El espectro energético

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El espectro energético
Por el Dr. Phil Maffetone
Traducción de Ester Galindo
Nuestro rendimiento físico depende del óptimo equilibrio entre azúcares, grasas y cetonas.
A diario realizamos todo tipo de actividades físicas, químicas y mentales. Como todas ellas
requieren de energía, cuanta más energía tengamos, mejor será nuestro rendimiento. Las
personas que tienen poca energía están menos sanas, acumulan más grasa corporal, se
lesionan más a menudo, se mueven más lentas y duermen y envejecen peor.
La composición de cada comida que ingerimos es la que determina la energía de que
disponemos, el tiempo que esta nos dura y el porcentaje de la misma que se almacena en
nuestro cuerpo sin usar.
Al comernos las plantas y los animales que se alimentan de estas, obtenemos su energía
química en forma de tres macronutrientes clave: carbohidratos, proteínas y grasas. Luego,
nuestro metabolismo convierte estos tres elementos en ATP (trifosfato de adenosina), que
constituye la energía «mecánica» que mueve nuestro cuerpo.
Los hidratos de carbono y las grasas constituyen las principales fuentes de energía de nuestra
dieta. Es decir, la energía procede tanto del azúcar —o la glucosa— de los carbohidratos, como
de los ácidos grasos y las cetonas de las grasas.
Aunque aquí es donde la cosa se complica. Toma buena nota de esto:
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•
La mitad de los carbohidratos que ingieres se transforma en grasa, que se almacena
en el cuerpo.
•
Al descomponer las grasas para obtener ácidos grasos altamente energéticos, se libera
glicerol y este puede transformarse en glucosa (aunque en cantidades muy pequeñas).
•
La proteína contiene aminoácidos, algunos de los cuales también se convierten en
glucosa. Las personas que comen grandes cantidades de proteína deberían tener esto
en mente.
Que precisamos estos macronutrientes es más que evidente. Y, puesto que tanto la proteína
como la grasa se convierten en azúcar, en realidad no hay ninguna necesidad de ingerir
hidratos de carbono. Sí necesitamos, en cambio, comer proteínas y grasas, dos elementos que
los nutricionistas denominan «nutrientes esenciales» porque son realmente vitales para
nuestra salud.
Al reducir la ingesta de carbohidratos, el cuerpo utiliza más grasa almacenada para obtener su
energía. Cuando reducimos todavía más los carbohidratos, el cuerpo fabrica más cetonas
(derivadas de la grasa) para obtener dicha energía.
El error de la insulina
Tener unos niveles elevados de insulina es tan innecesario como poco saludable, pues reduce
el metabolismo de las grasas y aumenta la grasa corporal. La insulina, además, hace que el
cuerpo dependa más del azúcar para obtener su energía, lo cual perpetúa el círculo vicioso:
hambre, mayor ingesta de carbohidratos, mayor producción de insulina, reducción del azúcar
en sangre, más hambre y más grasa corporal.
Por desgracia, hoy día, la mayoría de las personas se halla atrapada en este círculo vicioso. Y no
es solo una cuestión de sobrepeso, sino de enfermedades crónicas asociadas y una peor
calidad de vida. El nivel de forma física también se ve afectado, puesto que la insulina puede
reducir la testosterona y otras hormonas igual de importantes, además de mermar el
metabolismo de las grasas durante las actividades de resistencia, lo cual impide a muchas
personas alcanzar su máximo potencial deportivo.
Un cuerpo sano tolera sólo pequeñas cantidades de insulina. Reduce la cantidad de hidratos
de carbono de la dieta, empezando por aquellos que son refinados y presentan un índice
glucémico moderado o alto. Ten en cuenta que, excepto por las pequeñas cantidades de
carbohidratos presentes en vegetales, frutas, frutos secos, semillas y legumbres, casi todos los
hidratos de carbono que contienen los alimentos actuales son refinados.
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Además de los carbohidratos, las proteínas también pueden liberar cantidades moderadas, e
incluso elevadas, de insulina debido a que algunos aminoácidos se convierten en azúcares.
Esta es la razón por la cual es preciso ingerir una cantidad de proteína suficiente, pero no
excesiva.
