Vigilia Pascual

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VIGILIA PASCUAL
DIOS HABLA
Lecturas del Antiguo Testamento:
1.- Génesis 1,1-2,2
2.-Génesis 22,1-18
3.- Éxodo 14,15-15,1
4.- Isaías 54,5-14
5.-Isaías 55,1-11
6.- Baruch 3,9-15.32-4,4
7.- Ezequiel 36,18-28
Epístola: Romanos 6,3-11
Evangelio: Mt 28 1-10
EXÉGESIS
PRIMERA LECTURA: Gen. 1,1-2,2
“En el principio...” La solemnidad ritual pausada y solemne, repetición casi litánica de
este poema fundacional conmueve en esta noche feliz de Sábado Santo.
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Un poema que algunos quieren desprestigiar fácilmente porque hoy tenemos otros
conocimientos científicos. Algunos porque creen que la jerarquía de la creación con la
humanidad en el culmen de todo lo creado es una ilusión (no dan más valor a las
personas que a los animales o a las cosas); algunos elucubran sobre la cadena evolutiva
tratando de adaptarla a estos textos en un esfuerzo (tan noble como inútil) por
‘racionalizar’ lo que entienden ser la verdad.
Con todo ello le hacen perder su dinamismo poético, la capacidad de evocación de
cuanto nos supera, el lento placer de la contemplación ante una obra maravillosa e
inasible: la creación, el cosmos, desde lo más nimio a lo más inalcanzable.
Hay que leer este texto desde el momento que vivimos hoy comunitaria y
litúrgicamente, “desde lo hondo…” de ayer, Viernes Santo: injusticia, gritos, silencio...
Desde el periódico de hoy: injusticia, gritos, silencios… Desde nuestro interior
atormentado, arrepentido en la culpa, rebelde en la sumisión: injusticia, gritos, silencio.
Así llegó este texto a los oídos del Pueblo de Dios por los años del Destierro y la
Dispersión del s.VII a.C. Aplanados por la humillación y el silencio de Dios. Un pueblo
que ya ha pagado cien veces su pecado, un pueblo que se ha sentido ‘Siervo de Dios’
arrastrando sobre sus espaldas todo el pecado del pueblo y de los pueblos, está
expectante porque su fe le lleva a esperar: “Aguarda anhelante al Señor, espera en su
palabra (Sal 129,5).
Así acabamos de aclamarlo nosotros apenas hace unos minutos encendiendo la llama
‘Luz de Cristo’, “¡Demos gracias a Dios!”. Y adentrándonos en la oscuridad (Viernes
Santo en cada momento de la vida y de la humanidad) hemos comenzado a escuchar
este poema: pura luz; espléndida pintura; confiada consistencia de la vida, la naturaleza
y la humanidad, sacados de la tiniebla del no-ser, el pecado, hacia la luz y hacia la
vida… ‘otro milagro de la primavera’.
SEGUNDA LECTURA: Gen 22, 1-18
Acabamos de cerrar los ojos inundados de luz en el himno maravilloso de la Creación.
Incluso hemos recitado el salmo 103, meditando de nuevo la misma escena y
concluyendo: “Cantaré a Yavé mientras vida, tañeré para mi Dios mientras exista”.
Algo así diría Abrahán cuando el Señor lo sacó a contemplar el cielo estrellado (Gen
15,5ss) y se comprometió con él en darle tan numerosa descendencia: “Mira al cielo y
cuenta las estrellas, si puedes contarlas… Así será tu descendencia”.
Y tras una larga vida y relación de Alianza como amigos, surge el Dios ‘desconcertante’
que es siempre en la Biblia el Señor. ¿Nos tienta el Señor? ¿Nos pone a prueba? ¿O nos
va enseñando poco a poco, con la vida como maestra, lo que ha de ser el itinerario de al
fe? No sabe la Biblia de sutilezas ideológicas o de sutiles abstracciones; nos coloca a los
creyentes en situaciones vitales. Cuando llega el momento, la ‘prueba’ que siempre
llega, ahí está él para hacernos sentir que es real su presencia. “¿Porqué tenéis miedo,
hombres de poca fe?” (Mat 8,26).
