La religiosidad mundana y el evangelio.

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LA RELIGIOSIDAD MUNDANA Y EL EVANGELIO
(Juan 6:25-59)
INTRODUCCIÓN.El pasaje que tenemos delante, nos permite ser espectadores de un diálogo entre Jesús y un grupo
de personas que le habían seguido al ver los milagros que hacía (Jn. 6:2). Cuando lo leemos
detenidamente es como si fuésemos asistentes a una escena de la vida, en la que Jesús habla con ese
grupo de personas. Y nosotros mismos hemos de preguntarnos dónde nos situamos en ese teatro de
la vida: ¿nos identificamos con el grupo de los que conversan con Jesús, o dónde nos situamos?
Al pensar en el grupo con el que está hablando Jesús, entiendo que lo que mejor les define es que
son personas con una religiosidad mundana. Pero ¿Qué es esto de religiosidad mundana?
La mundanalidad en lo religioso significa que estas personas han dado una prioridad a las cosas
creadas en vez de al Creador. Tal vez uno de los versículos que mejor lo define sea Rom. 1:25
“Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al
Creador, quien es bendito por siempre”. En este versículo verdad y mentira deberían de escribirse con
mayúscula porque no se refiere a ponerse del lado de una simple proposición que sea verdadera o
falsa, sino de toda una actitud ante la vida. La Mentira es entender la vida dando prioridad a las cosas
creadas; viviendo, valorando y sirviendo a lo creado -‘antes que’- al Creador, que es la Verdad. Esa es
la prioridad mundana.
La mundanalidad religiosa se da por tanto, cuando lo que buscamos en ese dios es la satisfacción de
lo temporal. La prioridad entonces es encontrar en la religión salud, dinero, amor y cosas así.
Entonces proliferan
las teologías de la prosperidad, los libros de cómo estar sanos física o
emocionalmente siguiendo la Biblia, y énfasis parecidos. Y por supuesto eso suele tener una
aceptación mayoritaria. Porque realmente eso es lo que interesa a muchos, como pasaba en nuestro
texto. Pero se olvidan que “el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y
alegría en el Espíritu Santo” (Rom. 14:17).
Pero lo contrario a la mundanalidad no puede ser ausentarse del mundo, sino tener un corazón que
adora, ama y sirve a Dios, en lugar de a lo creado. Es de esa manera que cada cosa de este mundo irá
tomando el lugar que debe tomar. Entonces estaremos en este mundo pero no seremos de él.
A lo largo de la historia, la iglesia cristiana ha pegado bandazos hacia la mundanalidad y otros
opuestos hacia evitar el mundo, viéndolo como algo negativo de lo que hay que huir. La Reforma
protestante recuperó un equilibrio de prioridades claras en este asunto. Se llegó a entender la
vocación no solo como un llamamiento al oficio de la iglesia (curas, o monjas) sino como un
llamamiento a cualquier tipo de trabajo. De hecho la Reforma da a luz la palabra ‘profesión’
(llamamiento en alemán), entendiéndola como la vocación a cualquier trabajo.
Pero los bandazos han seguido. Y en los últimos 300 años, los movimientos pietistas llevaron al
protestantismo a esa actitud de abandono del mundo –que siempre se concretó en no hacer algo de
una lista de cosas que se entendían mundanas– en lo cual todavía están muchos cristianos e iglesias
evangélicas.
Y desde luego las reacciones mundanas no se han hecho esperar, dando la prioridad a un
pensamiento materialista en lo religioso, en lo que hoy entendemos como teologías liberales u otras
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aparentemente más conservadoras pero basadas en el éxito, la prosperidad y la salud física o
emocional.
Sin embargo, en la mitad del pasado siglo XX, aparecen cristianos como Francis Chaeffer, John Stott,
y más recientes, Tim Keller o Donald Carson, entre otros muchos, que retoman ese equilibrio Bíblico,
no sencillo, pero que sitúa las prioridades adecuadamente. Y que se distancia tanto de la
mundanalidad como de ese abandono del mundo que en los últimos 300 años nos trajo el pietismo.
No me disculpo por esta introducción larga, porque me parece necesaria. Si hemos de traer a nuestra
vida unas prioridades adecuadas hemos de comprender estas cosas. Pero vayamos a nuestro texto.
I.- UNA RELIGIOSIDAD MUNDANA.Este grupo que vemos aquí conversar con Jesús, es el que le seguía porque veía los milagros que
hacía en los enfermos (v.2); el que pensó que Jesús era un profeta y quiso hacerlo rey (v.14, 15); y el
que, tras ver la multiplicación de los panes y peces, va en busca de Jesús cruzando al otro lado del
lago.
La pregunta de ellos cuando encontraron a Jesús, es superficial: “Rabí, (maestro) ¿cuándo llegaste
aquí?” Pero la respuesta del Señor es profunda y directa. “—Ciertamente os aseguro que me buscáis,
no porque habéis visto señales sino porque comisteis pan hasta llenaros. Trabajad, pero no por la
comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del
hombre” (Jn. 6:26,27).
El Señor les expone, claramente, que los motivos por los que le están buscando, (han visto su
capacidad para alimentarlos y sanarlos), significa que no han entendido el propósito del milagro de la
multiplicación de los panes y peces. Porque aquello era una señal de poder para que pudiera surgir la
confianza, la fe, que les llevara a poner sus vidas completamente en las manos de Jesús. Pero todo el
esfuerzo de ellos en buscarle tenía que ver con algo temporal, pasajero: el alimento, cuyo efecto,
aunque necesario, dura poco. Jesús en cambio, lo que les estaba ofreciendo era otro tipo de
alimento
–espiritual– cuyo valor es para siempre, es eterno.
