En la mitología persa, sangue sabur, «la piedra de la paciencia», es una piedra mágica a la que uno le cuenta sus desgracias, sus sufrimientos, sus miserias, para confiarle todo lo que no nos atrevemos a revelar a los demás. La piedra escucha, absorbe como una esponja todas las palabras, todos los secretos, hasta que un buen día explota… Y ese día, uno queda liberado. Se dice que esta piedra está en La Meca y alrededor de ella millones de peregrinos dan vueltas contándole sus desgracias. “El día en que no le quepan más desgracias explotará y ese día tendrá lugar el Apocalipsis” En esta novela, localizada «en alguna parte de Afganistán, o en cualquier otro lugar», La piedra de la paciencia es un hombre tendido en un colchón en el suelo, en estado vegetativo a causa de una bala alojada en la nuca. A su lado, su mujer reza por él, una mujer que descarga toda la rabia contenida por la opresión, temor reverencial a su esposo y el reproche a éste por quedar en estado vegetal. “No sé si puedes verme o no, pero de una cosa estoy segura y convencida de que puedes oírme, comprenderme. Y es por eso por lo que sigues vivo” Ella le atiende y le habla, mientras en las calles se suceden los disparos. No sabe si puede oírla, pero la mujer le reprocha haber consagrado su vida a la Guerra Santa, y le desvela, llena de rabia y desesperación, lo que nunca se atrevió a decirle: sus deseos, miedos y frustraciones, y sus secretos más ocultos. “Voy a contártelo todo, mi sangue saburl, todo. Vives para liberarme de mi sufrimiento. De todo lo que he guardad o en mi corazón durante 10 años de matrimonio” Confesión desgarradora de una mujer afgana que se libera de la opresión conyugal, social y religiosa delante de su marido, reducido a un estado vegetativo. “Maldito milagro. Soy yo la que padezco” La piedra de la paciencia, es un grito contra la sinrazón de las guerras, el fanatismo y la opresión a las mujeres en cualquier parte del mundo. La resignación del personaje femenino, simboliza el mundo de silencio de las mujeres musulmanas obligadas a permanecer en el más absoluto confinamiento en una sociedad en la que son meras espectadoras sociales. “Desde ahora yo poseo tu cuerpo y tú mis secretos. Estás aquí para mí” La acción ocurre en un pueblo devastado por la guerra, una mujer cuida de sus dos hijas y de su marido, que lleva dos semanas en coma. Sentada en silencio al lado de su esposo, decide seguir el consejo de su tía: “Cuenta tus preocupaciones a la piedra de la paciencia, ella te liberará”. Así empieza un monólogo, mezcla de sufrimientos, acusaciones y confesiones y donde surgen dolorosos recuerdos. “Ahora puedo hablarte de todo, sin que me interrumpas, sin que me riñas” Él es un guerrero, y su relación se basa en su ausencia más que en su presencia, en la ira más que en el amor, además de estar envuelta en una telaraña de rivalidades y secretos. “Yo sabía que mis secretos te traerían a la vida, para mí…. Lo sabía” Un relato escrito en un lenguaje poético bellísimo y desgarrador a la vez, donde destaca su estilo seco y económico y donde la palabra cobra su más álgido valor. El relato se rige por el compás de las respiraciones de un enfermo, por las noventa y nueve cuentas del Tasbith (rosario musulmán), que maneja la mujer. “Ya no divido mis días en horas, ni las horas en minutos, ni los minutos en segundos. ¡Para mí un día es igual a noventa y nueve vueltas de rosario!” -“¿Sabes cuál es el número 99, el último nombre de Dios? Es Al-Sabur, el Paciente” Compás idéntico. Silencioso. Aterrador. “Hace una pausa, el tiempo de una respiración…” “Cierra los ojos, y tres respiraciones después, vuelve a abrirlos” “Cuando llegué a la vuelta número 72, el idiota del mulá vendrá a visitarte, y como siempre me hará reproches, porque según él no te atiendo bien, no he seguido sus instrucciones, he descuidado las oraciones” Entre los disparos de la guerra, las llamadas a la oración, las pisadas de unos niños sobre las ruinas, se impone la voz de una mujer valiente que “tiene miedo” -“Tengo miedo. Tengo miedo de ti”. - “…tenía miedo de convertirme, yo también, en el pago de una apuesta…” Queda la duda, la de si el hombre en este difícil trance podrá entenderle o si es como la piedra Kaaba de la Meca, que carga con las desgracias de la humanidad hasta que le llegue el momento de explotar. “Espero que, por lo menos, llegues a captar, a asimilar todo lo que te estoy diciendo mi sangue sabur” Hay una serie de sinsabores que van llenando la piedra hasta que ésta se llena y explota. El mundo machista y represor, la desesperación, la intolerancia, el fanatismo, la violencia,…. Sus quejas, sus preguntas se convierten en una liberación. La vida y la muerte se cruzan bajo un escenario casi único donde la intolerancia se convierte en un terrible monólogo. “Me di cuenta de que, desde que estás enfermo, desde que te hablaba, desde que me enfadaba contigo, te insultaba, te decía todo lo que tenía guardado en mi corazón, y tú no podías responderme nada, no podías hacer nada contra mí….todo eso me reconfortaba, me apaciguaba…..” Y la piedra de la paciencia explotará… “Por fin he sido liberada de mis sufrimientos…”