CÓMO AVANZAR EN LA GLOBALIZACIÓN DE LOS DERECHOS LABORALES Diego Peñarrubia Blasco Dpto. Fundamentos del Análisis Económico Universidad de Murcia diegope@um.es Manuel Tovar Arce Dpto. Fundamentos del Análisis Económico Universidad de Murcia mtovar@um.es Abstract El debate clásico entre proteccionismo y liberalismo nos sirve de escenario para situar los retos de la gobernanza de la internacionalización, tanto en una escala global como europea. La diferencia entre ambas escalas no es sólo el ámbito, sino también el entramado institucional desarrollado. En una visión amplia de la crisis actual, los países periféricos de la UE aparecen atrapados entre ambos procesos. Según este enfoque, la “carrera hacia el fondo” emprendida por los países y las empresas y alentada por diversos organismos internacionales, en cuanto a normativa medioambiental, social y laboral, explicaría tanto el crecimiento de las desigualdades como el del crédito en la década pasada y su posterior contracción y la actual crisis. En ese marco, la defensa de los estándares laborales y el trabajo decente y su uso en el ámbito de la negociación comercial debería servir de herramienta para la mejora de las perspectivas económicas y sociales del conjunto y de cada una de las partes del sistema global. 1. Introducción La polémica entre los partidarios de la regulación del comercio exterior y los defensores de las ventajas del libre comercio es tan antigua como la propia Economía. De hecho, las disputas entre mercantilistas y liberales están en el origen del análisis económico como disciplina en el siglo XVIII. Ahora, en pleno siglo XXI, el debate resurge de sus cenizas con una mezcla de nuevas y viejas ideas, y también de nuevas y viejas realidades. El objetivo de esta comunicación es contextualizar este renacido debate con los elementos que creemos que son más relevantes, tanto desde el ámbito de las ideas como desde el ámbito de los datos que caracterizan la convulsa realidad internacional en plena crisis económica. 1 Aunque este debate, como otros, siempre ha permanecido larvado en distintas corrientes del pensamiento económico, podemos tomar como punto de partida de su actual vigor la promesa del Presidente Obama en las elecciones de 2008: “usaremos los acuerdos comerciales para expandir buenas condiciones laborales y ambientales por el mundo”1. Desde entonces, abundan las opiniones contrarias a tal objetivo y las que critican al presidente norteamericano por no haberla cumplido. En Europa el debate quizá ha estado tapado por toda la situación fiscal y monetaria, pero podemos tomar como punto de partida el reciente debate electoral en Francia2. Son las dos repúblicas más antiguas, son dos campañas electorales y son argumentos bien conocidos, basados en el borroso concepto de la “competencia desleal”. Desde la ortodoxia liberal se observa este renacer con la mirada cansada de Sísifo. Los representantes más brillantes del análisis del comercio internacional (Bhagwati, 2012) acusan directamente a Obama de estar al servicio de los intereses de los lobbys de Washington3. Es importante mostrar que, al igual que en la parte política, en la académica las trincheras no son estrictamente ideológicas, porque hay relevantes exponentes del keynesianismo progresista, como Krugman, que también se muestran decepcionados por la vuelta de los argumentos proteccionistas, aunque en multitud de artículos ha mostrado la necesidad de una apreciación de la moneda china. Su visión del comercio internacional deja lugar para intervenciones que mejoran el bienestar, pero teme que esa puerta se use para proteger los intereses de grupos particulares, de forma que concluye desde hace tiempo que lo óptimo es enemigo de lo bueno, y que mejor no comenzar una escalada proteccionista que puede terminar mal. El primer paso que vamos a dar es situar este debate en una visión coherente, integrada y propositiva de diversos aspectos de la actual crisis económica. En los cuatro años que llevamos sumidos en la crisis, ésta ha ido mostrando diversas caras en diferentes momentos y lugares, lo que ha generado explicaciones alternativas y en ocasiones contrapuestas. Esta visión coyunturalista está justificada por las urgencias del momento y por los propios rasgos diferenciadores, pero la opción por los árboles o el bosque es muy relevante. En el apartado siguiente vamos a introducir el elemento que, a nuestro juicio, hace diferente esta crisis de las anteriores, que no es otro que la forma y 1 http://obama.3cdn.net/8f478c5e1bb07ca0b1_sh1umv2zy.pdf, lucha por un comercio justo, p7. 