Abrahán había querido ‘ayudar’ a las promesas del Señor: ‘te daré un hijo’. Lo tuvo de
su esclava, pero fue una frustración. Se atardaba el Señor en dárselo y aceptó renovar la
Alianza y convirtió a toda su famita en signo de su amistad con Dios por medio de la
circuncisión: asistió a la destrucción de Sodoma y la salvación de su pariente Lot…
Tuvo que sufrir la prueba de estar a punto de perder a su mujer Sara (Gen 20). Y cuando
al fin llega el Hijo de la Promesa y despide al hijo de la esclava, le sorprende la
contradictoria exigencia del Señor: “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac… y
ofrécemelo allí en sacrificio”.
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Asistimos a una escena estremecedora. Sin decir palabra, ‘Abrahán madrugó…’.
¿Nunca se acaban de cumplir las promesas de la fe? ¿Siempre habrá que vivir en
zozobra?.
La fe es la capacidad de fiarte de Dios en las mil circunstancias de la vida. Fiarse de un
Dios desconcertante. Un Dios que sale al encuentro… para encontrarle siempre ‘más
allá’…
TERCERA LECTURA: Ex 14,14-15,1
El final de esta lectura nos da la clave, ‘y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y
en Moisés su siervo y los hijos de Israel cantaron al Señor’.
Un canto que se entona cada día por parte de los creyentes recordando las maravillas del
Señor. Constatando que cada día en nuestra vida se renueva la presencia siempre
amorosa del Señor sobre su pueblo.
Celebramos unas Bodas de Oro matrimoniales. En torno, hijos y nietos, amigos
abundantes de la pareja. Felices. “Hay que dar muchas gracias a Dios. Parece mentira
que todo esto lo hayamos podido hacer nosotros. No teníamos nada ¡el día y la noche! y
mira ¡un milagro! Ha sido el Señor. ¡Hay que darle gracias!”. Y ‘esto’ se convierte en su
alegría, en su consuelo (los achaques son duros ahora) y en su fortaleza. Habrá que
seguir adelante.
En tiempos de crisis a Israel le sale espontáneo el recuerdo de las maravillas del Señor.
Ha quedado grabado en la memoria del Pueblo la esclavitud, el desierto, la desolación;
pero más fuerte aún permanece el recuerdo de la liberación de forma prodigiosa ¡un
milagro!
Las tradiciones se entremezclan en el relato ¿Fue el viento nocturno que endureció las
arenas permitiendo el paso del pueblo al retirarse las aguas? ¿Fueron las nubes de arena
las que aislaron al pueblo e impidieron su captura por parte de los egipcios? ¿Fue la
mano del Señor por medio de Moisés su siervo?... ¡Fue salir de la muerte a la vida, de la
esclavitud a la libertad, del encierro al horizonte libre, fue pasar de las cebollas… a una
tierra que mana leche y miel!
Y el creyente sabe que lo que fue, es; y que lo que sucedió se repite en cada generación
porque creemos que el Señor está con nosotros. Por eso Isaías pregunta primero por el
recuerdo y afirma rotundamente el presente (la salida, el exilio y el retorno por el
desierto (Is. 43, 18-19) “¿No os acordáis del pasado…?”
CUARTA LECTURA: Is 54. 5-14
Quienes han viajado por Oriente próximo (también Palestina) hemos visto extrañados
cantidad de casas a medio construir, mejor, construida un espléndida planta baja pero
asomando sobre el tejado/terraza los enganches de hierro para seguir construyendo
hacia arriba. Es una familia que espera que un día sus hijos a medida que vayan
casándose irán añadiendo plantas con el piso para cada una de sus familias.
Casas/familia, pues, abiertas a un futuro de esperanza.
La lectura de hoy, en nuestra reflexión, ha de comenzar en el v.1 de este capítulo 54. Se
anuncia alegría y tiempos nuevos a quienes ya han cerrado su tienda, quien no espera
nuevos moradores. No porque ya hayan llegado al final o haya completado su ciclo
(cfr.Is 33,20) sino como quien ha quedado estéril, sin futuro, ya ha visto frustrados sus
proyectos y planes.
¡Cuántas expresiones se escuchan entre nosotros (curas, seglares, militantes cristianos
desinflados, y sin ilusión, desesperanzados) que reflejan esta mentalidad! ¡Aquí no hay
más que cerrar la ‘barraca’! ¡El Señor florecerá en otras latitudes, otros pueblos, otras
gentes!... ‘¡Un pueblo, el nuestro, que por sus infidelidades ha sido repudiado por el
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Señor! ¡Nos lo hemos ganado a pulso! ¡Cuando era tiempo de alegría y fecundidad –
aquella iglesia joven que soñamos en nuestro subconsciente- no dio el fruto que de él se
esperaba, quedó estéril…!
