Desencanto El rey del Universo, el dios Cupido, el que domina al mundo con sus flechas, vino a escuchar un día mis endechas y le hablé de mi amor y de tu olvido. Yo la adoro, tal vez ella me quiere, a tu bondad mi corazón se aferra. Tú, que todo lo puedes en la tierra, salva mi amor, porque mi amor se muere. Y el dios niño, travieso y placentero, radiante de hermosura y regocijo, tendió al punto sus alas y me dijo: tu amor se salvará, pues yo lo quiero. Pasó el tiempo, creció mi desvarío, no pude sufrir más la espera incierta, busqué al dios del Amor junto a tu puerta… ¡y en ella le encontré, muerto de frío!