2 El debate todavía no se ha plasmado en decisiones concretas del recién elegido Presidente Hollande en el momento de la redacción de este artículo. En cuanto a las declaraciones en campaña, puede consultarse, por ejemplo, la declaración de Sarkozy en el primer acto http://lci.tf1.fr/politique/2009-05/sarkozy-veut-changer-l-europe-4884095.html?xtmc=sarkozydeloyale&xtcr= y la respuesta de Hollande en http://lci.tf1.fr/filnews/politique/concurrencedeloyale-sarkozy-n-a-rien-fait-pendant-5-ans-et-il-7050686.html 3 Por ejemplo, Bagwati, http://blogs.the-american-interest.com/bhagwati/2012/02/08/shame-onyou-mr-obama-for-pandering-on-trade/ 2 profundidad alcanzada por el proceso de globalización. El segundo apartado lo dedicamos a discutir las especificidades del proceso para el interior de la zona euro. Por último, en el tercer apartado nos centramos en el debate sobre las implicaciones de política económica. 1. De los procesos de convergencia al proceso de globalización Como en muchas novelas, vamos a comenzar por desvelar el desenlace de la trama: en nuestra opinión, el elemento central para entender dónde estamos es la incorporación de cientos de millones de trabajadores (básicamente asiáticos) en condiciones de ser muy competitivos con actividades tradicionalmente desarrolladas por trabajadores occidentales. Y el detalle clave para entender porqué esto supone una diferencia es cuantitativo. Veámoslo partiendo de una simplificación historicista. Desde los años 60 del pasado siglo diversos países experimentaron procesos de crecimiento acelerado ligados a procesos de mayor integración comercial (y económica, en general) con un entorno más desarrollado. Estos procesos de crecimiento suponían converger (catch up) a las rentas medias de su entorno, y seguían un patrón similar. En una primera etapa el país en cuestión explotaba su ventaja competitiva en productos primarios; a continuación algunas empresas aprovechaban las primeras infraestructuras y los bajos costes salariales para exportar al norte4 bienes muy intensivos en trabajo; el país iba mejorando su productividad sin que ello se reflejase en sus salarios, debido a la existencia de un ejército industrial de reserva en las zonas rurales que iba emigrando para satisfacer las nuevas demandas industriales sin que ello supusiese mejoras significativas en las condiciones de vida. Mientras, entre las clases obreras del norte surge una preocupación por esta competencia “desleal”; sin embargo, el éxito del proceso lleva en sí mismo la semilla de la reducción de estas tensiones: el éxodo rural, junto con la capitalización de los procesos productivos agrarios, eleva la productividad en el campo y, por tanto, el poder de negociación de los trabajadores industriales, con lo que a la transformación productiva le sigue la transformación social y, con mucha frecuencia, política. Este proceso ha sido estudiado para numerosos países y con diferentes metodologías5. Como señalábamos, la principal diferencia entre esos procesos de convergencia de hace 50 años y el proceso de integración global actual es el tamaño y la profundidad del proceso. Los avances en la tecnología de la comunicación han extendido el comercio hacia los servicios y conjuntamente con la reducción de los costes de transporte ha hecho que la especialización ya no sea fundamentalmente horizontal (la vieja ventaja comparativa ricardiana donde cada país se especializaba en un tipo de producto o industria acorde con 4 Asumiendo que cualquier etiqueta es una simplificación, a la parte del mundo con un mayor y más arraigado desarrollo le podemos llamar norte (aunque Rusia está más al norte y no está dentro) u occidente (aunque Japón no es occidental y sí estaría dentro, al revés que muchos países americanos). Lo de países en vías de desarrollo creo que refleja peor la realidad, al introducir explícitamente un criterio desfasado. 