Demasiado en juego para esas manos

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Demasiado en juego para esas manos
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Editorial
La globalización, el libre intercambio, la apertura, el TLC son fórmulas para el
crecimiento, pero siempre que no nos hagan tragarnos las píldoras venenosas
de fomentar sindicatos y con ello caer en el juego de la extrema izquierda
El Diario de Hoy
editorial@elsalvador.com
Nunca hay que echar en saco roto la advertencia del exprimer ministro francés
Clemenceau: la guerra es demasiado seria para dejarla en manos de militares.
En el presente del país, las cuestiones laborales son demasiado críticas, tienen
tantas repercusiones, como para dejarlas en manos del ministro y las
autoridades de Trabajo. No porque ellos carezcan de capacidad, sino por la
gama tan amplia de actividades y campos que tocan, lo que en esencia
constituye asuntos de Estado.
En más de una ocasión, cuando algunas gremiales han querido hablar sobre
temas laborales, incluido el chantaje de la OIT respecto a la sindicalización de
los empleados públicos, se les pide hacer sus planteamientos con las
autoridades de Trabajo. Es claro que al final de cuentas es en leyes de Trabajo
que se concretan medidas y políticas laborales, pero esas regulaciones y
normas terminan afectando no sólo lo laboral, sino también lo económico, el
desarrollo o retraso, lo político y lo social en un país. Paradójicamente fue el
Ministerio de Trabajo el que estrenó la poción de amargura que puede
representar la sindicalización de los empleados públicos: la primera huelga y
desorden se los montaron a ellos. Lo hicieron sin que existiera motivo, fuera de
las maniobras usuales de los comunistas.
Sería ingenuo, decimos, suponer que una reforma laboral no va a afectar
gravemente en algunos casos y de manera favorable en otros, el estado de la
economía o la generación de empleo. La regla, hay que recordarlo, es que a
mayor rigor o exigencia “laboral”, vale decir de los sindicatos, menor empleo
habrá. En los años de la gran locura ---locura en el gobierno y locura en el
monte--- los sindicatos desempeñaron un papel nefasto, que llevó a la quiebra
a un sinnúmero de empresas por ser una especie de brazo violento de la
guerrilla. Al restablecerse la paz (obra de los acuerdos entre Reagan y
Gorbachev, no de la comedia montada por las Naciones Unidos) los sindicatos
desaparecieron, pues los trabajadores terminaron por entender a quiénes en
realidad servían, a los comunistas y no a ellos.
La nefasta alianza sindicatos-subversión-OIT quiere resucitar a esos muertos.
Inclusive ya se llegó a la firma de acuerdos laborales entre el régimen de
Kirchner en Argentina y nuestro Ministerio. ¡Con Argentina, país bajado del
Primer Mundo al segundo por los sindicatos peronistas! Parece que no se han
informado sobre lo que pasó en El Salvador antes del cuartelazo de 1979, el
cuartelazo de las desgracias, el inicio de la gran robadera y las matanzas.
Progresar sin tomarnos la píldora
El curso que corremos peligro de tomar es contrario al funcionamiento de una
economía de mercado, lo único capaz de sacar al país del subdesarrollo. O
como lo expresó el expresidente Aznar, lo que nos llevaría a tener gobiernos
profundamente sociales por ser creadores de empleo. No caigamos en el error
de copiar fracasadas políticas argentinas, sino de inspirarnos en lo que están
haciendo los neozelandeses o los irlandeses, los dos mejores ejemplos de
éxito económico en la actualidad.
La globalización, el libre intercambio, la apertura, el TLC son fórmulas para el
crecimiento, pero siempre que no nos hagan tragar las píldoras venenosas de
fomentar sindicatos y con ello caer en el juego de la extrema izquierda.
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