I. La Hermenéutica: Una Introducción La palabra “hermenéutica” viene del nombre del dios griego Hermes, cuya tarea fue la de interpretar la voluntad de los dioses. La hermenéutica se trata del estudio de cómo interpretar los discursos—se puede definir como la ciencia y el arte de la interpretación. Es una ciencia porque consiste en una serie de reglas sistemáticas que gobiernan la interpretación; pero también es un arte porque la comunicación es flexible, y no siempre se puede entender el significado de lo comunicado aplicando las reglas rígidamente. ¿Por qué una serie de artículos sobre la hermenéutica? Algunas cuantas veces he oído la siguiente protesta: “esta es tu interpretación—pero yo sólo quiero saber lo que dice la Biblia”; como si la interpretación irremediablemente fuera una imposición sobre el texto bíblico, un texto que supuestamente se puede entender “directamente.” Hay que decir que esta postura, aunque loable por su deseo de someterse a la autoridad final de las Escrituras, es bastante ingenua en cuanto a las realidades de la comunicación. La verdad es que en nuestra experiencia estamos interpretando constantemente. Al recibir cualquier comunicación, nos vemos obligados a descifrar el “código” (lenguaje) en el cual el mensaje nos ha llegado. Este proceso de descifrar no es nada más ni nada menos que la interpretación. Normalmente no somos conscientes de la labor interpretativa que llevamos acabo. En la vida cotidiana muchas veces entendemos la comunicación (verbal o no) de manera casi espontánea. El proceso hermenéutico suele ser muy breve, y muchas veces inconsciente. No obstante, en ningún momento dejamos de interpretar. Así que, estamos siempre haciendo la hermenéutica. Nuestra lectura de la Biblia no es ninguna excepción a esta regla. De las Escrituras hay interpretaciones mejores y peores, pero no podemos escaparnos de la necesidad de interpretar cuando leemos la Biblia. Interpretaremos mejor, y como consecuencia entenderemos mejor lo que Dios nos quiere decir, si nos volvemos más conscientes de nuestra práctica de la interpretación—de cómo buscamos el sentido del texto bíblico. Por lo tanto, una de las metas de esta serie será de ayudarnos a volver un poco más conscientes de nuestra hermenéutica. ¿Cómo abordaremos el tema? Comenzaremos en este artículo y el siguiente con un breve repaso de la historia de la hermenéutica bíblica hasta el siglo 20. Luego, en cada uno de los otros tres artículos consideraremos brevemente unas de las trayectorias modernas en la interpretación (de la Biblia y de otros textos). Esto nos llevara a tratar unas teorías hermenéuticas no-cristianas. ¿Por qué meternos con estas teorías que tanto en sus presuposiciones como en sus conclusiones son a menudo contrarias a la fe cristiana? La respuesta es doble. Por un lado, la realidad es que las teorías, filosofías e ideologías que rodean la iglesia muchas veces acaban afectándola. Como veremos en la siguiente sección (“Breve resumen de la historia de la hermenéutica bíblica”) teorías hermenéuticas más bien paganas e humanistas siempre han representado una amenaza para la iglesia—y la iglesia se ha dejado afectar en la medida que no ha sido conciente de estas amenazas o no ha sabido responder bíblicamente a ellas. Por eso es importante saber donde están los peligros en el siglo 21 y como afrontarlos bien para no perder el sano entendimiento del evangelio. Por otro lado, podemos aprovechar de ciertas observaciones de no los creyentes en cuanto nos obligan a plantearnos cuestiones que de otra forma tal vez no nos hubiéramos planteado. Por ejemplo, en los tiempos de la Reforma, los protestantes aprovecharon de varias tendencias del Renacimiento, como por ejemplo el trabajo en los idiomas antiguas, los avances en la lingüística, y su insistencia en volver a las fuentes originales (ad fontes). Así que, para leer mejor la Biblia en nuestro contexto del siglo 21, haremos bien en considerar brevemente algunas de las tendencias hermenéuticas actuales. Pero no podemos parar allí. Después de considerar unas tendencias modernas de la interpretación, miraremos de dibujar los contornos básicos de una hermenéutica bíblica—es decir, una metodología de interpretación que se desprenda de la misma Biblia y que sea coherente con sus atributos (p.ej.; su inspiración, su claridad, su autoridad). Lo haremos enfocándonos en los tres elementos básicos de la comunicación escrita: el autor, el texto, y el lector (el autor envía un mensaje al lector por