5 Una primera aproximación a esta literatura puede encontrarse en Baumol, Nelson y Wolff (1994) 3 sus dotaciones de recursos), ni siquiera vertical (la especialización dentro de una misma industria en un nivel de calidad acorde con la formación de sus trabajadores y la capacidad innovadora de sus empresas), sino que una parte creciente del comercio se deriva de la integración de diversos países en el proceso de producción de un mismo bien. Además, los nuevos países integrados son mucho mayores, con lo que las etapas del proceso de convergencia son más largas y potencialmente diferentes. Durante la primera etapa de ganancias de productividad sin ganancias proporcionales de salario, lo que se genera es un proceso de acumulación de beneficios. Como en esos países en desarrollo no existen instrumentos financieros de calidad alta, esos fondos se invierten en los países desarrollados, lo que eleva el precio de sus activos. La financiación abundante y barata es la condición necesaria para la aparición de burbujas especulativas en aquellos activos de mayor calidad percibida, aquellos en los que esté más asentada la creencia de que no pueden sufrir reducciones de precios o impagos, sean acciones de empresas tecnológicas, viviendas o bonos, por citar sólo los tres episodios más conocidos. Las materias primas, desde el oro al petróleo, juegan también su papel en esta historia en la que un mar de plusvalías y liquidez busca acomodo. Conviene relativizar en todo caso el protagonismo de los mercados financieros en esta historia, porque su papel en el fondo es más parecido al de los marcadores en un partido de baloncesto. Son útiles porque recopilan mucha información, pero corremos el riesgo de no ver la realidad si nos dejamos seducir por ese torrente continuo y cambiante de datos. Lo que estaba ocurriendo en nuestra “cancha” es que los trabajadores de aquí compran barato y con financiación barata porque muchas empresas están haciendo el negocio del (nuevo) siglo: vender a precios europeos lo que producen a costes asiáticos. El único problema es que, con sus compras, los trabajadores del norte profundizan el proceso que destruye sus propios empleos6. Dicho de otra forma, el estallido de la(s) burbuja(s) no es sólo fruto de una dinámica de precios insostenible por sus fundamentos, como se deriva de su propia definición; al menos en los últimos casos, entre los que destaca el de las subprime norteamericano y el español inmobiliario, lo que subyace también es la pérdida de capacidad de pago de aquellos a los que se estaba financiando, derivada en parte de la misma fuente de la que provenían una parte de los fondos. Incluso sin tener en cuenta el fenómeno de la burbuja, antes y después de su estallido, lo que el proceso de globalización genera es una dinámica peculiar de desigualdad. Producir en países emergentes desde empresas locales o foráneas para vender a precios europeos genera unos primeros ganadores claros, las empresas que se apropian de ese excedente gracias a su tecnología o su marca; esto implica otros ganadores: los productores de bienes de equipo y de bienes de lujo. Los beneficios de marcas como BMW, Mercedes o Apple 6 Como dice Nancy Fraser, con el low cost, usted paga menos y pronto le pagarán menos: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120229/54261572081/nancy-fraser-low-cost-ustedpaga-menos-y-pronto-le-pagaran-menos.html 4 han aumentado antes y durante la crisis, y de alguna forma esto arrastra también a amplias zonas de Europa y Estados Unidos, especializadas en la producción de bienes de equipo o de alta gama y con capacidad para seguir liderando mercados cada vez más grandes. Entre los perdedores están las empresas que no se suman al proceso y, sobretodo, los trabajadores del norte, en especial los de aquellos países cuya producción es más fácil de deslocalizar. Con ellos pierden países y zonas de nivel tecnológico intermedio. El resultado de todo ello es un aumento de la desigualdad dentro de los países y una reducción de la desigualdad entre países7. El proceso descrito genera dos tipos de interrogantes. El primero se refiere a su