SOS_L_IV_Kapitel08_span 26.09.2005 15:09 Uhr Seite 2 La Obra de Dios llega a Samaria Los Hechos 8:1-25 72 Los primeros cristianos fueron perseguidos con crueldad en Jerusalén. Muchos huyeron de la ciudad y se refugiaron en Judea y Samaria. También el evangelista Felipe llegó así a Samaria. Allí predicaba, bautizaba y realizaba milagros. La gente aceptaba el evangelio con alegría. Cuando los Apóstoles que habían quedado en Jerusalén se enteraron de esto, enviaron a Pedro y Juan a Samaria. Los bautizados recibieron el Espíritu Santo mediante la oración e imposición de manos de estos Apóstoles. Simón, un mago, vio esto. Quiso comprar el poder de donar el Espíritu Santo. El Apóstol Pedro lo reprendió duramente. Los niños toman conocimiento de cómo los primeros Apóstoles y sus ayudantes activaban en el nombre de Jesús y bautizaban con agua y el Espíritu Santo. También hoy se sigue haciendo así. A l poco de morir el Señor Jesús, sus seguidores fueron perseguidos. Sus casas fueron revisadas y hombres y mujeres fueron encarcelados. Los Apóstoles se quedaron en Jerusalén, pero muchos cristianos abandonaron la ciudad. No obstante siguieron teniendo fe en Jesucristo, el Resucitado. Donde quiera que fueran, hablaban sobre el Hijo de Dios; así se fue difundiendo la Obra de Dios en un tiempo muy difícil. Entre los perseguidos también se encontraba Felipe, quien fue instituido por los Apóstoles como su ayudante. En su corazón estaba latente la doctrina de Jesús. Él se pudo quedar en una ciudad de Samaria, allí predicó con el ejemplo de su Maestro y la fortaleza del Espíritu Santo. Él anunció a la gente, que con Cristo el Resucitado, había venido por fin el Salvador prometido. Jesús había traído una doctrina maravillosa a los hombres; el alegre mensaje dio lugar a un gran gozo. La muchedumbre que rodeaba a Felipe para escucharlo, se fue agrandando más y más. Felipe era feliz por poder enseñar y bautizar en el nombre de Jesús. 1 En esta ciudad vivía también un hombre muy particular, se llamaba Simón y ganaba su sustento con la magia. Sus habilidades apasionaban a la gente, conocía todas las fórmulas mágicas y todos los trucos. Simón estaba orgulloso por ser alguien fuera de lo común y poseer facultades especiales. Era muy admirado. Cuando Felipe comenzó a activar en esa ciudad, Simón perdió a muchos de sus admiradores, por ello tomó parte de los encuentros con Felipe en los que prestó mucha atención. Comprobó que Felipe hacía grandes milagros y curaciones, sanaba enfermos y echó fuera espíritus malignos en el nombre de Jesús. Simón percibió el gran poder que estaba activando. Estaba tan impresionado, que incluso se dejó bautizar. Muchas veces acompañaba a Felipe. Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén, supieron que la gente de Samaria había aceptado el evangelio, enviaron allí a los Apóstoles Pedro y Juan. Con gran alegría ambos comprobaron cuán maravilloso era lo que había hecho el amado Dios por medio de Felipe. Estando en comunión, los Apóstoles Pedro y Juan pidieron a Dios que los bautizados pudieran recibir el Espíritu Santo. Anhelantes y en largas filas, los bautizados se fueron acercando a los Apóstoles, éstos colocaron sus manos sobre la cabeza de los creyentes, recibiendo ellos así el Espíritu Santo. ¡Qué alegría! Después de este acto solemne eran parte del Señor y de la primera comunidad cristiana. 2 Simón observaba emocionado. Reconoció que cuando una persona recibe el Espíritu Santo, se produce un milagro. 18 SOS_L_IV_Kapitel08_span 26.09.2005 15:09 Uhr Seite 3 Los Sacramentos ¡También él quería realizar milagros similares! Simón vivía en otro mundo; a él quedaba oculto lo esencial de la palabra de Dios y lo que significa el Espíritu Santo. Se dirigió a los Apóstoles y les propuso: «Os ofrezco mucho dinero si me transferís el poder para donar el Espíritu Santo por imposición de manos». Cuando el Apóstol Pedro se dispuso a contestarle, Simón se dio cuenta de lo desacertado de su propuesta. El Apóstol lo reprendió con severidad: «¡Tu dinero perezca contigo! ¡Los dones de Dios no se pueden comprar! No entiendes de qué se trata. ¡Tu corazón no es recto! Estás en el camino equivocado, ruega a Dios que te perdone». Simón tenía miedo, Él bien sabía de la fuerza y el poder que tenían estos varones, estaba muy amedrentado por lo que dijo: «Rogad por mí para que no me castigue». Él mismo no tenía el valor suficiente para dirigirse a Dios. El Apóstol Pedro se tranquilizó, pero estaba triste porque había gente que no entendía el obrar de Dios y querían darle un uso inadecuado en su propio beneficio. Pronto emprendió el regreso a Jerusalén junto a Juan. 3/4 73 Felipe predicaba y bautizaba en Samaria. Por medio de la oración y la imposición de manos de los Apóstoles, los creyentes bautizados recibían el Espíritu Santo. 1 Los niños se ponen en el lugar de Felipe. Tratan de hablar sobre lo más sobresaliente de Jesucristo con alguien que nunca oyó hablar de Él. Conversamos sobre el acto del bautismo. 2 Observamos la ilustración y describimos las ceremonias. 3 ¿Por qué el deseo de Simón produce enojo al Apóstol Pedro? (Simón quiere tener poder y ser reverenciado. Su corazón no pregunta por Dios. Si fuera así sentiría y entendería que los dones de Dios y su poder no se pueden comprar ni se pueden usar de forma inadecuada en provecho propio). 4 ¿Qué tareas realizan los Apóstoles y su ayudante Felipe? (Felipe predica y bautiza en el nombre de Jesucristo. Los Apóstoles donan el Espíritu Santo mediante oración e imposición de manos). Comparamos el activar de los Apóstoles y sus ayudantes de nuestro tiempo con el hecho relatado. En especial resaltamos el encargo de donar los Sacramentos: Santo Bautismo con Agua, Santo Sellamiento, Santa Cena. Los Sacramentos son actos sagrados por medio de los cuales Dios establece su comunión con nosotros. Son fundamentales para poder ser hijos de Dios y mantener latente la vida eterna del alma. El amado Dios demuestra su amor a los hombres haciendo un pacto con ellos. Estos actos los llevan a cabo los portadores de ministerio que recibieron el encargo de realizarlos. Los niños preguntan en casa quién los bautizó y selló. 18