II. Breve resumen de la historia de la hermenéutica bíblica (2ª parte) Interpretación medieval. Continuamos con nuestro repaso de la historia de la hermenéutica bíblica situándonos en la época medieval. La interpretación alegórica con su pluralidad de sentidos llegó a ser la norma en la interpretación bíblica de la edad media. La Cuadriga, articulada por Agustín, fue aplicada ampliamente. Incluía cuatro sentidos: lo literal (el sentido evidente de las palabras), lo moral (el sentido que instruye a los hombres como comportarse), lo alegórico (el contenido de la fe), y lo anagógico (la expresión de la esperanza futura). Según la Cuadriga, la ciudad de Jerusalén, por ejemplo, apuntaba a una ciudad histórica (literal), el alma humana (moral), la iglesia (alegórico), y la Jerusalén celestial (anagógico). A la vez, en la edad media, el estudio de la teología llegó a ser un tema universitario. Por lo tanto, hubo un intento de hacerlo más “científico” (ordenado y estructurado). El resultado fue una cierta domesticación de la Cuadriga. Por ejemplo, Nicolás de Lira (c.1270-1349) dejaba lugar para interpretaciones místicas, pero siempre daba la preferencia al sentido literal, diciendo que los otros sentidos se tenían que basar en ello. Curiosamente, el método de Nicolás luego tendría cierta influencia en el desarrollo de la teología de Lutero.1 Tomás de Aquino también reconoció la importancia del significado literal en el texto bíblico junto con un significado espiritual o teológico. Para él, el sentido literal era la intención del escritor original del pasaje, y el sentido espiritual era el significado que Dios había puesto más allá de la conciencia de los autores humanos. En esta época, hablando en términos generales, no hubo muchos avances hermenéuticos, en gran parte porque la mayoría de los clérigos eran ignorantes del texto bíblico, y porque la meta de aquellos que sí lo estudiaban era la de ver de confirmar la enseñanza de la iglesia por medio de la exégesis. La enseñanza de la Biblia tuvo que adaptarse de nuevo a algo humano, en este caso, la doctrina de la iglesia. La filosofía pagana también dejo su huella, sobre todo el pensamiento de Aristóteles incorporado por Tomás.2 La Reforma. Como dijimos en el artículo anterior, los movimientos intelectuales no cristianos pueden tener consecuencias positivas en la iglesia si se sabe retener lo bueno y desechar lo malo. Un ejemplo de esto sería la influencia del Renacimiento en varios sectores del cristianismo en el siglo 16. Los eruditos humanistas del Renacimiento eran celosos por “volver a las fuentes” originales y recuperar textos literarios latinos y griegos. Eruditos bíblicos también recuperaron un aprecio por los idiomas originales de la Biblia y el estudio de ella como una obra literaria. Los reformados dejaron de lado la Vulgata, y la Cuadriga también. Estos exegetas fueron en búsqueda del sentido original del texto, lo cual creían que estaba enterrado debajo de siglos de interpretación “espiritual.” Se decía que no se debe imponer ningún sentido simbólico ni figurativo sobre un texto que no lo lleve de por si. No obstante, los reformados no abandonaron la posibilidad de encontrar diferentes niveles de sentido en el texto bíblico—es decir, el renovado enfoque en el sentido literal del texto no quería decir que se tenía que leer toda la Biblia como una narración histórica. 1 Louis Berkhof, Principles of Biblical Interpretation (Grand Rapids: Baker, 1950), 25. Ve, por ejemplo, los comenatrios de Graeme Goldsworthy en Gospel Centered Hermeneutics (Downers Grove: IVP, 2006), 107. 2 Lutero, por ejemplo, rechazaba la Cuadriga. Con la escuela antioquena, Lutero decía que la interpretación correcta se basa en un entendimiento literal del texto. Pero el reformado alemán insistía que “literal” no significa “literalista.” Lutero no negó la abundante presencia de lenguaje figurativo en la Biblia. Tampoco rechazaba la posibilidad de que hubiese un sentido en el texto que fuese más allá que la intención del autor humano. De hecho, justificaba el AT como un libro cristiano, afirmando que todo el AT hace referencia a Cristo (Lucas 24:27). Con los demás reformados, veía tipos de Cristo en el AT (Ro 15:4). Entendía estos tipos como