Una vez que el cuerpo ve rebajada su dependencia de la insulina, es capaz de liberar más
energía desaprovechada a partir de la grasa almacenada. (Siempre habrá cantidades más que
suficientes de glucosa para cubrir las necesidades del cerebro, mantener el nivel de azúcar en
sangre, conservar las reservas de glucógeno y nutrir los glóbulos rojos.)
Muchas personas desean tener más energía para entrenar y correr más rápido, mejorar su
estado de salud general, aumentar su capacidad mental y otros beneficios. Todo esto puede
conseguirse con solo ascender por el espectro energético. Se trata de reducir todavía más la
insulina comiendo todavía menos carbohidratos a fin de que el cuerpo fabrique cetonas a
partir de las grasas, pues estas constituyen una fuente inagotable de energía. Tanto el
cerebro como prácticamente todo el cuerpo pueden utilizar esta energía de una manera
totalmente saludable.
Durante décadas, la publicidad engañosa ha ido alimentando la idea de que el azúcar es
sinónimo de energía. Pero lo cierto es que el azúcar constituye una fuente muy pobre. La
grasa proporciona más del doble de energía que el azúcar. Y al generar cetonas, el cuerpo
puede descubrir una reserva energética todavía mayor.
Los seres humanos no necesitamos adaptarnos a las grasas. Este es, en realidad, nuestro
estado fisiológico normal y saludable. Lo que ahora debemos hacer es asegurarnos de que
tenemos el metabolismo de las grasas activado.
El error cometido durante los últimos siglos es que, a través de la desinformación de la
industria alimentaria y el mal asesoramiento de los gobiernos, hemos forzado nuestros
cuerpos a adaptarse al azúcar. El resultado ha sido nefasto, excepto para ciertos profesionales
de la medicina y las farmacéuticas, que han visto aumentar su mercado gracias a todas las
enfermedades relacionadas con el azúcar: desde el alzhéimer y el cáncer hasta la diabetes y las
patologías cardiacas, por no hablar de la epidemia de obesidad que se extiende, imparable,
por todo el planeta.
Algunas personas llegan a reducir tanto los carbohidratos que su metabolismo pasa a fabricar
más cetonas. Esta forma de alimentarse, que no constituye ninguna dieta, ha recibido hasta la
fecha varias denominaciones: paleodieta, dieta cetogénica, dieta de las grasas… En lugar de
seguir, a ciegas, un tipo de menú preestablecido (que suele coincidir con la última dieta
autoproclamada como la definitiva), lo ideal es que cada uno de nosotros aprenda a
alimentar su cuerpo de la manera más adecuada para su metabolismo.
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¿Cómo podemos utilizar las cetonas —que fabricamos a toda hora en pequeñas cantidades—
en mayor cantidad, con el fin de aumentar nuestra energía y mejorar nuestra salud y forma
física? Lo vemos a continuación.
2- Engrasa tu velocidad
La idea de ganar velocidad a partir de las grasas es la otra cara de la moneda de un tema
clave en el ámbito de la resistencia física. En un artículo que escribí en 1982 hablaba de
desarrollar el sistema aeróbico mediante un entrenamiento submáximo más lento, con el fin
de lograr ritmos de carrera más rápidos.
Una advertencia, no obstante, sobre este planteamiento: para lograr este objetivo resulta
indispensable contar con un metabolismo sano cuyo combustible principal sea la grasa. Sin
esta parte de la ecuación, entrenar a ritmo lento solo dará como resultado más entrenamiento
lento, porque el sistema aeróbico nunca tendrá suficiente combustible (grasa) para
desarrollarse.
Esta es la pregunta que más suelen hacerme aquellos atletas que intentan entrenar a una
frecuencia cardiaca más baja y no logran ganar velocidad o se estancan tras una mejora inicial.
Si no se alimenta el sistema aeróbico con mayores cantidades de combustible en forma de
grasas, no resulta posible ganar velocidad a la misma frecuencia cardiaca submáxima.
El problema para la mayoría de las personas es que son adictas a los carbohidratos y, en
particular, a los que presentan un elevado índice glucémico, los cuales frenan la quema de
grasas.
Ambos aspectos son igual de importantes: bajar el ritmo de los entrenos para desarrollar el
sistema aeróbico, que se basa en la musculatura de contracción lenta, y reducir los
carbohidratos lo suficiente para que el cuerpo genere más energía a partir de la grasa.