evolución y su desenlace, y el segundo a la capacidad política de modificarlo. Toda la dinámica descrita arroja una inquietante pregunta: al final, si los trabajadores del sur son tantos que a pesar del aumento de la productividad industrial no pueden mejorar sus condiciones laborales, puede ocurrir que los del sur no puedan comprar porque su sueldo es bajo y los del norte tampoco porque su volumen de empleo es bajo, con lo que esa máxima desigualdad terminaría por ser perjudicial también para los propietarios. Una situación como esa nos devuelve al siglo XIX (y comienzos del XX, si se admite que la crisis del 29 fue en parte de sobreproducción), pero sin un mundo grande y desconocido por el que luchar. Entonces la productividad de la nueva industria generaba un excedente que los bajos salarios no permitían comprar, y el colonialismo fue en parte la lucha por los mercados para esos productos. Justamente, la gran lección del siglo XX fue la ventaja del pacto social: si las empresas pagan bien a sus trabajadores, tienen una clientela estable. La universalización de derechos y el impulso inversor del Estado fueron las otras patas sobre las que se construyó un occidente radicalmente diferente al que habíamos conocido. Existen varios conceptos que tienen un amplio uso en este ámbito, pero que todavía no han sido integrados en una teoría completa y bien fundamentada. Un primer concepto interesante es el de “carrera hacia el fondo” (race to the bottom). Fue usado inicialmente en Estados Unidos a principios del siglo XX para describir la competencia fiscal desatada entre varios Estados para atraer a las empresas, en una carrera para empobrecer al vecino que termina en niveles fiscales ineficientemente bajos, de forma que el gobierno federal intervino. El concepto volvió a la actualidad en los ’90 para referirse a la competencia por atraer empresas contaminantes expulsadas por la legislación ambiental de los países desarrollados. Si la externalidad negativa de estas producciones es de ámbito global, esa competencia también es ineficiente, pero en este caso no hay un organismo supraestatal y el consenso, como hemos tenido ocasión de comprobar en las distintas cumbres internacionales sobre cambio climático, es imposible; esto es así puesto que cuantos más países acuerden normativas restrictivas, más incentivo tienen los restantes a no firmar. En el calor de ese debate surgió la iniciativa de condicionar el comercio al respeto de ciertos estándares ambientales, como herramienta de presión intuitiva, pero de difícil implementación. 7 La reducción de la desigualdad global entre países es fruto del crecimiento acelerado de amplias zonas del sur, aunque en áreas concretas como la UE, el proceso descrito implique un aumento de la desigualdad entre países. 5 Un debate similar al anterior se produjo en relación con las condiciones laborales, tal y como recoge la cita del programa de Obama del principio de este artículo. Podemos integrar ambos debates en uno solo. Los liberales afirman que las condiciones óptimas de producción son estado-dependientes, y que pedir al sur unas condiciones laborales (o ambientales) como las del norte equivale a impedir la explotación de su ventaja comparativa, en detrimento del bienestar de ambas regiones. La clave de la cuestión radica pues, en el tamaño y el ámbito de las externalidades que las decisiones sobre producción y consumo generan8. En este punto puede ser interesante incorporar al debate el concepto de equilibrios múltiples, ampliamente explorado por la economía no walrasiana en las últimas décadas. La idea es que la evolución de un sistema económico no lo encamina necesariamente hacia un único equilibrio, sino que pueden existir varios y el sistema convergerá hacia uno de ellos dependiendo de su posición inicial o de la coordinación de las decisiones de diversos agentes. Por ejemplo, si en una economía hay muchos proveedores de servicios será competitiva en bienes finales, pero para que esos proveedores se instalen hace falta que exista dicha demanda, de forma que tanto el equilibrio bueno como el malo son a priori posibles; y además, son estables, en el sentido de que pequeñas desviaciones nos