parte de la interpretación literal de las Escrituras. Calvino también era un gran defensor del sensus literales, entendido de esta manera. Insistía en que la Biblia se tiene que leer en su sentido “natural,” el sentido que se determina por el funcionamiento normal de la gramática. Pero, como Lutero, Calvino reconocía que a veces la lectura natural no es necesariamente la más sencilla. Reconocía que muchas veces el lenguaje bíblico es figurativo, y también muchos textos poseen un sensus spiritualis—un significado que va más allá que lo que los autores humanos entendían cuando escribían. La gran diferencia en este punto entre Calvino y la escuela alejandrina o la medieval, era que para Calvino el sentido espiritual de algún texto ES su sentido literal (no su sentido figurativo o alegórico a diferencia del literal). Es decir, el sensus spiritualis es el sentido “obvio” de ciertos pasajes, es su interpretación más natural.3 Por ejemplo, Calvino veía a personajes y objetos claves del AT como “figuras” o “tipos” de Cristo. Estos elementos del texto eran reales e históricos, y a la vez en la providencia de Dios y en la historia de la salvación prefiguraban a Cristo y su obra. La clave para la interpretación de la tipología hecha por Calvino y otros reformados es que en el contexto del canon entero, esta “prefiguración” es el sentido evidente del texto—es el sentido que Dios quiso comunicar. Se sabe que es así porque el canon mismo establece un patrón de promesa y cumplimiento, un proceso de desarrollo en la revelación de Dios que se mueve desde lo temporal hacia lo permanente, de la prefiguración hasta la revelación completa y definitiva.4 En este planteamiento, en último término, la intención del autor divino es la referencia de toda interpretación. Es Dios quien ordena la historia de tal forma que tenga sentido y se culmine en la revelación de Dios en Cristo. El texto nunca tiene autonomía; siempre se ha de entender en sus contextos (históricos o canónicos). El papel del lector se reconocía también. Calvino reconocía que es imposible que el lector quede pasivo en la hermenéutica. Es siempre consciente y activo en la interpretación, aunque Calvino hablaba primariamente de la aportación negativa del lector—nombrando los prejuicios y la predisposición pecaminosa que trae a su lectura del texto bíblico como peligros a tener en cuenta. Enfatizaba la necesidad de la regeneración del Espíritu para poder quitar la dureza y ceguera que tanto dificulta la interpretación.5 3 Horton, Covenant and Eschatology, 171-80. La interpretación tipológica se diferenciaba de la interpretación alegórica en que la tipología comprendía una relación histórica entre el tipo y lo que prefigura. Están las dos cosas en una relación de anticipación y cumplimiento. 5 Calvino también hizo hincapié en otros principios que hoy en día se consideran como pautas básicas de la hermenéutica evangélica, como por ejemplo: las Escrituras interpretan las Escrituras; las Escrituras son claras; y las Escrituras tienen la máxima autoridad para el creyente, de manera que la iglesia no decide lo que enseña la Biblia sino que la Biblia indica a la iglesia lo que debe enseñar. 4 Pos-reforma y la época moderna. Comenzando en el siglo 17 surgieron dos formas de interpretación distintas a esta síntesis reformada: el pietismo y el racionalismo. Estas, a primera vista eran visiones opuestas; pero en realidad ambas tenían intereses comunes a la hora de interpretar las Escrituras. Por un lado, ambas surgieron como reacciones contra una tendencia excesivamente dogmática en algunos de los seguidores de la Reforma (algunos exégetas de la época de la escolástica protestante enfatizaron demasiado sus credos, dando la impresión que solamente estudiaban las Escrituras para encontrar textos que comprobaran sus doctrinas). Por otro lado, ambas daban prioridad a lo subjetivo. El pietismo, en cuanto a su hermenéutica, solía dejar de lado el control de la gramática y el contexto histórico de la Biblia, enfatizando la necesidad de depender de la iluminación personal del Espíritu Santo.6 El resultado en algunos círculos pietistas fue una plétora de interpretaciones subjetivas y místicas que tenían poco que ver con la intención del autor