El mero hecho de llevar una dieta muy baja en hidratos de carbono no hará que corras más
rápido. Sin embargo, aumentará rápidamente la cantidad de energía disponible para las fibras
musculares de contracción lenta, lo cual podría aumentar, y mucho, tu rendimiento. (Un atleta
con el que trabajé fue capaz de correr una milla casi un minuto más rápido a la misma
frecuencia cardiaca tras solo dos semanas de reducir su ingesta de carbohidratos.)
La mejor manera de medir si tu función aeróbica está mejorando es con el MAF test, que
describimos ya en otro artículo. La idea básica es que, a medida que las fibras musculares
aeróbicas disponen de más grasa, el cuerpo puede correr (nadar, pedalear, etc.) más rápido a
la misma frecuencia cardiaca submáxima.
La idea es simple: al aumentar la energía disponible, los músculos de resistencia funcionan a
mayor velocidad y durante más tiempo. Esta energía extra solo puede proceder de la grasa
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almacenada, y hasta los atletas más delgados disponen de una gran cantidad de grasa en el
cuerpo. Dicha energía no puede proceder del azúcar (glucosa) porque esta fuente es muy
limitada.
Numerosos atletas se hallan estancados en el modo lento porque su energía es limitada. Y
muchos de aquellos que ya son rápidos no logran correr a mayor velocidad por la misma razón.
Para poder cambiar la fuente de energía y aumentar el metabolismo de las grasas, es preciso
modificar el estilo de vida: comer muchos menos carbohidratos y entrenar el sistema
aeróbico que se alimenta de las grasas.
El cuerpo cetónico
Lo mejor de quemar más grasa corporal —y
mejorar el rendimiento— es que reporta muchos
más beneficios para la salud: aumenta la
longevidad en la práctica deportiva y evita
lesiones, por citar solo dos.
¿Qué más pueden pedir los atletas de
resistencia? La respuesta es: quemar todavía más
grasa. Cuando esto ocurre, nuestro metabolismo
aumenta de manera significativa la fabricación de
cuerpos cetónicos, un grupo de tres compuestos
químicos producidos en el hígado a partir de las
grasas, que también se utilizan para generar
energía. (Técnicamente se llaman cuerpos
cetónicos, y no cetonas.)
La cetosis es el estado metabólico que se asocia
con una gran cantidad de cuerpos cetónicos en
sangre. Este puede ser un buen indicador de que has alcanzado el máximo nivel de la quema
de grasas, lo cual te brindará una energía prácticamente ilimitada para entrenar y competir
durante más tiempo y a mayor velocidad, y hará que te recuperes antes de cualquier actividad
física.
El mero hecho de llevar una dieta alta en grasas no basta para alcanzar la cetosis o quemar
más grasas. Sólo una dieta muy baja en carbohidratos (y sin demasiada proteína) reduce
suficientemente los niveles de insulina para que el cuerpo queme el máximo de grasas,
descomponiendo más grasa almacenada y transformándola en energía.
Además de reducir los alimentos ricos en carbohidratos, es necesario añadir más grasas a cada
comida a fin de compensar la reducción de calorías resultante de eliminar los hidratos.
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El hecho de comer más grasa no significa que la ingesta calórica total sea más elevada; en
realidad, suele ser la misma. En ocasiones, las calorías pueden incluso reducirse, ya que las
personas que queman más cantidad de grasa suelen necesitar menos calorías totales.
Midiendo los cuerpos cetónicos
La manera más habitual de determinar si tu cuerpo se halla en un estado máximo de quema de
grasas y produciendo cuerpos cetónicos es mediante un simple análisis de orina, que muestra
la presencia de cuerpos cetónicos en la orina. Pero para saber con exactitud qué cuerpos
cetónicos estás fabricando y en qué cantidades, lo mejor es que pidas un análisis de sangre.
Hay determinados síntomas que se asocian con la quema de grandes cantidades de grasa y
cuerpos cetónicos. Comiendo de manera regular, uno apenas debería sentir hambre. Es decir,
la sensación de hambre es un claro indicador de que no se está quemando suficiente grasa.
Esto es igualmente aplicable a las sesiones de entreno. Los atletas que necesitan comer
durante una carrera o un rodaje largos es porque no están quemando suficiente grasa. Lo
mismo ocurre con aquellos que necesitan ingerir grandes cantidades de hidratos durante una
competición.