Pero en medio de la noche resuena la voz del Señor en esta magnífica afirmación
profética –que vale siempre y en cada momento- y nos afirma con rotundidad que ésta
esposa abandonada y abatida, repudiada… la vuelve a llamar el Señor ‘con gran cariño’.
¿Aceptar a una mujer repudiada? ¿Dar hijos a la estéril? ¿Calmar la ira de Dios?
¿Romper su promesa de no volver a mirarla, a mirarnos? ‘He aquí que hago todas las
cosas nuevas’ es lo que viene a decir el v.5 ‘el que te hizo =tu creador, y el que te
rehace =tu goel/redentor, es quien se compadece y te quiere con amor eterno.
Estamos atravesando ahora la noche –esta noche pascual- y la noche de unas iglesias
desmoralizadas, pero escuchamos, y creemos, que Dios nos quiere (v.6.7.8).
Ciertamente no será lo mismo. La historia no vuelve atrás, pero enseña. Tampoco se
destruyó todo, sino que del renuevo brota un nuevo árbol, el mismo cimiento será
renovado con piedras preciosas, duras y hermosas (v.11) porque ‘no se retirará mi
alianza de ti’ (v.10). Ni será reedificado lo mismo, ni la mujer estéril abandonará los
hijos que no tuvo. Sino que le vendrán, discípulos de Dios (v.15), herederos de naciones
que poblarán ciudades abandonadas (v.3).
Por eso la conclusión es un canto de alabanza, de acción de gracias, ‘porque ¡ya! el
Señor nos ha librado’. De hecho, ya la luz se acerca a nuestro encuentro, está encendida
y va rompiendo la tiniebla mientras nosotros aún nos quejamos de falta de luz y sólo
pensamos en las ruinas que dejamos al caer la noche.
No dejan de ser una referencia hermosa las lecturas de esta noche que recuerdan los
tiempos pasados, de ruina, prueba y también de promesas y esperanza, al tiempo que ya
se ha encendido el Cirio Pascual y preside nuestra celebración. Como constantemente
nos pasa en la vida, que en el rato de ira y abandono (v.7) que nos sume en la oscuridad
y la tristeza, ya el Cirio está encendido, porque el amor de Dios sigue mirando a la
persona con cariño.
QUINTA LECTURA: Is 55,1-11
Da la impresión de que al proclamar esta lectura la Iglesia orante en esta noche de
Vigilia ya atisba la aurora. Por eso deja que resuene ya el oráculo del profeta (las
últimas palabras del Deutero Isaías, por lo que no se explica que se haya suprimido el
v.12, último versículo) que a la vez que invita ya a la fiesta que se nos está preparando,
la Pascua del Señor, nos urge con la ultima llamada a entrar aprisa en la puerta abierta
del corazón del Señor (vv.6-7).
Es cierto que lo que se nos ofrece es inimaginable (v.9). A no ser que Él terraplene el
vacío inmenso que nos separa o bien por medio del amor –Salmo 103,11: “Como se
alzan sobre la tierra los cielos, igual de grande es el su amor con sus fieles”- o bien
como en este caso por medio de su palabra (v.11.) poderosa (Sal 118,13) que no puede
retornar sin cumplir lo prometido.
Su promesa es el mantenimiento de la Alianza. La Alianza es la palabra comprometida
de Dios ante sí mismo (v. por amor de Yavé tu Dios, por el Santo de Israel, porque te ha
honrado’).
Más aún , la conclusión (v.12) nos trae de nuevo el cumplimiento del retorno a casa
(vv.1-2) como un nuevo Éxodo con la alegría de la vuelta y transformación del desierto
en paraíso (Is 44,3-4)) y la realización definitiva de las promesas contenidas en la
Alianza hecha a David.
Esta evocación de la Alianza hecha a David es única en el Deutero Isaías. Normal, ya
que existía una profunda decepción en el pueblo respecto a ella. ¿No se dijo que el trono
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de David sería eterno? ¿O que el Señor habitaría eternamente en el Templo? (Deut 4,7)
¿O que siempre tendrían un hijo sentado en su trono? (1R 2,4). Pero esta Alianza será
eterna (v.3.12) es decir, cada día será válida, se cumplirá por parte del Señor, no tiene
fecha de caducidad ni condiciones para ser suprimida. En ella se gloriará el Señor (v.12)
y en ella empeña su amor y santidad.