plasmada en el texto. Por otro lado, el racionalismo también exaltaba el papel del lector en la hermenéutica, aunque por otros motivos. Immanuel Kant quería encontrar la manera de hacer las Escrituras relevantes en su contexto cultural en la época de la Ilustración. Según Kant (que procedía, por cierto, de un trasfondo pietista), la razón y no la revelación debería ser la guía en el pensamiento humano. El hombre es capaz y tiene la obligación de juzgar entre las interpretaciones de la Escritura cuales son aceptables. No existe ningún criterio más alto a la cual el hombre puede apelar que la razón, ni tampoco debe someterse a autoridades externas. Kant fabricó una regla hermenéutica según su filosofía. Para él, eran preferibles las interpretaciones de la Biblia que ayudaban a la ética—todo lo que no contribuye a este fin tenía que ser rechazado. Al final, para Kant también, la razón humana (efectivamente el lector) es determinante para el sentido del texto bíblico. La exaltación de la razón humana en la hermenéutica bíblica a partir de la Ilustración dejó su impronta perversa. Muchos que siguieron esta línea no querían dejar el cristianismo, pero sí deseaban hacerlo aceptable dentro de los criterios y la cultura de su día (cosa que tiene precedentes históricos, como hemos visto). Querían apropiar elementos del cristianismo que podían ayudar en el desarrollo de la vida (p.ej.; una versión de la ética cristiana), pero solamente hasta donde se conformaba con el naturalismo—ideología que sostiene que Dios no interviene en el mundo, sino que el mundo se gobierna por causas que se pueden explicar científicamente. Por supuesto, esto presentaba un gran reto para la doctrina de la inspiración de la Biblia y su historicidad—¿cómo se pueden explicar los milagros y otras supuestas intervenciones divinas científicamente? Tendremos ocasión en el siguiente artículo de comentar el llamado “método histórico-crítico” que es una de las manifestaciones de la exaltación de la razón humana en la hermenéutica. El posmodernismo. El movimiento filosófico, hermenéutico y social que se llama el posmodernismo es muy difícil de definir, tal vez porque él mismo resiste definiciones fijas y absolutas. Si la Ilustración era el rechazo de las autoridades 6 F.L. Cross &,E.A. Livingstone. eds. The Oxford Dictionary, 1286. También, Norman L. Geisler, Baker Encyclopedia of Christian Apologetics 401-405. externas a favor de la autonomía humana, el posmodernismo es el rechazo de la supuesta capacidad y autoridad de la misma autonomía humana (o la conclusión lógica de ella, depende como lo miremos). Pensadores posmodernos suelen partir del hecho que el ser humano no es omnisciente, y de la suposición que no tiene acceso a ningún punto trascendente de objetividad. Concluyen—en sus formas más radicales—que la única ciencia posible para el ser humano es ciencia limitada, local, provisional y prejuiciada. No se puede llegar al conocimiento de la verdad absoluta. ¿Qué significa esto para la hermenéutica? Significa que el enfoque en la lectura estará en el lector. La interpretación es altamente subjetiva, determinada por el contexto y el preentendimiento del lector. En sus manifestaciones más extremas, se dice que no hay ninguna interpretación “correcta,” todas son igual de válidas porque no existe ninguna referencia trascendente-objetiva con la cual se puedan evaluar las alternativas. Conclusión. El autor, el texto y el lector. Hemos visto que la hermenéutica siempre trata de la relación entre estos tres elementos. La hermenéutica cristiana se desvía cuando se da un énfasis inapropiado a uno de ellos, o se deja alguno(s) de ellos de lado. Sobre todo se crea problemas cuando el texto y el autor consiguen autonomía de la intención del autor—es entonces cuando elementos ajenos se imponen en las Escrituras y se pierde de vista el punto de referencia fijo con el cual se debe medir toda interpretación. En los siguientes artículos miraremos un poco más de cerca los tres elementos de la comunicación escrita y cómo se suelen tratar en el ámbito contemporáneo. Veremos de reconocer la relación correcta entre ellos y sus respectivas funciones según la misma Biblia. Matt Leighton Publicado en Edificación Cristiana, 2009-2010.