LA GIRA AMERICANA FINALIZA CON BODAS Y BRONCAS Año 1989. Los Inhumanos realizamos la primera gira fuera de España y lo hacemos como todo, a lo grande, a la República Dominicana. Allá que vamos, como un viaje de fin de carrera, una panda de 15 tíos con algunas pocas ganas de pasarlo bien. Nada más llegar al aeropuerto, desde la ventanilla del avión observamos un nutrido grupo de chicas con carteles de “Welcome Inhumanos”; Uy uy uy, la cosa pinta bien. Algunos han tenido problemas para convencer a sus parejas de que van a ser buenos y fieles y obtener así su preceptivo visado para la gira. Uno incluso consigue el permiso con la condición de viajar con su chica, que casualmente está embarazada. Precisamente esta pareja, junto con otros dos componentes del grupo, tienen la brillante idea de hacer un traslado interno en avioneta, para evitar el sufrimiento de 6 horas en autobús. Entre otras peculiaridades, el nefasto aparato no tiene luces para viajar de noche y el peso del pasaje sobrepasa el autorizado. El problema surge cuando se hace de noche durante el trayecto y se agrava cuando comienza a llover. Le niegan el aterrizaje porque el aeropuerto está cerrado por lluvia. La avioneta da vueltas al cielo del aeropuerto, a oscuras y con el piloto rogando a la torre de control que les deje aterrizar. Mientras, la embarazada amenaza con dar a luz. El controlador se apiada tras oír los chillidos del pasaje, les da permiso y finalmente la avioneta aterriza. Al tomar tierra, los pasajeros salen a escondidas del aparato, para que no les multen por exceso de peso. Una noche, en el hotel de Santo Domingo se monta una fiesta en una habitación. Nos han regalado ron haitiano; no sabemos que es alucinógeno. El brebaje hace su efecto, se arma una buena y al día siguiente no recordamos nada de lo ocurrido, lo que es una lástima. A nuestro regreso a España, juramos y perjuramos a nuestras chicas que hemos sido buenos. Uno de nosotros invita a su chica a un restaurante con servicio de revelado de fotografías, y no se le ocurre mejor ocurrencia que decirle a su mujer “ves y revela tú las fotos, ya que dudas injustamente de mí”. Dicho y hecho, la sufrida esposa revela al instante el carrete; la primera de ellas la deja helada: su chico fiel tumbado en la cama, con los pelos al descubierto y dos bellas dominicanas con los pechos al aire abrazadas a él dándole un beso en cada mejilla, cual campeón del Tour de Francia. Con la cara pálida, va hasta la mesa donde la espera su marido y le proporciona un inmenso tortazo en pleno rostro, seguido de una bronca descomunal. La chica nunca se creerá lo del ron alucinógeno ni permitirá irse a su chico solo, a partir de entonces, ni a por tabaco. La gira acabó con dos inhumanos enamoradísimos de unas bellezas dominicanas, casualmente millonarias, con las que se casaron y residieron en su lindo país. Y es que el amor desinteresado no tiene fronteras.