¿Qué conclusión más adecuada que el Salmo responsorial: un canto de confianza total y
acción de gracias al Señor?
SEXTA LECTURA: BARUCH 3,9-15.32-4,4
El librito de Baruch es una pequeña colección de escritos dispersos exílicos que reflejan
diversas situaciones y momentos. Se conservan en griego, pertenecen por tanto a los
libros deuterocanónicos.
De Baruch se nos dice que era hijo de Nerías y que siendo escriba o secretario de
Jeremías, a él le tocó leer el libro de la Ley ante Jeconías, rey de Judá. Separado de su
maestro se establece en Babilonia donde escribe y desde donde se preocupa de enviar a
Jerusalén cuanto está en su mano para la restauración del templo y el culto.
De la misma manera se preocupa de aportar cuando puede a la reconstrucción del
Pueblo de Dios. Una gran liturgia penitencial (1,5-3,8) abre estos escritos fragmentarios,
al modo de la penitencia de Esdras y Nehemías (Neh 9).
Y a continuación, la presentación del gran privilegio de Israel: el don de la Ley. Se
encuadra este don dentro de los dones de la Creación. Sólo Dios lo conoce y solo Él
puede darlo a conocer (3,31-32) y El se la ha dado a conocer a su siervo Jacob (v.37).
Finalmente esta sabiduría eterna, este don privilegiado ‘se encarnó’, de hizo libro;
apareció entre los hombres (v.38). Y al estar ahora al alcance de todos, aquellos que la
guardan vivirán; perecerán quienes no la sigan (4,1).
La pregunta es qué significa esta lectura en este momento de la Vigilia Pascual. Creo
que lo mismo que significó en el momento histórico en que la Ley se convirtió en el
centro: el alimento, el vínculo que hizo posible la re-creación del Pueblo de Israel tras el
Exilio. Fue la institucionalización de todos los anhelos, sueños, profecía, renovación
anunciada por los grandes profetas Ezequiel, Segundo y Tercer Isaías. Aquellas piedras
preciosas de la lectura anterior con que había de ser cimentado el nuevo Israel. Tras la
profecía el carisma, el arranque de renovación de los profetas, llega la institución que le
da consistencia. Fue la Ley la columna vertebral que sostuvo al Pueblo.
Estamos en estos momentos celebrativos a punto de ‘alumbrar’ a Cristo resucitado. Ya
se nos pone en guardia, una nueva Alianza, un nuevo Bautismo y un Nuevo
Mandamiento, que habrá de ser la luz a través de los siglos hasta esta noche en que
comienza la Luz (v.4): “Vuélvete (con-vertirse al Señor) camina al esplendor de su luz.
No entregues tu gloria a otro… Felices nosotros, que se nos ha revelado lo que agrada al
Señor”.
SÉPTIMA LECTURA: EZEQUIEL 36, 16-28
Después de una concisa pero vívida descripción de la degradación de la casa de Israel
que le lleva a la Dispersión y al ludibrio de los pueblos (vv.16-21), en un lenguaje muy
litúrgico, donde brilla el carácter sacerdotal de Ezequiel, el Señor confiesa el proceder
que le exige su propia Santidad, su propio ser: ‘Porque yo soy santo’, tantas veces
repetido en la Ley de Santidad (Lev 17-26), tan cercana al pensamiento de Ezequiel.
Esto le da razones para pedir a su pueblo el cumplimiento de leyes que lo hagan Santo.
Y esta razón aparece como quicio de la historia pasada y presente.
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Él mismo se compromete en salvar la santidad de su nombre, de forma que los mismos
que ironizaban: “¡Estos son el pueblo del Señor…! (v.20) tendrán que reconocer que
‘Yo soy el Señor’ (v.23).
Y a partir de ahí se nos descubre el actuar del Señor: una nueva Creación donde todo lo
pone el Señor. Así como en la Alianza Nueva, la alianza definitivamente válida (eterna;
cfr supra Ez 54,19) porque ya no dependerá de la fidelidad del pueblo a la misma sino
de la fidelidad de Dios a sí mismo, aquí la nueva creación ya no se podrá frustrar porque
El mismo obrará todos los pasos, nos llevará arrastrados de su mano hasta que seamos
su pueblo y El sea nuestro Dios’ (vv.24-28)
Con estas promesas y este solemne compromiso de Dios que nos cambia el corazón
(v.26) y nos infunde su Espíritu (v.27) no nos queda en este momento sino saludar
ansiosos la venida de la Luz y de la Vida.