devuelven hacia él, en lo que se conoce como una trampa de la pobreza. Sólo un fuerte impulso (big push), como la integración descrita de España en Europa, puede conducir a que el país pobre salve dicha trampa. La transición que va asociada a ese proceso de integración también separa al norte de su equilibrio, pero no lo suficiente para generar un problema permanente. Éste es el contexto en el que se percibe el papel del tamaño al que hacíamos referencia: ahora la zona que está saltando su trampa es varias veces más poblada que el norte que le sirve de impulso, con el riesgo de que sea el norte, y con el todo el sistema, el que se vea atrapado en una dinámica perversa. La Figura 1 muestra este planteamiento. El gráfico a) representa la multiplicidad de equilibrios en el marco de economía cerrada: en el espacio Inversión (I)-Capital (K), una inversión positiva nos impulsa hacia la derecha y una negativa hacia la izquierda, de forma que si el equilibrio del sistema dinámico viene dado por una línea como la representada, surgen tres equilibrios; el del medio es inestable y funciona como una trampa de la pobreza, impidiendo que pequeñas desviaciones del equilibrio asociado a renta alta (A) o baja (B) generen cambios permanentes. La integración comercial y financiera de dos regiones diferentes supone un shock importante para ambas, aunque más para la pequeña. En este esquema sencillo podemos interpretar la integración como una fuerza que rompe el equilibrio previo y, si es lo suficientemente grande, impulsa una nueva dinámica al otro lado de la economía. Cuando la región pobre es relativamente pequeña, como en el caso b), esta integración le permite superar la trampa de la pobreza y no supone un efecto permanente sobre la región grande y más desarrollada. 8 Oates y Schwab (1988) es un trabajo clásico sobre el tema, que adopta un enfoque de elección social. Broad y Cavanagh (2012) adoptan una visión más radical en el contexto actual. 6 Sin embargo, cuando la que se integra desde salarios bajos es lo suficientemente grande, caso c), ese proceso de integración, aunque le supone ganancias a corto, puede poner en peligro el nivel de renta permanente del conjunto del sistema. Figura 1. I a) Equilibrios múltiples A B K b) Integración con una región avanzada grande I B A K B’ A’ I c) Integración con una región grande de salarios bajos B A’ B’ A K El proceso de integración europeo contiene especificidades que lo apartan de un marco genérico como éste. En particular, no cabe pensar en términos de “dos países”, porque los efectos de la integración de dos áreas, digamos centro y periferia, se ven condicionados por el papel que juega una tercera región, el resto del mundo. 2. El dilema de la periferia europea El proceso de convergencia acelerada característico de países como España, Portugal o Grecia se dio también fuera de las fronteras europeas, en países como Corea o Taiwan. También están integrados en áreas de libre cambio, pero lo que les diferencia de los europeos es justamente la inexistencia de un proceso de integración institucional reglado. En Europa, el mero inicio de perspectivas de integración generaba un potente impulso sobre los sectores que en mayor medida podrían beneficiarse de esa integración. Junto a la ventaja competitiva de cada país aparecía en el horizonte la expectativa de 7 fuertes inversiones, tanto con capital público como privado. Las de capital público se aceleraron tras la firma del Tratado de Maastricht en 1992, mientras que los flujos intraeuropeos de capital privado han vivido su edad de oro en la década posterior a la puesta en circulación del euro. El boom generado por estos flujos ha escondido dos fuentes de dificultades asociadas al propio proceso de integración. La primera tiene que ver con la enfermedad holandesa, nombre que se remite a los años 70, cuando el descubrimiento de petróleo en el Mar del Norte generó una apreciación del florín holandés y, en general, de los costes de producir en Holanda y puso en dificultades al sector industrial expuesto a la competencia internacional. De la misma forma, el boom del ladrillo y los fondos europeos han desviado las fuerzas productivas de los países del sur de