CINEFÓRUM ONE PLUS ONE inicia su nueva temporada con Boy Meets Girl de Leos Carax, debut cinematográfico del director de Mala sangre (1986), Los amantes del Pont-Neuf (1991) y Holy Motors (2012), presentada esta semana en el Festival de Sitges. Se llaman Alex y Mireille. Han nacido en 1960 y viven en París. No se conocen aún. Él ya la quiere. Demasiado tarde... «Ayer vimos Boy meets girl, primer largometraje de Leos Carax. Es una auténtica primera película y es (apostamos por él) un verdadero autor. Pero como se es a su edad, es decir, a los 23 años [...] Los actores tienen la edad de su director; el héroe, Alex, se parece a Carax como un hermano, y no hablan sino de lo que los rodea: el dolor de vivir, las ganas de acabar, de tener una obra detrás, el gusto y el disgusto por el mundo, el pudor, las ideas negras y un ego infalible. Por otro lado, Carax tiene, cosa rara, un don para la poesía [...] Una película como Boy meets girl no puede ser contada. No porque haya un misterio que preservar en ella, pues no es más que la bressoniana historia de un joven, la noche antes de irse al servicio militar, entre una chica que le ha dejado y otra que encuentra, "entre la pena y la nada" [...] Un joven autor (¿Carax?) es alguien que sabe que ha visto muchas películas, vivido pocas cosas (pero ya de manera difícil) y que no hay tiempo que perder para empezar a decirlas. Porque el cine se hace con lo que se tiene. Autobiografía y programa exaltado de vida por venir (fulgurante), junto a momentos de afasia en los que el homenaje al cine mudo no es una coquetería cinéfila sino un mal momento por el que pasar. Horror de errar en un mundo "ya visto" pero "aún no vivido". Joven anciano que no podrá sino rejuvenecer [...] Hay algo de hoy en día en la mirada torpe de Alex y de Mireille, adolescentes no perdidos sino más bien "agregados" al mundo que les rodea. Hay también algo de ayer en su forma de vivir su vida como un destino, pero en futuro anterior, como en una novela del siglo XIX. Sobre la pálida pared de su habitación Alex ha dibujado, toscamente, un mapa de París en el cual apunta cuidadosamente los lugares y las fechas de todo lo que fue para él "una primera vez". Bella imagen para una primera película: nacimiento, primer beso, primer intento de asesinato, etc. Hay también algo de hoy en día en la forma en que Carax recomienza el cine autobiográfico de la Nouvelle Vague (de Godard a Garrel, pero también de Skolimowski a Bertolucci), además en el París luminoso liberado de los estudios que nos descubrió Coutard, pero un París nocturno, oscuro, contrastado, entre perro y lobo, estriado de neones y falsos días, el París de todos los cineastas de su generación» (Serge Daney, 1984)