El alimento y otras muchas cosas son necesarios, y Dios sabe que lo necesitamos, pero cuando es
esto lo que perseguimos en la vida estamos priorizando lo temporal sobre lo eterno. Entonces
tenemos una religión mundana. Y aunque seamos los más religiosos del mundo estamos chocando
contra la persona y el mensaje de Jesús y nos quedaremos fuera de su reino, como les pasó a estos.
“—¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige? —le preguntaron” (v. 28). La
religión mundana, como no entiende lo espiritual, siempre piensa en qué pueden hacer ellos para
ganar la vida eterna, para hacer obras que a Dios le agraden, que Dios exige. Porque para ellos Dios
es fundamentalmente desconocido pero exigente. Su percepción de la relación con Dios está basada
en el esfuerzo moral, en el mérito propio. Pero el evangelio, que es lo espiritual, es totalmente lo
contrario, se trata de lo que Dios da por su sola gracia, (v. 27b); no de lo que tú puedas conseguir con
tu esfuerzo. Y el llamamiento de Jesús es a que busquemos esto.
La religión mundana, no pone su atención en el dador, sino en obtener las cosas que Él puede dar.
Por tanto no surge en estas personas una fe genuina en Jesús, aunque le estén buscando y siguiendo.
Así que sigue su inseguridad respecto a Jesús. Y aunque han visto la multiplicación de los panes y
peces necesitan ver más cosas porque su inseguridad en Jesús persiste. La verdadera razón de esa
falta de fe está en su prioridad errónea en lo que buscan.
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Estas personas no han aprendido de Dios a lo largo de su vida. “En los profetas está escrito: ‘A todos
los instruirá Dios.’ En efecto, todo el que escucha al Padre y aprende de él, viene a mí” (v. 45). La idea
es que ellos han visto suficiente de Dios como para aprender de Él y acudir, por tanto, a Jesús; pero
no lo hacen. Rom. 1: 18-25 nos dice algo similar (leedlos)
Aunque tiene delante de sus ojos, por lo creado, suficiente argumento para glorificar y reconocer a
Dios no lo reconoce ni le da gracias así que su corazón se va oscureciendo y termina buscando,
amando, adorando y sirviendo las cosas creadas en vez del Creador. Terminan siendo idólatras, que
son mundanos religiosos.
Volviendo a nuestro texto vemos que no logran entender lo espiritual, ni tener fe en el Señor. Las
palabras de Jesús exponiéndole que el verdadero alimento que da vida eterna es Él mismo, no las
entienden. Su explicación de que tan solo aceptando, recibiendo por la fe su vida y su obra como un
regalo para que ellos tengan vida eterna, no es entendida. (leed v. 33-35; 41-42; 47-52)
En términos generales, a mi entender hoy día, la religiosidad mundana en el protestantismo es
representada, tanto por las teologías liberales como por el evangelicalismo centrado en el éxito, en la
prosperidad económica o de bienestar físico y emocional. En general, tampoco hay ahí una fe en
Jesús como para poner sus vidas en las manos del Señor. Aunque muchos parece que buscan y
siguen a Jesús sus cuestionamientos son parecidos a los que vemos en este pasaje de Juan. El
atractivo lo hallan en el conocimiento, en el éxito, prosperidad y bienestar que se anuncia. Y aunque
lo visten con términos y planteamientos aparentemente científicos y serios, en el fondo no se cree en
el Señor por la misma razón que estos: Y es que sus prioridades se han trastocado y buscan lo creado
en vez del Creador.
Pero lo grandioso, y que supone un amor indescriptible, es que Jesús, aún ante estos religiosos
mundanos, sigue ofreciendo su vida y su obra para la salvación de ellos. Sigue comunicándoles las
buenas noticias de que pueden ser saciados completamente de su hambre espiritual y que pueden
estar totalmente seguros en Él. Jesús sigue anunciándoles su Evangelio.
II.- EL EVANGELIO: UN ALIMENTO QUE SACIA.Seguramente el resumen y centro de todo este pasaje sean los vs. 35-40.
Por supuesto Jesús está ofreciéndose como pan en sentido metafórico. Lo que quiere decirles está
claro en el v.35 “…El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a
tener sed” Alimentarse de Jesús, comer su carne, no es algo físico; es ir a Él, creer en Él, como
suficiente para tener vida eterna. Eso es lo que quita el hambre y la sed.
“Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y el que a mí viene, no lo rechazo” (v. 37) Del Padre
procede todo, también alumbrar el corazón humano, por medio del Espíritu, para revelarnos a Jesús.
Y el Señor no rechaza a nadie que acude a Él, se encuentre como se encuentre, o haya hecho lo que
haya hecho. Y ese no rechazo da al ser humano la 1ª seguridad, que nos anima a acudir a Él.
La 2ª seguridad es que si he puesto mi vida en sus manos, si he acudido realmente a Él, ahora Él se
encarga mediante su poder de protegerme. “Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad
sino la del que me envió. Y ésta es la voluntad del que me envió: que no pierda nada de lo que él me
ha dado, sino que lo resucite en el día final. Porque la voluntad de mi Padre es que todo el que
reconozca al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final” (v. 38-40). Esa es la
voluntad del Padre y Cristo es coincidente en esa voluntad, pues ha venido para hacer esa voluntad
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del Padre. Y que consiste en proteger, y que no se pierda nadie de los que le han sido dados por su
Padre, sino que los guarde y los resucite. Todo su poder actual en el cielo y en la tierra está al servicio
de que ninguno de los que acuden a Él se pierda y hará todo lo necesario para resucitarlos en el día
final. Es imposible encontrar mayores garantías y seguridad que la que el Señor nos ofrece mediante
su evangelio. A Él sea la gloria. Amén.
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