Vamos a terminar estas lecturas con un grito de ansia por ver al Señor. Las lecturas, la
historia, las promesas, el nuevo corazón, el impulso del Espíritu de Dios en nuestros
corazones, lo expresa maravillosamente el Salmo Responsorial: “…. envía tu luz y tu
verdad, que ellas me guíen…. el Dios de mi alegría…. quiero darte gracias, Dios, Dios
mío”.
TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net
EPISTOLA
En el contexto de Romanos, este párrafo describe cómo se unen los cristianos a Cristo,
que es por el bautismo. Pero no un bautismo entendido mágicamente, sino como una
unión personal al Señor por medio de la fe que culmina en el rito.
Lo esencial de todo es la incorporación, la unión, establecida entre este cristiano y el
Señor muerto y resucitado. Ahora bien, más que intentar especular teóricamente acerca de
esta unión o sobre los detalles de un texto difícil, podemos atenernos a lo indiscutible.
Cuando Cristo muere rompe toda relación con el pecado humano, que ha sido la causa de
su muerte por medio de los actores concretos de ella. Del mismo modo, quien se une a
Cristo también ha de romper, mejor, ha roto, toda relación con el mismo pecado y vive de
otra manera.
Cristo ha resucitado; vive de un modo tal que supera los anteriores condicionamientos. De
modo semejante también el cristiano se encuentra en la nueva situación.
Todo el párrafo, de modos muy diversos, pretende destacar la nueva vida del unido con
Cristo y se exhorta a ser coherentes con esa transformación.
La cual ha tenido lugar no por los esfuerzos del actor humano, sino por la misteriosa
unión con el Señor. El párrafo está sembrado de términos, algunos muy extraños y que
hacen violencia a la gramática -aunque ese punto no se nota tanto en la traducción
castellana- con los que Pablo quiere destacar dicha unión. Al destacarla su objetivo es que
los cristianos vivan de acuerdo con eso que ha tenido lugar en su bautismo. Porque,
efectivamente, es posible dar marcha atrás o no vivir conforme a lo que somos. De ahí las
abundantes exhortaciones en ese sentido.
Lo que probablemente ocurre es que los cristianos viejos, bautizados de niños y que no
hemos cobrado conciencia adulta de cuanto ello significaba, simplemente no hemos
percibido la importancia que ha tenido y tiene ese suceso. Nos hemos habituado a vivir
con una aceptación indiscutida de la Vida del Resucitado, pero sin percatarnos de su
importancia. Celebramos la Resurrección, pero sin darnos cuenta de hasta qué punto ella
nos compromete a quienes confesamos a Cristo Resucitado como Señor nuestro.
En la Vigilia Pascual, renovando nuestro bautismo, tenemos una excelente oportunidad de
renovar y profundizar en ese compromiso.
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FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net
EVANGELIO
Texto. Se abre con una indicación de tiempo, celosamente preservada por la historiografía
evangélica. El hebraísmo el primer día de la semana es el equivalente de nuestro
domingo.
La situación inicial de las dos mujeres yendo al sepulcro tiene su preparación en esas dos
mismas mujeres, sentadas enfrente del sepulcro mientras se daba sepultura a Jesús (Mt
27,61). La situación inicial recoge escueta y únicamente lo que para Mateo es, de partida,
relevante: testigos fidedignos y sepulcro. Las mujeres y el sepulcro es cuanto queda
después de lo que él ha relatado con anterioridad y, por ello mismo, las mujeres y el
sepulcro constituyen el punto de partida del relato de hoy.
Este punto de partida ve inesperadamente cortado su previsible desarrollo. El texto formula
este corte con la locución adverbial de pronto de los vs.2 y 9. Dicha locución da paso a lo
inesperado e imprevisible y articula el relato en dos partes.
Primera parte (vs.2-8). Sepulcro vacío.