medio del texto). Para captar bien el sentido del mensaje plasmado en cualquier texto, es necesario saber cuales son los roles distintivos de estos tres elementos, y también saber como llevan acabo sus respetivas tareas en la transmisión del mensaje textual. Esto también se aplica a la interpretación de la Biblia. Siempre ha habido debate sobre como mejor interpretar la Palabra de Dios (¡desde el principio—Gen 3:1!), y hoy en día parece que hay más controversia que nunca. Pero, como veremos, las diferencias que pueden haber en cuanto a la hermenéutica bíblica muchas veces tienen que ver, de una manera u otra, con el respetivo papel que entendemos que juegan el autor, el texto y el lector, y cómo suponemos que desempeñan sus funciones. Estos tres elementos de la comunicación textual darán forma a la presentación.1 II. Breve resumen de la historia de la hermenéutica bíblica. Para entender porque las cosas son como son hoy en día es necesario saber de donde venimos. Por eso es conveniente hacer un breve resumen breve de la historia de la hermenéutica bíblica. Veremos que muchas veces los interpretes de la Biblia agualieron e incluso perdieron por completo el mensaje del evangelio debido a su asimilación (consciente o inconsciente) de tendencias herméneuticas ajenas a la fe cristiana. Sobre todo veremos como interpretes en diferentes epocas entendían, mejor o pero, el juego entre el autor, el texto y el lector. Interpretación judía antigua. El pueblo judío creía que sus escritos sagrados eran la Palabra de Dios. Esta creencia produjo un trabajo arduo en la preservación de los textos. También produjo practicas interpretativas distintas a las practicas aplicadas a otros textos no inspirados. Muchos de los rabinos empezaron a pensar, por ejemplo, que podía haber varios significados en un solo texto. Concretamente, la escuela alejandrina aplicaba la alegoría como un modelo de interpretación. La alegoría es la práctica de buscar correspondencias de lenguaje y conceptos entre un texto y otra realidad externa. Bajo este modelo, los elementos de la narración de un 1 Por supuesto, no se puede tratar a fondo un tema tan amplio como la hermenéutica bíblica en cinco artículos cortos. Para el lector que quiere indagar más, hay tres introducciones al tema en castellano que son muy recomendables: Sproul, R.C., Como estudiar e interpretar la Biblia (Unilit, 2004); Berkhof, L., Principios de Interpretación Bíblica (Libros Desafío, 2005); Martínez, J.M., Hermenéutica Bíblica (Clie, 1984). También se puede consultar las obras citadas en las notas de los artículos, aunque la mayoría estarán en ingles. texto son simbólicos y no necesariamente históricos. La alegoría permitía a los interpretes judíos armonizar las diferencias entre los textos de su tradición y la filosofía de Platón y otros, atribuyendo un sentido “espiritual” a textos que en su lectura natural eran chocantes en el ámbito cultural helénico. Los rabinos creían que el texto de las Escrituras contenía la revelación de Dios, pero lo que había allí solamente se entendía por medio del proceso continuo de interpretación, o midrash. Para los rabinos, el midrash era simplemente el proceso de sacar lo que está latente en el texto. Pero este midrash muchas veces iba más allá que el significado a la superficie del texto. Como observa Kevin Vanhoozer, “[m]uchas veces el comentario rabínico es creativo en vez de descriptivo.”2 Esta creatividad interpretativa demuestra que los lectores rabínicos tenían un papel muy destacado en la determinación del sentido del texto. Sin embargo, los rabinos creyeron que el autor último de las Escrituras era Dios, y atribuían el significado de su interpretación siempre a él. El midrash fue visto como la continuación o el desarrollo de la revelación divina. Interpretación cristiana patrística. Muchos de los interpretes cristianos antiguos fueron educados en la retórica y la poesía, y aplicaban los principios de estos estudios en su interpretación de las escrituras. Comparaban historias y poesías bíblicas con las que conocían en la literatura clásica. Por ejemplo, Agustín comparó las Escrituras con Cicero, y opinaba que Cicero era superior en cuanto su carácter literario.3 A pesar de a veces caer en el error de juzgar la Biblia con un listón ajeno— como era la literatura clásica griega—esto demuestra que Agustín y otros interpretes patrísticos prestaban atención a algunas de las características literarias de las Escrituras. Estaban dispuestos a apreciar lo humano