Cristo “…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome
su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí, la hallará” (Mat. 16:24-25). Es así como el cristiano vive el día a
día poniendo “los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios” (Heb. 12:2). Como dijo el apóstol Pedro “Pues para esto fuisteis llamados; porque
también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1
Ped. 2:21).
La muerte de Cristo provee al cristiano de todos lo elementos del pensamiento y la
acción hacia Dios en un mundo malo. Sin la muerte de Cristo, nuestro punto de vista sería
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Por Josué Hernández
www.JosueEvangelista.com
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LO QUE LA MUERTE DE CRISTO LOGRÓ
muy diferente, no tendríamos razón de ser, ni esperanza, ni comunión con Dios. Sin duda
alguna, la muerte de Cristo enorgullece al cristiano con todos los elementos para
mantenerse humilde, una verdadera paradoja. A esto se refería Pablo cuando dijo “para
que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Cor. 1:31).
Con su muerte Cristo logró todo lo que Dios quería para el hombre pecador. Es así
como, en la cruz del Calvario fue abolida la ley de Moisés, incluyendo los 10 mandamientos,
a la vez que fue establecida la Ley de Cristo para todos los hombres (Col. 2:14; Heb. 9:16).
Esto permitió la verdadera paz de Dios entre judíos y gentiles en la iglesia del Señor (Ef.
2:15-16) una paz diferente a la amistad política de Pilato y Herodes (Luc. 23:12).
De todas las imágenes más dramáticas del momento en que Cristo murió, tenemos la
declaración del centurión que fue testigo al pie de la cruz, quien dijo “Verdaderamente este
hombre era Hijo de Dios” (Mar. 15:39). Realmente éste hombre había sido testigo del
acontecimiento más importante en la historia de la humanidad y en la mente de Dios.
Considere el relato: “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora
novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama
sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:45-46).
“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (Mat.
27:50-51).
A penas Cristo murió las tres horas de oscuridad se disiparon. Para un espectador al
pie de la cruz, es como si las luces del universo se hubieran encendido para finalizar la
oscuridad en conexión con Cristo en la cruz. Cristo murió, el plan de Dios se llevó a cabo,
las tinieblas se disiparon, y el centurión exclamó “Verdaderamente este hombre era Hijo de
Dios” (Mar. 15:39). ¡Amén!
Traducido y adaptado por Josué Hernández de la obra “What The Death Of Christ
Accomplished?” escrita por Steve Rudd.
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Por Josué Hernández
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