Los atletas que queman grandes cantidades de grasa para obtener energía pueden eliminar, o
reducir muchísimo, la ingesta de alimentos durante los eventos de larga duración.
Más beneficios de las grasas
Hay muchos atletas que desean adelgazar para perder peso y grasa corporales porque desean
mejorar su economía de carrera y ganar velocidad. El hecho de quemar grandes cantidades de
grasa corporal tiene otras muchas ventajas: puede acelerar la recuperación, reducir las
lesiones y mejorar otros muchos aspectos tanto del cuerpo como del cerebro.
Con cada vez más personas desean seguir entrenando y compitiendo a sus 60, 70 o más años
sin que su rendimiento merme. Esto también puede lograrse quemando una buena cantidad
de grasa corporal. Podemos hacer que la grasa sea el combustible principal incluso cuando
competimos, con lo cual estaremos cosechando los beneficios comentados en este artículo.
El hígado de un cuerpo sano fabrica cuerpos cetónicos de manera continua. Aumentar los
niveles de cuerpos cetónicos mediante la reducción de hidratos de carbono no conlleva
ningún tipo de riesgo. Solo en el caso de sufrir diabetes, esta puede complicarse si no se
controla el azúcar en sangre como es debido. Entonces los cuerpos cetónicos pueden
aumentar hasta niveles peligrosos y hacer que el pH de la sangre baje, lo cual llevaría al cuerpo
a un estado muy grave denominado cetoacidosis diabética.
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Pero cuando contamos con unos niveles fisiológicos normales de cuerpos cetónicos, estos
constituyen la fuente de energía preferida para la mayor parte del cuerpo, sobre todo para el
cerebro, el hígado y el corazón. Además, los músculos aeróbicos siguen prefiriendo quemar
grasa para obtener energía, pues la presencia de cuerpos cetónicos indican que hay una gran
cantidad de grasa disponible para dichas fibras musculares.
Al igual que determinados ácidos grasos se consideran esenciales porque constituyen potentes
estimuladores de la salud, los cuerpos cetónicos también tienen un enorme poder terapéutico
sobre todo el cuerpo.
3- Beneficios de las grasas y los cuerpos cetónicos
Mucho antes de que la glucosa se convirtiera en la principal fuente de energía para el cuerpo
humano, la grasa constituía un elemento clave de nuestra fisiología. Nuestros ancestros del
paleolítico comían una dieta muy rica en grasas, con cierta cantidad de proteínas y muy pocos
hidratos de carbono. Aquella constituyó la terapia natural definitiva, el plan nutricional
perfecto que nos permitió llegar hasta donde estamos ahora.
Millones de años más tarde, hemos «descubierto» de nuevo que esta misma forma de
alimentación resulta terapéutica.
Del mismo modo que podemos aumentar la cantidad de grasa que usamos como combustible
con solo reducir la insulina, el cuerpo fabrica más cuerpos cetónicos cuanto menos
carbohidratos comemos. Y esto reporta enormes beneficios a todo el cuerpo: los cuerpos
cetónicos constituyen una fuente de energía primordial para el hígado, el cerebro, los
intestinos y otras partes del cuerpo. El hecho de que los músculos aeróbicos dispongan de
más grasa para realizar actividad física durante más tiempo y a mayor velocidad puede mejorar
la capacidad de resistencia. Asimismo, existe un potencial real de mejorar la salud y la forma
física a muchos otros niveles. He aquí algunos de ellos:
Musculatura
El estado de cetosis nutricional hace que el cuerpo utilice más grasa para mover la musculatura
y, por tanto, reserve el glucógeno. Este aspecto es muy importante tanto en el transcurso de
una competición como para mantener el azúcar en sangre estable mientras dormimos.
Asimismo, el hecho de disponer de más grasa y quemar cuerpos cetónicos hace que el cuerpo
tenga menos necesidad de comer y tomar bebidas con carbohidratos durante los entrenos
largos y las competiciones. En un estudio científico publicado hace un año («Rethinking fat as a
fuel for endurance exercise», European Journal of Sport Science, 2014) los autores afirman
que: «Popularmente se dice que hay que consumir unas 6000 kcal de carbohidratos durante
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una carrera de 160 km, pero los corredores que siguen una dieta baja en carbohidratos suelen
acabarla (y, a menudo, ganarla) habiendo ingerido unas 1500 calorías o menos.»