Seísmo, piedra de acceso al sepulcro corrida, ángel sentado sobre ella: cuadro apocalíptico
al servicio del sepulcro vacío. El sepulcro vacío era la novedad inesperada que las mujeres
se encontraron la madrugada del domingo. Lo que Mateo hace es dar a ese vacío una
interpretación. Y lo hace con el aparato y grandiosidad con que se rodeaba el final del viejo
mundo y el alborear de los nuevos cielos y la nueva tierra. Baste consultar las gran-diosas
escenas del Apocalipsis. En la pluma y mente de Mateo la madrugada del domingo supone
la comprobación del destino escatológico del mundo. El evangelista Mateo hace sensible
en lenguaje bíblico y catequético ese gran acontecimiento, que seguramente se verificó en
silenciosa trascendencia.
Un acontecimiento que tiene, a su vez, el carácter de discernimiento de actitudes: unos
quedan como muertos, mientras que las otras superan el miedo y reciben el gozo de la fe:
Los centinelas temblaron de miedo; vosotros no temáis.
Un acontecimiento que no puede ser silenciado, porque su descubrimiento produce tal
alegría en las personas, que éstas no pueden menos de comunicarlo a los demás.
Un acontecimiento, por último, que desborda límites geográficos y se hace universal. Esta
dimensión universal tiene en este texto su símbolo concreto: Galilea. Desde el mismo
comienzo de la actividad de Jesús conoce el lector del evangelio de Mateo el alcance
universal de este término: Galilea de los gentiles (Mt. 4,15)
Segunda parte (vs.9-10). Jesús resucitado.
Si Mateo ha podido interpretar el vacío del sepulcro como lo ha hecho, ello se debe a la
realidad de Jesús resucitado.
El relato del encuentro se hace con la máxima sencillez, como un hecho normal. Situación
de alegría desbordada, de adoración anonadada, de superación de todo miedo: el gozo y la
paz pascuales. Y con todo ello y de nuevo: la transmisión a todo el mundo de la realidad
de Jesús resucitado.
Puntos de reflexión. Un seísmo conmueve y conmociona esta noche al cristiano. Un
seísmo cuyo epicentro es el sepulcro de Jesús en Jerusalén: sepulcro vacío, porque ya no
está Jesús en él. Un seísmo con una tal capacidad de sacudida que pone todo patas arriba.
Si la noche es el ámbito de los sueños, la noche pascual es el ámbito del sueño por
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antonomasia hecho realidad: el triunfo de la vida sobre la muerte. Noche pascual, noche
sísmica.
Noche de alegría desbordante, porque el cristiano ha dejado de tener miedo a su último y
peor enemigo. ¡Jesús ha vencido a la muerte! ¡No tengamos miedo de proclamarlo a los
cuatro vientos! La de hoy es una noche universal. ¡No podemos guardarnos para nosotros
solos el descubrimiento que hemos hecho de Jesús resucitado!
ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net
NOTAS PARA LA HOMILÍA
¡Que noche tan dichosa! (Del pregón pascual).
Ella, la noche. Él, la Luz, el Sol que nace del abismo de la muerte, desde los
infiernos.
Ella, la noche, admirada y en silencio ante tanta maravilla. Ella, la noche, testigo
único del encuentro entre el Padre y el Hijo Resucitado de entre los muertos.
Ella, la noche, deslumbrada, poblada de ángeles cantores, de himnos, de vientos
impetuosos del Espíritu.
Él, Resucitado, envolviendo la humanidad entera con su bandera blanca que acoge a
todo hombre que viene a este mundo y le levanta, como una madre gozosa levanta con
sus brazos al hijo recién nacido.
Alegría, victoria, cantos de alabanza, ángeles, el sol y la luna detenidos
contemplando el momento en que nace una paz infinita y una vida renovada para todos.
“María Magdalena y la otra María”. (Evangelio).
Estas dos testigos, los primeros de la Resurrección del Señor nos previenen y nos
guían. Hacia el sepulcro con añoranza y con ungüentos. Hacia Galilea con ganas de
repetir tras las huellas de Jesús, el proceso del Reino de Dios hacia la cruz y la Pascua.
Amor en los ungüentos. Compromiso en el testimonio coherente y contagioso.
Estaban perdidas, buscando al amor de su alma. Ansiosas y unidas en un mismo afán
con su delicadeza femenina para el Maestro. No les decepcionó su Señor, antes bien, les
sorprendió con alegría. Su ángel les proclamó el mensaje: »Ha resucitado de entre los
muertos ». Jesús mismo les dijo: “Alegraos...no tengáis miedo”.
Jesús Resucitado está rebosante de alegría y la contagia. Quiere que todos la
experimentemos, tiene prisa, los ángeles y ellas también. La noticia no puede esperar, es
trascendental para todo el mundo.