de la Biblia en cuanto a su estilo y sus formas de expresión. Con la intención de hacer las Escrituras relevantes, sobre todo las del AT, muchos cristianos de la época patrística practicaban la interpretación alegórica. Lo hicieron con la motivación de entender el AT como un documento cristiano. Querían encontrar a Cristo en el AT y evitar tener que atribuir cosas a Dios que creían que no eran dignas de él. Por lo tanto, afirmaban que el texto podía tener más que un solo sentido. Por ejemplo, Orígenes decía que las Escrituras tienen tres sentidos: literal, moral, y espiritual o alegórico. Orígenes se enfocaba mucho el sentido alegórico porque creía que allí es donde se encontraba la ciencia importante para la iglesia del nuevo pacto. El sentido literal fue visto como inferior, digno de los creyentes sencillos pero no de los más maduros en la fe. Pero esta postura no fue unánime entre los interpretes cristianos antiguos. La escuela de Antioquia provee un ejemplo de una exégesis más similar al método moderno llamado “histórico gramático.” Generalmente hablando, esta escuela rechazaba la interpretación alegórica, la cual ponía en duda la historicidad de mucho del AT. En cambio, decía que la interpretación de cualquier pasaje tiene que estar fundada en la situación histórica original. No obstante, el interprete no debe negar las 2 Kevin Vanhoozer, Is There a Meaning in This Text? (Grand Rapdis: Zondervan, 1998), 115. También F.L. Cross & E.A. Livingstone eds. The Oxford Dictionary of the Christian Church (Oxford: Oxford University Press, 1997), 1085. 3 Tremper Longman III, Literary Approaches to Biblical Interpretation, páginas 91-192 en Moisés Silva, Foundations of Contemporary Hermeneutics (Grand Rapids: Zondervan, 1987), 104. presencia de figuras en el texto. La interpretación, según esta escuela, debería ser “literal.” Esto no significa una interpretación literalista, sino una interpretación según el uso común del lenguaje. Puede incluir sentidos figurativos y tipos. Teodoro de Mopsuestia fue prolífico en su defensa de este sensus literales.4 Agustín fue una especie de síntesis de estas dos escuelas.5 Articulaba principios aceptados hoy en día por interpretes tradicionales (la necesidad de interpretar un texto según su contexto, y de interpretar los pasajes difíciles en la luz de pasajes más claros, etc.). Pero también decía que hay que escoger la interpretación que aumente más la caridad y amor en la iglesia. En la practica, interpretaba alegóricamente muy a menudo para conformar ciertos textos a esta regla. En la síntesis de Agustín, se ve de nuevo el juego entre la autoridad fija del autor, la naturaleza del texto, y la participación del lector en la interpretación. Muchas de las interpretaciones alegóricas de la época patrística parecen altamente creativas porque carecen de base textual. Esta realidad refleja el papel destacado de los lectores. Luego, se puede decir que el texto tenía una cierta autonomía respeto a sus autores humanos, en cuanto que el sentido literal (o incluso el sentido histórico) fue menospreciado. Pero tanto en la interpretación literal como en la alegórica, en teoría hubo controles que frenaban la especulación. Es decir, aunque Agustín reconocía la posibilidad de una pluralidad de interpretaciones, pero también marcó unos limites en la interpretación. Mencionaba controles como el uso común del lenguaje, la clara enseñanza de otros pasajes bíblicos, y la “regla de la fe” (cualquier interpretación tenía que cuadrar con la doctrina cristiana, en concreto, la Trinidad). Al final, incluso las alegorías hablan del “discurso racional y univoca de Dios.”6 En teoría, el sentido alegórico correspondía con la intención de Dios en inspirar el texto. Aquí lo dejamos por ahora. Vemos que ya en la iglesia primitiva hubo influencias ajenas a la fe cristiana que afectaban la hermenéutica de los lectores de la Biblia. Sobre todo, sin ser muy conscientes de ello, interpretes antiguos daban un rol desmesurado al lector en la comunicación del texto bíblico, y permitían que los criterios de su cultura dictaran el sentido de la Biblia en muchas ocasiones (sobre todo en sus interpretaciones alegóricas). Veremos en el siguiente artículo que este no sería un fenómeno aislado en la historia de la iglesia. Matt Leighton Publicado en Edificación Cristiana, 2009-2010. 4 Michael S Horton, Covenant and Eschatology, The Divine Drama (Louisville: John Knox Press, 2002), 172. 5 Vanhoozer, Is There a Meaning, 118. 6 ibid., 123.