Europa hacia actividades alejadas de la competencia internacional, de forma que cuando el boom se acaba no hay trabajo en la construcción, pero sólo entonces nos damos cuenta de que hace tiempo que no lo hay tampoco en la industria. La otra fuente de dificultades es más polémica, porque está asociada al propio corazón del modelo social europeo. Cuando un país pobre se asociaba con el antiguo Mercado Común Europeo, aceptaba un amplio marco legal como propio, entraba en un modelo de sociedad. Europa protege a sus consumidores, protege su medio ambiente, protege al conjunto de la sociedad. Todo ello supone “costes” a la producción que para el nuevo socio son aceptables por tres motivos: porque protegen también a su país, porque le permiten competir en un mercado grande y ordenado, y porque no hay desventaja frente a terceros. El proceso de globalización ha ido erosionando justamente este último componente, crucial para el equilibrio. Si desde fuera se puede producir sin cumplir las exigencias europeas y vender en Europa, la ventaja de estar dentro puede ser discutible. Podríamos poner miles de ejemplos, desde el tipo de fertilizantes y productos fitosanitarios utilizados en agricultura hasta el espacio para las aves en las granjas, las condiciones de trabajo en las fábricas, la gestión de residuos y un amplísimo etcétera. El problema para las empresas no es cumplir la normativa, sino competir con quienes no la cumplen. Miremos los datos de balanza por cuenta corriente, como un resumen de la posición de los países en los mercados mundiales. Este saldo tiene una triple lectura, puesto que refleja tanto el resultado de la competitividad del país (sus exportaciones menos sus importaciones), como sus necesidades de financiación o la posición relativa de su demanda agregada. En países similares debería reflejar una evolución similar, de forma que puede servir para ver cómo de parecidos son los países europeos, con las ventajas e inconvenientes de un solo indicador. Trabajamos con los 27 países de la Unión Europea y con los datos correspondientes al periodo 2000-2010. Los agruparemos en tres bloques: consideraremos que un país es estructuralmente deficitario si tiene déficit al menos 9 de esos 11 ejercicios, superavitario si tiene superavit al menos 9 de los 11 años y equilibrado si está en la zona media, con al menos tres ejercicios de cada tipo. 8 El cuadro 1 nos muestra que 19 países han tenido déficit estructural mientras que otros 8 han tenido superávit al menos 9 años, de forma que sólo Francia se mantiene en la zona intermedia. Por tanto, la integración monetaria ha tenido efectos muy asimétricos entre los diferentes países; el saldo acumulado de la balanza por cuenta corriente, tanto positivo como, sobre todo, negativo, llega a ser superior al PIB anual en varios casos. El Gráfico 2 muestra la elevada correlación (88%) existente entre el PIB per cápita de cada país europeo y el comportamiento de su cuenta corriente. Viene a apuntar la tesis de que los países menos desarrollados de Europa se han visto con tanta financiación disponible como problemas para competir. Cuadro 1 PIB REAL Cto 00-10 PIBpc2000 Bélgica 14,71 24.665 Bulgaria 49,17 1.714 R. Checa 39,58 6.203 Dinamarca 5,80 32.570 Alemania 9,70 24.920 Estonia 41,23 4.489 Irlanda 26,62 28.022 Grecia 23,49 12.650 España 22,71 15.728 Francia 11,94 23.777 Italia 3,78 21.051 Chipre 31,83 14.408 Letonia 43,45 3.541 Lituania 53,11 3.545 Luxemburgo 30,82 50.739 Hungría 21,46 4.924 Malta 16,26 11.286 Holanda 14,57 26.347 Austria 16,60 26.052 Polonia 46,60 4.805 Portugal 6,53 12.488 Rumania 49,38 1.810 Eslovenia 30,55 10.833 Eslovaquia 59,31 4.084 Finlandia 19,40 25.563 Suecia 23,27 30.272 R. Unido 18,10 27.249 Saldo cuenta corriente. 