Por ejemplo, en 2014, el campeón mundial Hal Walter echó mano, únicamente, de agua y de
su grasa corporal durante más de cinco horas de carrera intensa para ganar una edición más
de la World Championship Pack Burro Race.
Inflamación y radicales libres
Reducir, de manera significativa, los carbohidratos de la dieta influye sobremanera en el
equilibrio del mecanismo inflamatorio del cuerpo. El motivo es bien simple: al producir menos
insulina, el cuerpo produce menos sustancias químicas inflamatorias. Esto puede traducirse
en menos lesiones físicas, que suelen asociarse con todo tipo de “itis” (tendinitis, fascitis
plantar y artritis) y problemas en otras partes del cuerpo, como gastritis, colitis, etc. Los
cuerpos cetónicos influyen, también, de manera positiva en el control de nuestros genes y en
la regulación de los radicales libres para acelerar la recuperación tras un entreno, una carrera o
toda una temporada de competiciones.
Una recuperación acelerada
Como el hecho de quemar mucha grasa y contar con numerosos cuerpos cetónicos reduce la
inflamación y el estrés oxidativo, podemos recuperarnos más rápidamente de cualquier
actividad física. Esto puede ayudarnos, incluso, a tolerar mejor otros factores de estrés de la
vida diaria. Si el cuerpo no está sano, la recuperación es más lenta debido a una mayor
producción de radicales libres (es decir, de estrés oxidativo). Pero aumentando los cuerpos
cetónicos y la quema de grasas, los atletas pueden entrenar mejor, competir más a menudo y
mejorar su rendimiento: el trío de ases del deporte de resistencia.
Menos grasa corporal y menos peso
Muchos de mis artículos hablan de cómo una mayor combustión de las grasas hace que
perdamos peso y reduzcamos la grasa almacenada en el cuerpo.
Pasar de una dieta alta, o moderadamente alta, en carbohidratos a un régimen alimenticio
con muy pocos carbohidratos, la proteína justa y muchas grasas es un proceso que puede
tardar más o menos tiempo, dependiendo del individuo. Si bien los beneficios se notan
enseguida, pueden tardar hasta dos semanas en hacerse evidentes. El cambio completo puede
llevar un par de meses o más. Así que, si has realizado el test de las 2 semanas o has eliminado
la comida basura de tu dieta y no te has sentido mejor, probablemente es porque no has
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prolongado el proceso el tiempo suficiente. Otros motivos por los que quizá no te haya
funcionado son: no comer suficientes calorías o grasas, no comer con la frecuencia suficiente,
o bien tomarte algún hidrato refinado de vez en cuando.
Si ingieres muy pocos hidratos de carbono, tus niveles de cuerpos cetónicos aumentarán de
manera significativa. Durante este periodo de cetosis, algunas personas tienen mal aliento.
Este se debe a que se libera un cuerpo cetónico llamado acetona, que se exhala a través de los
pulmones. La concentración de acetona en el aliento puede estar correlacionada con otro
cuerpo cetónico clave en la sangre, el ß-hidroxibutirato. No obstante, una vez que el cuerpo ya
se acostumbra, el mal aliento desaparece total o prácticamente.
El cerebro
Durante 100 años, la medicina ha utilizado el estado de cetosis, con una elevada combustión
de las grasas, para tratar la epilepsia en niños y adultos. Algunas personas consiguen, de este
modo, reducir o eliminar la medicación. Sin embargo, desde que en 1930 aparecieran los
primeros medicamentos contra la epilepsia, estos
se convirtieron en la terapia más conveniente pese
a que «incluso los medicamentos más recientes
siguen fallando a la hora de brindar una mayor
eficacia clínica» (Jasper's Basic Mechanisms of the
Epilepsies, 2012).
El mayor uso de cuerpos cetónicos y la menor
dependencia de la glucosa en el cerebro también
proporcionan otros probados beneficios, a los que
nos referimos como neuroprotección. La mayoría
de los trastornos mentales, desde el alzhéimer y
otras disfunciones cognitivas hasta el párkinson,
se puede prevenir. Una manera de hacerlo es
protegiendo el cerebro y, en este sentido, un
régimen alimenticio saludable que favorezca la
cetosis y las grasas tiene mucho que decir. Otros
problemas que responden bien a la cetosis son: las cefaleas, las lesiones por traumas, los
trastornos del sueño, el cáncer, el autismo y la esclerosis múltiple.
