BENDITO JEHOVÁ, CREADOR DE TANTA MARAVILLA No encuentro palabras para agradecer al Creador del cielo y de la tierra por la hermosa experiencia de la creación universal. Existe tanta belleza inherente en ella que deja absolutamente perplejo al más sabio y entendido. ¿Quién es este que no se sobrecoge y se conmueve cuando se detiene a observar, de noche y con cielo completamente despejado, los bellos destellos de las estrellas de los cielos? Billones de galaxias compuestas por billones de estrellas o soles, con sus respectivos planetas girando alrededor de todos y cada uno de ellos. Estrellas tan distantes unas de las otras que, para imaginarlas en astronomía, es preciso echar mano de la velocidad de la luz, es decir 180,000 millas por segundo, y multiplicarla por un año (años-luz). Con todo y con eso, algunas alcanzan distancias mayores a trillones de años luz, algo prácticamente inconmensurable, es decir, imposible para la mente humana de tratarlo de concebir. Todo esto, es solamente lo que se ha podido observar con los medios y métodos actuales. ¡Que decir de lo existente en el universo y aún no observable, como los agujeros negros y los universos paralelos! Todo esto reflejado entre lo que denominamos como el macrocosmos. Más cerca de nosotros, aquí en la tierra, podemos observar, la belleza de un mar en calma o de un mar bravío; la majestuosidad de una cordillera montañosa o de una simple montaña erguida ante nuestros ojos perplejos; la existencia de los enormes y áridos desiertos; las superficies heladas del ártico y del antártico. Los fenómenos atmosféricos que se forman y disipan constantemente, unas veces serenamente y otras en forma de huracanes y tormentas, haciendo posible la lluvia con el fin de poder transportar el agua desde el mar, por evaporación, hasta cubrir las vastas regiones de la tierra sedientas por el preciado y liquido elemento; las enormes placas tectónicas como fragmento de la litosfera formando la corteza terrestre, en su lenta dinámica, causantes de los terremotos y corrimiento de tierras, en función del encontronazo una y otra capa, haciendo posible la aparición de cordilleras de montañas nuevas, con sus activos o pasivos volcanes y humeantes géisers, reconfigurando de vez en cuando la superficie de la tierra; los enormes depósitos o minas de carbón, de cobre y de infinidad de otros minerales; las reservas de petróleo y de gas natural; el contraste de la noche con sus misterios y del día con su radiante y febril esplendor; etc., etc., etc. ¿Qué diremos del microcosmos? Este mundo subatómico regido por leyes hasta ahora consideradas diferentes a las leyes del macrocosmos, que los científicos más sagaces intentan conciliar, aunque aún no lo han logrado, en virtud de la imposibilidad de armonizarlos merced a la “teoría de un solo campo unificado”, compuesto por moléculas, protones, neutrones, electrones, cuarzos, fotones, etc., lleno de incógnitas que los científicos han de imaginar su existencia, solamente, en función de ecuaciones matemáticas, en virtud de la imposibilidad de poder verlos, ni siquiera con el uso de los aparatos más sensibles, hasta ahora inventados; víruses y bacterias diminutas que pululan por todas partes, cumpliendo un sin número de funciones vitales para la existencia de la vida orgánica vegetal, animal y humana; células inteligentes, las cuales conforman cualquier organismo, realizando millones de acciones y reacciones por segundo. Todo esto, dentro del diminuto espectro científico de la nano tecnología. En el ámbito psicológico, se advierte el mundo misterioso y fascinante de la psiquis, con sus aspectos lógicos y paranormales. Una dimensión enteramente diferente, con leyes diferentes a las leyes físicas. Un mundo abstracto de percepciones, de ideas, de valores, de ilusiones, de aspiraciones, de frustraciones y de realizaciones, regidos por un espíritu compuesto de identidad y de conciencia. Espíritu crítico, capaz de criticar y de juzgar la obra santa del Creador. Un lindo mundo azul, blanco y carmelita, girando elegantemente en una orbita alrededor de nuestro sol, único planeta en nuestro sistema, hasta ahora, capaz de contener vida en él. Toda la belleza envuelta en la creación de Dios, se somete al criterio del que lo observa y depende de una conciencia sensible y sabia que sepa valorar la importancia de lo que ve, como diría Shakespeare: “…La belleza se encuentra en los ojos que la observan…”. Que menos que estar eternamente agradecido al Creador por todo lo que la vida es y representa, incluso por los momentos difíciles de sufrimiento, los cuales sirven para sensibilizar la conciencia, con el fin de volver a observar los mismos fenómenos naturales que antes, aunque con mayor entendimiento, en virtud de la expansión de la conciencia.