“Al alborear el primer día de la semana”.
Esta noche ha quedado transformada en el día más luminoso de la historia. En ella se
inicia el mundo nuevo del Reinado de Dios. En ella quedó derrotada la muerte por la
fuerza del Espíritu que resucitó a Jesús.
Este mismo Espíritu resucita a nuestros difuntos y los coloca al lado del primogénito
de entre los muertos. Por Él se nos abre la eternidad gloriosa y gracias a Él somos
acogidos en los brazos de Padre.
Noche de gloria, de comunión con los santos y con nuestros difuntos. Noche en que
se une el cielo con la tierra, el Padre con nosotros sus hijos, porque Jesús Resucitado
nos proclama hermanos. ¿Cómo no vamos a celebrarlo?
“Andemos en una vida nueva”. (Epístola)
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De poco serviría la gozosa contemplación de la resurrección de Jesús y de nuestros
difuntos, si nosotros, peregrinos aún en el tiempo, no renovásemos nuestra existencia
mortal.
La resurrección de Jesús, al completar su misión salvadora, alcanza tal plenitud junto
al Padre, que su Espíritu se derrama en nuestros corazones por la fe y el bautismo. Por
Él somos constituidos en hijos de Dios, hermanos de Él y enriquecidos con el don del
Espíritu Santo.
Ahora conocemos el amor que Dios nos tiene; sabemos ya para qué nos regaló la
vida y cual es nuestra misión en el mundo: salvarlo, salvándonos nosotros tras las
huellas mortales de Jesús de Nazaret.
En esta noche santa renovemos con gozo nuestro bautismo. Hoy podemos profesar
nuestra fe como adultos, conscientes de nuestro compromiso cristiano y con ganas de
cumplirlo con la ayuda del señor.
Clamemos pues con Él: ¡Padre! Sentémonos a su mesa como hijos y ofrezcamos a
todos los hombres el sentido que esta Resurrección da a nuestra vida ahora y después de
nuestra muerte: esperanza, paz, amor, alegría, salvación.
LORENZO TOUS
lorenzo@dabar.net
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LA MISA DE HOY
ENTRADA
Nos hemos reunido en medio de la noche, en torno a Jesús muerto y sepultado, pero no
lo hacemos con temor ni dolor, sino con esperanza, porque confiamos en el Amor de
Dios, que es más fuerte que todos los poderes del mundo, más fuerte que todos los
males, más fuerte que la propia muerte.
En medio de las tinieblas que ahora nos rodean, vamos a bendecir el fuego, del que
encenderemos el cirio pascual, símbolo de Cristo Resucitado. Al tomar nuestra luz de la
Luz recibimos la fuerza de Cristo resucitado, fuerza real y permanente para cuantos
quieren vivir caminando en la verdad, en el amor, en la justicia, en la paz y en la luz.
Feliz Pascua de Resurrección, y que a todos alcance la nueva Vida que esta noche
inauguramos.
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PREGÓN PASCUAL
El pregón pascual que vamos a proclamar ahora, y con el que comenzamos la gran fiesta
cristiana de la Pascua, nos invita a descubrir la entrañable misericordia de nuestro Dios
que es capaz de transformar el pecado en gracia, la muerte en Resurrección y Vida.
LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Las siguientes lecturas nos recuerdan los momentos claves de la historia de la
Salvación, en los que contemplamos cómo actúa Dios con la humanidad: nos ha creado,
nos llama a la vida, nos saca de la esclavitud y, en Jesús, destruye la muerte, para que
todos tengamos abiertas las puertas de la Vida, Vida con Él, Vida eterna, Vida en
plenitud.
EPÍSTOLA
Pablo nos recuerda que el bautismo nos identifica con Cristo Muerto y Resucitado.
Hemos renacido a una vida nueva, y este renacer supone vivir de una manera nueva. Es
un canto de alegría y de esperanza, pues sabemos que nuestra vieja personalidad ha
dado paso a la vida sin fin, la misma vida de Cristo Resucitado.
SALMO RESPONSORIAL (Sal. 117)
Aleluya, aleluya, aleluya.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa
de Israel: eterna es su misericordia.
Aleluya, aleluya, aleluya.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir,
viviré para contar las hazañas del Señor.
