Un hombre y su batuta

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Siglo nuevo
opinión
Un hombre y su batuta
Victoria Luisa de Terrazas
D
e todos los apartados de la literatura -el arte bello que emplea
la palabra como instrumento de
expresión- es especialmente interesante la
biografía, la cual corresponde a la narrativa. Dicho género relata hechos de vida,
pensamientos íntimos, nos dice cómo el
biógrafo se convierte en una persona diferente a los del grupo en el que le tocó vivir;
nos habla de su temperamento, cualidades morales y de los retos que tuvo que
vencer, que sirven como ejemplo y estímulo para quien lo lee.
Y admiración y respeto se sienten al
tener en las manos una biografía de Arturo Toscanini, el director de orquesta
nacido en Parma, Italia, en 1867. Nos dicen que a los 80 años de edad, era todavía
considerado como un primer director de
orquesta, porque aún había en él una perfecta combinación de cualidades para la
dirección musical, y que su nombre era
admirado en todo el mundo. Pero, ¿quién
era Toscanini como ser humano?
Tímido a la exageración, le complacía dirigir su orquesta en teatros donde
se quedara oculto a la vista del auditorio;
nunca habló en público, los reporteros
causaban su enojo y decía: “¿Qué puede
importarle a nadie dónde vivo y qué corbatas uso?”. Siempre se refirió a sí mismo
como un rústico hijo de un sastre de po-
cos recursos. Su memoria era prodigiosa: no le agradaban las disonancias de la múle bastaba un fin de semana para apren- sica moderna, que decía eran una ofensa
der una obra, que nunca olvidaría aun- para el oído. En ocasión de un viaje a borque pasaran los años, y su oído era extra- do de un buque, en un recorrido por Ibeordinario, pues en un conjunto de 100 ins- roamérica, sus músicos organizaron en
trumentos de cuerda y viento, percibía la secreto un concierto de jazz. Toscanini los
más pequeña desafinación de un violín escuchó al pasar y después les pidió que
o una flauta por lejos que estuviera de él. lo repitieran para gozarlo mejor, lo que hiCon Toscanini en la batuta, no había posi- cieron sus sorprendidos músicos.
bilidad de errores en sus conciertos.
Generaciones de conocedores de múAunque fue un músico bien remune- sica han tratado de aclarar el misterio de
rado en su tiempo, el dinero no le impor- la fascinación que Arturo Toscanini protaba. En una ocasión rehusó aceptar una vocaba como persona y director de orquessuma considerable para hacer una pelí- ta. Unos lo atribuían a la fuerza y elegancula en Hollywood y, en cambio, dirigió cia de sus ademanes, otros a lo extraordisin cobro alguno el Himno de las Naciones nario de su oído o a su memoria, o a su
del gran compositor Verdi, para una pelí- fuerte personalidad y calidad humana.
cula filmada durante la Segunda Guerra
Ya casi al final de su vida, se le pregunMundial.
tó a su hijo Walter Toscanini cuál era la oAunque inflexible como director de bra que su padre consideraba la más imorquesta, era blando de corazón. Hacía portante y contestó: “La obra más impormuchas caridades, pero exigía ocultar su tante de mi padre, será la que en ese monombre. Después de la Segunda Guerra mento tenga entre manos: pelar una manMundial envió a Italia, su patria, 30 mil zana o dirigir una sinfonía”. Y ahí, pensapares de zapatos; promovió el fondo de mos, estaba su fuerza, en que ponía el alpensiones para la Orquesta Sinfónica de ma entera en cada actuación de su vida.
los Ángeles, con un concierto donde ni
Hoy, a través de su interesante biograsiquiera aceptó que se le pagara el pasa- fía, sabemos que había un hombre singuje. De gestos como estos estaba hecha su lar tras la batuta. Sin conocer la historia
vida sin que nadie lo supiera.
de su vida, Toscanini hubiera sido únicaLe encantaban las películas de Mickey mente un personaje más en la historia de
Mouse y sentía debilidad por el jazz, pero la música. §
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