¡Gracias, gracias, gracias! Recibí con profunda alegría la noticia que me dio el P. Arturo Peraza de que iban a darme la Carta de Hermandad. Sabía que existía, pero no entendía muy bien su significado. Ahora, lo voy entendiendo mejor: “es el reconocimiento de una unión espiritual entre todos los que aquí nos encontramos para seguir a Jesús”. Un sentimiento que viene de varias generaciones: mi abuela María fue una de las señoras que insistieron para que Henrique Pérez Dupuy fuese a Roma a promover el Colegio San Ignacio en 1921. Mi papá, antiguo alumno del Colegio, fue gran amigo de los padres Echenique y Salaverría. Entiendo que junto al padre Pío Zabala buscaban los fondos en los años 60 para la Compañía. Luego, mi hermano y hermanas, todos amigos de la SJ. Mis tres hijos estudiaron en el Colegio, y a todos, incluso a mí, nos dio clase la madre Conchita. Finalmente, dos nietos estuvieron en la guardería del Colegio Loyola y le pido a Nuestro Señor, que, si los nietos que viven en el extranjero no regresan al Colegio, puedan inscribirse en el Colegio Belén. Por todo esto, somos nosotros quienes debemos dar gracias y reconocer a todos ustedes esa fe y espiritualidad ignaciana que nos han transmitido y que hayan sido guía para esta familia, así como para muchas otras familias. Hace algunos domingos, en el Evangelio, Jesús nos dijo: “Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla” Lc. 10,2. El P. Wyssenbach en la Hoja del Domingo aclaraba: “Todo cambiaría si hubiera más católicos misioneros. Si hubiera más católicos que entendieran su responsabilidad”. Pues bien, creo que como a lo largo de toda su historia, la Compañía de Jesús está a la vanguardia en las fronteras de la espiritualidad y nos está guiando, a muchos católicos, a ser misioneros, a colaborar y a servir a los demás. Le están dando una interpretación más amplia a la discusión a que hace referencia San Pablo en su Primera Carta a los Corintios, cuando se plantea que “algunos son de Pablo, otros son de Apolo”, para luego decir: “somos compañeros al servicio de Dios, y ustedes son el campo que Dios está trabajando, el edificio que Dios está construyendo”. Le pido a Nuestro Señor que todos juntos como compañeros, como hermanos bajo la guía de la Compañía de Jesús hagamos de esta unión familiar y de muchas otras que espero se den, un compromiso para Amar y Servir. Germán A. García Velutini 30 de julio de 2016