Aleluya, aleluya, aleluya.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor
quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA EVANGÉLICA
El Evangelio de esta noche proclama lo central de la vida de los cristianos, que la
Iglesia ha venido transmitiendo fielmente desde sus primeros momentos: JESÚS HA
RESUCITADO. Este es el núcleo de nuestra fe, esta es nuestra esperanza; ya no hay
nada que temer: la VIDA ha triunfado sobre el pecado y la muerte.
LETANIAS/BENDICION DEL AGUA
Ha llegado el momento de bendecir el agua (administrar el Sacramento del Bautismo) y
renovar nuestras promesas bautismales. Por el bautismo morimos al hombre viejo y
somos incorporados a la nueva vida de Cristo Resucitado. Esta es la noche en que el
bautismo adquiere su pleno sentido; por eso le pedimos a Dios que venga sobre esta
agua y que cuantos van a ser bautizados (o vamos a recibir la aspersión) andemos en esa
vida nueva que se nos regala.
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ASPERSIÓN
Ahora, recordando nuestro propio bautismo por el que se nos incorporó a la vida de
Dios, vamos a recibir sobre nosotros el agua que acabamos de bendecir. Se trata de un
signo que nos hace presente la grandeza de Dios y el compromiso que adquirimos en el
bautismo, cuando renacimos a la nueva Vida de Cristo Resucitado.
ORACIÓN DE LOS FIELES
La resurrección del Señor nos llena de gozo y de esperanza, y nos hace comprender que
siempre y en todo debemos confiar en Dios nuestro Padre, que ha puesto Vida donde
nosotros pusimos muerte; le presentamos ahora nuestras súplicas diciendo: ¡Señor,
danos tu Vida y tu amor!
- Tú, que con la resurrección de Jesús has vencido las fuerzas del mal destruyendo el
pecado y la muerte, concede a tu Iglesia la paz, la libertad y la valentía para anunciar el
Evangelio a todas las gentes. Oremos.
- Tú, que con la resurrección de Jesús nos has dado una vida nueva, concede a todos
los pueblos el progreso y la justicia para que vivan con dignidad y te reconozcan como
el Dios Padre de la Vida. Oremos.
- Tú, que con la resurrección de Jesús nos has mostrado que la fraternidad y el amor pueden más que la fuerza y la violencia,
concede a todos los gobernantes sentido de la justicia y afán de trabajar por la paz. Oremos.
- (Tú, que con la resurrección de Jesús nos has abierto las puertas de la vida, concede
a estos hijos tuyos que hoy han recibido el bautismo participar de la vida nueva de
Cristo resucitado. Oremos).
- Tú, que con la resurrección de Jesús has vencido a la muerte, concede a todos los
difuntos el gozo de contemplar tu rostro cara a cara y vivir para siempre junto a Ti.
Oremos.
- Tú, que con la resurrección de Jesús nos has dado una vida nueva, concede a esta
comunidad (parroquial) permanecer firme en la fe, alegre en la esperanza y constante en
el amor. Oremos.
Oración: Acoge, Padre, con bondad todas estas súplicas que te presentamos en esta
noche grande y santa, llena de gozo y de luz para todos nosotros. Por Jesucristo.
EQUIPO DABAR
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Lucernario. Luz de Cristo (antífona del Misal); El Señor es mi luz (de Taulé);
Cuando llega la luz (de Barja); Oh luz gozosa (de Deiss).
Salmos. El Espíritu del Señor (de Bedmar); Oh, Señor, envía (de Deiss); Tu palabra
me da vida; El Señor es mi fuerza (estrofas 1 y 4); Cantemos al Señor (1CLN-O 2);
Como el ciervo (1CLN-A 2); Te ensalzaré, Señor (1CLN-524).
Liturgia bautismal. Una nueva vida (1CLN-426); A las fuentes de agua viva (disco
“16 Cantos para la Misa”); Iglesia santa (1CLN-428); Fuente bautismal (1CLN-427);
Un solo Señor.
Letanías. Pueden usarse las respuestas 1CLN-G 3 y G 4.
Gloria. De Angelis, o el de la Misa de Manzano.
Antes del Evangelio. Este es el día (de Manzano).
Aleluya. Aleluya pascual (1CLN-E 2).
Ofertorio. Música instrumental.
Santo. De Aragüés.
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Aclamación al memorial. 1CLN-J 2.
Comunión. Canta con júbilo (disco “Cantos para participar y vivir la Misa”);
Resucitó, resucitó (de Kiko); Fiesta del banquete.
Final. Aleluya de Haendel.
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