2000-2010 Nº (def,sup) Total/PIB2000 (%) (2,9) 24,10 (11,0) -222,26 (11,0) -64,66 (0,11) 40,79 (1,10) 49,87 (10,1) -160,39 (10,1) -37,34 (11,0) -150,86 (11,0) -97,66 (6,5) -3,23 (11,0) -23,08 (11,0) -121,36 (9,2) -176,02 (9,2) -124,05 (0,11) 141,29 (10,1) -104,64 (10,1) -75,07 (0,11) 74,56 (2,9) 30,41 (11,0) -68,57 (11,0) -131,86 (11,0) -182,66 (9,2) -34,57 (11,0) -121,36 (0,11) 61,91 (0,11) 84,18 (11,0) -27,46 Fuente: Eurostat Lo que queremos resaltar es que los problemas de la periferia europea son, en buena medida, una versión agravada del efecto general de la globalización. El principal reto de España es encontrar su sitio en un mundo globalizado, y el euro ha concentrado ese problema en el presente. La integración en una zona de tipos de interés bajos supuso un impulso de demanda que tapó durante una década ese problema de falta de competitividad: lo tapó y lo agravó al no ser compartido por nuestros socios centrales. Ahora, cuando el impulso de 9 demanda desaparece (porque por su propia naturaleza es transitorio vaya o no acompañado de burbuja), una tijera aparece en toda su crudeza: un lado es la competencia del sur, el otro las ataduras del norte. Romper con el norte no parece mejor que no hacerlo. El debate político y académico parece centrado en cómo mejorar esa relación con el norte (eurobonos, política monetaria, impulso a la demanda y un largo y cambiante etcétera). Lo que aquí queremos aportar es que quizá la clave esté más bien en la posibilidad de relajar algo la presión del sur. Gráfico 2 En este marco se hace evidente la necesidad de elementos que permitan relacionar la apertura comercial con el “trabajo decente”. Este es un concepto incorporado hace tiempo al ámbito laboral internacional del entorno de la OIT y que ya ha sido también incorporado al otro ámbito, el de la propia OMC. En ese camino, reflejado en la cita inicial de Obama, es donde en nuestra opinión hay lugar para políticas que alivien las tensiones económicas mundiales. Los intentos de impulsar este concepto del trabajo decente incluyen la propuesta de un día mundial del trabajo decente (7 de octubre), con escaso éxito hasta la fecha. No deja de ser curioso que los movimientos de protesta actuales, que tienen su precursor más directo en el activismo antiglobalización de los`90, hayan relegado el lema de otra globalización es posible, justo cuando más evidente es su necesidad. Iniciativas como capturing the gains (capturingthegains.org) impulsan esta misma idea. Dentro de esta organización es interesante observar el enfoque desde países como India (Nathan y Sarkar, 2012), que defiende que las mejoras de los estándares laborales permiten reducir las desigualdades en los países de rápido crecimiento y a la vez consolidar esos procesos sobre la base de una demanda interna más estable. Desde la perspectiva europea, la Comisión Europea ha definido también una ruta en este ámbito9, y ese debería ser un tema central en un debate 9 Los trabajos de la Comisión Europea (2008, 2010) muestran ese intento. Respecto a la OIT, una referencia puede ser IOE (2006) y en un campo más analítico, Singh (2007). Respecto ala 10 internacional que no termina de encontrar la manera de enfocar la nueva apuesta por el crecimiento. 3. Crecimiento y desigualdad: ¿cómo es posible? Dos noticias inconexas aparecieron en los medios a principios de 2012. Por un lado, aumenta la presencia de españoles en la lista de las personas más ricas del mundo; en otra página, el dueño de unos supermercados, que acababan de anunciar los mayores beneficios de su historia, reclamaba para los españoles la cultura del esfuerzo de los chinos de los bazares. Estas dos noticias no son anécdotas aisladas, sino que caen sobre la visión del mundo del lector, que ya está conformada por miles de vivencias y noticias previas sobre crisis, desempleo y miedos. La pregunta que inevitablemente surge es cómo es posible. Pero la respuesta a esa pregunta no puede ser clara si ni siquiera la pregunta lo es, porque tras esa pregunta aparentemente sencilla subyacen varias preguntas más concretas. La primera es descriptiva: debemos entender las fuerzas del sistema que lo hacen posible. La segunda pregunta acerca de qué mecanismos tiene el Estado para reducir esa desigualdad. La tercera pregunta es moral, y se refiere al dilema al que se enfrentan los ciudadanos ante las respuestas a las dos preguntas anteriores. Nuestra respuesta al primer porqué ya ha quedado expuesta. Nunca como ahora ha habido tantos trabajadores dispuestos a trabajar por poco dinero y en condiciones de ser muy competitivos. Ello ha generado enormes beneficios que se nos prestaban baratos. Pero