Otro factor importante de alimentarse bien es que el cerebro ve aumentada su energía,
creatividad y resistencia, mientras que su capacidad de aprendizaje y concentración mejora
sobremanera.
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Enfermedades cardiovasculares
Un menor consumo de carbohidratos también puede reducir, de manera rápida y significativa,
toda una serie de factores de riesgo cardiovasculares. Las personas que presentan altos niveles
de triglicéridos ven cómo estos se reducen en solo unos pocos días. Asimismo, el hecho de
seguir comiendo pocos carbohidratos equilibra el colesterol, haciendo que el LDL baje y el HDL
suba, con lo cual se reduce el riesgo de sufrir algún problema cardiovascular. Hay personas
que responden enseguida a una modesta reducción de los carbohidratos, mientras que otras
deben adentrarse más en el espectro de la cetosis para cosechar dichos beneficios.
Comer pocos carbohidratos también rebaja rápidamente la secreción de insulina, lo cual puede
reducir, y mucho, la hipertensión. Es necesario advertir que, en algunos casos, esto se produce
a los pocos días. Aquellas personas hipertensas que realicen el test de las 2 semanas o
simplemente dejen de comer carbohidratos «de sopetón», deberían acudir a un profesional de
la salud para que les controle, ajuste o elimine la medicación pertinente.
Intolerancia a los carbohidratos
Ya se trate de diabetes, resistencia a la insulina, bajos niveles de azúcar en sangre o cualquier
otra denominación asociada con la incapacidad de metabolizar adecuadamente la glucosa y la
insulina, estos problemas pueden cambiar rápidamente en cuanto la persona se alimenta de
manera saludable, hasta el punto de no tener que precisar más medicación (o muy poca) e
incluso prescindir de la insulina.
El intestino
Los almidones y disacáridos pueden dañar las bacterias intestinales, además de producir una
gran cantidad de gases. Los atletas que ya no necesitan tomar grandes cantidades de
carbohidratos durante sus entrenos y carreras, ven reducido en gran medida su estrés
intestinal. Asimismo, al rebajar el estrés oxidativo de los radicales libres y los niveles de
inflamación, aquellas personas que consumen menos hidratos de carbono tienen el tracto
intestinal más sano en general y, en muchos casos, logran dejar atrás dolencias como la colitis,
la gastritis y otros trastornos crónicos del intestino.
Envejecimiento
Una ventaja todavía más sorprendente de añadir cuerpos cetónicos a un buen metabolismo de
las grasas es el efecto que tiene sobre el envejecimiento.
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Tal y como hemos dicho, comer pocos hidratos de carbono aumenta el número de cuerpos
cetónicos, mientras que el estrés oxidativo (radicales libres) se reduce sobremanera. Y esta
es una manera muy saludable de fomentar la longevidad.
Al consumir una mayor cantidad de grasas, las personas que comen muy pocos hidratos y la
cantidad adecuada de proteínas suelen necesitar comer menos para mantener grandes niveles
de energía. El resultado es una reducción de las calorías totales a lo largo de un día normal. Ya
se ha demostrado que la restricción calórica ralentiza el proceso de envejecimiento biológico
en animales de laboratorio.
Con todo estos beneficios —y otros, como el equilibrio hormonal—, muchos de los cuales se
perciben a los pocos días o semanas, uno tiende a pensar que todo el mundo querría comer
bien. Los dos motivos más habituales por los que la gente se siente incapaz de seguir una
dieta saludable son su adicción al azúcar y la fobia a las grasas.
La composición de los macronutrientes en nuestra dieta determina las fuentes de energía. En
un extremo del espectro, unos malos hábitos alimenticios hacen que sigamos dependiendo de
la glucosa para obtener energía y nuestro metabolismo acumule grasa y no esté sano. Pero, al
reducir los carbohidratos, empezamos a quemar más cantidad de grasas para obtener la
energía, por lo que perdemos grasa corporal y mejoramos nuestra salud. Si seguimos
reduciendo todavía más la insulina, los cuerpos cetónicos aumentan de manera considerable y
contribuyen en gran medida a nuestras necesidades energéticas, al tiempo que el
metabolismo de las grasas mejora aún más nuestra salud y resistencia físicas. Nosotros
decidimos en qué punto del espectro energético queremos estar.
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