II QUERIDO TONI Permíteme, Lucrecia, que esta semana dedique estas líneas a un pequeño de mi clase. Quiero, no obstante, que tú también las recibas, y quiero que tú también las leas. ¡Hola, querido de Toni!: Te escribo desde muy lejos. Figúrate que casi rozo el filo del mapa por el norte. Me vine nada más darte las notas, a otras tareas profesionales. Aquí estoy viendo muchas cosas y conociendo a mucha gente, pero me acuerdo de todos vosotros y especialmente de ti, pequeño mío. No tuve tiempo de darte una explicación, y ya lo has visto: He tenido que suspenderte, porque los mayores, los que por autoridad, decidimos estas cosas importantes, consideramos que tú no has llegado al nivel exigido. Y aquí, sentada en la playa y mirando a las olas que tú nunca has visto, pero que sabes imaginar como montañas de espuma que escupen las bocas gigantes de los monstruos marinos, pienso en ti, y te estoy viendo con los ojos llenos de lágrimas gordas que se te están escapando por debajo de las gafillas y van churreteando esa carita de melocotón, que se ilumina y se hace casi transparente, cuando una cosa te pone contento. No llores, querido Toni. De verdad, se me parte el corazón. Lo tuyo, por ahora, no son lecciones de memoria, ni problemas, ni ese montón de libros que pesa tanto sobre tus débiles espaldas. Tú eres un creador, un artista. Algún día irás, como lo deseas, irás a la Escuela de Art3esy Oficios, y podrás ser ebanista, fotógrafo, decorador. o puede que, a siguiendo otros caminos, un buen matemático. Aquí, en mi carpeta, revueltos entre muchos papeles, tengo algunos de tus bonitos cómics; Son una preciosidad, y tengo aquel cuento que titulaste, y a mí me encantó, El hombre que era siempre de noche, aquel hombracho negro que sólo tenía blancas las ventanas de sus ojos y el estuche de sus dientes. ¿Te has fijado en el sobresaliente que te he puesto en Dibujo? Enséñalo a todo el mundo. No te importen las demás notas. ¡Ya las mejorarás! A los creadores, como tú, hay que darles su tiempo. Además, querido Toni, con esas notas, y con tus pocos años, podrías enseñar muchas cosas a los mayores: Pedir la palabra en un debate, dónde tirar un papel, cómo cuidar nuestra ciudad... Sabes, pequeño, si te gusta o no la OTAN, lo que es la paz y la guerra, y el paro... Conoces la Quinta y la Novena Sinfonía de Beethoven, la Primavera de Vivaldi, el Lago de los Cisnes... Sabes caminar por la calle, respirando y descubriendo cosas que se escapan a los mayores: Una flor, un anciano, un árbol, un olor, una música. Eres valiente para encender la luz de tu dormitorio, cuando en silencio y soledad, padeces alucinaciones, sabes escribir una poesía, hacer un dibujo, un avión de papel, un castillo o un caballo de cartón, juegas con la luna y le llamas tonta, porque no te pilla, cuando te echas carreras con ella, tienes ganas de reír, de jugar, de soñar... Llevas en tus pupilas ese cristal mágico que te hace estar en la vida dentro de un círculo mágico donde las cosas son más bonitas, tienen más calor, más amor... No llores, querido Toni, esas notas son tontas y malas. Algún día, no muy lejano, acabaremos con ellas porque no sirven nada más que para dar disgustos a niños tan valiosos como tú. No te sientas fracasado, pequeño. Sólo fracasa proyecto, en un trabajo que él el que no logra el éxito en un mismo se ha programado. Tú al ir al colegio, lo único que llevabas era el proyecto de tus ilusiones puras, de tu inocencia, de tu deseo de ser feliz. Por eso, los fracasados somos nosotros que nos hemos equivocado y hemos cometido la enorme injusticia de pagarte con una moneda falsa tus muchas capacidades, tu voluntad, tu singular forma de ser. Quiero que sepas, pequeño, que siento vergüenza, hasta de escribirte, porque, siendo consciente de todo esto, he firmado, y con ello corroborado, tu fracaso, o, al menos, tu aparente fracaso. Te doy mi palabra de luchar por cambiar, o mejor dicho, de luchar para que las cosas vayan por otros caminos, para tu bien y el de tantos niños como tú, a los que tanto quiero Te mando un beso con sabor a playa, con gotas de olas, con g ranos de arena para que hagas muchos castillos este verano que, aunque se derrumben, mientras los construyes, vivirás con ilusión, que, en definitiva, es lo importante para ti y para todos. Y no te preocupes. Como tú piensas, falta mucho para el noventa y dos, y cuando llegue toda esa gente, que tú dices que se van a comer toda la comida, ya tendrás trece años, y eso no te parecerá tanto problema. Aunque no lo entiendas, te diré algo que es como el lema de mi vida: Vive el presente como si fuera el pasado que quisieras recordar, y el futuro que quisieras construir. Escríbelo, Toni, en tu carterita de “Cosas bonitas”. Ya llegará el día que me comprendas y entonces, nadie, absolutamente nadie, te comerá el “coco” con urgencias y mentiras. Tú, pequeño Toni, no eres cera para moldear en manos de ningún “ alfarero “, ni eres ningún monigote, hechura en serie, sin oídos, sin boca, sin ojos,, sólo con pies para mal andar y brazos caídos, porque nada tiene que hacer con ellos. Tú, con tus gafillas, con tu cara de melocotón, con tus arrebatos de mal humar, con tus chistes, con tus lágrimas... eres tú, único, irrepetible, y haces bien en rebelarte No me lo digas, Lucrecia: ¡Tu Miguel! ¿Qué era un manitas y se hizo un hombre...? ¿Qué le llovía el trabajo y ganó mucho dinero...? Con todo, querida amiga, lo que importa para un niño es saber que algo de él, lo que sea, es importante, interesa a los demás. “Los hombres, como los árboles, crecen en formas diferentes: torcidos o erectos, según el clima que los ha alimentado. Pero, mientras la savia fluya las hojas germinen, las ramas acunen pajarillos, den sombra... no debería objetarse formas del hombre o del árbol”... las