los bienes baratos y el crédito barato tenían como base una progresiva destrucción de nuestros empleos industriales y, por tanto, de nuestra capacidad para devolver esos créditos. Dicho de otra forma, el ascenso continuado de la desigualdad y el ascenso truncado del crecimiento en muchos países similares a España forman parte de un mismo proceso de integración económica continuada. La segunda cuestión, el qué puede hacer el Estado, es más compleja, porque hay varias opciones. Todos estamos de acuerdo, al menos en teoría, en intentar escapar de esa competencia yendo a sectores superiores a través de la cualificación y la innovación: hay que andar ese camino porque, aunque no es fácil adelantar posiciones en una carrera como ésta, si no se intenta lo único seguro es que se descenderán posiciones. El tan manido cambio de modelo productivo, con la cultura del esfuerzo y el trabajo bien hecho como referencia no es una opción, pero tampoco es una garantía de éxito en un plazo razonable. Otra opción sería competir en costes haciéndonos más baratos, que es lo que pretende la reforma laboral: lo más que podemos conseguir en esa carrera son victorias pírricas y parciales: pírricas, porque perderemos más en cohesión social y en demanda interna de lo que ganaremos en competitividad; parciales, porque dados los condicionantes sociológicos, demográficos e históricos no podemos ganar esa carrera que en última instancia ya hemos visto que tiene serias probabilidades de volverse en contra de sus promotores. relación con los acuerdos comerciales, puede consultarse Granger y Siroen (2006) o Maskus (1997). 11 La tercera opción es la cuestión del reparto de los esfuerzos, que pasa por redefinir varios aspectos de la fiscalidad. Tanto las empresas como las fortunas personales subastan su domicilio en el gran bazar fiscal mundial y los países se empeñan en rebajas que buscan depredar al vecino y sólo les empobrecen a todos. La gran discusión pendiente es de qué forma se pueden diseñar tasas a las transacciones financieras internacionales o al comercio que no requieran consenso y que sirvan para evitar comportamientos depredadores sin enmascarar supuestas defensas contra la competencia “desleal” que en el fondo sólo defienden contra la competencia a secas, en contra del interés general. Nos quedaría la cuestión moral: cómo es posible. Esta pregunta necesita puentes hacia las dos anteriores, porque la insatisfacción exige una respuesta, y ésta necesita una propuesta factible. Factible significa que no requiera cambiar la naturaleza humana o necesite consensos totales. Hay formas de frenar esta carrera hacia el fondo, y esa alternativa es mejor para (casi) todos. Referencias Baumol, W., R. R. Nelson y E.N. Wolff (1994): Convergence of Productivity, Cross-National Studies and Historical Evidence, Oxford University Press Broad, R. y J. Cavanagh (2012): “Incorporating Corporate Globalization into the Occupy Analysis and Agenda, Occupy vs. the Global Race to the Bottom”, Counterpounch, Comisión Europea (2008): Report on the EU contribution to the promotion of decent work in the world”, Commission Staff Working Document COM412. Comisión Europea (2010): A modern trade policy for the European Union, EU Trade Policy Study Group. Granger, C. y J.M. Siroen (2006): “Core labor standards in trade agreements. From multilateralism to bilateralism”. Accesible en http://www.iddri.org/Activites/Conferences-internationales/21102005_CAT&E_siroen_com.pdf IOE (2006): “The envolving debate on Trade & Labour Standards, IOE Information Paper. Maskus, K.E. (1997): “Should Core Labor Standards Be Imposed Through International Trade Policy?”, Polic Research wp 1817, Banco Mundial. Nathan, D. y S. Sarkar (2012): Global inequality, rising powers and labour standards, CTG wp 2012-09 Oates, W.E. y R.M. Schwab (1988): “Economic competition among jurisditions: efficiency enhacing or distortion inducing?, Journal of Public Economics, 35, 333-354. Singh, A. (2007): “Globalisation, Industrial Revolutions in India and China and Labour Markets in Advanced Countries: Implications for National and International Economic Policy”, PID wp 81, Organización Internacional del Trabajo. 12